Amanecer del Último Día


Ruby y sus amigos atravesaron las rutas marítimas 130, 129 y 128 montados sobre Rayquaza, hasta llegar a una montaña que se elevaba imponente sobre el mar, como un titán durmiente.

En la cima, aquel ingente coloso presentaba un tranquilo valle verde, casi como un jardín. Más allá, hacia el norte, elevadas colinas y crueles paredes de roca impedían el paso, salvo por un agujero amenazador en medio, la entrada a la Calle Victoria.

Cerca de la cueva, a la derecha del camino, se encontraba un único centro pokemon, con su estilo blanco y rojo contrastando con el paisaje. Sin embargo, Pokemon Gijinka lo ignoró, dado que no necesitaban curar sus heridas en ese momento.

A medida que todos juntos se acercaban a la cueva, Ruby comenzó a repasar el plan por enésima vez en su mente.

[...]

Robin había trazado un esquema de ciudad Colosalia en la arena, para planear su ataque. En el dibujo se veía un pequeño valle, seguido de una cueva y luego de la cueva un enorme y largo pasillo, que llegaba al final a un castillo contemporáneo. El mapa entero tenía la forma de una elipse.

—¿Solo hay un camino?— inquirió Flannery, un tanto desilusionada.

—Steven es muy precavido— indicó Robin— No podemos llegar desde el aire sin que nos vean antes, ni intentar escalar las paredes, es imposible lograrlo y muy fácil que nos ataquen desde ahí.

—¿Y si aparecemos desde arriba de las montañas, con Rayquaza?— inquirió Ruby.

—¿Crees que no tendrán gente en las montañas para echarnos abajo? Si aparecemos desde el medio, nos rodearán con mucha facilidad, y entonces estaremos perdidos.

—Solo nos queda una opción— observó Zafiro.

Ruby suspiró, estresado.

—Tendremos que hacer el recorrido normal, atravesar la Calle Victoria y ciudad Colosalia entera. Muy bien, aun así es una buena posibilidad.

—Eso implica que tendremos que luchar contra todos ellos— observó Cops— y que Stone podrá vernos venir de lejos, si es que está ahí.

—Sí estará— aseguró Robin— Puede que Steven sea un misterio la mayoría de las veces, pero lo conozco lo suficiente para saber que estará ahí. No puede resistir la tentación de un reto en vivo, tampoco habrá olvidado que lo atacaron por la espalda, según me contaron ustedes.

[...]

Cuando llegaron a la entrada a la cueva, el grupo se dio la vuelta para despedirse de Rayquaza. Tal y como se habían imaginado, el señor del cielo era tan grande que no cabía por la entrada, y seguramente no cabría por algunos de los pasillos más estrechos de adentro.

—Aquí nos separamos— comentó él.

—Sí— contestó Ruby— Nos vemos cuando comience la lucha.

—Cuenten conmigo. Me esconderé entre los picos más elevados, y vigilaré la otra salida de esta senda. Tengan cuidado, mortales.

Con esas palabras, el enorme dragón verde se elevó, y se perdió entre las paredes rocosas que se alzaban hasta tocar el manto estrellado.

—Muy bien— Ruby encaró la cueva, manos en la cintura, listo para cualquier cosa— Aquí comienza nuestra última misión. Quien quiera retractarse...

—¡A la cargaaaaaaaaaa!— lo interrumpieron sus pokemon, quienes corrieron directo hacia la cueva.

—¡Oigan! ¡Espérenme!— alegó Ruby, echando a correr detrás de ellos.

Zafiro, Cops, Robin y Flannery se los quedaron mirando, extrañados.

—Pareciera que están acostumbrados a este tipo de situaciones— pensó Zafiro en voz alta.

Flannery asintió.

—Admito que a veces me gustaría ser más como él— entonces liberó a sus pokemon— ¡Muy bien, chicas! ¡Adelante!

Y Flannery y sus pokemon echaron a correr detrás de Pokemon Gijinka.

—A mí me gustaría ser uno de sus pokemon— admitió Robin.

—¿Ah? ¿Y eso por qué?— inquirió Cops.

—Porque podría hacerlo quererme, y hasta quizás...

—¡Muy bien! No necesitaba saber eso— alegó el agente, y él también liberó a sus pokemon— Sceptile, Azumarill... quizás esta sea el último día en que les pueda dar órdenes, así que... gracias, por todo. Ahora vamos.

Sin dejar que sus sirvientes miraran su cara con ojos llorosos, Cops echó a caminar a toda marcha, seguido por Robin y sus pokemon.

Zafiro suspiró.

—Todos se están tomando esto muy a la ligera— sujetó su martillo con fuerza— ¡Swablukids, en marcha!

—¡A la orden!— encoraron sus cinco pokemon

[...]

Los rebeldes caminaron a través de la no tan oscura cueva llamada Calle Victoria. Sus pasillos eran anchos y frescos, la tierra seca y las rocas sólidas. Algunos túneles parecían hechos por el hombre, por la perfecta forma de las paredes y las uniformes rectas en el camino.

Mientras andaban, muchos de ellos se dieron cuenta de los murmullos acallados a su alrededor, y el sonido de ligeras pisadas sobre la tierra de cuando en cuando. Las primeras en notar esto fueron Fiercy, Kitten y Brainy, pero no dijeron nada porque no les pareció tan importante, o fuera de lo planeado. Por supuesto que se irían a fijar en ellos.

Después de no mucho tiempo, llegaron a una sala amplia, muy grande y espaciosa, tanto que no se alcanzaban a ver las paredes a los lados. Por arriba cruzaban puentes de madera, y a lo lejos se oían unos cuantos riachuelos. Había docenas de antorchas con fuego crepitante iluminando cada rincón de la cámara, aunque por alguna razón no se sentían necesarias, como si la luz de la luna consiguiera atravesar hasta ahí.

Para su sorpresa, pronto se toparon con un grupo de entrenadores jóvenes, no más de ocho, que conversaban en la salida del estrecho túnel. Todos vestían buzos rojos, como si con eso indicaran que eran buenos en las batallas.

Sin embargo, el grupo grande de Pokemon Gijinka y sus aliados no pasó desapercibido. Los jóvenes se los quedaron mirando con sorpresa, y como no hicieron nada, Ruby simplemente los rodeó, pero en ese momento uno de ellos sacó una de sus pokebolas.

—¡Espera!— le pidió. Ruby se dio vuelta— ¿Tú eres Ruby, el pirómano?

—¿Quién quiere saberlo?— contestó este, con tono imponente.

Pero incluso tras haber confirmado que se encontraban frente a tan peligroso criminal, incluso viendo el enorme grupo de rebeldes que lo seguía, los entrenadores guay no retrocedieron.

—Hemos venido a detenerte. No permitiremos que le hagas daño a nuestro campeón.

—Ah ¿Sí?

Los entrenadores guay lanzaron sus pokebolas, listos para luchar. Sin embargo, sus fuerzas se vieron diezmadas con enorme facilidad, y la pelea terminó siendo una paliza contra ellos.

—Eso fue fácil— se alegró Jaws, mientras retomaban su viaje.

—Sí, pero es solo el principio— le hizo ver Kitten.

—¿Ah?

—Es por el anuncio que di hace dos meses— aclaró Ruby— Les dije a nuestros aliados que aparecieran, pero también les dije a nuestros enemigos dónde encontrarnos. En resumen, ambos bandos pondrán todo sobre la mesa en esta batalla. Ahora solo depende de números, estrategias y fuerza, los indecisos no tienen cabida.

—Vaya— musitó Jaws, ante la abismal verdad. No le había tomado el peso hasta ese momento.

—/—/—/—/—/—

Más tarde, Brainy posó una mano sobre el hombro de Ruby.

—Alguien se aproxima— le indicó.

Todos los demás se prepararon para atacar, mas Brainy los calmó con una mano.

—Sea quien sea, está lastimado y asustado...— continuó— y alguien viene detrás de él, alguien que quiere hacerle daño.

—Puede ser un pokemon huyendo de un humano— aventó Smoky.

—O al revés— apuntó Zafiro.

—Sea lo que sea, vamos. Brainy, tú guíanos.

—Sí.

La Gardevoir se deslizó, sin tocar el suelo, y se dirigió a uno de los grandes túneles. Dobló en una esquina, subió unas rústicas escaleras labradas en la roca, describió una vuelta en U, continuó por un pasillo larguísimo y se detuvo contra una esquina. Ahí les indicó a los demás que, del otro lado, aparecerían el cazador y la presa.

Menos mal que se nos estaban "acercando"— alegó Fiercy mentalmente, recobrando el aliento.

El grupo guardó silencio, mientras esperaban a ambos sujetos. Pronto apareció el primero: una pequeña niña de piel amarillenta y voluminoso cabello atado en una cola de Ponyta. Ella corría con todas sus fuerzas, dobló en la esquina, y cuando vio al tamaño grupo de humanos y pokemon, se cayó de poto.

El perseguidor no se hizo esperar. De pronto apareció, un gordo montañero, con todo y bastón. Llevaba una Ultraball en la mano. El hombre, al ver a los rebeldes, también se detuvo, contrariado.

—Eh... hola— les dijo— Estaba... Yo iba a capturar a esa Mawile— reveló, como reclamando una especie de derecho por haberla visto primero.

Entonces Ruby y los demás miraron a la pokemon. Se veía asustada, y muy confundida. Nunca había visto tantos pokemon detrás de un entrenador, por su cabeza se pasó la posibilidad de que todos se irían encima de ella para atraparla.

Sin embargo, para su sorpresa, el muchacho frente al grupo pareció ignorarla. Ruby la rodeó para acercarse al barbudo montañero, y mientras lo golpeaba y lo obligaba a liberar a sus pokemon, Zafiro se acercó a la chiquilla.

—¿Estás bien?— le preguntó.

La Mawile retrocedió para intentar huir, pero en eso Smoky se le acercó por detrás y la levantó de las axilas.

—Está herida. Hay que tratarla.

La Mawile chilló y pataleó, tratando de zafarse, pero el Blaziken era demasiado fuerte para ella. Zafiro se paró en frente y la obligó a mirarla a los ojos, con una mirada decisiva.

—Escúchame— le pidió, pero la Mawile no paraba de sacudirse— Hey, está bien, nadie te va a hacer daño.

Estuvieron aproximadamente dos minutos enteros de esa forma, hasta que Mawile se cansó y decidió hacerle caso a su captora. Zafiro entonces roció una poción sobre ella y le dio una baya, para que se sintiera mejor.

—Listo ¿Ves que no era tan terrible? Ahora déjala, Smoky. Estará bien por su cuenta.

El Blaziken depositó a la Mawile en el suelo, dio media vuelta y comenzó a marchar junto al resto del grupo.

—Nosotros no capturamos pokemon— le explicó Zafiro, dado que su interlocutora se veía confundida— los liberamos, así que no te preocupes.

Sin decir más, dio media vuelta y se marchó junto con el resto. La Mawile se quedó quieta, mirando a la muchacha con ojos largos.

—/—/—/—/—/—

Los rebeldes continuaron su viaje durante un par de horas, más de lo que habrían esperado. La cueva era muy grande, sus pasadizos a veces retorcidos y curvados, otras veces largos y rectos, y a veces parecía que habían llegado a un callejón sin salida, hasta que encontraban una escalera o una fisura en la pared casi imposible de ver.

En su camino se enfrentaron a más entrenadores y se encontraron con más pokemon. Algunos de estos últimos reconocieron al "Entrenador legendario", el libertador de los esclavos, y por esto decidieron seguirlo. Otros, más cautos, tomaron cierta distancia y se dedicaron a seguirlo de lejos, a ver si de verdad era el sujeto que decía ser.

Finalmente, después de mucho más tramo de lo que Ruby había esperado, aparecieron en una sala bastante grande, con mucha gente reunida ahí, y muchos pokemon escondidos en los alrededores.

Las personas eran jóvenes y ancianos, hombres y mujeres, entrenadores curtidos y novatos, pero todos ahí entrenadores, al fin y al cabo.

No todo estaba tranquilo, pues al principio parecía que unas cuantas disputas se daban por aquí y por allá; desacuerdos entre humanos, entrenadores intentando capturar pokemon, y disputas nimias. Sin embargo, cuando Pokemon Gijinka apareció por el túnel que llevaba a esa sala, todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se voltearon a mirarlos.

Ruby se detuvo, junto con el resto de su equipo. El joven advirtió que estos entrenadores se tensaban, nerviosos. Lo estudiaban con celeridad, como si su vida dependiera de ello. Otros buscaban en sus mochilas o sujetaban sus pokebolas ya en sus manos, listos para lanzar a sus pokemon.

—Supongo que no hace falta hacerse el tonto— se dijo el chico, y luego alzó los brazos para dirigirse a todo su público— ¡Soy Ruby, líder de Pokemon Gijinka! ¡Estoy a punto de dar un golpe de estado! Quienes me ignoren serán ignorados, quienes se unan a mí se arriesgarán en la batalla que se avecina, y quienes se opongan a mí dense por muertos. No tengo tiempo para tonterías, así que no me detendré. Todo quien me bloquee el paso será considerado un enemigo.

Inmediatamente retomó su marcha, y como cabeza del grupo, atravesó la vanguardia de la muchedumbre de entrenadores reunidos. Los primeros se echaron a un lado, amedrentados por la presencia del muchacho. Avanzó uno, dos, tres pasos, y de pronto se oyó por la derecha:

—¡Breloom, usa Megaagotar!— exclamó un entrenador desesperado.

Su pokemon, obediente, apuntó hacia uno de los pokemon de Ruby para extraer su energía, pero antes siquiera de lograrlo, un impacto en su cerebro lo dejó inconsciente. Seguidamente, Brainy le mandó un segundo Psíquico al entrenador, que cayó junto a su Breloom.

Ruby siguió caminando como si nada, hasta que una mujer alta y musculosa le cortó el paso, sus brazos cruzados en señal de que no se iría a mover. La mujer abrió la boca para hacer un comentario, pero a Ruby no le importó. Tan rápido que apenas se vio, le mandó un combo debajo del esternón, lo cual la dobló por el dolor. Entonces el muchacho la agarró del pelo, azotó su rodilla contra su nariz y la arrojó a un lado, como si nada.

—¡¿Grenda?!— se oyó gritar a un hombre, mientras el muchacho continuaba con su camino.

Los entrenadores, alrededor del grupo, cada vez contaban con menos paciencia para dejar al criminal salirse con la suya. Algunos no lograron contenerse más, y se abalanzaron contra Pokemon Gijinka, y contra Ruby en especial.

—¡Ataquen!— se oyó a algunos gritar.

—¡Como gusten!— bramó Ruby, justo antes de romperle una pierna a uno de los primeros enemigos de una patada.

Detrás de él, los demás también se defendieron con relativa facilidad. La enorme cantidad de contrincantes no les produjo mayor problema. Sin embargo, eran demasiados, y Ruby se planteó el problema de que esta pre batalla los cansara demasiado para la pelea principal.

No podemos perder el tiempo descansando— pensó entre que dejaba a un tipo en el suelo y le rompía la mandíbula a otro con un codazo— Pero no podemos hacer nada para salir de aquí. Rayos, no me esperé algo así.

Sin embargo, de la nada, una voz se oyó por toda la sala.

—¡Aaaaaaaaaaaltooooooooooo!— gritó un muchacho, un joven con un timbre familiar para Ruby y Zafiro.

Los entrenadores se retiraron y cobraron distancia de los criminales. Las filas se abrieron, y dejaron el camino libre excepto por una persona. Esta persona, el único ser que se interponía entre Pokemon Gijinka y la salida, se les acercó con calma. Su cabello era verde, sus ojos grandes y tiernos, mas con cierto brillo que robaba el aliento por momentos.

El chiquillo se plantó frente a los rebeldes, frente a Ruby, y lo miró de pies a cabeza. Parecía un poco desilusionado, pero más que eso, no era un desconocido.

—¿Wally?— se extrañó Ruby.

—Ruby— lo saludó el aludido. Casi sonrió al verlo, pero en esa situación solo podía sentir pena— Te estaba esperando.

—¿Wally?— se extrañó Zafiro, acercándose a Ruby por la espalda.

—¡¿Zafiro?!— exclamó Wally, contrariado— ¿Tú también?... no, por supuesto que tú también.

—¿Se conocen?— inquirió Ruby.

—Nos vimos una vez— recordó Zafiro— Intenté liberar a sus pokemon, pero estos insistieron en que querían quedarse con él.

Ruby suspiró.

—Eres demasiado amable. Muchos pokemon sufren del Síndrome de Estocolmo. Tienes que liberarlos a la fuerza.

—¿Podríamos no discutir esto ahora?— alegó ella.

—Es verdad. Ese episodio me mostró cuán unidos se sienten mis pokemon a mí— explicó Wally— pero ese no es el punto en este momento.

—Como quieras— Ruby miró en ambas direcciones, donde los entrenadores esperaban tensos a que la verdadera batalla comenzara— ¿Quiénes son todos estos?

—Valientes guerreros— contestó Wally— Todos ellos han venido a detenerte, a ti y a tus... amigos. Ruby, somos demasiados para ti. Aunque nos ganes a todos, sabes que no lograrás ganarle al campeón. Por favor, no sigas con esto. Aún puedes esconderte y viv...

—Wally— lo cortó el aludido— solo por ser un viejo amigo te daré una oportunidad para huir. Ya di mis condiciones: todo el que se cruce en mi camino será considerado un enemigo. Tú también.

Wally simplemente lo miró con tristeza.

—Cuando supe que habías matado a tu propio padre...— continuó el chiquillo.

—¡Wally!— bramó Ruby, en un tono más alto.

—Estás enfermo, Ruby. Mira todo lo que has hecho, a toda la gente que has...

Pero entonces Ruby le mandó un combo en la cara. Wally retrocedió unos pasos, contrariado y adolorido. Mientras intentaba comprender lo que había ocurrido, se palpó la nariz y alejó su mano para ver sus dedos empapados de sangre. Luego subió la mirada, aún atónito, sin embargo Ruby no lo iba a esperar.

En un instante cruzó la distancia que los separaba y comenzó a golpearlo como si fuera un huracán de combos y patadas, con tanta fuerza que apenas medía sus golpes. Wally sintió impactos por todos los rincones vulnerables de su cuerpo, a una velocidad inhumana y con una fuerza capaz de romper gruesas capas de roca.

De pronto Wally cayó, derrotado. Entonces uno de sus pokemon apareció desde una de sus pokebolas, un Gardevoir macho, quien se interpuso entre ambos chiquillos con los brazos abiertos y una mirada desafiante.

—No te dejaré hacerle nada más a mi maestro— aseguró el Gardevoir, disimulando sus temblores.

Ruby resopló.

—Solo necesito que se quede ahí...— hizo una pausa para mirar una última vez a quien había sido un buen amigo, hace tiempo. Le desagradaba verlo ahí, golpeado por él, pero al mismo tiempo le daba la sensación de que había hecho lo correcto.

Se giró para decirles al resto del grupo que avanzaran, mas en ese momento, los entrenadores que habían estado viendo desde los lados echaron a correr hacia él y los rebeldes nuevamente.

—¡Ellos apalearon al jefe!— exclamaron algunas voces.

—¡Intentaron matar al jefe!

—¡Mátenlos! ¡Mátenlos a todos!

Ruby apretó los dientes, a medida que su equipo y los enemigos se le acercaban.

—Como quieran— musitó, una mueca de odio en su cara.

Mientras los entrenadores enemigos se abalanzaban sobre él para atacarlo y él levantaba uno de sus puños para defenderse, una silueta diminuta se agarró de su cabeza, por detrás, y gritó con todas sus fuerzas.

—¡YAAAAAAAAAAA!— exclamó con una voz de niña.

En ese momento, desde atrás de los entrenadores, por ambos lados, una enorme cantidad de pokemon de todos los tamaños, tipos y colores apareció para arremeter contra los humanos. Los entrenadores se vieron confundidos, atrapados cada lado entre dos frentes. Intentaron defenderse, pero los pokemon eran demasiados, y en poco tiempo ellos y Pokemon Gijinka acabaron con los opresores.

De un momento a otro la batalla terminó, y los vencedores, sorprendidos de la rápida victoria, se reunieron en el centro.

Ruby agarró a la niña que se le había subido a los hombros en medio de la pelea, y la levantó para ver de quién se trataba. Para su sorpresa, era una Mawile, la misma que habían visto anteriormente en la cueva.

Ruby la depositó en el suelo, con lo que ella se escabulló entre las piernas de los pokemon más grandes. Entonces, desde las filas de los refuerzos, apareció un pokemon azul de grandes alas rojas y mirada peligrosa.

—Te estábamos esperando, entrenador legendario— habló con un voz baja y potente, y sin esperar su respuesta, el pokemon se le acercó y tomó su mano para estrecharla con fuerza— Soy Salamance, algo así como un líder de este improvisado ejército.

—Ah, eh... Gracias, por ayudarnos— contestó el chiquillo.

—Así que entrenador legendario ¿Eh?— Zafiro le dio unos pequeños codazos de camaradería.

—Parece que así me llaman entre los pokemon salvajes— aclaró Ruby.

—Así es. El entrenador legendario que se enfrentó al campeón y prometió librarnos de la esclavitud— aclaró Salamance— el humano en quien depositamos nuestra confianza

—¿Entonces todos ustedes lucharán conmigo?— inquirió Ruby, un tanto sorprendido.

—Codo con codo— aseguró Salamance— Todos nosotros estamos listos para morir en esta batalla.

—Pues esperemos que su valentía no sea puesta a prueba— comentó Ruby.

Luego, el muchacho y sus amigos se fijaron en los pokemon a su alrededor. Eran cientos y cientos, cada uno con sus propias fortalezas y estrategias de lucha. También había una enorme variedad, prácticamente todas las especies de pokemon de Hoenn se encontraban ahí. Brainy advirtió que algo no encajaba del todo.

—¿Todos ustedes viven en esta cueva?— preguntó.

—¿Qué? No, no— aclaró Salamance— A lo largo de estos dos meses, desde el primer día en que anunciaste que atacarías al Alto Mando, varios pokemon libres han ido reuniéndose en esta enorme cueva que es mi hogar. Mis amigos y yo los acogimos a todos, y decidimos venir a ayudarte a cumplir tu sueño, "entrenador legendario".

En eso Zafiro percibió movimiento cerca de las piernas de Salamance, por lo que miró hacia abajo y se encontró con la pequeña Mawile, mirándola con curiosidad y timidez. La muchacha le sonrió con amabilidad, lo que provocó que Mawile se relajara.

—¿Tú también has venido a pelear?— le preguntó Zafiro.

La Mawile asintió.

—Todos los presentes están más que capacitados para dirigirse a la batalla que nos espera— aclaró Salamance— Yo en persona he seleccionado a cada uno de los integrantes de este ejército.

—¿En serio?— se extrañó Jaws, agachándose junto a Zafiro para mirar a la Mawile— ¿Incluso esta cosita de aquí? ¿No se ve un poco joven?

Jaws intentó acercarle un dedo para acariciarle la mejilla, pero eso solo provocó que Mawile se enfadara. Entonces dio media vuelta, con lo que su voluminoso cabello se abrió en dos, revelando una atemorizante mandíbula llena de afilados colmillos a punto de devorar el dedo de Jaws. De no haber sido por sus rápidos reflejos, Mawile se lo habría arrancado.

Zafiro se echó a reír con la escena, lo cual también le causó un poco de gracia a la Mawile.

—Tú eres muy divertida— le espetó la joven— ¿Quieres venir con mi equipo en la batalla?

Con esto, la Mawile sonrió, contenta.

—¡Sí!— exclamó.

—Vaya, eso sí es afinidad— observó Ruby.

—¡Síiiiiiiiiiiiiii!— exclamó una contenta Zafiro.

Esta y Mawile se tomaron de las manos, y comenzaron a agitarlas de la felicidad.

—¿Te puedo llamar...

—¡Ms. Trap!— exclamaron Ruby, Robin y Jaws al mismo tiempo, pero Zafiro solo los miró feo.

—¡No voy a ponerle uno de tus estúpidos nombres, Ruby!— luego se giró a la Mawile— ¿Qué te parece Flunki?

—¿Flunki?— se extrañó esta, con una voz aguda y suave, como la de un hada— ¿Mi nombre?

—Por supuesto.

Con esto la Mawile saltó a abrazar a Zafiro.

—¡Me encanta! ¡Flunki! ¡Flunki! ¡Me encanta mi nombre!

Entonces, para sorpresa de ambas, los cinco pokemon de Zafiro la tomaron en brazos, con Flunki encima, y la arrojaron hacia arriba varias veces.

—¡Flunki!— exclamaban, contentos— ¡Flunki! ¡Flunki!

Ruby se cruzó de brazos, animado con la escena que le presentaban los Swablukids.

—Bueno, parece que ya estamos casi listos— luego miró hacia el último túnel de la Calle Victoria, desde el cual se veían los rayos del sol matinal— Solo unos pasos más, y estaremos en el campo de batalla. Mamá, estés donde estés, te haré sentir orgullosa.

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Asumo que los pokemon de los líderes de gimnasio tienen el mismo sexo que sus entrenadores (sin contar algunas excepciones, como el Nosepass de Roxanne o el Swellow de Winona)

...

Mawile, el pokemon Tramposo:

—Peso: 11,5 kg. Mega: 23,5 kg

—Altura: 0,6 m. Mega: 1 m

—Curiosidades:

*Su nombre viene posiblemente de Maw (fauces) y vile (vil)

*Está basada en una criatura mitológica japonesa: una mujer que, por diversas razones, dependiendo de la historia que se cuente, tiene una boca con mente propia en su nuca.

*Su nombre en alemán es Flunkifer

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