Dentro del Sistema de Almacenamiento


Ruby miró a su alrededor. Repartidos por el bar no había más que cadáveres y sangre bañando todo de rojo. Ya había matado a todos sus enemigos.

De repente oyó un ligero golpe, cerca de un rincón. Entonces se acercó y asomó su cabeza por detrás del respaldo de un sillón para ver a una muchacha con dos coloridas alas sin plumas.

—¿Cómo te llamas?— le preguntó.

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Ruby miró a sus pokemon, sonriente. Cada uno de ellos estudiaba el anillo que se le había entregado tras convertirse en un miembro del Equipo Libertad, como Lanette. Se sentían importantes, y eso le gustaba.

—Ahora, Ruby— Lanette se sentó junto a él —¿Qué harás después?

—¿Cómo que qué haré después?

—Ya te has enfrentado a tres líderes de gimnasio y has reclamado sus Certificados ¿No? Entonces me imagino que irás tras el cuarto gimnasio.

—Ah, sí— Ruby se rascó la cabeza. Con todo eso del Equipo Libertad y su madre se le había olvidado— Sí, eso planeaba hacer.

—¿Y a qué gimnasio irás?

—Pues hay uno en la cima del volcán ¿No? Ahí iré.

—No está en la cima, pero sí muy cerca. El gimnasio de Pueblo Lavacalda.

—Ese mismo.

—¿Al menos sabes algo sobre su líder?

—Nada.

—¡Ah, rayos! ¿Por lo menos pensabas planear una estrategia contra ella?

—Ir y enfrentarla.

Lanette se preguntó en ese momento si de verdad había sido una buena idea nombrarlo miembro del Equipo Libertad. Pero ya lo había hecho.

—Ah, casi se me olvida ¿Me prestas tu PC un rato?

—¿Ah? Claro, está ahí— apuntó hacia atrás— ¿Para qué lo quieres?

—Solo quiero ver algo.

Ruby se levantó y se marchó hacia el PC. Ahí se conectó al sistema de almacenamiento de pokemon. Lanette, curiosa, se paró detrás de él para verlo.

—Vaya, tienes muchos pokemon— observó.

Los pokemon de Ruby la oyeron, y dejaron de jugar entre ellos para dirigirse a ver la pantalla del PC.

—¿Cómo que muchos pokemon?— alegó Fiercy— Ruby solo nos tiene a noso...

Pero entonces todos vieron en la pantalla una enorme cantidad de pokemon. Entre todos llenaban dos cajas enteras.

—¡¿Qué significa esto, Ruby?!— alegó Brainy.

Kitten saltó sobre el regazo de su entrenador para fijarse mejor.

—Yo conozco a estos pokemon— aseguró— ¡Ruby!

Él asintió, tranquilo.

—Estos son los pokemon que rescaté en el bar. Todos se veían muy débiles o muy asustados para ser liberados así como así, por lo que decidí capturarlos y meterlos al sistema hasta que estuvieran bien.

—Ahora recuerdo que fuiste a ver algo en el PC del pueblo por el que pasamos recién— comentó Smoky— ¿Querías verlos a ellos?

—Sí, estaba un poco preocupado, pero al parecer todo está bien por ahora.

Ruby intentó desconectarse del sistema de almacenamiento, pero en eso Lanette lo detuvo.

—Jeje ¿Quieres ver algo fenomenal?

—¿Algo fenomenal? Claro ¿Qué es?

Lanette le sonrió, entusiasmada. Seguidamente le mostró una pokebola y lo metió dentro de ella.

—¡¿Pero qué haces?!— exclamó Smoky.

Todos los pokemon de Ruby se pusieron en guardia.

—Tranquilos, no se alteren— los calmó Lanette— Solo quería mostrarle el sistema de almacenamiento por dentro.

—¿Qué?— saltaron ellos.

Ante su sorpresa, Lanette depositó la pokebola en un contendor del PC. Luego apretó un botón y la pokebola desapareció con un rayo de luz.

—¡Ella mató a Ruby!— exclamó Fiercy.

—Te dicen que te calmes— Brainy la detuvo con un brazo— ¿A qué te refieres con mostrarle el sistema por dentro?

—Pues exactamente a eso. Miren.

Lanette buscó en la tercera caja del PC, en donde había aparecido un nuevo pokemon envuelto en una nube de humo con un signo de interrogación.

—El PC no está programado para mostrar humanos, por lo que no nos da una imagen de Ruby. Creo que una de mis mejores ideas fue permitir que los humanos también ingresaran a este sistema de almacenamiento, aunque muy pocas personas saben de esto.

—¿O sea que tú eres...— inquirió Brainy.

—Por supuesto. Yo soy la creadora del sistema de almacenamiento pokemon para Hoenn.

—¿Y dónde está Ruby?— inquirió Smoky.

—Je— Lanette se ajustó los lentes— ¿Quieren verlo por ustedes mismos?

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Los pokemon y Lanette aparecieron en una especie de reserva natural, llena de flores y árboles y cielo azul. Se habrían maravillado por todo de no haber visto a Ruby tirado en el piso y rodeado de distintos pokemon.

—¡Ruby!— exclamaron sus amigos.

Corrieron a socorrerlo y espantar a sus agresores, pero en eso él mismo los paró.

—Deténganse— les ordenó— No los lastimen.

Los pokemon miraron a Ruby, contrariados. Luego a los pokemon salvajes, que corrían asustados a esconderse. Finalmente no quedaron más de ellos.

—¿Qué ocurrió?— inquirió Lanette.

Ruby se agarraba la cabeza, dolorido.

—Nada, solo se asustaron un poco al verme— rió por lo bajo— Supongo que es natural.

Kitten desvió la mirada de Ruby para dirigirla a los pokemon que lo habían atacado. No los veía, pero podía oírlos perfectamente, estremeciéndose de miedo.

—No saben que tú los ayudaste— adivinó— Creen que viniste a matarlos.

—Serán malagradecidos— gruñó Fiercy.

—Quizás sea mejor que nos vayamos. Nuestra presencia aquí no es bien recibida— sugirió Brainy.

—No, esperen. Déjenme hablar con ellos— les pidió Kitten— Nunca pudimos conversar mucho entre nosotros, pero sí sentimos cierta clase de compañerismo mientras éramos esclavos. Estoy segura que me escucharán.

—Quizás tengas razón— meditó Smoky en voz alta— Te acompaño.

Fiercy y Brainy se miraron entre sí.

—De acuerdo— Fiercy se encogió de hombros— Vamos todos.

—Sí— Brainy tomó de la mano a Birdy para que se unieran al grupo, pero este la detuvo.

—Lo siento, pero... ya no puedo esperar más. Hay algo que tengo que hacer afuera.

Todos miraron extrañados a Birdy. Brainy estuvo a punto de reclamar, pero antes de eso Ruby apoyó su mano en la cabeza del Swellow.

—Muy bien. Entonces vienes conmigo.

Birdy miró a su entrenador, y le agradeció con un gesto de la cabeza. En verdad quería ir y jugar con sus amigos, pero las ansias lo habían estado carcomiendo por más de lo que podía soportar. Ya no aguantaba la espera.

—Entonces está decidido— Lanette miró su reloj— ¡Woah! ¿Ya es tan tarde? ¡Pero si hace un rato estábamos almorzando! Tengo que ir a preparar la cena. Ruby, Birdy, ustedes vienen conmigo.

Ambos alzaron la mano para depositarla en el hombro de Lanette. Ella entonces sacó un aparato de su bolsillo y apretó un botón. En un parpadeo los tres desaparecieron, dejando solos a los cuatro pokemon dentro del sistema.

—¿Qué le pasa a Birdy?— alegó Brainy.

—Lleva así un buen rato— contestó Smoky— Me pregunto qué habrá sido.

—¿Habrá hecho algo malo?— supuso Fiercy

Todos la miraron, extrañados.

—Digo, cuando yo hacía algo malo me ponía muy nerviosa de que mi mamá se enterara... y ella siempre terminaba enterándose.

—¿Le habrá sucedido algo malo?— supuso Kitten.

Smoky se encogió de hombros.

—No se preocupen, no debe ser nada tan grave— le restó importancia— Birdy no es tonto. Si ve que no puede resolver algo solo, le pedirá ayuda a Ruby. Ahora nosotros vamos, tenemos que hablar con esos pokemon.

Golpeó su palma contra su puño para darle fin al tema.

—Te gusta hacer eso— observó Fiercy, divertida.

Todos se pusieron en marcha hacia los árboles, en donde los pokemon esclavizados comenzaron a dejarse ver, poco a poco.

—Oigan, soy yo— les hizo ver Kitten al acercarse— ¿No me reconocen?

De repente, una muchacha con dos antenas en su cabeza se asomó desde el tronco de un árbol próximo.

—¿Skitty? ¿Eres la misma Skitty de la guardería?— le preguntó.

—¡Beautifly! ¡Estás con vida!

Kitten se acercó hacia la Beautifly para darle confianza, y desde ahí le presentó a sus nuevos amigos.

—Ellos son Smoky, Fiercy y Brainy. Y ahora yo me llamo Kitten, Ms. Kitten.

—¿Qué? ¿O sea que también fuiste capturada?

—¡Para nada!— contestó sonriente.

Beautifly se veía confundida. Kitten aprovechó para asirla de la mano y adentrarse más a los árboles para llamar a los demás.

—¿Qué es todo esto? ¿Dónde estamos?— inquirió la muchacha.

—Sabes que no me gusta repetir las cosas, así que les diré a todos de una vez— Se paró en medio del primer claro en el pequeño bosque, y ahí llenó sus pulmones de aire —¡Oigan, todos! ¡Salgan de sus escondites, tengo algo importante qué decirles!

Algunas cabezas se asomaron, desconfiadas, pero ella sabía que había muchas más.

—¡Vamos, salgan! ¡No hay humanos en ningún lado!

Entonces muchas cabezas más se asomaron, e incluso algunas se dejaron ver completamente para oír a su antigua compañera con atención.

—¡Skitty!— exclamó una Seviper— Creí que habías muerto en la masacre.

—¿Te refieres a cuando ese hombre fue y mató a todos los otros hombres del bar?

—Sí— contestó, extrañada— ¿Cómo sabes eso?

—Al parecer tengo mucho qué explicar.

Se sentó, indicando que se avecinaba una historia larga, y los demás pokemon de Ruby se sentaron junto a ella para mostrarse cordiales. Entonces la Seviper los imitó, junto Beautifly y las otras tres chiquillas junto a ellas. El resto de los pokemon se quedó en sus escondites, asomando la cabeza o simplemente conservando la distancia.

—Muchos de ustedes ya me conocen, servimos en el mismo antro como putas de hombres con problemas en la cabeza— comenzó a hablar— Pero ahora tengo un nombre, me llamo Ms. Kitten, y sirvo felizmente las órdenes de un entrenador pokemon muy especial.

Les contó sobre cómo había conocido a Ruby en la guardería, cómo este la había salvado y la había sacado de esa vida maldita. Les relató sobre su aventura en el matadero pokemon, la depresión que Ruby había sentido al dar a sus pokemon por muertos, y la alegría con que había estallado al verlos vivos otra vez. Revivió la difícil batalla contra Wattson en Malvalona, y luego el asalto al casino. Los demás la interrumpían de cuando en cuando para hacer observaciones y ayudarle a recordar mejor las cosas, y para cuando terminó, alrededor de cincuenta pokemon distintos se encontraban a su alrededor, atentos.

Seviper miró a Beautifly, y luego a una Roselia que tenía al otro lado.

—¿Es en serio?— inquirió, dudosa— ¿Cómo puede existir un entrenador pokemon que quiera eliminar el sistema?

—Encuentro difícil de creerte, Skitty— le espetó Roselia.

—Me llamo Kitten.

—Pero es natural ¿No?— comentó Beautifly— Dicen que las pokebolas lavan el cerebro de los pokemon para que crean que sus entrenadores son lo que deben querer.

—Quizás eso sea así— las cortó Smoky— Pero les puedo asegurar que ninguno de nosotros fue capturado por Ruby. Todos elegimos seguirlo por cuenta propia, porque creímos en él.

—¿Y entonces por qué nos capturó a nosotros?— quiso saber Seviper— Solo recordar todo lo que le hizo a mis patrones me hace estremecer.

—¿Tus patrones?— se extrañó Brainy.

—Sé que parece malo que abusaran de nosotros en esa forma, pero al menos nos permitían vivir, y además nos daban ciertos lujos dependiendo de qué tan bien nos desempeñáramos. No era malo, una vez que te acostumbrabas.

—Entonces llegó ese tipo y comenzó a matar a todo el mundo— apuntó Roselia— No digo que los patrones fueran unos santos, pero ellos no se habrían atrevido a matar, ni siquiera a un pokemon. No puedo simplemente aceptar las órdenes de un asesino. Lo siento, Skitty.

Fiercy se apoyó en el suelo para levantarse, harta de las tonterías que decían esas muchachas, pero Brainy la detuvo.

—Entendemos totalmente. Gracias por darnos la oportunidad de hablar. Y no se preocupen, tienen mi palabra de que Ruby no las obligará a hacer nada. Por favor, relájense en su estadía— luego se levantó y dio media vuelta, bajo la sorpresa de todos— ¿Vamos? Ya nos hemos demorado harto.

—Pero...— iba a reclamar Fiercy, mas Brainy la agarró del brazo para que la acompañara.

Los pokemon de Ruby la siguieron en silencio tras despedirse de los pokemon del bar. Solo se atrevieron a hablar cuando estuvieron lo bastante lejos del bosque para que nadie los oyera.

—¿Qué te pasa?— le reclamó Fiercy— ¿Cómo estás contenta con que hablen así de Ruby?

—No te confundas, Fiercy. Me desagrada tanto como a ti— aclaró ella— Es solo que no podemos hacer nada para que cambien de opinión. Quedarse a intentarlo solo originará un conflicto, y Ruby odiaría que eso ocurriera.

—¿Qué?— se extrañó Smoky— ¿Pero por qué ellas...

—Se llama Síndrome de Estocolmo. Quizás no se acuerden, pero Ruby nos explicó que muchos pokemon sufren de eso.

—Vaya— Fiercy suspiró— claro, se me había olvidado.

Smoky se fijó en Kitten, curioso.

—¿Y tú no sufres de ese síndrome?

—Es cierto que llegué a sentir simpatía por alguno que otro de esos bastardos— aseguró ella— Pero nunca llegué al punto de defenderlos.

Se dirigió a Brainy para preguntarle si sabía sobre una cura para ese síndrome, pero ella fue envuelta en un halo blanco, y desapareció frente a sus ojos.

—¡Ah!— exclamó Fiercy— ¡Brainy!

Pero ella también desapareció.

—Parece que la cena está lista— adivinó Smoky, antes de desvanecerse de la misma forma.

Kitten fue la última en llegar a manos de Ruby. Al ser liberada de la pokebola se fijó en que este le sonreía, y se preguntó si alguno de sus compañeros de esclavitud llegaría a sentir la misma calidez tras ver esa sonrisa.

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Lanette, informática criminal:

—Peso: 58 kg

—Altura: 1,67 m

—Observaciones:

-Es muy desordenada

-Hizo el sistema de almacenamiento para Hoenn

-Es parte del grupo ejecutivo del Equipo Libertad

-No se le da bien cocinar

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