Arrepentimiento
Ruby y sus pokemon no se volvieron a mostrar en público hasta llegar a la ruta 104, la cual se abrió casi de inmediato en una pequeña playa.
—Oh, es el mar— exclamó Fiercy
—Vaya, los de Ciudad Petalia lo tienen muy fácil— alegó Ruby
—Deberías sacarte ese gorro— le aconsejó Brainy
—¿Por qué? Es mi gorro especial
—Percibo la sospecha de la gente que pasa a tu lado— le explicó— Se fijan más que nada en el gorro, confundiéndolo con pelo blanco.
—¡Ah, es verdad!— Ruby se sacó el gorro y lo guardó en su mochila— La gente está buscando a un criminal de pelo blanco. Si me lo quito, nadie sabrá quién soy.
—Supongo que servirá por ahora
Los cuatro decidieron hacer un alto en su viaje para darse una tarde de playa. Ruby y Ralts se sentaron en la arena para sentirla en sus pies, mientras Smoky y Fiercy, enérgicos, jugaron a perseguirse.
—¿Y cómo nos llamamos?— le preguntó Brainy
—¿Cómo que cómo nos llamamos? Yo me llamo Ruby, tú te llamas Brainy. Creí que había quedado claro.
—¡No! Me refiero a si nuestro grupo tiene algún nombre en especial.
—Sigo sin entenderte
—Somos un equipo que lucha por los derechos de los pokemon ¿No? Necesitamos un buen nombre con el que la gente nos identifique.
—Pero no quiero que nos identifiquen. No vamos a lograr nada si nos arrestan y nos llevan a prisión.
—Ahí es donde entran los disfraces ¿Entiendes? Necesitamos disfraces para que la gente no nos reconozca.
Ruby se echó a reír.
—Tú sí que pareces un criminal profesional.
—Solo pienso con lógica, pero gracias, de todos modos.
Smoky y Fiercy pronto se cansaron de correr, y se desplomaron junto a Ruby. No pasó mucho tiempo hasta que un joven se detuvo frente al entrenador.
—¡Te desafío a una batalla pokemon!— exclamó.
—No, gracias— contestó Ruby, lo que descolocó al joven.
—¿Qué? Pero... Oye ¿Eres un novato? Así no funciona esto ¿Sabes?
—Sé cómo funciona, pero no soy un entrenador pokemon. Estos pokemon no son míos
—¿Y por qué están todos alrededor tuyo?
—Nada que te incumba, así que por favor, lárgate.
El joven intentó pensar en algo qué responderle, cuando Brainy lo miró.
—No parece que quiera rendirse, Ruby.
—Sí, ya me lo temía— Ruby se puso de pie— ¿Quieres una batalla? Pues te la doy.
—¡Excelente! ¡Seedot, yo te elijo!
De su pokebola apareció un niño de patas cortas y aspecto de bellota. Los pokemon de Ruby lo miraron a él, esperando a que eligiera a uno de ellos, pero este no hizo más que pararse frente a todos y subir los puños.
—Espera ¿Vas a pelear tú?— el joven parecía más sorprendido aún.
—Querías una pelea ¿No? ¡Pues aquí la tienes!
Ruby corrió, esquivó al Seedot y de un puñetazo derribó al joven. Él intentó pararse y defenderse, pero Ruby le aplicó una llave que había aprendido en la escuela.
—¡Aaah! ¡¿Qué haces?!— gritó.
—¡Acepto tu desafío, imbécil! ¿No querías pelear? ¿No eras el chico rudo? ¡Pelea!
—¡Seedot, ayuda!
El Seedot corrió a ayudar a su maestro, pero apenas se acercó, Ruby lo pateó lejos.
—Ruby— lo llamó Smoky, después de un buen rato de castigo— ¡Ruby!
—¿Sí?
Ruby soltó al joven al girarse, y se dio cuenta de que todos en la playa los miraban. El joven desafiante hizo distancia por seguridad, intentando parecer que estaba preocupado por su Seedot. Ruby se sacudió la arena del pelo y la ropa, y miró a sus pokemon.
—Esto podría ser malo— les dijo.
—Me pareció ver que alguien llamaba por teléfono— les reveló Brainy— Seguramente a la policía.
—Eso es más malo— todos los pokemon asintieron— ¡Corran!
Ruby tomó en brazos a Smoky y a Brainy, y junto con Fiercy comenzó a correr hacia el norte, al Bosque Petalia. Después de un buen rato de perderse ahí, decidieron descansar. Fiercy se desplomó más cansada que nadie.
—¿No podías pelear con alguno de nosotros?— le reclamó a Ruby.
—Me molesta que la gente me obligue a hacer cosas que no quiero— explicó Ruby— Me molestó que ese tipo estuviera tan seguro de que yo le iba a seguir la corriente— golpeó su puño con una palma— Además, quería pelear ¿No? Le di lo que quería.
Estaba oscureciendo, y estaban cansados, por lo que decidieron pasar la noche ahí mismo. Ruby estaba feliz, en un par de días había hecho una montonera de amigos, algo distinto a cómo recordaba una aventura pokemon.
—¿Ruby?— lo llamó Smoky
—¿Sí?
—¿Fuiste un entrenador pokemon en el pasado?
Fiercy y Brainy los miraron.
—Claro, dijiste algo por el estilo en Ciudad Petalia— recordó Fiercy— ¿Cuándo fue eso?
Ruby suspiró. No tenía otra alternativa más que contarles.
—La mayoría de los entrenadores pokemon comienzan desde niños, y yo no fui la excepción. Comencé con un Cyndaquil, un pokemon de fuego. Al principio todo fue divertido; obligaba a mis pokemon a pelear, gané dinero y medallas, y mis pokemon parecían disfrutarlo. Poco a poco aprendí sobre los distintos tipos, fortalezas, debilidades, estatus, objetos, evolución, y todo lo que un buen entrenador necesita saber...
Dejó de hablar, como si se hubiera perdido en sí mismo.
—¿Y qué pasó?— inquirió Brainy, quien no pudo aguantar la espera
—Mi mamá murió— tragó saliva— Eso me afectó mucho, como a cualquiera. Pero no fue una simple muerte. Fue asesinada por un pokemon.
Los tres contuvieron el aliento.
—Desde ese momento un odio irracional se apoderó de mí, hacia los pokemon. No podía soportar su presencia, los torturaba con palabras ácidas y, cuando podía, les pegaba. Mis pokemon fueron quienes más sufrieron— apretó sus manos en su regazo— Pero no terminé mi viaje por la muerte de mi madre. Decidí continuar, arrogante. Tomé a mis pobres pokemon, y los entrené día y noche sin parar. Les exigí hasta el límite, y poco a poco fueron muriendo de fatiga. Solo unos cuantos lograron escapar.
—¿Y Cyndaquil?— quiso saber Smoky.
—¿Ah?
—Tu primer pokemon ¿Sobrevivió?
Ruby negó con la cabeza.
—Fue el primero en morir.
Todos guardaron silencio por esos pokemon fallecidos.
—¿Y qué te hizo cambiar?— inquirió Brainy— ¿Por qué ahora sientes tanto remordimiento?
Ruby lo miró, un poco alegre de que se hubiera dado cuenta.
—Porque me di cuenta que los humanos y los pokemon son lo mismo— unas cuantas lágrimas se le resbalaron, y con ellas dejó de intentar contener su llanto— Y porque ahora puedo imaginarme el infierno por el que pasaron esos pokemon...— hizo una pausa para respirar, agitado— ¡Y no puedo creer lo horroroso que fui! ¡¿Por qué no me di cuenta antes?!
Dada su sensibilidad, Brainy también comenzó a llorar. Los pokemon, conmovidos con la pena de su entrenador, lo abrazaron hasta que se calmó.
Esa noche, Ruby soñó con los gimnasios pokemon, con él y sus pokemon luchando entre ellos, con su padre y el profesor Birch, con Wally y Zafiro, y finalmente con su Cyndaquil, la última vez que lo vio.
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