Enemigos Ancestrales (2/2)


Jaws cayó en el suelo de roca, rodeado de soldados del equipo Aqua. El primer impulso de estos fue abalanzarse sobre él, como había ordenado su jefe, sin embargo el mismísimo Aquiles los detuvo con su imponente voz.

—¡Aléjense de ese Vibrava!— ordenó, con lo que sus subordinados obedecieron— Es mío.

Seguidamente se plantó unos metros frente al pokemon, y arrojó su pokebola para revelar a un intimidante Mightyena. Jaws se sacudió el golpe de la caída, y se puso de pie, firme, listo para pelear. Aquiles no parecía de esos villanos a los que les gustaba hablar.

—¡Vibrava, tú serás el primero del equipo de Ruby al que aplaste!— aseguró el pirata.

—Me llamo Jaws— replicó, aunque nadie lo oyó sobre el ruido general.

—¡Mightyena, usa Cara Susto!

Jaws no conocía ese movimiento, por lo que se preparó para esquivar cualquier cosa y contraatacar en el instante, pero de pronto todo se volvió oscuro, y en medio de la oscuridad, una horrenda mueca brillante apareció y lo miró por un momento. La oscuridad se fue tan rápido como vino, pero esa expresión malvada penetró con fuerza en la mente de Jaws, y provocó que sus piernas le pesaran más de lo usual.

Pero él no se iba a quedar de brazos cruzados. En cuanto volvió a ver al Mightyena delante de sí, le escupió fuego azul. Su contrincante se retorció en medio del Dragoaliento, y de pronto su espalda se irguió con un movimiento acelerado.

—¡Está paralizado!— observó Jaws.

Sin perder tiempo, volvió a atacarlo con Dragoaliento. El Mightyena intentó embestirlo con todo su cuerpo, pero Jaws lo eludió usando sus alas, lo atacó por tercera vez y lo dejó inconsciente.

—¡¿Qué?!— gritó Aquiles, indignado.

Inmediatamente regresó a su Mightyena a su pokebola para sacar a otro pokemon: un Sharpedo grande y de ojos peligrosos.

—¡¿Cómo puede ser que un pokemon sin entrenador pudiera vencer al jefe?!— exclamó uno de los soldados.

—¡Cállate, imbécil!— vociferó Aquiles, y luego se giró hacia Jaws— ¡¿Cómo es posible que un pokemon sin entrenador pudiera vencerme?!

Jaws se dio cuenta de que tenía la atención de sus enemigos, y comenzó a disfrutar del momento.

—¡Vaya! ¿Tú eres el jefe? ¡Qué alivio, eso quiere decir que todos en el equipo Aqua son unos debiluchos!

La nariz de Aquiles se arrugó, en una mueca de infinito desprecio. Jaws incluso logró observar una vena marcada en su frente, bombeando la ira a todo su cuerpo.

—Te arrepentirás por haberte burlado del equipo Aqua— contestó con una voz fría— ¡Sharpedo, aplástalo con Cuchilladas! ¡No te detengas hasta que deje de respirar!

El pokemon se lanzó contra Jaws, listo para cortarlo en dos con una de sus afiladas aletas, pero en ese momento Aria apareció desde arriba como un rayo, y azotó al Sharpedo con su ala, tan fuerte que lo mandó contra la pared de roca, unos metros más allá.

—¡Aria!— exclamó Jaws, alegre.

Pero esta no se molestó en saludar. Se giró apenas aterrizar y apuntó hacia atrás, desde donde había aparecido.

—¡Cuidado!— gritó.

Jaws se giró, justo cuando el Crobat, que perseguía a Aria, lo atacó a él con un Ataque Ala. Jaws cayó al suelo por el impacto, pero regresó en sí de inmediato, y antes que su contrincante volara hasta Aria, Jaws se arrojó hacia él y con sus dientes le agarró una de las alas. El Crobat cayó al suelo, y luego intentó liberarse, pero Jaws no lo dejó, y usó sus poderosas, aunque pequeñas mandíbulas, para triturar el ala del Crobat.

El pokemon de cuatro alas dejó escapar un grito desgarrador, y con mucho esfuerzo logró retirar su ala machucada luego de varias mordidas. Seguidamente se cubrió la zona lastimada con las otras, y no se movió, demasiado adolorido para continuar.

Aquiles comprendió que sus dos pokemon restantes habían tenido suficiente, y los regresó a sus pokebolas. Tenía ganas de tomar el cuello de ese Vibrava entrometido y torcerlo con sus propias manos, pero hasta alguien como él en esas situaciones respetaba las reglas de un combate pokemon. Aquellos dos entrometidos lo habían vencido, y no había nada que pudiera hacer al respecto.

Jaws y Aria se acercaron el uno al otro, y se pegaron espalda con espalda, atentos al resto de los soldados, listos para pelear. Sin embargo, los soldados no parecían muy animados, luego de ver la derrota de su jefe. Además, él aún no les daba una orden, y aunque no eran marionetas sin cerebro, sabían que ese día era muy importante para actuar por su cuenta.

En ese momento Ruby y los demás lograron avanzar hasta donde ellos se encontraban, detrás de ellos, pilas y pilas de soldados y pokemon del equipo Aqua. Ruby miró a Jaws y Aria, y luego a Aquiles, que tenía escrito "derrota" por toda la cara. No le tomó mucho trabajo deducir qué había ocurrido en ese lugar, pero no podía gastar mucho tiempo celebrando.

—Jaws, Aria ¿Están bien?— les preguntó.

—Sí— contestó el Vibrava.

—Completamente— afirmó Aria.

—Bien ¡Todos, sigan hacia el orbe! ¡Esto aún no termina!

—¿Oh?— se oyó, antes que todos pudieran dar un paso. Aquiles parecía haber recobrado un poco de humor— ¿En serio crees que tienen esperanza? Me parece que el orbe ha estado brillando por bastante tiempo ¿No crees?

Ruby sintió ganas de ir y darle un combo en toda la cara, pero en ese momento un temblor comenzó a estremecer la cueva submarina.

—¡Mierda!— exclamó el muchacho— ¡¿Un temblor?! ¡¿Ahora?!

Pero entonces miró hacia Aquiles, y al ver su sonrisa de oreja a oreja comprendió que no se trataba de un temblor cualquiera.

El jefe del equipo Aqua dio media vuelta y echó a correr a toda velocidad hasta la plataforma en donde se encontraban Angie y Birdy forcejeando. Pronto le siguieron sus soldados, y también el resto de Pokemon Gijinka.

Todos se reunieron en torno a la plataforma, con una espectacular vista hacia la enorme piscina submarina. Ruby y sus pokemon corrieron para tomar el orbe de manos de Angie, pero antes incluso de que pudieran acercarse, este dejó de emitir luz.

—¿Qué ocurrió?— musitó Ruby, esperando que no ocurriera lo que creía que estaba a punto de ocurrir.

Mientras seguía temblando, el agua de la piscina comenzó a arremolinarse, pero en vez de crear un hoyo en el centro, el agua se elevó, como si creara una torre de agua. Luego, después de unos segundos, el temblor cesó, y la columna acuática reveló una figura grande, un pokemon parado sobre el agua. Su cuerpo era muy robusto, sus brazos tan anchos que tres hombres podrían acostarse en cada uno sin problemas, su lomo azul como el mar y su mirada clavada en el horizonte, como si pudiera ver cosas más trascendentes que el espacio frente a él. Alrededor de todo su cuerpo se notaban marcadas líneas rojas, que brillaban con un fulgor pausado.

—Kyogre... —musitó Aquiles, con ojos llorosos.

Este se quedó mirando el horizonte por unos momentos, mientras todos lo observaban en silencio. Luego apuntó con sus ojos a Angie, la cual se asustó. Kyogre entonces dio un paso hacia adelante, donde otra columna de agua se formó a tiempo para recibir su pie, como un escalón, y luego otra a medida que avanzaba, así hasta que llegó frente a la mujer.

Angie estaba paralizada del miedo, por eso no pudo hacer nada cuando Kyogre apartó a Birdy de un manotazo de su lado y la agarró a ella con la otra mano, como si fuera una muñeca.

Se tomó un momento para mirar hacia el oeste, como intentando oír algo que no lograba ver, pero pronto lo ignoró.

Luego dio media vuelta para mirar hacia la piscina. Ahí sujetó las ropas de la comandante del equipo Aqua con sus dientes y se lanzó en picada hacia el agua.

Los presentes necesitaron de un par de segundos para reaccionar. Ruby corrió a atender a Birdy, los soldados Aqua comenzaron a hablar entre sí, confundidos, mientras que Aquiles se quedó inmóvil, contrariado.

—¿Kyogre se llevó a Angie en vez de mí?— se preguntó— ¿Será porque ella llevaba el orbe, o porque buscó al más indicado para guiarlo?... no. No debo pensar así. La sola presencia de Kyogre en el mundo ya es una victoria para nosotros. Lo más difícil ya ha pasado, ahora solo queda elevar el mar y...

Pero no tuvieron mucho tiempo para pensar, puesto que Kyogre apareció de nuevo, como un misil desde el fondo de la piscina, y con el poder del agua salió disparado hacia arriba y atravesó la roca sólida del techo. Un fuerte terremoto los sacudió a todos, mientras que el agua del océano comenzó a pasarse hacia la cueva con alarmante velocidad.

—¡LARGUÉMONOS DE AQUÍ!— gritó Ruby.

Sus pokemon volvieron a sus pokebolas, mientras que los soldados del equipo Aqua dejaron todo botado para arrancar. El hoyo dejado por Kyogre comenzó a expandirse con rapidez, dejándoles poco tiempo. El agua cayó desde el techo y abarcó toda la sala como un titán iracundo.

Ruby corrió con todas sus fuerzas, detrás de él una multitud de soldados Aqua, y persiguiéndolos por detrás, toneladas y toneladas de agua rugiente. En poco tiempo llegaron a la entrada, donde los soldados se apresuraron a meterse dentro del submarino, mientras que Ruby y unos cuantos más sacaban a sus pokemon de agua para salir de ahí.

[...]

Después de una larga carrera por tierra y mar, Ruby sacó su cabeza por la superficie del océano, junto con Milotic. No habían conseguido detener al equipo Aqua, pero al menos habían salido con vida de la cueva.

Sin embargo, apenas abrir los ojos, notaron que algo andaba mal a su alrededor: Había una fuerte lluvia, con gotas tan grandes como el puño de Ruby, pero al mismo tiempo estaba soleado, y los rayos del sol calentaban tanto que casi se podían sentir quemando la piel.

El muchacho y su pokemon miraron alrededor, confundidos. Los fuertes vientos provocaban enormes olas, que amenazaban con volcarlos, y los rayos del sol los enceguecían apenas miraban ligeramente hacia arriba.

No podemos relajarnos aún— pensó Ruby.

Mas para su suerte, encontró una pequeña plataforma de tierra hundida unos centímetros en el agua, donde las olas rompían con más calma que en el resto del mar. De inmediato le indicó a Beauty que nadara hasta allí, y ella obedeció sin rechistar. No sin esfuerzo lograron llegar a la plataforma, donde aprovecharon de tomar un respiro.

—¿Qué está pasando?— inquirió Beauty.

—Los señores de la tierra y el mar— parafraseó Ruby— Groudon y Kyogre han sido despertados, los cambios en el clima deben tener relación con esos dos.

—Efectivamente— contestó una voz familiar, cerca de ellos.

Cuando Ruby levantó la mirada, se encontró con nada más y nada menos que Magno, el líder del equipo Magma.

—¡¿Tú?!— se extrañó el chiquillo— ¡¿Qué haces aquí?!

Ruby miró en todas direcciones, pero no vio soldados Magma por ningún lado. Magno estaba solo.

—Después de nuestro encuentro en ciudad Algaria, tuve la oportunidad de reflexionar un poco sobre todo esto— explicó él— Supuse que lo mejor que podía hacer era intentar ayudarte en tu misión de detener al equipo Aqua, aunque veo que llegué tarde.

Luego miró hacia el noroeste, a una montaña blanca que se veía a lo lejos.

—Kyogre salió desde este punto y se dirigió hacia allá, hacia Arrecípolis.

—¿Te refieres a esa montaña?— inquirió Ruby.

—Eso no es una montaña, chiquillo— le corrigió Magno— Es un cráter, y dentro del cráter hay una ciudad. Es la ciudad más aislada de Hoenn, pues solo se puede acceder desde el cielo o desde el fondo del mar.

—¡¿Esa cosa es un cráter?!— saltó Ruby— ¡Pero si es enorme!

—Sí, esa es la típica reacción de los turistas ignorantes— recordó Magno— Lo importante ahora es que Kyogre se dirigió a esa ciudad ¿Sabes por qué?

—No— contestó Ruby, curioso.

—Porque ese es el lugar donde está peleando contra Groudon mientras hablamos— contestó otra voz, desde la espalda de Ruby.

El joven se giró, solo para encontrarse con Aquiles, sombrío e inflexible frente a la tormenta. El submarino con sus tropas lo esperaba más allá, donde no había tierra.

—¡Aquiles!— exclamó Ruby, sorprendido de verlo.

—Kyogre y Groudon son enemigos mortales— continuó el pirata— Antes de irse de la cueva, Kyogre miró por un momento en esa dirección. Estoy seguro que lo hizo porque sintió a Groudon acercándose ¿No es así, Magno?

El aludido asintió.

—Mi equipo despertó a Groudon, y tu equipo despertó a Kyogre. Ambos logramos nuestros objetivos. Ahora deberíamos sentarnos a ver quién le gana a quién, sin embargo...

—Sí— Aquiles miró al cielo, preocupado— Esto es demasiado. Tampoco es como tú te lo imaginaste ¿O sí?

Magno hizo una mueca de repudio con la boca. Aquiles lo entendía: Tantos años de preparación, tantas noches soñando con ese día, y en ese momento nada salía como ellos querían. Si el duelo de ambos pokemon continuaba por mucho tiempo, nadie podría predecir cuánto daño causarían al mundo. Quizás entre ambos tenían poder suficiente para extinguir toda señal de vida en el planeta.

—Aquiles— lo llamó Magno— No solo vine a detenerte. Hay algo importante que debo decirte sobre Jirachi.

El aludido se sorprendió.

—¿Cómo sabes sobre Jirachi?— preguntó, contrariado.

Magno abrió la boca para contestar, pero en ese momento una figura cayó justo entre ambos, al lado de Ruby. Cuando se dieron cuenta, Steven se encontraba parado junto a los tres, con cara de satisfacción. Con toda calma, mientras los demás lo miraban sorprendidos, regresó a su Skarmory a su pokebola, en pleno vuelo.

—Qué día más raro ¿No creen?— los saludó como si nada— Tenemos lluvia, tenemos sol, tenemos el fin del mundo...

—¡Steven!— exclamó Magno.

—¿Oh? ¿Acaso los interrumpí? Me pregunto qué estarán tramando las cabezas de los equipos Aqua y Magma ¿Acaso tomarán la responsabilidad por sus actos e irán a combatir a los pokemon que dejaron libres o huirán como cobardes?

—Un momento— exclamó Aquiles— ¿Cómo es que el campeón nos conoce?

—Ah, pero si ya hemos hablado varias veces, Aquiles— contestó Steven— Yo soy Jirachi, el mismo Jirachi que te ayudó a fundar el equipo Aqua ¿Magno no te contó nada? También los ayudaba a ellos.

—¡¿Qué?!— gritó Aquiles— ¡¿Jirachi eras tú?! ¡¿Y ayudabas a Magno también?!

Steven no pudo aguantar la risa.

—Oh, vaya. Sabía que eras exagerado, pero no me imaginé que reaccionaras así.

—Pero... pero...— balbuceó Aquiles— ¿Por qué nos ayudaste a ambos? ¿Por qué no nos dijiste nada?

En ese momento la sonrisa de Steven se volvió macabra.

—Porque quería verlos matándose los unos a los otros— contestó con frialdad— ¡Y vaya que funcionó! Nunca pensé que se volverían enemigos tan acérrimos como los mismos pokemon legendarios. En fin...

Steven se giró hacia Ruby, y posó una mano sobre su cabeza.

—Si quieres salvar al mundo, te recomiendo ir a buscar a mi amigo Wallace. Él es el líder de gimnasio de Arrecípolis, así que no debería ser muy difícil de encontrar.

—¿Yo?— se extrañó Ruby— ¿Por qué yo? ¡Tú eres el campeón! ¡Tú salva el mundo!

Pero Steven se echó a reír de nuevo.

—¿En serio confías en mí?

Ruby apretó los dientes, furioso. Quería golpearlo. Quería golpearlo tan fuerte que el sonido del impacto se oyera al otro lado de la tierra, pero Steven tenía razón: No se podía confiar en él. Más que eso, Ruby no podía confiar en nadie más que él y sus amigos para detener a esos pokemon.

—Yo te ayudaré en lo que pueda— se apresuró a añadir Magno.

Todos se giraron hacia él, extrañados, lo cual lo incomodó ligeramente.

—¿Qué? ¿Un hombre no puede ayudar a arreglar sus propios errores?

—Mi equipo y yo también— agregó Aquiles— El nerd tiene razón, es nuestra responsabilidad lidiar con esto. Entren a mi submarino, iremos a Arrecípolis juntos. Y cuando todo termine— Aquiles apuntó con un dedo a Steven— Te haré pagar por burlarte del equipo Aqua.

Steven contestó con una sonrisa cordial, muy seguro de su propia fuerza para tomarse en serio esa amenaza.

—¡Muy bien!— exclamó Ruby— ¡Todos al submarino! ¡No tenemos tiempo qué perder!

—Pse. Que no se te suban los humos a la cabeza— alegó Magno, mientras se encaminaba hacia la nave.

En poco tiempo todos estuvieron dentro del submarino. Pronto el último soldado Aqua cerró la escotilla, y se pusieron en marcha hacia el noroeste, rumbo a Arrecípolis.

Steven se quedó parado en la plataforma un rato más, ignorando el viento helado y el sol abrasador, pensando.

—Bueno— dijo para sí— Supongo que no podría haber pedido un mejor resultado. Deberás esforzarte para salir vivo de esta, mi pequeño Ruby.

—/—/—/—/—0—\—\—\—\—

...

Groudon, el pokemon Continente

—Peso: 950 kg

—Altura: 3,5 m

—Observaciones:

Se le describe en mitología como el pokemon que elevó la tierra y expandió los continentes

Puede disipar las nubes e irradiar la tierra con luz del sol

Sus rugidos crean terremotos

...

Kyogre, el pokemon Cuenca mar

—Peso: 352 kg

—Altura: 4,5 m

—Observaciones:

Es capaz de crear grandes nubarrones y hacer caer lluvias torrenciales

Se dice que expandió la superficie del mar con aluviones y maremotos

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