6.- Libre

TaekWoon despertó y realizó el mismo proceso de siempre sin notar ninguna alteración a su alrededor. Lo único extraño era la presión en su pecho pero ya suponía de qué se trataba.

En cuanto abrió los ojos vió al enorme gato negro que solía escabullirse a su cuarto a dormir con él, ahora que se había quedado en uno de los sillones él había aprovechado para dormir sobre su pecho. El libro que leía antes de dormir ahora estaba tirado en el suelo, junto a él.

Acarició la cabecita del gato hasta que este se despertó, estirándose como bien su especie sabía hacer para después bajar al suelo con gesto elegante.

TaekWoon sonrió al verlo para luego ser él quien se levantara, acomodó el libro cuidadosamente en la mesita de noche. Procedió después a arreglarse con una camisa y uno pantalón negros, acompañados por una saco largo de color azul oscuro; siempre se vestía elegante cuando había visitas a la biblioteca.

Tal como habían planeado, Ken ya no estaba en casa. Tenía la dirección de la casa de YongGuk y se acercaría en cuanto Leo le avisara que estaba en la biblioteca.

Así que bajó para abrir todas las compuertas, era importante que los invitados no vieran cómo abría y cerraba la biblioteca para mantener la seguridad. En caso de que algo le ocurriera sólo algunos de las criaturas más antiguas conocían la ubicación y la manera de entrar, ni siquiera Ken lo sabía plenamente.

Exactamente una hora después del anochecer la presencia de YongGuk apareció acercándose a la biblioteca. Antes de salir a recibirlo lanzó el aviso a Ken por su vía privada, al salir al portal de su casa no tardó demasiado en aparecer YongGuk; contrario a Leo, el otro vestía unos sencillos jeans negros y una playera blanca, con una chamarra de cuero fingía combatir el frío de la noche que en realidad no sentía tal cual.

Llegó y saludó formalmente al anfitrión, quien contestó de la misma manera antes de dar media vuelta y entrar, iniciando el camino descendente hacia la biblioteca.

Podía incluso percibir la emoción del otro, aunque había sido creado algunos años antes que Leo no tendría la menor oportunidad contra él dadas las habilidades especiales del "bibliotecario de los muertos", ambos lo sabían bien.

Aunque no por eso podía confiarse, al saber YongGuk podría tramar alguna jugarreta que le permitiera salirse con la suya, debía ser cuidadoso. En el mejor de los casos, una vez que YongGuk descubriera que lo que buscaba no estaba en los tomos antiguos ni los prohibidos, regresaría desanimado a su casa, para entonces sería muy tarde.

Entraron hasta el piso inferior, donde Leo le dio acceso a la gran biblioteca de los muertos: una enorme habitación de dos niveles cuyas paredes estaban repletas de libros en todas sus variantes, desde las antiguas tablillas con glifos que ahora sólo Leo era capaz de interpretar, los papiros y libros encuadernados a mano; hasta los más recientes libros creados por aquellas máquinas humanas capaces de vomitar miles de ejemplares iguales a un bajo costo.

Había un par de escaleras así como un pequeño descanso justo a la mitad de altura para una búsqueda más sencilla. A lo largo del suelo había una serie de mesas, algunas ya con libros u otros papeles sobre ellas; así como varias sillas y divanes.

Todo el lugar estaba tenuemente iluminado por una luz eléctrica de la que no se podía definir el origen; antes de que ésta existiera se tenía que iluminar con un juego de espejos que introducía la poca luz exterior que las criaturas podían necesitar para la lectura.

Mientras YongGuk analizaba todo con la vista, Leo caminó portentoso hasta una pequeña plataforma donde reposaba una silla más parecida a un trono por la ornamentación, desde esa posición y altura podía observar absolutamente todo el lugar. Una vez sentado en la misma hizo un gesto a YongGuk, señalando una parte específica casi frente a él.

―Bien YongGuk, puedes buscar lo que desees. Si es sobre tu pareja la información está justo en esa zona.

En un inicio se dirigió en efecto a esa zona y comenzó a hojear cuidadosamente los viejos tomos con la información de los seres feéricos, aunque Leo podía diferenciar su ansiedad pues constantemente desviaba la vista de las hojas hacia el resto de los estantes.

Tal como TaekWoon se había imaginado, pronto YongGuk comenzó a moverse hacia la zona de los tomos prohibidos, con tal de que se confiara él no hizo nada más allá de verlo fijamente como venía haciendo desde el inicio, como hacía con cualquiera que entraba en realidad.

Luego de algunos minutos así YongGuk se movió con total descaro hasta aquella zona, distinguida como prohibida solo por ser la única que tenía una reja sobre el estante. Leo había dejado el candado abierto y pronto el invitado comenzó a rebuscar entre aquellos tomos falsos.

Fue solo gracias a tantos años de autocontrol que Leo pudo evitar sonreír mientras notaba como la impaciencia de YongGuk iba creciendo, dejando de lado un libro tras otros.

Se volteó de pronto hacia Leo, aún con uno de los libros de alquimia en sus manos. Las alertas de Leo se dispararon cuando la esencia agresiva del otro despertó, sin embargo no mostró el menor cambio.

―¿Qué es todo esto? Estos no pueden ser los tomos ocultos.

Leo solamente se encogió de hombros, alimentando con su indiferencia la furia de la otra criatura. Arrojó el libro a un lado, tirando algunas cosas de una de las mesas en el camino. La posición relajada en la que había permanecido Leo cambió por una más alerta.

―¿Es esto una broma o una trampa? Me niego a creer que estos son los tomos prohibidos, ¡Aquí debería estar la información para...!

Guardó silencio, aunque Leo ya sabía a lo que se refería. Corría el rumor de que en los tomos prohibidos había recetas para pociones que incrementarían exponencialmente el poder o las habilidades de la criatura quien los tomará. Cosa cierta en realidad, era por eso que nadie podía verlos.

―Si no encuentras lo que estabas buscando, entonces puedes marcharte, YongGuk.

Se levantó con la misma parsimonia que había mostrado desde su llegada, sin embargo sus músculos estaban tensos y listos para la batalla; no era la primera vez que debía pelear contra una criatura que intentaba adquirir conocimientos a los que no estaba autorizado.

Además, podía sentir el aura cada vez más agresiva del otro.

―Te dejé probar a Ravi, y te prometí volverlo a hacer. Si lo quieres de nuevo ¡tendrás que mostrarme los tomos prohibidos! ―siseó, con lo que se ganó una mirada aún más molesta del ojiverde.

―¿Te atreves a retarme aún en mi propio territorio? ―preguntó Leo aparentemente tranquilo, aunque su propia esencia respondía en sintonía a la contraria.

YongGuk se acercó algunos pasos a él, mientras movía una de sus manos hacia atrás, logrando que todo su cuerpo se preparó para pelear. No iba a permitir que aquel tipo se escapara tan fácilmente.

―Es un trampa ¿no es así? ¿Planeas quedarte con mi Ravi? Pues eso no será posible pues él lleva mi marca, me lo llevaré lejos de ti. Es más, le haré pagar a él por lo que tú has hecho.

Dicho esto, su mano salió disparada hacia un lado; Leo, que esperaba un ataque directo, apenas pudo procesar el olor del fósforo mientras el pequeño cerillo se encendía a iba a caer en uno de los montones de papiros de una de las mesas.

No fueron más que un par de segundos mientras Taekwoon reaccionaba y apagaba el fuego que pronto comenzó a hacer alimento de los papiros sumamente inflamables; sin embargo fue suficiente: YongGuk había escapado.

Con un gruñido de frustración lanzó el aviso mental a todas las criaturas a los alrededores: Bang YongGuk había intentado no solo acceder a los tomos prohibidos, había atentado contra la biblioteca en general. Además, se sospechaba que tenía un esclavo humano.

Aun mientras lo hacía se apresuraba a salir del lugar, cerrándolo con cuidado aún sobre la prisa que tenía. Una vez listo avanzó con toda la velocidad de la que era capaz hasta la casa de YongGuk, donde el caos ya se había instalado.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top