21. Un apropiado final

Dedicado para Xirdka. Aprovecho para dar un agradecimiento especial a todas las personas que siguen esta historia semana a semana, sin atreverse a comentar, o a aquellos que hayan adquirido el libro completo y vengan a releer.


Pista de audio recomendada: Nocturne in B Flat Minor, Op. 9 No. 1: "A Madame Camille Pleyel" · François Chaplin


Todo estaba en calma. El tétrico silencio que viene después de la tempestad, poblaba las calles de Madrid, al igual que las decenas de cadáveres que habían quedado de pie, inmóviles, sin motivo alguno para hacer cualquier cosa.

Kurwich fue el primero en recibirme, cuando exhalé la última bocanada de aire tomado de la batalla. Se acercaba al punto en el cual había aterrizado, con Kurio detrás de él.

—¡Lo hiciste! —exclamó, levantando la mano para que chocara los cinco.

Hice un gesto de gracia ante la invitación, pero la acepté. Choqué palmas con Kurwich.

—Lo hicimos —corregí—, fue una ejecución casi perfecta.

Kurio, que llegaba a nuestro lado, se encogió de hombros mientras terminaba de guardar su arsenal en una space sphere.

—Faltaron llamas, explosiones y más armas, pero no estuvo mal. Hacía mucho que no disparaba mis M-118 con proyectiles físico resonantes.

Kurwich y Kurio comenzaron a intercambiar palabras entre ellos. Sonreí al ver a mis camaradas disfrutando de la merecida victoria, mientras levantaba la vista para buscar a Kady. Todavía podía sentir su energía pulsante, limitando la comunicación.

La zona en la que nos encontrábamos estaba totalmente destrozada. Una ola de destrucción se extendía de forma circular en un radio de aproximadamente dos calles. No había ni una sola edificación de pie, así que buscaba a lo lejos, en los tejados, o en algún lugar alto, tal y como ella había dicho.

No la encontré, pero sí que mi vista dio con alguien más. Un joven de cabello corto y barba mediana me observaba discretamente a la distancia. Al toparse nuestras miradas, se asustó y trató de huir.

—Ya vuelvo —dije a Kurwich y Kurio, al tiempo que me deslizaba hacia el frente con un par de veloces saltos que me llevaron a la posición en la cual había desaparecido aquel muchacho.

Lo encontré, alejándose en dirección opuesta a la zona de desastre.

—¿De qué tienes miedo, Mateo? No voy a recriminarte nada, al menos no aún.

El chico que huía se detuvo al escuchar mi voz. Tenía ambas manos en los bolsillos de una larga chaqueta de cuero.

—Tu mundo se ha hecho grande, Kat, y el mío pequeño —respondió, con una voz que denotaba una risa triste.

Arrugué la frente y ladeé la cabeza.

—¿De qué estás hablando? Nuestro mundo, querrás decir. ¿O acaso tengo una visión diferente de lo que somos?

Negó con la cabeza, aun dándome la espalda.

—Tu visión es correcta, la mía es el problema, y creo que, en todos estos años, nunca he tenido el valor de decirte lo que de verdad quiero.

Cuando dijo esas palabras, supe que algo malo ocurría. Sentí mi corazón hacerse pequeño, y un agujero formándose en mi estómago. No sabía lo que era, muchas emociones se mezclaban, furia entre ellas.

—¡Entonces ten el valor! —exclamé—. Hazte responsable de tus actos, Mateo y, por una vez, deja de huir.

Se le escapó una risa triste. Giró la mitad de su cuerpo, para observarme de lado. Podía ver en su perfil una expresión dolorosa.

—¿Huir? —Levantó la cabeza y miró al cielo. Hablaba como si ya nada tuviera sentido. Parecía un suicida a punto de saltar de un puente—. Sí, tienes razón, eso he estado haciendo, huyendo. Estos cinco años he estado huyendo de mi verdadero destino, viviendo una fantasía que no es para mí.

Sus palabras sólo me enfurecían más. No sabía qué hacer, o qué decir, me sentía impotente.

—No hablaba de eso, sino de la realidad, Mateo. Esos pensamientos tuyos, sólo te llevarán a un camino lleno de dolor. Lo sé, porque yo he estado ahí. Tienes que... Tienes que...

Comencé a balbucear al final. No pude continuar. Acababa de darme cuenta de algo que, al parecer, él ya sabía.

—Exacto —respondió—. Tú ya estuviste en mi lugar, y con más razón deberías entender lo que siento. No tiene lógica, no tiene explicación, es un sentimiento que me enloquece, que deja todo lo demás en segundo plano... incluyéndote a ti.

Sus palabras fueron duras, pero necesarias. Esta vez era yo, la que estaba recibiendo un golpe de realidad.

—Tengo lo que merezco, ¿no es así? —repliqué, con tristeza.

Negó con la cabeza.

—No, no quiero que lo malentiendas. Tú no te mereces estar en segundo plano, es por eso que he tomado esta decisión. Voy a emprender el viaje que debí haber hecho desde el principio. Lo nuestro... Lo nuestro nunca debió pasar. No estaba listo, y tú tampoco.

Me reí. No pude evitarlo.

—¿Qué no estabas listo? Mateo, no se suponía que tuvieras que estar listo. Listo ¿para qué?

—Para vivir —respondió, sin más.

Suspiré. La furia y el dolor se convertían en los sentimientos que más peso ocupaban en el agujero que se tragaba mis intestinos.

—Si estás seguro, Mateo, esta vez no voy a detenerte —hablé, luchando para que no se me cortara la voz.

—Lo estoy, y no necesito que me detengas. Ya tomé la decisión.

Me sentía como un cero a la izquierda. Sabía que, dijera lo que dijera, no lo haría cambiar de opinión. Él tenía una visión, y yo tenía otra. Me sentía frustrada, impotente, enfadada, triste, abrumada.

La barbilla me temblaba, pero no quería mostrar debilidad. Apreté mis puños, respiré profundo y traté de calmarme. Sólo un par de lágrimas consiguieron escapar, las cuales rodaron por mis mejillas para perderse en las sombras de mi cuello.

—Deja... —balbuceé—. Deja de hacerte el duro. Puedo... Puedo ayudarte.

Me crucé de brazos y cubrí mi boca con un puño. A pesar de todos mis esfuerzos, mi voz se quebró. No pude contenerlo, y ahora la vergüenza se sumaba a ese mar de emociones.

—¿Ayuda? —preguntó. Su voz también sonaba desafinada—. Ya no crees en mí, Kat, tienes nuevas metas, nuevos amigos, una buena vida. ¡Y eso está bien! Me alegro mucho por ti, no te mereces el dolor que cargo a mi espalda.

—¡Yo estaba feliz de cargar ese dolor contigo! ¡¿No lo entiendes?! —Levanté la voz, perdiendo el control. Comencé a manotear—. Si no te das cuenta de eso, es porque yo lo he cargado a mi manera, escuchándote, brindándote el cariño que yo no tuve cuando estuve en tu lugar. ¡Hice lo que yo creí que era lo mejor! ¡Pero ya me di cuenta de que fue un error! Todo siempre tiene que ser a tu manera, ¿no? Pues vete entonces, da igual, contigo o sin ti, cumpliré lo que te dije hace cinco años. Al final cazaré a ese patético vampiro, en el momento más oportuno.

Risa. No podía creer que mis últimas palabras hubiesen causado risa en el chico que alguna vez había considerado mi alma gemela. Ahora me sentía estúpida, ciega, débil.

—Como quieras —respondió—, eres libre de hacer lo que quieras. Sólo tengo una cosa más que decir, antes de irme. —Nuestras miradas se cruzaron al fin—. Gracias por todo ese amor que me diste. Jamás creas que lo menosprecié, fue hermoso, pero, yo estoy tan dañado que no fue suficiente para iluminar mi oscuro corazón.

Rompí el contacto visual y sequé mis lágrimas.

—Jamás podrás llenar tu corazón con el amor de alguien más —expliqué—. Espero que lo entiendas algún día, y puedas crecer, sanar, como lo hice yo.

Mateo volvió a darme la espalda.

—Lamento mucho que esto no haya funcionado —dijo.

—Tal vez debimos haber permanecido como amigos —repliqué.

Suspiró, alejándose, despacio.

—Quién sabe —murmuró, en un volumen muy audible—, pero no cambiaría lo vivido por nada. Adiós, Kat. Ah, y una última cosa. —Se giró ligeramente—. El que nos hayamos conocido no pudo haber sido una casualidad, alguien debió haber conectado nuestras vidas, mucho antes de que nos conociéramos. ¿Te querían viva, o te querían muerta?

Me crucé de brazos.

—¿Y qué? ¿También dirás que fue Kalro? Estás obsesionado, Mateo.

Sonrió, se dio la vuelta y se alejó, sin decir nada. Yo tampoco dije una sola palabra más, tan sólo me quedé ahí, observando cómo se marchaba. Tampoco estaba segura de cuándo lo volvería a ver, o si es que acaso eso ocurriría. Lo extraño, es que tampoco quería detenerlo. Me sentía mal, pero tampoco tenía ganas de correr tras él, besarlo y decirle que era mi único y verdadero amor. Tal vez tenía razón, quizás no éramos el uno para el otro.

Di la media vuelta y comencé a caminar con los brazos tensos, cruzados sobre mi pecho. Mi vista estaba perdida en las pequeñas rocas, vestigio de las calles destruidas por la reciente batalla. Ahora ese evento me parecía lejano y vacío. Era curioso, como un simple hecho podía cambiar la perspectiva de tu vida de un momento a otro. Aún no podía creerlo, después de cinco años, mi relación de verdad había terminado.

Me detuve a medio camino, cerré los ojos, inhalé profundo, muy profundo, y exhalé despacio. No podía dejar que los otros me vieran así. Cuando me sentí lista, o al menos preparada, seguí caminando.

Kurwich y Kurio me recibieron con una sonrisa, ahora también Kady estaba con ellos. Los tres me miraban de forma compasiva. Acaso... ¿Acaso lo habrían visto todo? ¡Qué vergüenza!

—Es duro, pero lo superarás —habló Kurwich, sonriente, acercándose y dándome una palmadita en la espalda.

—¿Q-Qué? —balbuceé, apenada.

Confirmado, lo habían visto todo. Apenas recibí la palmada, sentí mi rostro ponerse caliente. Debía estar completamente roja. ¡Malditos biocontenedores, que emulaban también los cuerpos humanos! ¿No podían haber suprimido las muestras de vergüenza?

—Vamos, pequeña, es natural —habló Kady, en tono maternal—. Pronto te darás cuenta que las relaciones largas son problemáticas para los kinianos, aún eres joven y, a diferencia de los humanos, es muy común que tengas decenas, sino es que cientos de parejas a lo largo de tu existencia. Verás que cada una será una experiencia enriquecedora.

—P-P-Pero, yo no... —seguía balbuceando, no sabía qué decir.

—¡La relación de Katziri acaba de explotar! ¡Ja, ja, ja! —declaró Kurio, riendo con ganas, mientras golpeaba su rodilla y se inclinaba.

Kurwich y Kady clavaron un par de miradas lacerantes en el joven, pero, por más estúpido que hubiese sido su comentario, fue el único, entre todos, que me hizo olvidar lo que ocurría. Al escuchar su risa, también me hizo reír. Y sin darme cuenta, mis lágrimas comenzaron a escapar mientras reía con la estúpida broma.

Un repentino abrazo me sorprendió. Kady, que también reía, me acercaba a ella con calidez, mientras me acariciaba por un hombro. No me gustaba el contacto físico, sin embargo, en ese momento me sentí muy bien. Respiré hondo y, aquella dolorosa risa, se convirtió en una sonrisa real. Si algo de lo que había dicho Mateo era cierto, era que mi mundo se había vuelto mucho más grande, y ahora estaba lleno de personas increíbles.

—Gracias, lamento que hayan tenido que ver esto —hablé, al cabo de unos minutos.

—No te disculpes, cariño —dijo Kady—, es más común de lo que crees.

—A mí no me consta —declaró Kurio.

—Tal vez porque nadie quiere salir contigo, niño listo —replicó Kurwich.

Volvimos a reír, hasta que me di cuenta de algo extraño.

—Un momento, Kady, ¿qué ha pasado con las comunicaciones? ¿Han vuelto a funcionar?

Negó con la cabeza.

—¿No lo sentiste? No, por supuesto que no lo sentiste, estabas en... ya sabes. El Gran Sabio activó el plan de contingencia número catorce en todo Madrid. Una ilusión gigantesca, potenciada por el Cristal Supremo, modificará la memoria de todos los que presenciaron el acto. La versión oficial será algún tipo de desastre natural. Ya sabes, siempre es igual.

Asentí, mientras levantaba la vista al cielo.

—¿Y qué ha pasado con la barrera? ¿Qué ocurrirá con los valinianos?

Esta vez, la respuesta no llegó al instante. Los presentes también levantaron la mirada al cielo, y se quedaron observando lo mismo que yo. El domo energético seguía allí, y los valinianos se aglomeraban en lo alto.

—Creo que eso es algo de lo que debe encargarse el Gran Sabio Keitor, debería aparecer por aquí en cualquier momento. Sólo él sabe cómo tratar con los valinianos.

Iba a decir algo, pero apenas abrí la boca para emitir sonido, alguien me ganó el espacio auditivo.

—¡Eh! ¡¿Cómo os ha ido?! ¿Estáis todos bien?

La voz chillona de un niño llegó a mis oídos. Todos volteamos ante el llamado. Se trataba de Koba, el miembro más joven de la UEE, quien llegaba a nuestro encuentro, acompañado por el general Kan. Los dos caminaban entre los cadáveres inmóviles, con cuidado de no tocarlos.

—Lo conseguimos, como podéis verlo, y considerado que seguimos vivos, puedo decir que estamos bien —dijo Kurwich—. ¿Qué tal os ha ido a vosotros?

—Ha sido toda una aventura —explicó Koba—. ¡Debisteis ver al general Kan! ¡Estuvo increíble! Los valinianos nos rodeaban, pero usó el Etherius e inmovilizó más de diez él solo. No tuvimos bajas, fue una misión limpia.

—Pero sí heridos —agregó el general, quien se notaba aliviado de que todo hubiese terminado—. Fuimos afortunados de que Katziri estuviese aquí, aunque, algo me dice que fortuna no es la palabra que busco, ¿verdad?

El general me observó de forma acusadora. En ese momento recordé qué estábamos haciendo ahí, para empezar. Desvié la mirada, apenada.

—Lo siento, general —respondí—, me aventuré en una misión peligrosa sin informar a la guardia.

Kan suspiró.

—No pasa nada —dijo—, diste aviso a tiempo y pudimos evitar bajas inocentes. Además, diste con un pez gordo, especial, ¿cómo es que existía alguien así en la ciudad sin que tuviéramos constancia de ello?

Apreté los labios, puse las manos en la cintura y miré los alrededores, recordando todo lo que había tenido que hacer con Mateo para dar con Galahad.

—Alguien me pidió ayuda con esto, creo que creía que tenía algo que ver con El Supremo.

—Y ya lo creo, que ese alguien tenía razón.

De pronto, la aparición una poderosa presencia energética deformó la realidad del área circundante durante un breve instante. Todos sentimos la inmensa presión, y nos giramos al origen.

El Gran Sabio Keitor aparecía con un destello rojo, flotando unos centímetros sobre nosotros y descendiendo despacio hasta tocar suelo con pies y bastón.

—Gran Sabio —dijeron todos, al tiempo que inclinaban las cabezas.

—Arriba, arriba, dejad las formalidades, por favor —suplicó el Maestro de la Realidad—. Entonces, ¿qué tenemos aquí? Katziri, por favor.

El anciano estiró la mano, solicitándome algo.

Tardé casi un segundo en captar lo que me pedía. Saqué el cristal de contención que guardaba y lo entregué. Dentro, el aura dorada y violeta de Galahad Kane, resplandecía.

—Aah, este es... un ejemplar maravilloso —habló—. Sin embargo, no hay ninguna duda de que su presencia debe estar ligada a El Supremo, has hecho bien en encontrarlo, Katziri.

En cuanto mi padre dijo eso me sentí como una tonta. Al final, Mateo había tenido razón. Sin embargo, ¿qué podía haber hecho? Hubiera o no relación, no podía dejar morir a gente inocente con tal de entregar el sujeto a Mateo.

—¿Valinianos, Gran Sabio? ¿Cree que Kalro esté planeando algo con los valinianos?

Mi padre levantó la vista y miró a los alrededores. Los cadáveres reanimados seguían inertes.

—Me temo que sea algo peor que eso, Kan —respondió Keitor—. No me queda claro si logramos parar el plan de esa mujer, o sólo estamos siguiendo los pasos que nos está mostrando.

Se formó un tétrico silencio.

—Sea lo que sea, no puede ser algo bueno. Tenemos que subir la guardia, mirar hacia donde no hemos mirado.

—Gran Sabio —hablé—, si me permite preguntar, ¿qué es Galahad Kane, y qué va a ocurrir con él?

Todos, a excepción del general, quien desvió la mirada, centramos nuestra atención en mi padre, expectantes ante la respuesta. Él, observó el cristal que sostenía y, muy serio, respondió.

—Lo que hemos presenciado, ha sido la revelación de un híbrido entre dos razas diferentes. Algo que creía imposible, claramente ha sucedido frente a mí. —Suspiró—. Volvamos a la torre, enviaré al prisionero al área de inteligencia. Necesitaremos hacer pruebas a profundidad para entender su naturaleza.

—¿Qué clase de repercusión tendrá la aparición de Galahad Kane en el enfrentamiento contra los vampiros? —preguntó Kurwich.

—Los movimientos de Kalro son impredecibles, pero es claro que algo grande se avecina. Debemos estar preparados para cualquier cosa. Fuera de eso, os felicito por vuestra primera misión exitosa. Tenéis mucho camino por delante, pero estoy seguro de que mejorareis pronto. Seguid así. Es todo por hoy, podéis retiraros.

En ese momento, no supe qué hacer.

—¿Qué clase de pruebas? —cuestioné—. Si me permite, gran Sabio, tras intercambiar unas palabras con Galahad Kane, me pareció que no era una mala persona. Me gustaría tener acceso a esa investigación y posteriormente, abrir la posibilidad a un juicio justo que determine su peligrosidad.

Mi padre me miró de forma inquisitiva, como si hubiese dicho algo que no debía.

—Este sujeto es peligroso, y no será sometido a ningún juicio. Los análisis que serán realizados, serán puramente para conocer su naturaleza y prevenirnos en caso de que pudieran existir más individuos como él. Así mismo, la prioridad es investigar cuál ha sido el propósito de todo lo que pasó el día de hoy, y qué impacto tendrá en nuestros conflictos actuales. El mundo se está agitando, y no podemos permitir que cosas como estas sigan ocurriendo.

Un silencio incómodo se formó en la escena. Lo único que pude hacer, fue tragar saliva y asentir.

—Y-Yo, está bien, comprendo.

La verdad es que no entendía, pero quién era yo para cuestionar la sabiduría de mi padre. Si alguien de verdad estaba usando, o había usado a Galahad Kane para otros propósitos, entonces tal vez lo mejor era mantenerlo bajo custodia, como decía él.

Después de aquellas palabras, mi padre levantó una mano y, desde mi visión privilegiada, alcancé a ver una gran cantidad de hebras azules brotaban de él, hasta alcanzar cada uno de los valinianos que habían quedado inmovilizados después de que Galahad fuera capturado. Cada hebra los conectaba, de uno a otro, hasta formar una gran red. Sólo entonces, mi padre tiró de las hebras, desprendiendo la forma etérea de todos a la vez. Una vez libres de los cuerpos, y sin soltarlos, elevó a los valinianos al cielo. Eran cientos de ellos, provenientes de todas partes en la ciudad. Con un movimiento de su otra mano, retiró la barrera energética para permitir que se reunieran con el resto. En cuanto estuvieron juntos, y libres, todos, como un solo ser, se marcharon a la parte más alta de la atmósfera, hasta perderse de vista.

Quedé maravillada al ver esa escena. Esas criaturas eran sorprendentes, pero su existencia me parecía muy triste. No podía siquiera imaginar cómo debía ser vivir sin poder sentir emoción alguna, buena o mala. ¿Acaso eso podía llamarse vivir?

Al ver el cielo estrellado, recordé todo lo que había acontecido en el último día. Reí para mis adentros al recordar que había prometido a Selene reconciliarme con Mateo. ¿Qué le diría al volver a casa? Sí, también sería una noche difícil, una noche larga y difícil.


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