Ciudad Petalia
Ruby entró en el Centro Pokemon de Pueblo Escaso, le pasó sus pokebolas al robot detrás del mostrador y le mostró su brazo sangrante.
—¡Oh, déjame curar eso!— exclamó el robot con aspecto femenino, antes de hacerlo pasar.
Después de un rato, Ruby se sintió como nuevo, por lo que se fue. Tenía que moverse rápido, o la policía podría comenzar a buscarlo. Zafiro ya se había enterado de la muerte de Birch, por lo que no faltaría mucho para que se corriera la voz.
Tan solo salir del pueblo, liberó a Smoky y a Fiercy, y se encaminó con ellos por la ruta 102 hacia Ciudad Petalia. No le gustaba la idea de ir por ahí, pero no tenía de otra. Según Fiercy, la ruta 103 estaba bloqueada por un río, y no se podía pasar a menos que tuviera un pokemon de agua lo suficientemente experimentado.
También, después de todo lo que habían pasado ese día, les cayó la noche por sorpresa, por lo que decidieron dormir a la intemperie. Ruby no era un muchacho muy amigo de lo silvestre, pero con las altas temperaturas de Hoenn no le importó echarse en el suelo y dormir junto a sus pokemon.
Para su sorpresa, despertaron sin problemas a la mañana siguiente. Cogieron algunas bayas para desayunar, se lavaron en un charco por ahí cerca, y continuaron su viaje. Era una linda mañana ¿Qué podía salir mal?
Pero de repente Ruby detuvo a sus pokemon, y con un gesto les hizo observar el camino por delante.
—¿Qué pasa?— inquirió Smoky.
—¿Ven esos entrenadores?— les preguntó.
Ambos pokemon se fijaron en unas cuantas personas paradas a los lados del camino, casi sin moverse, como si esperaran algo.
—¿Qué les pasa?— se preguntó Fiercy
—Algunos entrenadores pokemon se quedan junto a los caminos para "asaltar" a los novatos que aparezcan. Cuando pierden una batalla pokemon, están obligados a entregar la mitad del dinero que llevan.
—¿Entonces estos entrenadores usan a sus pokemon para ganar dinero?— inquirió Smoky.
—No sería la primera vez que ocurre, ni la forma más baja de hacerlo.
Fiercy sonrió malévolamente.
—Parece que quieres hacer algo al respecto.
—Por supuesto. Nadie se espera un ataque desde el bosque. Ustedes espérenme, puedo tomarlos por sorpresa y robarles su dinero antes que ellos puedan sacar sus pokebolas.
—¿Pero no usarán sus pokemon contra ti?— alegó Smoky
—No lo harían si ven que no tengo pokemon. Así funcionan estas reglas tontas.
Smoky y Fiercy se miraron, pensando lo mismo.
—Ruby, nos necesitas— le aseguró Smoky— Úsanos, no hay otra forma de quitarles el dinero.
Ruby se encogió de hombros. Sabía que al fin y al cabo tenía pocas posibilidades, pero no quería simplemente usar a sus pokemon como máquinas cuando el día anterior había descubierto que eran seres con sentimientos.
—De acuerdo, me pueden ayudar, pero solo si la gente saca a sus pokemon. Y si la ven muy negra, corran sin mirar atrás.
Ambos estuvieron de acuerdo, por lo que se prepararon para asaltar al primer entrenador. Se escondieron entre los árboles para acercársele por la espalda. No era más que un niño, no había forma en que pudiera hacerle frente a Ruby.
Este miró por todos lados antes de lanzársele, y agarró un palo que se había caído de un árbol. Más confiado, se acercó al chico, esgrimiendo el palo con un aspecto siniestro.
—¡Oye, chico!
El aludido se giró, sorprendido de que alguien se hubiera acercado tanto sin que él lo notara.
—Dame todo tu dinero, o te mato a palos.
—¡Me gustan los shorts!— contestó el niño— ¡Son cómodos y fáciles de usar!
—¿Qué?
—¡Ve, Poochyena!
Arrojó su pokebola, de la cual apareció un Poochyena muy parecido a Fiercy.
—Oh, rayos.
Smoky y Fiercy aparecieron de inmediato para darle una paliza a la Poochyena, la cual, confundida por verse contra dos pokemon en vez de uno, no tuvo muchas oportunidades de ganar. En poco tiempo Ruby derribó al chico, y lo obligó a darle todo su dinero. El chico se fue llorando, y se perdió en la lejanía.
Entonces Ruby se giró hacia sus pokemon
—¿Qué les dije?
—El tipo empezó una batalla pokemon ¿O no?— alegó Fiercy— ¿Qué querías que hiciéramos?
—¿Quedarse al margen, quizás?— contó el dinero, apenas le alcanzaba para un trago— Tenemos que pensar en otra estrategia.
Los tres se pusieron a pensar. Podrían atacar a la gente por sorpresa, noqueándola desde el principio para evitar una pelea, pero eso les podía causar traumas severos y la muerte, y no querían simplemente matar a todo el que se les interpusiera. Podrían ir a las ciudades y robar bolsillos, pero para eso necesitarían práctica. Podrían estafar a la gente... ¿Pero cómo estafar a alguien? Ninguno de los tres tenía idea de cómo hacerlo.
—¿Y si los tres corremos como locos hacia los transeúntes y les quitamos el dinero cuando estén muy asustados para pelear?— sugirió Fiercy.
Ruby y Smoky la miraron pensativos por un momento. Fiercy pensó que quizás su idea era muy tonta, pero luego ellos le sonrieron.
—¡Entonces está decidido!
—¿Y eso no es lo mismo que una batalla pokemon?— alegó Smoky.
—No. Esto es una acorralada pokemon— le corrigió Ruby— Rápido, pongan las caras más horrendas que puedan hacer.
Fiercy de inmediato moldeó una expresión grotesca y amenazante, propia de su tipo, sin embargo Smoky por más que intentó, todo lo que le salía era una tierna carita de pollito. Fiercy se rió de él, pero Ruby la cortó.
—No nos burlamos de nuestros compañeros, Fiercy— luego se dirigió a Smoky— Intenta con una cara desafiante. No tienes que dar miedo, simplemente la impresión de que vas a atacar.
Smoky frunció el seño, pero lo único que consiguió fueron las carcajadas de Fiercy y Ruby.
—¡Dijiste que no nos burlábamos!— alegó Smoky
—Lo siento, lo siento. Es que eres muy tierno. A ver, no lo volveré a hacer.
—¿Y qué tal una sonrisa?— inquirió Fiercy
—¡Pero si quiero verme malvado!— alegó Smoky
—Exacto, una sonrisa de maniático— buscó en el suelo, se cubrió las manos de tierra y se levantó para pasar las yemas de sus dedos contra los párpados de Smoky.
—¿Qué haces?
—Maquillaje
—¡Eso es para niñas!
—¿Quieres verte malvado o no? Listo, ya está.
La tierra oscureció los contornos de los ojos de Smoky, dándole un aspecto más lúgubre. Al sonreír, realmente parecía la caricatura de algún sicópata que se hubiera fugado del manicomio
—Sí que sabes sobre esto, Fiercy— la felicitó Ruby
—Mamá siempre decía: Si tu rival te teme, se convierte en tu presa.
—Tiene todo sentido— Ruby miró hacia el resto del camino— ¿Están listos? El próximo entrenador no debe estar muy lejos.
—¡Sí!
Pocos minutos después de eso, Cazabichos Ricky se encontraba parado junto al camino sin mucho qué hacer, cuando algo entre los árboles llamó su atención. Se fijó, intentando identificar la fuente del movimiento que había oído, cuando de repente, desde la oscuridad, aparecieron tres figuras envueltas en hojas corriendo y gritando hacia él. Asustado, intentó echar a correr, pero las figuras fueron más rápidas, y en poco tiempo lo alcanzaron.
—¡No me coman!— les rogó Ricky.
La figura más grande se sentó sobre él, y comenzó a hacer extraños ruidos y movimientos que confundieron al muchacho. Le pareció que las otras dos figuras, más pequeñas, intentaban pegarle en sus pantalones, pero al cabo de un rato los tres sujetos misteriosos se pararon y se fueron, perdiéndose en el bosque. El cazabichos partió corriendo hacia el pueblo para pedir ayuda, sin notar que le habían quitado su billetera.
—¡Lo hicimos!— exclamó Ruby
—¡Lo hicimos!— exclamaron los pokemon
Ruby levantó la billetera del joven para que todos la vieran. Apenas tenía para otro refresco, pero eso no los desilusionó, pues desde ese momento supieron que podían ganarse la vida como criminales.
A continuación idearon varias otras formas de robarle a la gente que venían por el camino, como hacerlos caer en trampas de cuerdas o distraerlos mientras les hurgaban los bolsillos. Casi a la hora de almuerzo llegaron a Ciudad Petalia, un lugar bastante campestre para llamarse ciudad, según la opinión de Ruby.
Al norte de la ciudad se erigía un gran edificio, el más grande e imponente de todos. Su techo era amarillo, y frente a este había un cartel.
—¿Qué es eso?— inquirió Smoky
—Es un gimnasio pokemon ¿Nunca habían visto uno?
Smoky y Fiercy negaron con la cabeza. Ruby se encogió de hombros.
—En todas las regiones del país, el gobierno tiene un campeón pokemon, que gobierna como un monarca. Cualquier entrenador pokemon puede ir y desafiarlo a una batalla con la aspiración de convertirse en el nuevo campeón, pero para llegar hasta él se necesita pasar por un enorme filtro, que es el alto mando. Esos cuatro sujetos lo único que hacen es combatir contra los entrenadores que llegan a sus puertas. Y para llegar a enfrentar al alto mando hay primero que vencer a todos los líderes de gimnasio. Los gimnasios administran una ciudad cada uno, y por lo mismo están llenos de entrenadores aspirantes a convertirse en el líder de gimnasio. Es toda una sociedad basada en el poder.
—Vaya ¿Así que nos enfrentaremos al líder de ese gimnasio?
—Yo nunca dije nada sobre enfrentarnos a los líderes de gimnasio. Yo los destruiré.
—¿En serio?— exclamó Fiercy
—Piénsenlo: Lo único que se hace en los gimnasios es obligar a los pokemon a pelear ¿A ustedes les gustaría estar bajo las órdenes de un tipo que los haga pelear hasta que ya no puedan tenerse en pie, día tras día? A mí me parece una tortura. No, no lo soportaría, ni me parece bien que cualquiera lo tenga que soportar.
—¿Y cómo los destruirás?— inquirió Smoky— Aunque rompas los edificios, volverán a construirlos.
—Entonces tengo que destruirlos a todos y dejar claro qué les pasará si vuelven a construirlo... pero no comenzaré con esta ciudad.
—¿Por qué?— inquirió Fiercy, pero en ese momento alguien se le acercó a Ruby
—¡Ruby!— exclamó una voz potente y masculina, a lo lejos.
Los pokemon del chico volvieron a sus pokebolas, y este se giró hacia quien lo llamaba.
—Hola, padre.
—Por fin te apareces— masculló Norman, con la cara de pocos amigos que siempre tenía— Disculpa por no ir anoche a casa, tuve mucho trabajo.
—No te preocupes— le contestó, aunque se alegró de que fuera así.
—¿Esos que vi antes son tus pokemon?— le preguntó su padre
—Ah, sí.
—¿Así que piensas comenzar tu viaje pokemon otra vez? Al fin te estás comportando como un hombre— le dio la espalda y comenzó a caminar— Ven conmigo, mis pupilos quisieran conocerte.
Ruby suspiró, y se encaminó hacia el gimnasio de su padre, pero este se detuvo de repente.
—Ruby, he oído sobre un criminal de pelo blanco que anda suelto que ha robado y asesinado por aquí cerca— el muchacho se alarmó por segundos, y mucho más cuando su padre señaló su gorro— Ten cuidado. No vaya a ser que alguien confunde este ridículo gorro con el pelo de ese hombre. Tener un hijo en prisión me traería muchos problemas— entonces se alivió. Su padre no era precisamente el hombre más listo del mundo.
Al entrar al gimnasio, se dio cuenta que parecía un palacio, con varias habitaciones ambientadas para darle un toque del estilo de Norman. Sin adornos innecesarios, sin decoros estúpidos. Ese lugar estaba hecho para que los entrenadores se valieran únicamente de la fuerza de sus pokemon para triunfar.
Ruby tuvo que presentarse a varias personas que le cayeron mal por el simple hecho de verlas peleando con sus pokemon como si fuera un juego. Recordó que él hacía lo mismo a la edad de ellos, y se despreció por un momento. Pero no todo fue tan malo; una grata sorpresa lo esperaba detrás de una puerta.
—¿Ruby?— inquirió una voz
Este se giró, y se encontró con una cara conocida. Era Wally, su rubio, flaco y debilucho amigo de antaño, del que todas las niñas estaban enamoradas en secreto cuando eran niños. Wally había sido uno de sus mejores amigos.
—¡Wally!— exclamó Ruby, sorprendido— ¿Qué haces aquí?
—¿No te acuerdas que me mudé hace años? ¡Pues mi destino era Hoenn!
—¡Oh!— exclamó Ruby— ¡Oooooooooooooooh! ¡¿Cómo sucedió esto?!
—¿Y sabes qué?— Wally le mostró una pokebola— ¡He decidido convertirme en un maestro pokemon!
La cara de Ruby se ensombreció, aunque solo por un momento.
—¡Qué bien!
—Ruby también está empezando su aventura— explicó su padre, con un tono que muchos podrían haber confundido con orgullo, pero que Ruby comprendió, se trataba de vergüenza.
—¿En serio? ¿Ya tienes pokemon?— preguntó Wally entusiasmado
—Sí... ¿Y tú?
—No, todavía no. Justo vine hoy para pedirle al señor Norman si podía regalarme uno.
—Pero sabes que yo no regalo nada— le indicó Norman— Ruby, tú ya sabes cómo capturar pokemon ¿Por qué no le enseñas a Wally a hacerlo?— Norman le pasó a Wally una pokebola ocupada— Llévate este joven Zigzagoon, te será útil. Pero devuélvemelo una vez tengas a tu pokemon ¿Entendido?
—Sí, definitivamente. Muchas gracias.
Wally agarró a Ruby de la mano, y lo arrastró lo más rápido que pudo de vuelta a la ruta 102.
—¡Qué emoción!— exclamó Wally, mirando el paisaje lleno de tierra, árboles y hierba alta— ¿Qué se hacía primero?
—¿Caminas en círculos por la hierba alta?
—¡Claro! ¡Eres tan inteligente, Ruby!
Wally siguió las indicaciones de su amigo, y al poco rato se encontró con un pokemon bastante extraño. Parecía estar vestido con ropa mucho más grande de lo que podía levantar, su pelo era verde y de forma semiesférica, y en el centro de su cabeza tenía un par de cuernos rojos y curvos. Wally, emocionado, arrojó al Zigzagoon.
—¿Y qué se hace ahora, Ruby?— inquirió Wally.
Ruby se fijó en el Ralts salvaje, se veía asustado. Comprendió que estuvo a punto de cometer un error fatal, por lo que intentó redimirse.
—Mejor vámonos, Wally. Seguramente alguien tendrá un huevo pokemon que podrás criar.
—¡¿Qué?! ¡Pero mira a ese pokemon! ¡Yo lo quiero!
—¿Lo quieres capturar, chico?— le preguntó el Zigzagoon
—¡Claro!— contestó Wally— ¿Tú sabes cómo hacerlo?
—Déjamelo a mí.
El Zigzagoon se lanzó contra el Ralts, listo para morderlo en la cabeza, pero en medio del salto, Ruby lo agarró de la cola y lo arrojó hacia otro lado. Sin embargo, al hacer esto también recibió el ataque psíquico de Ralts. De repente un gran dolor en su cabeza le hizo perder la orientación de todo. Sus ojos se nublaron, y las voces y sonidos parecieron ahogados. Necesitó de unos cuantos segundos para recuperarse.
—¡Ruby! ¡Ruby!— exclamaba Wally— ¿Estás bien?
—Sí...— se limpió la sangre que le caía de la nariz— Rayos ¿Qué fue eso?
—Parece que era un pokemon psíquico— dedujo Wally— ¿Por qué no me dejaste capturarlo?
Ruby lo miró inquisitivamente, luego se irguió y se arregló el gorro.
—No puedo permitir que la gente capture pokemon, como si su vida fuera un juego.
—¿De qué estás hablando?
—No importa que no lo entiendas, ni siquiera yo lo entiendo del todo. Simplemente intenta no capturar pokemon.
—¿Qué? Pero si yo quiero capturarlos, y tener una aventura pokemon, tal y como tú lo hiciste hace años.
—Es distinto. Ahora todo es distinto.
—No te entiendo, Ruby. Lo siento— se giró hacia el bosque— En todo caso, quizás deberíamos ir a buscar a tu Poochyena
—¿Mi qué?
—Tu pokemon, esa perrita gris con la cara negra. Se fue tras ese Ralts ¿No la viste?
—¡Fiercy!— exclamó Ruby, antes de ir en la dirección en que miraba Wally.
Para su alivio, los encontró no mucho después. Fiercy se encontraba sobre el Ralts, amenazándolo con sus colmillos.
—¡Fiercy!— exclamó Ruby, y la apartó— ¿Qué haces?
—¡Él te atacó!— señaló al Ralts— No me iba a quedar de brazos cruzados.
Ruby exhaló su tensión.
—Oye, no te metas en peleas porque sí. Me atacó, pero solo fue un dolor de cabeza.
—Te golpeaste a ti mismo tres veces— aclaró Smoky, saliendo de su pokebola.
—¿En serio? Debió haber sido confusión— se giró hacia el Ralts, pero este ya había desaparecido.
—Aún puedo rastrearlo— alegó Fiercy, pero antes de poder arrancar, Ruby la agarró en sus brazos.
—Tú no vas a ninguna parte. Nos volvemos al centro pokemon.
—¿No vas a ir tras ese pokemon?— inquirió Smoky
—¿Para qué? Se veía bastante feliz en el bosque. Ahora vamos, ambos. Caminen.
Los tres caminaron desde ahí a la ciudad, tomando más tiempo del que pensaron, cuando de repente, justo antes de atravesar los últimos árboles del bosque, Fiercy se volteó.
—¿Sucede algo?— le preguntó Ruby
—Escuché un grito— contestó— pero es muy agudo para ser de una persona.
—¿No creerán que sea...
—¿Tu amigo Wally tratando de capturar a ese pokemon?— terminó Smoky— Sí, suena muy probable.
—Lo mismo digo— opinó Fiercy.
—Maldito Wally— Ruby devolvió a Smoky a su pokebola— Fiercy ¿Puedes guiarme?
—¡Por supuesto! ¡Por aquí!
Corrieron a toda velocidad hacia donde ella indicó, y en breve se encontraron con un lastimado Ralts intentando zafarse de las zarpas de Zigzagoon.
—¡Ahora!— exclamó el pokemon, por lo que Wally arrojó una pokebola hacia Ralts.
Su precisión fue excelente, y hubiera atinado de no ser porque Ruby apareció de repente y pateó la cápsula lejos.
—¡Ruby! ¿Por qué?
—No dejaré que captures a este pokemon, pase lo que pase.
Ruby analizó la situación en ese momento. Wally no iba a entender con palabras, y para evitar que capturase al Ralts tendría que quedarse a pelear o huir con él. No había otra opción, se dio vuelta, devolvió a Fiercy a su pokebola, agarró al machucado Ralts en brazos y corrió como alma que lleva el diablo.
—¡Ruby! ¿Qué haces?— le gritó Wally, consternado.
—No me sigas— musitó para sí— ¡No se te ocurra seguirme!
Corrió todo lo que pudo durante media hora, y cuando creyó que ya no lo seguirían, siguió corriendo hasta que ya no pudo más. Ruby cayó rendido contra un árbol, y depositó a Ralts a su lado. Sin perder tiempo, agarró un par de pociones de su mochila y se las roció por todo el cuerpo.
Ahí esperaron alrededor de una hora, con Smoky y Fiercy vigilando por si Wally aparecía. Como Ruby no tenía nada más qué hacer, comenzó a jugar con el aparato que le había robado a Zafiro.
—¿Qué es eso?— inquirió Fiercy
—Ni idea, pero parece bastante caro. Podríamos venderlo por ahí...
—¡Es una Pokedex!— exclamó Smoky— El profesor Birch estuvo trabajando años en esa cosa. La he visto desde que tengo memoria.
—¿En serio?— Ruby apretó el botón que le pareció funcionaba para encenderla, y esta encendió.
"¿Eres un chico o una chica?", le preguntó la Pokedex
—Chico— Ruby apretó el botón en donde aparecía un chico
"¿Cuál es tu nombre?", volvió a preguntarle la Pokedex.
Ruby escribió su nombre. De ahí, el aparato mostró varias luces y algunas barras de espera, hasta que se estableció en lo que le pareció un menú, sin embargo no se quedó ahí por mucho rato.
"Torchic, el pokemon Polluelo" dijo, mostrando la imagen de un Torchic, sus datos y algunas características.
—¡Oh! ¿Qué es esto?— se preguntó Ruby. Quiso apretar un botón, pero en eso la pantalla cambió.
"Poochyena, el pokemon Mordisco" volvió a hablar, esta vez mostrando las características de los Poochyena.
—¡Se parece a mí!— exclamó Fiercy, asombrada.
"Ralts, el pokemon Sensible" aseguró el aparato, mostrando una foto del pokemon que Ruby tenía al lado. Como no sabía nada de él, decidió leer un poco.
—Dice que puede detectar los sentimientos de la gente, y hablar por telepatía— leyó Ruby— Eso es verdaderamente impresionante.
Miró al Ralts, el cual se encontraba despierto y miraba con curiosidad el Pokedex
—¡Ah, ya despertó!— exclamó Fiercy
—Oh... hola— lo saludó Ruby— ¿Te sientes mejor?
Ralts lo miró, pero no dijo nada.
—Quise evitar que ese entrenador te capturara. Supongo que tú tampoco lo querías ¿O sí?
Ralts negó con la cabeza.
—Entonces creo que ya estás a salvo ¿Crees que puedes ir por tu cuenta?
Ralts lo miró, algo confundido.
—¿Qué me garantiza que ese tipo no vuelva a atacarme?— le preguntó a Ruby.
—Ah, pues... la verdad nada— entonces golpeó un puño con su palma— ¡Pero no te preocupes, no es que estés solo en este mundo!
—¿Ah?
—Nosotros vamos a cambiar las reglas del mundo— le explicó Ruby— Vamos a eliminar esa costumbre de capturar y hacer pelear a los pokemon como esclavos. Así que resiste un poco más ¿Te parece?
—¿Y si lo llevamos con nosotros?— sugirió Fiercy— Digo, no hay otra forma de garantizar su seguridad ¿No?
—Pues sí— Ruby analizó las posibilidades del Ralts— Me parece que sí, pero solo te llevaré conmigo si quieres.
—¿Tú me protegerás?— le preguntó el Ralts
—Con mi vida si es necesario
—¿Y me harás pelear?
—No te obligaré a pelear, ni a nada que atente contra tu seguridad.
—Entonces llévame contigo, por favor
—No estoy diciendo que sea así de fácil. Ir conmigo también será peligroso, muy peligroso.
—Es preferible que estar solo. Si harás lo que dices que harás, entonces no me importa librar unas cuantas batallas.
Ruby le acarició la cabeza con su mano.
—Sí que eres un chico listo.
—Soy niña— le corrigió.
—¡Oh, lo siento!
Smoky se echó a reír por lo bajo. Fiercy intentó saber por qué, pero el otro le dijo que le explicaría después.
—¿Y qué edad tienes, chiquilla?
—Once.
—Ya veo ¿Y cómo te llamas?
—¿Ya tienes dos pokemon y no te has dado cuenta? Los pokemon salvajes no tenemos nombres propios, no los necesitamos.
—Ah, ahora entiendo. Eres muy lista, y eres tipo psíquico, y además puedes usar telepatía. Te llamaré Brainy, Ms. Brainy
Brainy sonrió, halagada.
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Ralts, el pokemon Sensible:
—Peso: 6,6 kg
—Altura: 0,4 m
Curiosidades:
—Puede usar telepatía
—Nadie sabe si lo que arrastra es parte de su cuerpo o alguna prenda
—Puede percibir los sentimientos de la gente
Equipo de Ruby:
1._ Torchic: Mr. Smoky. Naturaleza Gentil
2._ Poochyena: Ms. Fiercy. Naturaleza Audaz
3._ Ralts: Ms. Brainy. Naturaleza Impaciente
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