4.- Libre

―Es un ser feérico, estoy seguro. Yo mismo lo probé y su sabor era tan dulce como dicen los escritos ―hablaba Leo apresuradamente.

―Sí, sí, eso ya me lo dijiste varias veces, pero también dijiste que es la pareja de YongGuk ¿recuerdas?

―Eso no puede ser, tú no lo viste Ken, pero tenía rastros de otras mordidas, no solo la marca de YongGuk. Además, si fuera su pareja realmente no me lo hubiera ofrecido así como así. ¡Maldición, lo tenía esposado! Y ni hablar de ese maldito collar en el cuello.

―¿Tú que sabes? hay algunas parejas a las que les gustan ese tipo de juegos.

―No, esto es diferente, te lo aseguro... cuando vi los ojos de aquel chico...

―¿Qué? ¿Me vas a decir que te estaba suplicando ayuda en silencio? Porque eso suena como una de aquellas novelas rosas y lo sabes.

En el rostro de Leo apareció entonces una leve sonrisa, algo inquietante para el menor.

―No, en realidad no me pedía ayuda, era más bien, ―pensó por algunos momentos cómo expresarlo―, era como si me estuviera advirtiendo, casi como si me amenazara con que escaparía de aquel lugar y de aquel que lo tenía prisionero.

―Claro, eso suena menos melodramático ―dijo Ken con sarcasmo, ganándose una mala mirada de Leo―. Como sea, supongamos que te creo ¿Qué quieres hacer? Sabes que no puedes simplemente ir y tomar a la pareja de otro, es contra las reglas y tú siempre eres muy quisquilloso con ellas.

―Esto es diferente, estoy seguro de que no son una pareja real, él lo tiene esclavizado y eso también es contra nuestras reglas. No podemos esclavizar a los humanos.

―Ya, pero no tienes pruebas.

―Las conseguiremos, solo hará falta que el chico nos cuente la verdad.

―¿Y quieres ir con YongGuk y pedirle que te deje interrogar a su "pareja" porque sospechas que no es real?

Esa vez Leo le dio un leve golpe en el cuello a Ken con un lado de la mano.

―Lo sacaremos de allí. He aceptado su solicitud así que mañana por la noche lo tendré aquí por un buen rato.

Ken lo miró con los ojos entrecerrados, comenzando a suponer el plan de su loco amigo.

―Mientras eso ocurre tú irás por el joven feérico, una vez que YongGuk se vaya hablaremos con él y descubriremos la verdad. Con esa prueba podré mandar la notificación y él será libre.

Ken se levantó para caminar un poco, en cuanto Leo había regresado de su entrevista lo había llamado a la biblioteca para hablar con él. Le había contado cada uno de los pormenores de su visita, desde cómo lo recibió y pidió, entre sutilezas y medias palabras, acceso no solo a los tomos antiguos sino también a los prohibidos.

Incluso se había repetido un par de veces hablando del joven humano que le había sido ofrecido, de su sabor extrañamente dulce y delicioso, de cómo estaba atado y semidesnudo, lo que le permitió notar el cuerpo marcado que tenía. A pesar de que durante toda su narración Leo mantuvo su tono bajo y sin picos, Ken lo conocía lo bastante bien como para saber que estaba alterado.

Volteó de nuevo hacia su amigo, quien tenía la manos unidas frente a su cara en gesto pensativo, ni siquiera lo miraba a él.

―De acuerdo, solo quiero saber que conoces todos los riesgos, ¿Entiendes que, en caso de que aquel muchacho sí sea la pareja de YongGuk, te meterás en un gran problema por haber interferido?

―Lo entiendo.

―¿Y que, si eso pasa y YongGuk te denuncia, podrías acabar muerto?

―Sí, también lo sé.

―¿Y que no solo es un riesgo que tú estás tomando, sino que me arrastrarías contigo?

―Basta Ken, te aseguro que he considerado todos los riesgos y las variables a las que nos podríamos enfrentar, pero estoy seguro de que lo podremos lograr. Además, la avaricia de YongGuk le impedirá ver más allá de su objetivo.

Con un suspiro dramático Ken volvió a sentarse en la silla que había ocupado antes.

―De acuerdo, pero me deberás una. Y que sepas que, si nos atrapan, diré que todo fue tu idea y tu culpa, ―le sacó la lengua.

Leo sonrió, esta vez un poco más afablemente, si había alguien, criatura o humano, en el que él confiara ese era Ken, y a pesar de su amenaza sabía que jamás lo traicionaría. Y lo que menos quería era causarle algún mal, así que era importante planear todo con cuidado.

No debería ser complicado, la casa de YongGuk era algo parecido a un burdel para criaturas, así que Ken podría entrar como un invitado más sin llamar demasiado la atención.

Una vez dentro le sería sencillo seguir el olor dulce del ser feérico pues se distinguía de los demás, siendo así sólo tendría que encontrarlo y sacarlo lo más rápido que se pudiera antes de que los otros alcanzaran a reaccionar.

Lo llevaría a un lugar seguro, un pequeño departamento justo en el centro de la ciudad, hasta que Leo le mandara la señal de que podían regresar a casa. Una vez allí, Leo cuestionaría al chico y al obtener la verdad lanzaría la denuncia.

Una vez que terminó de explicar y repasar aquel plan con su amigo, TaekWoon se levantó para dirigirse a la zona de los tomos prohibidos.

―¿Qué haces? ―preguntó el menor con curiosidad.

―Obviamente no voy a dejar que alguien como YongGuk tenga acceso a estos tomos, pero si simplemente le niego el acceso, él se irá y todo el plan fracasará.

―Vale, eso me parece lógico, pero entonces ¿qué vas a hacer?

Como única respuesta Leo le enseñó un antiguo papiro, un tratado de la alquimia que los humanos habían intentado descifrar hacía muchos años sin el mayor éxito. Aunque en la mayoría de esos tratados los humanos escribían con una seguridad que llevaba a la credulidad, así que servirían para su propósito.

Luego de ocultar cuidadosamente todos los tomos antiguos los cambió por distintos libros sin mayor contenido peligroso. Tarea en la que Ken le ayudó, divertido como si estuvieran haciendo alguna travesura.

Una vez que todo estuvo listo Leo volvió a cerrar rigurosamente todo el lugar y ambos se movieron a sus respectivas habitaciones, planeando lo que harían a la noche siguiente. Leo sobre todo estaba ansioso por volver a ver a aquel bravo ser feérico, poder charlar con él y sí, volver a probar su dulce sangre; pero esta vez quería que él se la ofreciera, no alguien más.

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