27.- Libres
Llegaron cuando la noche ya estaba avanzada, por lo cual los otros ya estaban bastante preocupados. En cuanto llegaron a la puerta Ken la abrió para recibir a sus amigos con sendos abrazos, aunque se preocupó al notar el gesto de dolor en Leo.
—¿Estás bien?
—Sí, sí, estoy bien, ¿dónde están los demás?
Justo en ese momento los otros tres aparecían por la sala y Hongbin tuvo la misma reacción que Ken al ir a abrazar a Ravi.
—Hongbin, por favor revisa a Ravi, creo que tiene algunos golpes además de la quemadura por el taser. Ken, ven conmigo —ordenó Leo de manera rápida antes de dirigirse a los pisos inferiores.
Los cuatro humanos voltearon a ver a Ken pero este sólo se encogió de hombros antes de seguir al otro.
Algo confundido por su reacción, Ravi siguió a los otros hasta la sala, donde les contó todo lo que había ocurrido mientras Hongbin trataba las pocas heridas que tenía. Aunque a cada rato Ravi volteaba hacia donde las dos criaturas se habían marchado.
—Ahora entiendo —susurró para sí mismo N, mientras revisaba las notas que había tomado mientras Ravi narraba la historia.
—¿Qué? —cuestionó el menor.
—Bueno, dijiste que disparaste a la criatura y este murió, Leo recibió los mismos disparos así que, por muy poderoso que sea, debe estar herido.
Ravi se levantó de golpe, tirando algunos de los instrumentos que había utilizado Hongbin para curarlo.
—¡Maldita sea! Tienes razón, me confié porque él aparentaba estar bien, no debí dejar que se marchara
Se dio la vuelta para ir a por él pero para entonces Ken salía por la misma puerta para cerrarla después.
—Tranquilo, él estará bien.
—Pero, la plata...
—Lo sé, pero el linaje del bibliotecario está hecho para resistir aún heridas como esas. Se cuidó de que no le dieran en el corazón así que, en un par de noches él estará como nuevo —intentó tranquilizarlo Ken.
—Quiero ir a verlo.
—No, en este momento está... descansando. Me ha pedido que te diga que lo esperes.
—Ken, por favor, no puedo, no puedo simplemente dejarlo allí sufriendo, él solo.
El nombrado se rascó la nuca con algo de incomodidad. En todo el tiempo que habían vivido juntos jamás había visto a Leo herido y en realidad estaba algo preocupado, pero el mayor le había ordenado mantener lejos a Ravi pues no quería que lo viera sufrir.
—Esperemos a que él salga Ravi, tú mismo tienes heridas que curar antes de poder preocuparte por él.
—¡Eso no importa! Yo estoy bien, no me pasó nada grave gracias a él, pero por mi culpa está sufriendo, al menos quiero estar a su lado.
Ken desvió la mirada hacia los otros humanos, intentando buscar ayuda, pero ninguno podía ofrecérsela.
—¡Por favor, Ken! Por favor, en verdad necesito verlo —rogó el peliblanco.
—Bueno, yo debo irme, —dijo de pronto N—, necesito ir a presentar el informe de todo esto. Y ustedes, niños, creo que tienen mucho de qué hablar.
Hyuk y Hongbin asintieron ante la oportunidad de escape que les había dado N, así que los tres salieron sin decir mayor palabra. Ken también quería salir de allí pero la penetrante mirada de Ravi se lo impedía.
—Por favor Ken, no sé si es por la marca o por lo que siento por él, pero en verdad necesito verlo.
—¡Ah, maldición! De acuerdo, pero si él pregunta le dirás que... que me amenazaste para que te llevara a verlo.
—Sí, lo haré, lo prometo, ahora, por favor.
Sin poder hacer más, Ken abrió el paso de regreso a la biblioteca, aún antes de entrar ya podían escucharse los gruñidos de dolor de Leo, por lo que Ravi se lanzó hacia allí sin esperar al otro.
Leo estaba tendido y se revolvía en el piso, al lado de un diván en el que quizá se había acostado inicialmente antes de caer. Tenía el torso desnudo así que Ravi pudo notar las tres heridas, círculos negros de los que se salían líneas negras bifurcadas cada cierto espacio, la piel a su alrededor parecía seca y cenicienta.
Pero lo peor de todo era su rostro, reflejaba un dolor inenarrable, ni siquiera se había dado cuenta de la llegada de los otros dos.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué está así? —preguntó Ravi preocupado.
Se arrodilló para poner la cabeza de Leo entre sus piernas y que así dejara de golpearse, él apenas entreabrió los ojos verdes, opacos por el dolor, sin aparentemente enfocar a su amado.
—Es la plata, su cuerpo esta desechándola pero es un proceso lento y doloroso, tardará al menos una noche y un día en recobrarse por completo.
Desesperado Ravi levantó la vista antes de estirarse y tomar un cojín para dejar con cuidado la cabeza de su amado Leo. Se levantó rápidamente para buscar por entre los escritorios.
—¿Qué haces? ¿Qué ocurre? —Ken lo miró con cierta sorpresa.
—No estoy seguro, —se dio la vuelta victorioso al encontrar un abrecartas afilado—, solo quiero ayudarlo, y algo me dice que debo hacer esto.
Pero cuando se acercó a Leo, Ken lo detuvo asustado.
—No planeas "acabar con su sufrimiento" ¿verdad?
—Sí, pero no de la manera que lo dices. Sólo... creo que esto ayudará.
Se soltó del agarre para volver a inclinarse sobre Leo, tomó con fuerza el abrecartas y, antes de pensarlo mejor, hizo un movimiento rápido para abrir un gran corte en su propia palma. Gruñó un poco a causa del ardor, pero era lo menos importante en ese momento.
Colocó la mano herida justo sobre uno de los círculos negros en el pecho de su amado, Leo suspiró con pesadez, sus movimientos también disminuyeron un poco. Luego de algunos instantes así Ravi movió su mano a la segunda herida, y para la tercera el vampiro parecía mucho más relajado.
Cuando sintió que estaba listo Ravi llevó su mano a la boca de su amado, para que pudiera beber un poco más de sangre. En efecto Leo pegó la boca a la herida y comenzó a sorber su dulce sangre con hambre.
Al final pasó su lengua varias veces, de manera que cuando Ravi apartó la mano, la herida ya había desaparecido.
—¿Qué hiciste Ravi? —preguntó Ken, sorprendido al notar la mejoría en las heridas de Leo.
—No estoy seguro, sólo pensé que eso le ayudaría, supongo.
—Gra-gracias —susurró Leo aún recostado, a lo que Ravi contestó con una sonrisa más tranquila.
—Me quedaré aquí con él, puedes quedarte tranquilo Ken. Y gracias.
Por un momento Ken quiso protestar pero supuso que también sería inútil, así que simplemente los dejó solos. Ravi bajó varios cojines más y se acostó para poder sostener a Leo entre sus brazos, cuidando de no lastimarlo más.
****
Despertaron hasta la noche siguiente, y aunque Wonsik estaba algo adolorido por dormir en el suelo se alegró mucho pues Leo parecía mucho mejor.
En cuanto se levantaron Wonsik lo abrazó con fuerza, lo que ocasionó un ligero gesto en el ojiverde.
—Lo siento, ¿te lastime?
Leo negó con una leve sonrisa.
—Está bien, en realidad estoy mucho mejor... —se vio silenciado de pronto por un golpecito en su frente—. ¿Qué?
—Eso es por haberte puesto en semejante peligro, —otro golpecito—, eso por querer pasar este dolor sin mí, y esto es por haberme salvado.
Tomó a su Leo del rostro para darle un largo beso en los labios, a lo cual él contestó apasionadamente, aun al separarse Leo se mantuvo abrazado a él.
Era el momento, al fin Ravi era libre del peligro que representaba YongGuk, era libre para poder irse a dónde quisiera, pero era lo último que Leo quería. Después de todo lo que había pasado tenía la esperanza de que en verdad quisiera quedarse a su lado, pero hasta que no lo escuchara en voz alta no podría creerlo, aún temía que se alejara.
—Quédate para siempre a mi lado, mi dulce Wonsik, —pidió aún oculto en su pecho.
Ravi rió por un momento antes de tomar el rostro de Leo para que lo levantara.
—Claro que sí, para siempre —susurró emocionado, cerrando con un nuevo beso aún más intenso.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top