Capítulo 10

–Él estará bien, no te preocupes –dijo Nayeon, palmeando dulcemente el hombro de su hermano menor para darle ánimos–. La herida de su antebrazo requirió unos puntos de sutura y desinfecté la del cuello. No era nada de gravedad así que se repondrá, Jungkookie.

Con tal de no incomodar a un ya aterrado Jimin, Jungkook aguardó en la sala de estar mientras Nayeon se encargaba de hacerle las curaciones necesarias al omega herido en la planta de arriba. No quería que su aroma alterara los ánimos y pensó que ambos se entenderían mejor entre omegas.

El millonario alzó la mirada hacia su hermana, demostrándole lo pálido que estaba y los rastros de humedad bajo sus ojos por la culpa. Aún tenía la cara y la ropa con la sangre seca de Jimin. Su estado de shock lo dejó tan fuera de sí mismo que no fue capaz de tomar algo limpio para cambiarse antes de que Nayeon llegara a su departamento.

Estaba inquieto, preocupado por su omega y le desesperaba no poder explicarse. Eso era lo que más le mortificaba.

–¿Qué te dijo? ¿Mencionó algo sobre mí? –inquirió el alfa, tratando de encontrar algún indicio de que Jimin no lo odiaba por su atrevimiento.

Nayeon tomó asiento a su lado en el sofá, puso su maletín con elementos médicos sobre la mesita ratona y lo abrió para sacar guantes de látex nuevos, bolitas de algodón y agua oxigenada. Tras ponerse los guantes, atrajo las manos ensangrentadas de su hermano sobre su regazo, enfocándose en hacerle las curaciones a sus nudillos raspados.

Se escuchó el siseo quejumbroso de Jungkook cuando una bolita de algodón entró en contacto con su piel. Nayeon se dedicó a desinfectar y colocó vendas de gasa envolviéndole los nudillos. A continuación, guardó todos sus instrumentos de vuelta en el maletín y se preparó para contarle algunas cosas que creyó necesario que el alfa supiera:

–Hermanito, no sé si estás al tanto de que una marca temporal es tan importante como una marca definitiva, y la que creaste en Jimin no fue cicatrizada. Hice lo que me correspondía como médica, pero la marca debe ser sellada con tu saliva para que cicatrice cuanto antes. De lo contrario, pones en riesgo la salud del omega con cada minuto que pasa, deprimiendo a su lobo. Sin contar con que podría infectarse y eso derivaría en un cuadro más complicado.

Jungkook negó con la cabeza, temeroso de lo que eso supondría para Jimin. Quién podía dar fe de lo histérico que se pondría al verle. Ni siquiera dejaría que lo tocara.

–No pienso someterlo a más estrés por hoy –respondió, tajante, jugando con sus dedos.

–Escúchame. Lo hablé con él y me dijo que estaba de acuerdo en que te encargues de la mordida. Entendió lo que podría implicar para él y estaba dispuesto a dejarte hacerlo a cambio de ser sedado. Por eso le inyecté un tranquilizante para que descanse un poco y se recupere. Puedes ir ahora mismo, si quieres, sin ningún riesgo. Ya está dormido.

El alfa se incorporó tan pronto como le concedieron el permiso. Su desbocado corazón palpitó contundente en su pecho, nervioso.

–¿Estás segura de que es buena idea que vaya con él?

–Jungkook –lo llamó Nayeon–. Jimin estaba muy asustado y desorientado. Imagínate regresar del celo para encontrarte con que tu destinado está clavando sus colmillos en ti tu consentimiento. Fue una experiencia muy angustiante para él y es muy destacable que, aún después de vivir esa situación, confíe en ti para que cicatrices la mordida.

»Además, desde mi punto de vista, lo más recomendable sería sacarlo de tu apartamento luego de cumplir con tu parte. Tengo entendido que no vive contigo, ¿verdad?

–Tiene su propia casa.

–Ya veo –asintió Nayeon, adoptando una postura reflexiva–. Llévalo a su hogar y deja que se recupere allí. Estará rodeado de su propio aroma y se sentirá a salvo, seguro. Con el asunto del embarazo junto a tu ataque, estar abrumado por tus feromonas sólo lo estresará. Espera hasta que él esté preparado para hablar contigo y recién entonces discutan qué harán con el cachorro, si es que resulta estar preñado.

–Está bien, lo entiendo.

Nayeon se puso de pie para poder rodear a su hermano en un abrazo cálido y fraternal. A pesar de que Jungkook le robaba al menos quince centímetros, correspondió estrechándola con fuerza, pues no podría agradecerle lo suficiente por su ayuda. No confiaba en nadie más para que atendiera a Jimin en una circunstancia tan delicada.

–Gracias por venir tan rápido a ayudarlo –le susurró el alfa, algo más aliviado. Le perspectiva de llegar a perder a Jimin por su propia culpa no dejó de pasearse por su cabeza desde el accidente, atormentándolo.

–Tu omega es muy bonito, Jungkookie –le sonrió Nayeon cuando se apartaron un poco–. Huele bien y tiene buenas caderas para darte cachorros sanos. Espero que lo trates con mucho cuidado de ahora en más. Es una advertencia. Si no lo haces, patearé tu trasero, y me lo quedaré para mí, ¿nos entendemos?

Jungkook emitió una risa estridente al ser apuntado por el dedo amenazador de su hermana. La seriedad en su mirada le indicaba que hablaba muy en serio.

Estaba más que claro que de allí en más, Jungkook se encargaría de proteger a Jimin. No sería tan tonto de volver a ponerlo en peligro ni de amenazar su salud nunca más. Aprendió la lección de que sus lobos podían ser muy impredecibles al estar juntos, pues la necesidad de contacto podía llevarlos a lastimarse entre sí.

–¿Necesitas algo más? ¿Quieres que te dé una mano para llevarlo a su casa? –inquirió la omega.

–No hace falta. Me encargaré solo.

–De acuerdo. Te veré para la presentación oficial si todo resulta bien –lo animó.

Una vez que Nayeon se fue, el alfa suspiró. La tensión alivió sus facciones y miró en dirección a la escalera que separaba los dos niveles de su departamento.

Se le hacía difícil hacer lo que debía hacer. No se animaba a enfrentarse al estado en que dejó a su omega. Verlo lastimado sólo volvería a hacerlo sentir miserable consigo mismo, pero tenía una tarea que cumplir y, por el bien de Jimin, tomó la decisión.

Subió con paciencia cada escalón, preparándose mentalmente para lo que se encontraría y, al llegar al piso superior, el aroma a frutillas lo acarició. En esta ocasión, no era tan espeso como durante el celo. Estaba apaciguado, aunque igual de atrayente.

Al llegar a su habitación, se encontró con que, a un costado, en el suelo, estaba la puerta que él mismo había derribado. Dentro, las persianas estaban bajadas bloqueando la luz del exterior y una solitaria lámpara sobre una de las mesas de noche iluminaba el recinto. Le permitió identificar un pequeño bulto a un lado de la cama matrimonial, cubierto por el oscuro cobertor.

Jungkook tragó saliva en seco a medida que se acercaba. Intentó que sus pasos fueran sonoros sobre el alfombrado, avisando de su presencia. Quería asegurarse de que Jimin estuviera dormido del todo.

Al ver que el bultito no se movía, fue hasta su armario para sacar ropa limpia y cambiarse la que tenía puesta. Optó por unos jogging negros junto a una sudadera gris, pues tendría que cargar a Jimin y necesitaba algo cómodo que le permitiera una mayor movilidad.

Tan pronto como estuvo listo, se giró hacia el bultito y fue a verlo.

Jimin descansaba de lado, tapado hasta la nariz con el cobertor. Si agudizaba el oído, Jungkook podía escucharlo roncar suavecito. Tenía su llamativo cabello rosa alborotado, a lo que el alfa lo peinó con paciencia con los dedos y se enterneció por la imagen adorable.

Se sentó al borde de la cama, absorto por completo en el hermoso rostro pálido de su compañero. Memorizó la curvita respingada de su nariz, las medialunas picudas que formaban sus pestañas, las pequitas cafés que habitaban sobre su nariz y cada pliegue que se le formaba al fruncir el entrecejo en sueños.

Le acarició una de las mejillas con el dedo índice, sintiendo el calor bajo su tacto. Quiso atesorar hasta ese ínfimo contacto porque no sabía si en el futuro podría tener más de él.

Tomó un extremo del cobertor, girándolo con suma delicadeza, descubriendo mejor el resto del rostro, cuello y hombros del omega y teniendo un vistazo a la mordida grotesca que había creado sobre su piel. Sintió ganas de llorar por lo que le había hecho.

Jimin tenía puesta una camiseta ancha que Jungkook reconoció como suya. Le quedaba tan grande que permitía ver la marca temporal al deslizarse sobre uno de sus hombros. En el sitio donde estaba la mordida, la piel era de un alarmante color carmesí, con puntos sanguinolentos en los sectores donde los dientes se metieron más profundo en la carne y los bordes estaban hinchados.

El alfa se inclinó sobre la piel, sosteniéndose con las manos a cada lado del omega y fue lamiendo despacio, desde fuera hacia dentro. A pesar de que percibió un sabor antiséptico, no le dio importancia, curando con su saliva poco a poco.

Sintió el cuerpo bajo él tense, seguido de un leve quejido. Se detuvo para corroborar que su destinado siguiera inconsciente y prosiguió hasta que su tarea estuvo cumplida, depositando besitos en el hombro y debajo del mentón, los únicos lugares que el collar dejaba descubiertos.

Se sintió orgulloso de que la marca hubiera cicatrizado, mostrándose como una mordida común y corriente, de un rosa pálido. Estaba ansioso por que llegara el día en que pudiera dejar impresa para siempre su marca en el cuello de su destinado, como muestra ante cualquier alfa de que le pertenecía.

De momento, llamó a Namjoon y le pidió que tuviera preparado su coche en el estacionamiento. Era pasada la medianoche y agradecía que su chofer hubiera accedido a la petición sin poner ninguna queja por estar solicitándolo fuera del horario de trabajo.

Al colgar la comunicación, vio a Jimin de nuevo. No podía describir con palabras cuánto quería abrazar y mimar a esa bolita pelirrosa. Su instinto se moría por estrecharlo fuerte, cubrirlo con su cuerpo y marcarlo con su aroma. Fue una tortura hacer a un lado sus deseos egoístas, limitándose a retirar el edredón para poder levantar el cuerpo del omega, que ya estaba vestido por completo con ropa del alfa. Le quedaba enorme a su desgarbada fisonomía, e incluso los calcetines le bailaban.

Jungkook maniobró como pudo, deslizando una mano por detrás de la espalda de Park y otra debajo de sus rodillas, teniendo especial cuidado con el brazo vendado. Pensó que el omega no tenía el torso muy abrigado para salir fuera del edificio y volvió a envolverlo con el cobertor antes de cargarlo.

Como su espalda seguía adolorida por la hazaña de derribar la puerta de su habitación, hizo lo que pudo y aguantó mientras sostenía al pequeño y tomaba la maleta con ropa que el omega había traído para quedarse. Salió de su departamento a través del elevador privado y en el estacionamiento lo esperaba Namjoon, de pie a un lado del auto personal de su jefe: un Mercedes Benz negro con los vidrios tintados.

El chofer le quitó la maleta de las manos y abrió una de las puertas traseras, ayudando a Jungkook a ubicar a un Jimin todavía dormido en el interior. Acto seguido, Jungkook subió del otro lado para poder acomodar mejor la cabeza de su omega entre sus piernas.

–¿Dónde lo llevo, señor? –preguntó Namjoon, sentándose en el asiento del conductor después de haber guardado la maleta en la cajuela. Encendió el vehículo y esperó las indicaciones de su jefe, ajustándose las gafas oscuras que siempre llevaba puestas.

–A casa de Jimin.

***

El viaje fue silencioso y largo. Jungkook se perdió observando la ciudad a través de la ventana y en ningún instante dejó de acariciar la melena de Jimin con los dedos. Sentía que no podía dejar de tocarlo ahora que sabía que le quedaba poco tiempo junto a él. Incluso su lobo estaba inestable, nervioso por dejar a su omega solo sin su protección. Quizás ese mismo malestar era lo que se trasladaba a Jimin a través del vínculo, pues no dejaba de balbucear el nombre del alfa y removerse dentro de la inconsciencia.

Al llegar a destino, el rubio volvió a alzar a Jimin entre sus brazos y, gracias a Namjoon, pudo entrar a la casa por medio de las llaves que tenía guardadas en su valija.

La casa de la familia Park siempre le pareció adorable, vista desde fuera. Era una construcción de madera de dos plantas con techo a dos aguas y un frente reducido, con un porche cubierto sobre el ingreso. La pintura de las paredes era vieja, llegando a descascararse en algunos lugares. Se imaginó que podría arreglar esa fachada como forma de pedirle disculpas a Jimin, de nuevo.

Conoció por primera vez el interior, un lugar mucho más hogareño y acogedor que su frívolo penthouse. Se notaba que allí había vivido una familia porque pudo encontrarse con fotos de sus integrantes colgadas en cada pared del recibidor, donde dejó sus zapatos antes de entrar. Sonrió con tristeza al reconocer a Yoongi en algunas de ellas y se asombró por el parecido que tenía Jimin con su madre.

–Señor Jeon, si necesita la combinación del collar, es su fecha de nacimiento –le dijo Namjoon, dejando la maleta de Jimin a un costado de la puerta principal–. Lo esperaré en el coche.

Jungkook asintió y volvió a ensimismarse en recorrer con la mirada cada parte de la vivienda de su omega. Podía jurar que cada rincón olía a frutillas, y le encantaba.

Refugiado en sus fuertes brazos, Jimin murmuró algo ininteligible y se movió para olfatearle la sudadera. Le recordó al alfa el motivo por el que estaba allí.

El millonario subió entonces las escaleras, encontrándose con puertas cerradas frente a él, exceptuando la que estaba al final del pasillo, de la que colgaba un cartel floreado con el nombre de Park. Empujó la puerta entreabierta y tanteó hasta encontrar el interruptor de la luz.

Lo primero que se encontró fue el desastre de ropa sobre la cama. Había prendas por todas partes, como si hubieran volcado el armario sobre el colchón. Prevalecían las faldas cortas de colores pálidos y los tops escandalosos de brillos, la típica ropa que usaba Jimin para su "trabajo".

Reprimiendo un gruñido molesto, el alfa llevó a su pequeña carga hasta la cama, donde la depositó con cariño. Fue juntado la ropa esparcida y la dejó sobre el escritorio que había a un lado, al pie de una ventana que daba al patio trasero.

Recién entonces acomodó mejor el cuerpecito de su destinado, arropándolo con el edredón. Apenas se notaba, pero había correderas de aire frío en la casa. Al ser una construcción vieja y sin mantenimiento, era normal que ocurriera, motivo por el cual quería que Jimin estuviera abrigado.

Antes de irse, Jungkook le quitó el collar. Colocó la clave numérica en el candado digital, que se abrió con un click y liberó al omega. Ver el cuello inmaculado le obligó a inclinarse sobre él, pegando la nariz a la glandulita de olor para absorber su aroma tan delicioso. Besó la marca temporal una última vez y, entristecido, estaba dispuesto a separarse de él cuando Jimin lo sujetó por la sudadera.

Asustado, Jungkook creyó que despertaría. Por desgracia, no era más que un movimiento involuntario de parte del más pequeño, que al sentir las feromonas de su alfa cerca quiso buscar más de ellas.

Jungkook sonrió con ternura y deshizo los puñitos que lo apresaban. Pero vio que, debajo de él, Jimin fruncía el entrecejo y empezaba a hipar, como un niño a punto de llorar. La única solución que se le ocurrió fue liberar sus feromonas dominantes para apaciguarlo y dejarle su sudadera, embadurnada por completo con el olor a café amargo de sus glándulas, como si no tuviera suficiente con haberse quedado con su ropa y su edredón.

El pelirrosa se aferró a ese recuerdo de su destinado, atrayéndolo a su nariz. Se quedó a gusto, quietecito, y esa fue la oportunidad de Jungkook para escaparse.

Cerró la puerta con el cartel floreado y no volvió a mirar atrás. Si lo hacía, se arrepentiría. Y si se arrepentía, Jimin lo odiaría aún más por invadir su espacio.

Sólo rogó que las cosas se solucionaran entre ellos y que su dulce omega volviera a él por propia voluntad. Después de todo, tenían un tema serio que discutir.   

Capitulito de relleno pero ya se viene el drama que tanto me gusta :)

-Neremet-

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