Capítulo 4

El omega estaba nervioso. Muy nervioso. Era la primera vez que estaba hecho un manojo de temblores, leve sudor y respiraciones aceleradas.

¡Y qué decir del lubricante que se esforzaba en contener en su interior!

Era tan humillante que su lobo se calentara con la idea de tener a un alfa dominante, la bestia entre todas las bestias, bien profundo, calentando sus entrañas y calmando el fuego de su necesidad animal. Todo a causa de la molesta proximidad de su celo.

–Señorito Park, debe recordar una cosa –le pidió Namjoon, estacionando la limosina en el garaje de su jefe–. Los alfas dominantes son extremadamente fértiles. Si piensa tener... relaciones con él, será mejor que su omega consiga calmarlo un poco para poder colocarle un condón. De lo contrario, podría quedar embarazado. Sobre todo oliendo su situación actual.

–¿Mi situación actual? –el omega todavía estaba un poco embotado con el asunto de pasar por primera vez el celo de Jungkook juntos. Apretó con fuerza su maleta llena de sus ropas en una mano y la bolsa de la farmacia en la otra, esa que tenía dentro cajas con condones de tamaño extra grande, lubricantes con toda clase de olores y sabores, junto a algunas golosinas que a su lobo se le antojaban durante el celo.

Se preguntó cómo sería ser penetrado por primera vez por su alfa, si le dolería la gruesa intromisión que varias veces se atrevió a sentir entre la ropa de los dos. Le entró el temor de que Kook, la parte animal, tan resentida como era, le hiciera pagar por su carácter.

Sí.

Lo más seguro era que Kook lo torturara, que lo sometiera para su propio placer, como hacían todos los alfas que pasaban por entre sus piernas.

–Su celo está próximo a llegar, señorito –le hizo notar Namjoon–. No debe permitir la penetración sin protección, ya que ni siquiera los anticonceptivos funcionarían contra la eficiencia de fecundación de un dominante.

–¡¿Es broma?! ¡Es un jodido semental! ¿Qué pasa si el condón se rompe o si mi lobo se deja llevar?

–¿Es esa su forma de pedirme que traiga a un omega sustituto que sí pueda hacerse cargo de él? –el alfa disfrutó de ver el pequeño ataque de pánico del jovencito sentado detrás.

Namjoon pensó que, si Jimin estaba dispuesto a arriesgarse tanto por su destinado, entonces no todo estaría perdido. Sus lobos podrían conectar de forma armónica durante el llamado de apareamiento y...

–Ah, se me olvidaba. Por favor, póngaselo –el conductor le extendió al omega un collar de cuero con candado.

El pelirrosa lo sostuvo entre las dos manos, sopesándolo. Cubriría completamente su cuello y en la parte exterior tenía algunas púas de plata, las cuales mantenían alejados a los alfas que pensaran marcar a un omega sin su consentimiento.

–¿Es estrictamente necesario?

–A menos que quiera estar ligado para siempre a un dominante que no está seguro de querer.

Jimin se colocó el accesorio sobre su cuello sin rechistar y terminó por cerrar el candado, que se abría únicamente con una combinación digital de números.

–¿Cuál es la clave? –inquirió el omega, un tanto inseguro acerca de usar un collar tan tecnológico. Los que él compraba en ciertas ocasiones eran de segunda mano y venían con un juego de llaves.

–Se lo diré cuando acabe el celo de mi señor –respondió Namjoon–. Apuesto a que no le gustaría que su lado omega cayera en la tentación de quitárselo.

–No, claro que no. Es mejor así.

El más joven no quiso retrasar lo inevitable. Terminó abriendo la puerta del vehículo y descendió con sus bártulos. Saludó con la mano a Namjoon, caminando hasta el elevador que lo llevaría al penthouse de Jungkook.

Una vez allí, digitó el código que varias veces le había visto marcar al magnate y esperó a que las puertas se cerraran.

Cada segundo que pasaba dentro de la caja de metal se sentía como una eternidad. La ansiedad palpitaba con fuerza en su pecho, casi a punto de romperle las costillas. Se felicitó a sí mismo por elegir ropa más cómoda y fácil de quitar, como aquél suéter holgado sobre su falda rosa. Planeaba usarla a su favor para provocar al mayor en caso de que quisiera resistirse a tomarlo. Ningún alfa se negaría a una linda faldita coqueta.

Sus mejillas se calentaron.

Si su lobo era rechazado estando a las puertas del celo, sufriría una crisis de depresión. Minnie era demasiado mimado y estaba acostumbrado a obtener cuanto quisiera, así que Jimin se veía en la obligación de calmar un poco el nivel de emoción que manejaba su parte animal antes de que pudiera tomar el control de la situación.

De golpe, las puertas plateadas se abrieron con el sonido suave de un tintinear de campanas, permitiéndole el acceso al lujoso departamento y avisándole al dueño de casa que tenía visitas.

Su naricita de botón comenzó a moverse de lado a lado al instante, olfateando las feromonas en el aire. Su boca se hizo agua al paladearlas y su entrepierna lubricó sin poder detenerse.

Alfa –ronroneó Minnie, percibiendo el aroma a excitación de su destinado al borde del celo. Trató de adueñarse de la consciencia de Jimin para hacer de las suyas sin ningún tipo de sermones por parte de su humano.

El pobre Jimin encontró la forma de mantenerse al mando, golpeando mentalmente a Minnie por ser tan instintivo.

Dejarlo a cargo de su cuerpo sería un terrible error. Conocía la necesidad de su lobo por formar su propia familia ahora que tenía a su alfa y no dejaría pasar la oportunidad de conseguir sus cachorros, aun si eso implicaba traicionar a su parte racional.

–Alfa nos pertenecerá muy pronto –susurró molesto, serenando a Minnie–. No seas un lobo impaciente y espera un poco. Tenemos que tomar precauciones porque no estamos listos para cachorros ahora.

Escuchó refunfuños en respuesta. Claro que el lobo no estaría de acuerdo. Era incapaz de comprender que Jimin en realidad no deseaba ser marcado ni anudado sin protección. Tenía otras metas que cumplir en su vida antes de sentar cabeza, como por ejemplo terminar la universidad que dejó de lado por culpa de las deudas.

Depositó lo que traía sobre el sofá de la sala y fue guiado por el aroma hasta la planta alta. El café amargo parecía concentrarse en oleadas, como si Jungkook estuviera luchando por no dejarse dominar aún por su lado lobuno.

Encontró la puerta del dormitorio cerrada. Supuso que no estaría con llave, ya que el mismo alfa estaba en espera de un omega.

Jimin podía sentir las feromonas con mayor intensidad. Por más que tuviera una puerta delante, el aroma era embriagante. No pudo imaginarse lo que implicaría ser golpeado de lleno por tan exquisita fragancia y supo que se volvería completamente loco.

Tragó saliva, dudando. Sus rodillas apenas podían mantener su peso, así que hizo lo que pudo para resistir. Apoyó la frente contra la madera, cerrando los ojos y abriendo la boca para respirar una bocanada de aire sin que le quemara la nariz.

–Alfa... –susurró, bajito. Sostuvo su vientre con ambas manos, sacudido por el dolor en su interior.

Estaba tan enfrascado en controlarse ante el aroma y en mantener a raya a Minnie, que no prestó atención al hecho de que su útero descendía en su vientre para recibir mejor una posible fecundación. Era un síntoma de que su celo se adelantaba a pasos agigantados.

La puerta se abrió de golpe, sobresaltando a Jimin.

Delante suyo, estaba la figura monumental del alfa con el torso al descubierto, sólo con unos pantalones deportivos puestos. Su piel brillaba con una capa fina de sudor, lo que terminó por aflojar del todo sus rodillas. Y antes de que se desplomara en el suelo, Jungkook lo sujetó entre sus brazos.

Jimin gimió agradecido por sentir la calidez de los músculos duros a su alrededor, obnubilado por el color dorado de las pupilas contrarias. No le importó que su ropa se humedeciera con el sudor del alfa ni que éste lo levantara para meterlo a la habitación, cerrando de un portazo tras de sí.

El omega fue arrinconado contra una de las paredes, e inclinó el cuello en sumisión permitiéndole al alfa aspirar sobre la piel con morbosidad, gruñendo al chocarse con las púas del collar.

Aprovechando ese ínfimo instante de vulnerabilidad, Jungkook recobró la conciencia y consiguió eludir a su lobo para comprobar al omega que Namjoon trajo para él. La confusión le invadió al descubrir la figura menuda de Jimin entre sus brazos y el aroma a celo que desprendía. No podía augurar nada bueno.

–¿Se puede saber qué estás haciendo tú aquí? –le gruñó–. Se suponía que mandé a buscar a un omega.

–Y aquí lo tienes –le sonrió Jimin, alargando una mano para acariciarle el mentón pronunciado.

–No, tú tendrías que estar en casa, esperando por tu celo. Solo y encerrado bajo cuatro llaves, para que nadie más te lastime.

–Mi lugar está aquí, contigo, Jungkook. Me duele que no hayas pensado en mí para acompañarte en tu primer celo después de tanto tiempo.

–Ese es justamente el maldito problema –suspiró, liberando al omega de su agarre y yéndose al lado contrario de la habitación, para no tener que aguantar tan de cerca su penetrante olor–. Se suponía que dejáramos de jugar. Tú regresabas a tus cosas y yo te dejaba en paz. ¿No era eso lo que querías?

–Ni siquiera me lo advertiste antes.

–¡No tengo que andar explicándote toda decisión que le concierna a mi bienestar emocional!

Enfurecido, Jungkook barrió con una mano todo lo que había sobre una de las mesitas de luz del cuarto. Jimin pudo captar varios envases de lubricante y cajas de condones volando por los aires hasta estrellarse contra la pared.

Se estremeció.

Su alfa ya había dispuesto lo necesario para atravesar el celo, lo que demostraba que era un hombre preparado y responsable. Planeaba cuidar de su pareja.

Pero si Jungkook podía controlar a Kook lo suficiente como para tomar las precauciones, ¿por qué no aceptarlo a él, que era su omega?

No pudo acallar el gemido ahogado que atravesó su garganta, distrayéndolo, a la vez que era azotado por una dura oleada de calor y dolor que le hizo darse cuenta de que era demasiado tarde para regresar a casa. Estaba a punto de dejar salir a Minnie y, en esas condiciones, sería muy peligroso salir a la calle. Quedaría a expensas de encontrarse con cualquier otro alfa que no tendría contemplación a la hora de tomarlo.

Su cuerpo se deslizó contra la pared hasta el suelo, incapaz de soportar la sensación punzante en su bajo vientre. Desde su agujero, una gran cantidad de lubricante natural mojó su ropa interior y se deslizó por entre sus piernas.

Siendo rechazado por su destinado, con la sensibilidad de su celo y el orgullo herido de su lobo, Jimin dejó escapar unos gruesos lagrimones. Temía que el alfa lo sacara de su departamento, dejándolo en la calle. Tenía todo el derecho de hacerlo, ya que había sido él quién ordenó a otro omega, no a su propio destinado.

–Por favor, déjame quedarme –suplicó, entre hipidos. Intentaría de nuevo, las veces que fueran necesarias hasta que el alfa accediera–. Mi celo ya llegó y si cualquier otro alfa se aparea conmigo yo...

Un gruñido animal hizo vibrar las paredes, cortando en seco sus palabras.

Cuando los ojos llorosos de Jimin dieron con la espalda ejercitada del alfa, supo que algo había cambiado en el aire. Contuvo el aliento y se tapó como pudo con la tela de la falda la humedad que escurría de su agujero y por su polla erecta.

Girándose con lentitud, el alfa encaró a su presa. Podía identificarla en un rincón, desorientada, sonrojada y con un ligero temblor en sus extremidades.

Tomó una postura agazapada, como quien adopta una posición de caza. Esta vez, su gruñido fue suave, complacido por el aroma a frutillas que endulzaba la habitación. Liberó unas notas de su propia esencia, tendiéndole una trampa para que se acercara.

Conocía a su pareja desde hace años. Kook sabía qué hacer para invocar a Minnie, sólo debía ser paciente y esperar por el momento adecuado, como un cazador haría. Sería cuestión de tiempo hasta que el humano sucumbiera, cediendo su conciencia para entregarse al placer en su forma animal, obedeciendo a los principios básicos de reproducción.

–No me lastimes.

El pedido surgió en un hilo de voz, procedente de Jimin. Era una súplica desgarrada del último hilo de cordura que le quedaba.

Empapado en lágrimas y enfrentándose a la mirada dorada, Jimin supo que no podría negociar más con Jungkook. Tendría que hacerlo con Kook. Quién sabe cuándo tendría oportunidad de despertar y encontrarse de nuevo con el otro lado del alfa.

–Si respetas a Minnie, usa protección –imploró–. No estoy en condiciones de llevar un cachorro, así que necesito que seas responsable y nos cuides. Hay suficientes condones en la habitación y si hacen falta más, los encontrarás en una bolsa en la sala.

No estás en condiciones de exigir nada, omega.

La voz de Kook era grave y autoritaria, más cerca del tono de un lobo. Permanecía en posición de ataque, con los músculos tensionados remarcados. La imagen de un alfa fuerte esperando por él, hizo salivar a Jimin, que ya no podía contenerse más. Necesitaba alivio, o se consumiría en el fuego que le quemaba desde dentro.

–Lo sé. Sé que no puedo exigirte porque me he comportado como un auténtico idiota por mantenerme lejos de ti, pero ya caí. Tendrás a Minnie, como tanto has querido. Sólo te pido que no anudes sin un condón.

Minnie quiere cachorros y yo se los daré. Haré lo que él me pida. No pienso agachar la cabeza ante un humano estúpido.

Jimin suspiró. No podría convencerle y no tendría control sobre su cuerpo. Quedaba en el alfa hacer caso a su petición o no.

–Te lo advierto. No dejaré que me arruines la vida así –murmuró Jimin, antes de desvanecerse.

A los pocos segundos, Minnie abrió sus ojos color cielo y buscó a su destinado, sonriendo de oreja a oreja por tenerlo al fin a solas. 

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