FELIZ FLYGJIA

MIS QUERIDAS DÁMARAS:

ESPERO QUE ESTÉIS PASANDO UNA NAVIDAD ESTUPENDA  A PESAR DE SER UN AÑO TAN EXTRAÑO PLAGADO DE PROBLEMAS Y SUFRIMIENTO.

HAY RACHAS MALAS EN LA VIDA, NO SE PUEDE EVITAR, PERO INCLUSO DURANTE ESAS LA LUZ NO DEBE DEJAR DE BRILLAR. HAY QUE PRESTAR ATENCIÓN A TODAS ESAS PEQUEÑAS COSAS QUE NOS HACEN FELICES EN EL DÍA A DÍA, POR QUE SON ELLAS LAS QUE HACEN QUE LA VIDA MEREZCA LA PENA.

YO ESTE AÑO TAMBIÉN HE PASADO POR ALGO DURO, AUNQUE NO TIENE NADA QUE VER CON EL COVID, Y AUN ASÍ, QUIERO MIRAR ATRÁS Y QUEDARME CON LO BUENO QUE ME HA DADO EL 2020. LOS MOMENTOS BONITOS.

ESPERO QUE PODÁIS HACER LO MISMO.

Y ESPERO QUE ESTAS 10.000 PALABRAS DESDE EL CORAZÓN DE CAS OS ENTRETENGAN Y OS HAGAN PASAR UN BUEN RATO.

OS QUIERE

BECA ABERDEEN

P.D- SABÉIS QUE ME ALIMENTO DE VUESTROS COMENTARIOS ASÍ QUE DEJADME TODO LO QUE SE OS PASE POR LA CABEZA LEYENDO.


FELIZ FLYGJA (CAS P.O.V)

Para los dámaros, la Navidad tiene un significado distinto que para los humanos. Ni siquiera lo llamamos Navidad, aunque ambos periodos festivos coincidan. No somos cristianos y no celebramos el nacimiento del salvador, sino la simbiosis espiritual entre el alma humana y el espíritu animal que dio lugar a la creación del primer dámaro.

Tenemos una palabra para denominar esa simbiosis, Flygja, en la que se basa nuestra religión dirasámica.

Me gusta la Navidad, sí, soy una de esas personas. Quizá sea porque en mi casa siempre ha reinado la concordia. Mis padres son dámaros válidos, lo que hace que mi poder de grabar y almacenar lo que ven mis ojos no haya decepcionado las expectativas de nadie.

Mi hermano mayor, Drake, es un élite, capaz de volverse invisible e invisibilizar a otros a través de su saliva. Es el primer élite en ambos árboles genealógicos durante siglos, y a pesar de la importancia de ese hecho, del estatus y el dinero extra que supone, nunca he sentido que mis padres me comparaban con él o que nos trataban de forma distinta.

Somos una familia bastante normal y afectuosa. Algunos creerán que somos afortunados porque Drake ha nacido élite en una familia de válidos. A eso se le llama "ascensión dámara" y es lo mejor que le puede pasar a un apellido dámaro. Sin embargo, nuestra verdadera fortuna radica en la armonía que hay en nuestro hogar.

Al menos ha sido así hasta ahora. Hace dos años, mi mejor amiga, Tori Baker, convirtió a Drake en homosexual por accidente.

Sí, ella es capaz de hacer eso con su piel.

Lo sé, es el efecto colateral más extraño de toda la historia de poderes dámaros.

Hasta hace poco, Tori creía que había nacido maldita. Homosexualizó a sus padres con su mero nacimiento, ocasionando que poco después se separaran. Los padres de Tori no tardaron en deducir lo que ocurría cuando le ocurrió a más personas que entraron en contacto con la piel de su bebé. Un efecto tan curioso como irreversible.

Si hay algo que no llevamos bien en Dámara, es la homosexualidad. Nuestra religión prohíbe cualquier tipo de emparejamiento que no pueda producir más dámaros.

Vivimos por y para los humanos. Para servirles con nuestros poderes y para protegerlos de los despojados. O al menos esa es la concepción tradicional de nuestra existencia. Hay corrientes modernas que están empezando a desafiar esa idea.

Mis padres aún no saben que Drake ha cambiado. Creo que mi madre lo sospecha, pero no es algo que nadie se atreva a decir en alto.

Hay cierta tensión en casa desde hace un tiempo. Mi madre no entiende porque Drake rompió de pronto con su novia de toda la vida, sin dar explicaciones. En mi caso estoy encantada con la ruptura. La ex de mi hermano es una verdadera zorra.

Lara Sorensen es una sanadora, lo siguiente en la pirámide social a ser un élite. Los sanadores pueden tener distintas características dependiendo de la particularidad de sus poderes. En general son capaces de manipular lo que ocurre en sus cuerpos y en el de los demás.

Y suelen ser unos hijos de puta.

Eso último no viene en los libros dámaros, pero lo añado yo. Los humanos se quejan de que sus médicos y enfermeros no tienen empatía, pero deberían ver lo que ocurre cuando un sanador tiene el poder de hacer que te mees encima en mitad de una clase.

Créeme, me ha pasado.

Cortesía de Lara.

Por eso, estoy encantada con el cambio de gustos de mi hermano. Su nuevo novio es mucho mejor que esa bruja, aunque el resto de la sociedad dámara no opine lo mismo. Aún lo llevan a escondidas, y mi padre, conociendo a su hijo, no para de preguntarle porque ya no trae a chicas a casa.

Esa es la razón por la que me alegro de habernos alejado de nuestras familias por unos días. La Universidad ha organizado un viaje a Brunem para visitar los mercadillos navideños de la zona y la selva septentrional.

Para un dámaro, el bosque es sinónimo de monstruos sangrientos, pero los del norte de Brunem están demasiado cerca del nivel del mar como para contener despojados.

Unos cuantos estudiantes hemos alquilado un caserón a las puertas de la selva para celebrar la Flygja y presenciar el apareamiento de los tigres de la zona. Y cuando digo presenciar, me refiero a, con suerte, escuchar los rugidos del cortejo a lo lejos.

Es una tradición antigua y en desuso, que hemos decidido recuperar este año para evitar la semana de esquí tradicional dámara.

Aún era pronto para regresar a las montañas del Bajo Glinn. Ese lugar nos trae recuerdos horribles después de lo que ocurrió hace tres años por culpa de Parker Armstrong.

Al caer la noche, Tori y yo salimos al jardín trasero de la casa, donde han situado el catering de Víspera de la Flygja.

Nuestros vestidos relucen bajo la luz de lámparas esféricas que flotan a doquier en el aire. Están compuestos por una tela blanca fina y transparente con pedrería salpicada por nuestros cuerpos. La pedrería se amontona allí donde hay algo que esconder y se dispersa en zonas menos privadas.

Los hombres van vestidos con trajes negros de tela transparente que permite adivinar la piel que hay debajo. Llevan perlas blancas de distintos tamaños colgando de sus camisas. Parecemos galaxias en el firmamento.

Electric Blue finge que le está dando un ataque al corazón al vernos y se desmaya delante de nosotras.

Nos reímos ante su teatralidad y Tori le ofrece la mano para ayudarle a levantarse.

—Vas a mancharte el traje —le regaña divertida.

—Creo que acabo de volverme heterosexual —declara el rubio con dramatismo. Gatea y agarra el dobladillo de nuestros vestidos—. Oh, diosas, hacedme el jamón de vuestro sándwich, la crema de vuestra Oreo, el tornillo de vuestras tijeras... Quiero ser la pasta de dientes de este cepillado.

Drake se pone a mi lado, le da un sorbo a su copa sin expresión alguna, como si su novio estuviera de pie y charlando sobre las noticias de actualidad con normalidad.

—¿Qué ha tomado? —le pregunto sin apartar la vista del rubio.

—Ni idea... —Sacude la cabeza con pereza.

Todos llevan calzoncillos negros para ocultar sus partes masculinas, menos Electric Blue, que se ha puesto uno de encaje rojo de lo más llamativo.

—¿A qué viene la ropa interior roja?

Mi hermano se encoge de un hombro antes de responderme.

—Por lo visto es una costumbre humana estrenar algo de ese color al empezar el año nuevo.

—Pero aún no es Nochevieja.

Drake suelta una risa nasal y mira las estrellas.

—No le busques la lógica a Kyle.

Asiento decidiendo seguir su consejo.

Evans Armstrong aparece por allí justo cuando Electric Blue ha metido la cabeza por debajo del vestido de Tori, quien se carcajea nerviosa.

Con los dientes apretados, Evans le coge por la oreja, lo saca de ahí, como quien saca a un niño revoltoso de debajo de la mesa. Lo empuja hacia mi hermano.

—Requisa las drogas ¿quieres? —le pide a Drake con fingida paciencia.

—Evans, Evans... —dice el rubio con tono burlón y un brillo en los ojos—. ¿Qué parte del cuerpo te duele cuando alguien se divierte?

—La cabeza, Kyle. Eso es lo que me duele cuando pienso que vas a mezclar drogas con un grupo de dámaros con poderes especiales—. Tras decir eso, le echa un vistazo de soslayo a Tori y parece arrepentirse un poco de sonar tan cascarrabias—. Estás preciosa —prosigue, cambiando el tono. Y se aleja de nosotros hacia el grupo de Lara. Si fuera por mí no la hubiera invitado, pero para ser justos ha sido idea de ella organizarlo todo.

Tori tiene una sonrisita en la cara cuando le sugiero que vayamos a por algo de beber.

—¿Seguís igual? —le pregunto mientras nos servimos dos copas de vino.

Tori me echa un vistazo y parece no estar segura de a qué me refiero.

—¿Sigues torturando a Evans?

Esboza una sonrisa confidente y asiente.

—¿Qué le estás haciendo? Porque parece cada vez más enamorado —. No voy a mentir y a decir que a veces me agota tener a tantas parejas alrededor. Drake y Kyle son de lo más intensos y aunque Tori y Evans tienen una relación extraña, en la que ella asegura que no son pareja, es obvio que sí lo son.

Si al menos Ozzy pudiera estar despierto a la vez que Electric Blue, yo no sería la única en discordia. Conozco al muchacho y también a mi hermano, y sé que ninguno de los dos aceptaría una relación poli amorosa. Quizá Blue... con él nunca se sabe. Así que si Ozzy estuviera despierto, no me sentiría tan solterona como me estoy sintiendo desde hace un tiempo.

—Bueno, ya lo has visto —me responde Tori, sacándome de mis pensamientos—. Mantengo mi independencia, no quedo con él cada vez que me lo pide, intento ser fría...

—Pero... ¿cómo funciona eso exactamente? —insisto confusa—. Es decir, sois amigos y os acostáis, ¿cómo se diferencia eso de ser novios?

—En el cariño —explica ella—. No soy cariñosa. Le doy un trato de amiga cuando estamos en público y después, en la intimidad, actúo como si fuera un lío de una noche. No me quedo a dormir, no nos abrazamos...

Abro la boca para sacar mis conclusiones, pero nada sale de esta porque no estoy segura de entenderlo.

—Ah, y luego está el sexo.

Alzo las cejas, curiosa. Escuchar las historias de los demás es la única acción que veo en meses. Triste pero cierto.

—No intento complacerle —prosigue Tori—. No hago nada por él. Le uso para mi propio placer como si fuera un muñeco.

— ¿Y él lo acepta?

Tori se encoge de hombros.

—Se queja de la falta de cariño, en cuanto al sexo no se queja. Dice que puedo hacer lo que quiera con él hasta que le perdone. A ver, entiéndeme, también tiene orgasmos, pero son totalmente colaterales. Y a veces le dejo a medias.

—Vaya —comento anonada y echo un vistazo a Evans al otro lado del jardín. Charla con un grupo de élites tan seguro de sí mismo, tan poderoso y atractivo, que nadie sospecharía que soporta tales tratos por una chica— ¿Hasta cuándo vas a maltratarle?

Tori suspira con una expresión ensoñadora. Por mucho que se haga la dura, sé que le ama. Más que el deseo de venganza porque la metiera en la cárcel y tuviera una niña con Ivah, creo que se está divirtiendo con la dinámica entre ellos. Al fin y al cabo, es el único hombre heterosexual que puede tocarla, tiene toda su vida para tener una relación tradicional con él.

Evans detecta su mirada a lo lejos y se pone tenso, expectante incluso. La frustración puede ser de lo más adictiva y... y yo tengo que dejar de mendigar en la vida íntima de los demás. Tomo una profunda inhalación por la nariz y paseo mi mirada por los asistentes.

—Ojalá hubiera venido Kit —mi comentario va acompañado de un puchero.

—Creía que te habías cansado de tontear con él.

Me encojo de hombros, resignada.

—Esta noche me hubiera gustado... —dejo la frase inconclusa, porque decir "no estar sola" suena casi patético.

—Bueno, siempre te queda Electric Blue, déjale ser la salsa de tus macarrones —bromea y nos carcajeamos.

—¿Quieres que Drake me mate?

Tori se acaricia la oreja distraída.

—Voy a acercarme a hablar con Evans —dice con un tono inocente que no me trago.

—Ya, hablar... ahora lo llaman así.

Aprovecho que me quedo sola para dar un paseo por el laberinto que hay al fondo del jardín.

Mis dedos acarician los altos arbustos perfectamente cortados para formar una pared vegetal mientras me pierdo entre sus callejones. Hay esferas de luz flotando en el aire para iluminar los estrechos pasillos del recorrido.

A lo lejos suena Pumped Up Kids de Foster The People. Le doy un sorbo a mi copa, apreciando la belleza del cielo estrellado.

Si esto fuera una película, me encontraría con Ryan Gosling, y tras una conversación apasionante, se pasaría toda la noche pegado a mi cintura, susurrando cumplidos en mi oreja. Al final de la noche le invitaría a mi cuarto y tendríamos un sexo alucinante.

Pero no, es solo mi vida, así que llego al centro del laberinto donde me topo con una pareja hablándose muy de cerca.

No hay duda de que le pasa algo a mi karma. No paro de atraer parejas a mi alrededor. Quizá he desarrollado otro poder, y soy una especie de cupido andante.

Voy a marcharme por donde he venido cuando se percatan de mi presencia.

—¿Cas? ¿Eres tú? —inquiere la chica con tono festivo. No parece molesta con la interrupción.

Les dedico una sonrisa tímida. Los reconozco a ambos de mi clase de derecho dámaro, de la que no recuerdo haber aprendido nada. Pero eh, al menos esos dos parecen haber sacado provecho de la asignatura.

—Ey, Carla y...—No recuerdo el nombre de él, así que improviso—. Chicos, perdonad la interrupción. Pensaba que ya estaba saliendo laberinto pero creo que me he perdido. He intentado seguir la música pero se ve que mi oído no es tan fiable como yo creía.

Se ríen y entonces él da un paso hacia mí.

—¿Te ayudo a encontrar el camino de vuelta? —Propone y coloca su mano en la parte de atrás de mi cuello. Parece buscar el hueso más protuberante de mis cervicales y cuando da con él lo masajea con las yemas de sus dedos.

Suelto una risilla.

—¿Qué estás haciendo?

—Estoy retirando el efecto de la gravedad de tu cuerpo —explica él con simplez—. ¿Has visto las luces flotantes?

—Ah, has sido tú el que... —suelto un grito cuando noto que mis pies empiezan a despegarse del suelo. Se me cae la copa del susto y se estrella en el suelo— ¡Estoy volando!

—Estás flotando —me corrige Carla desde abajo.

Su chico le da un pequeño empujón a mi pie para que suba lo suficiente como para ver el horizonte por encima del laberinto.

Me agarro a los setos como puedo para recuperar el control de mi movilidad.

—¿Ves el jardín? —me pregunta Carla.

Les muestro mi pulgar cuando diviso las luces de la fiesta y a los demás universitrarios.

—Gracias, pero... ¿cuánto tiempo estaré flotando?

—Se te pasará en unos minutos, pesas bastante más que esas lámparas —me explica el chico flotador.

—Genial, voy a aprovechar para salir de aquí —. Me despido de ellos y avanzo laberinto a través, sirviéndome de la vegetación para impulsarme como un astronauta en una estación espacial.

Mi entrada por los aires en la fiesta es apoteósica. Los presentes sueltan exclamaciones mientras intento frenarme, pero solo me topo con lámparas flotantes que, al no estar sometidas a la gravedad, no me sirven de nada.

—Cas —escucho la voz de Drake desde abajo, pero sin nada con lo que detener la inercia de mi último impulso, voy directa hacia el tejado de la casa.

Me hago daño en las uñas al agarrarme como puedo en una teja. Al menos, logro detenerme y suspiro aliviada.

Cuando logro pararme del todo y recuperar parte del control de mi cuerpo, veo la silueta de alguien en el tejado. Parece hombre pero no va vestido como los dámaros de la fiesta, sino que lleva una chaqueta de cuero y la capucha de su sudadera gris sobre la cabeza. Se gira al escucharme y sus ojos se clavan en los míos.

—¿Qué estás hacien... —Me quedo a medias porque comienzo a descender y sale de mi campo de visión.

Llego al suelo en pocos segundos, aunque mies pies no se plantan en la superficie. No he bajado porque la gravedad vuelva a afectarme, sino porque Evans ha usado la telequinesis para moverme.

Drake me sostiene de la muñeca como si creyera que voy a salir volando otra vez.

—¿Ha sido Tyler? —pregunta.

—Sí, me he perdido en el laberinto y le ha hecho esto a mi cuerpo —explico. Es extraño charlar mientras floto.

—Yo también quiero —dice alguien detrás de mí.

—Eh, vamos a pedirle a Tyler que nos haga flotar.

—Ya puedes soltarme —le indico a Drake. Si nadie me empuja no voy salir volando por los aires—. Hay alguien en el tejado.

Tori frunce el ceño y mira para arriba, pero no podemos verle desde aquí.

—¿Alguien más flotando como un globo de helio gracias a Tyler? —deduce Evans—. Debería descender antes de que se le pase el efecto.

Niego con la cabeza.

—No estaba flotando, estaba "subido" al tejado —corrijo—. Y no es uno de nosotros. Ni siquiera es dámaro.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta Tori.

—Es de Brunem, tiene los ojos rasgados como la gente de aquí.

—Es humano entonces —concreta Drake y gira la cabeza para mirar hacia la casa.

Los genes Brunemens son más fuertes que los dámaros, por lo que el mestizaje entre dámaro y brunemen nunca resulta en otro dámaro sino en un humano. Como consecuencia no hay dámaros con esas facciones.

—Será uno de los trabajadores de la hacienda arreglando el tejado —razona mi hermano.

Me da pena que alguien tenga que trabajar en plena Nochebuena, pero supongo hemos pagado lo suficiente por la casa como para que les compense el sacrificio.

Empiezo a notar que mi cuerpo pesa y las plantas de mis pies acaban por aterrizar de vuelta en el suelo.

—Es hora de cenar —exclama una de las chicas con las que no tengo trato, haciendo sonar una campana—. O nos pillará el alumbrado en mitad de la comida.

Nos sentamos en las mesas alargadas, cuyo mantel blanco y verde combina con el uniforme de los camareros que ha enviado el catering para servirnos.

Colocan un plato frente a cada asiento con una tapa de metal ocultando el contenido del mismo. La tradición dicta que habrá doce platos distintos y dispuestos de forma aleatoria con el nombre de cada comensal. Si no te gusta el que te ha tocado puedes hacer un trato con otra persona, pero en el caso de intercambiar platos deben intercambiarse también besos. Es algo parecido a la costumbre humana de besarse bajo el muérdago pero con intereses gastronómicos de por medio.

Estoy bastante satisfecha con el cordero asado con patatas que me ha tocado, pero Tori, que no es muy fan del pescado, le pide a Evans que la bloquee para poder intercambiar su besugo con el conejo a las finas hierbas de Ryan Brisbane, quien dicho sea de paso, está para ser él mismo el manjar de una cena de gala.

—No voy a bloquearte para que te besuquees con otro —increpa Evans en tono bajo pero tenso.

—¿Por qué no? Es la tradición, como no usar métodos de inseminación artificial entre dámaros —le espeta ella con una sonrisa inocente.

Evans suspira y cambia su plato de redondo de ternera con el de ella. Le planta un beso con mucha lengua del que vuelvo a ser testigo, porque les tengo justo de frente.

A Evans tampoco le gusta el pescado, pero Brisbane es positivamente caliente y entiendo sus reparos.

A mi lado, Electric Blue y mi hermano se intercambian platos solo para tener la excusa de besarse delante de los demás. Alzo una ceja ante el despliegue y noto las miraditas de algunos compañeros de mesas. Si alguien sospechaba de ellos, ese pico, definitivamente, no va a ayudar. No es que no tengan suficiente de eso en la intimidad, pero debe haber algo liberador en hacerlo en público por una vez.

—Hora de pedir un deseo —exclama Carla que está a tres asientos del mío.

Alzamos las copas de champán y todos entrelazan sus brazos al de alguien para beber y pedir un deseo, pero me he quedado fuera por estar sentada en una mesa con un número de comensales impares.

Lo que decía, le pasa algo a mi karma.

Doy un trago a mi bebida junto con los demás a pesar de ello y formulo el deseo de mejorar mi karma.

—¿Cas, has pedido un novio para no seguir siendo la sujeta velas del grupo? —pregunta Lara Sorensen con tono malicioso.

No me molesta tanto su crueldad hacia mí, sino su insinuación pública de que Drake y Electric Blue son pareja. Sabe el daño que eso puede hacer a la reputación de mi hermano.

—¿Y tú has pedido superar lo de Drake de una vez? —contraataco con calma, sin sulfurarme.

Tori se atraganta con su bebida en una risa repentina y Electric Blue me guiña un ojo, pero mi hermano no está nada contento con que alimente el fuego de esa hoguera.

Lo siento, bro, no he podido evitarlo.

Nos traen el postre dentro de cajitas individuales con candados numéricos y un sudoku. El código es la suma de los números que van en el cuadrado central de cada cuadro del sudoku.

Sonrío, tomando el bolígrafo. Soy una pro de los sudokus y termino la primera, bastante antes que el resto. Recibo un aplauso de mis compañeros que me saca una sonrisa y devoro mi tarta de queso con arándanos con gusto a victoria.

A cada poco, se me acerca alguien para pedirme ayuda con sus números y me abruma un poco la atención. Nunca he sido popular, pero esta noche parezco estar en boca de todos.

"¿Has visto que la chica voladora es un genio de los sudokus?"

Nos levantamos de las mesas cuando faltan solo quince minutos para el alumbrado. El pueblo de Orumen, situado en la ladera de la montaña a la que tenemos vistas desde aquí, apaga a medianoche todas sus luces a excepción del gran árbol de Navidad de la plaza central. Después se van encendiendo las luces que han colocado en los árboles de la selva, formando un camino hasta la punta más alta de la montaña, donde hay un belén gigante. Lo hemos visitado esa misma mañana y es como una mini ciudad con todo tipo de detalles.

Cuando la luz llegue a la cima, empezaran los fuegos artificiales.

Nos congregamos en un espacio reducido. Se nota en las conversaciones animadas y en el movimiento incesante de los cuerpos, que se han vaciado varias botellas de vino y champán durante la cena. Están emocionados ante la perspectiva de sumirnos en la oscuridad para presenciar en la lejanía la tradición Orumenia.

—¿Karen? —exclama Tori a mi lado con los ojos entornados. Miro por encima de mi hombro y veo a la hermana pequeña de Evans escurrirse entre los invitados.

Se supone que debería estar en la capital de Brunem con el resto de estudiantes dámaros y los profesores que los acompañan, pero ha debido colarse en el vehículo del equipo de catering para llegar hasta la mansión. O quizá haya hecho algún tipo de trato con ellos, es una niña de lo más ingeniosa.

Consciente de que la hemos avistado, Karen se detiene y se le hunden los hombros un instante antes de darse la vuelta. Se toma su tiempo para aproximarse a nosotros.

La acompaña una joven con la que la he visto más veces. Solía ser una niña solitaria y paliducha, hasta que hace dos años descubrió que tenía el poder de transformar a un despojado de vuelta en dámaro, lo que la convirtió en una élite. Ahora parece que tiene amigos y las ojeras azuladas bajo sus ojos han desaparecido.

—¿Qué haces aquí? —increpa Evans.

—Lo mismo que tú, ver el alumbrado.

—¿Cómo cojones has llegado hasta aquí? —pregunta Evans incrédulo y confuso a partes iguales.

—Un mago nunca revela sus trucos —replica la joven.

Supongo que es por lo que ocurrió hace dos años con los despojados en la montaña y por lo de Ozzy, pero cada vez que miro a Karen tengo la impresión de que tiene planes ocultos y que los demás estamos perturbando su agenda con nuestras preguntas. Suele tener una expresión... como tratando de disimular su aburrimiento ante la lentitud de su interlocutor. El interior de su mente debe ser de lo más interesante.

—Eres más bruja que mago —espeta Drake. No la soporta y no puedo culparle. Karen está encaprichada con el ex novio de Drake, quien a su vez tiene una relación muy cercana con la niña. Ese peculiar triángulo amoroso dio lugar a varios conflictos entre ambos durante el año que Drake estuvo saliendo con Ozrrat Halil—. ¿Por qué no vas y despiertas a Ozzy? —prosigue mi hermano arrugando la nariz. Lo que en realidad quiere decir es cómo se atreve a ir a una fiesta y a seguir con su vida mientras Ozzy lleva dos años durmiendo.

—¿Qué pasa? ¿Ya te has cansado de chupársela a Kyle? —pregunta ella con una sonrisa de fingida cordialidad.

Su amiguita suelta una risita que demuestra que están en plena adolescencia. Con Karen es difícil recordarlo, pues habla y se conduce igual que una mujer madura. En realidad, es igual que una estatua de hielo. Solo la he visto perder los papeles con su hermano, o hacer algo tan humano como sonreír, con Ozzy.

Drake parece querer estrangularla con sus propias manos, pero Kyle se interpone entre ambos y tuerce la cabeza. Me recuerda a un gato evaluando al pajarito que va a zamparse. Coloca la palma de su mano extendida frente al bajo vientre de la chica.

—¿Qué haces? —se queja Karen incómoda, a pesar de que no la toca.

—Intento calcular por qué tamaño va tu vagina, para saber cuánto falta para que despiertes a Ozzy —responde Electric Blue con el tono clínico de un médico.

Karen le da un manotazo para que se aparte de ella y Evans chasquea la lengua.

—Por todos los despojados. Es mi hermana pequeña... podéis no... —Le interrumpe el rugido profundo de un tigre.

—Eh, eso ha sonado muy cerca —exclamo, dando un paso hacia Drake. Le tomo del brazo.

—Hay algo entre nosotros y los animales de la selva, ¿verdad? —pregunta Carla a pocos metros—. Una valla o algo así, ¿no?

—Claro, no los dejarían campar a sus anchas por la hacienda con los turistas —responde Tyler, el hombre anti gravedad.

Espero que esté en lo cierto.

El tigre vuelve a rugir y doy un salto sobre mí misma porque suena aún más cerca.

Drake me da un apretón en la mano.

—Tranquila, están en época de apareamiento, no piensan en comer.

Eso no me tranquiliza.

Trago saliva, cuando alguien apaga todas las luces y nos sumimos en la más profunda oscuridad. Mis pulsaciones aumentan y busco a tientas a Tori, Drake o quien sea. Joder, si hasta abrazar a Karen me consolaría en estos momentos.

¿Qué cojones te pasa Cas? ¿Desde cuándo tienes fobia a la oscuridad? Me digo focalizando mi atención en las diminutas luces de Orumen que refulgen en la lejanía. Pero cuando hasta estas se apagan, me empieza a dar un pequeño ataque de ansiedad. No estoy segura de si es el alcohol que he ingerido o el cortisol jugándome una mala pasada, pero tengo un terrible presentimiento. Respiro hondo, recordándome que estamos aquí para presenciar algo divertido y emocionante y no para entrar en pánico. Solo tengo que soportar la oscuridad unos instantes más, hasta que den las doce de la noche y empiece el alumbrado.

Presto atención a las conversaciones y a las risas de los demás a mi alrededor. Si ellos están relajados, todo debe estar bien. Nadie está pegando gritos ni oigo rugidos y zarpazos de tigre. Me concentro en sus voces y me aferro a ellas como a una tabla en mitad de un océano oscuro. Lo hago hasta que noto un cambio progresivo en el ambiente, las voces, las risas y las pisadas se han ido apagando hasta que me veo envuelta por un silencio tan siniestro como la oscuridad que me ciega.


******


—¿Estás bien? ¡Eh, tú! ¿Te encuentras bien? —. La joven que me grita tiene los ojos verdes.

Me fijo porque la tengo muy cerca de mi cara. Creo que se llama Rose. Chasquea sus dedos frente a mi nariz y pestañeo dando un paso hacia atrás.

—Eh... sí, estoy bien, claro —. Miro a mí alrededor. ¿Dónde está Tori? Estoy segura de que había bajado las escaleras de la mansión conmigo—. ¿Has visto a la chica que estaba conmigo?

—No, lo siento —se disculpa, frunciendo el ceño—. Estabas sola frente al espejo, parada como una estatua y sin reaccionar. He creído que te ocurría algo porque no me respondías y... y yo también estoy un poco desorientada.

Conforme lo relata noto olor a alcohol en su aliento y entiendo a qué viene su confusión mental. Es un poco pronto para estar ebria. Tori y yo apenas hemos terminado de maquillarnos, no deben ser más de las nueve.

Vuelo a mirar a mí alrededor. Estoy en el salón trasero de la mansión que hemos alquilado para pasar la víspera de la Flygjia, y la chica de los ojos verdes, a pesar de estar a dos pasos de mí, está a la intemperie. La puerta corredera que comunica el salón con el jardín está abierta y noto la brisa de la noche sobre mi piel.

Los demás están en el jardín junto a las mesas que han colocado para la cena a la intemperie. Conforme nos acercamos a ellos, los cuento. Somos catorce en total, pero he contando dieciséis personas. Me doy cuenta de que se trata de Karen y una amiga suya, que han debido colarse en nuestra fiesta de alguna forma. Igualmente significa que he sido la última en salir de la casa.

Extraño.

Había más gente pululando por los pasillos y entrando y saliendo de sus cuartos, aun sin terminar de arreglar, hace apenas unos minutos. Quizá Rose tiene razón y he perdido el conocimiento durante unos instantes.

Tori está en el centro del jardín junto a Evans, pero no recuerdo haberme separado de ella en el interior de la casa.

Voy directa a ella para preguntarle cuando ha desaparecido de mi lado pero me detiene el grito de Lara Sorensen.

—¡Mi collar!— Lara se lleva la mano al cuello y ojea el suelo a su alrededor—. Mis pulseras —prosigue mirándose la muñeca. Se acaricia las orejas para comprobar algo—. Y los pendientes. ¿Dónde están mis...?

Mientras habla, introduce la mano en su diminuto bolsito de fiesta.

—¡Me han robado! —declara ultrajada.

—¿Lo llevabas puesto acaso? —le pregunta Evans.

—Claro que lo llevaba. Mi teléfono también ha desaparecido.

—Eh, eh, mi Rolex ha desaparecido también —dice Ryan Brisbane con el dedo índice sobre su muñeca alzada.

—Y mi anillo —dice Drake a mi lado tocándose el dedo y rebuscando por el césped a su alrededor.

Se inicia un revuelo donde todo el mundo revisa sus pertenencias y resulta que faltan cosas a diestro y siniestro.

Tori se toca los pendientes que siguen en sus orejas.

—Son de bisutería —susurra a nadie en particular.

Se han llevado solo las joyas de valor, los relojes caros, teléfonos de última generación y alguna que otra cartera.

El grito de Carla silencia el vocerío indignado.

—¿Pero qué es esto? —chilla la joven con voz temblorosa. Tiene el brazo alzado frente a su rostro y se mira en antebrazo horrorizada como si no le perteneciera— ¡Algo me ha mordido!

—A mí también —grita Lara, mostrándonos el interior de la muñeca. Su voz suena densa, parece estar a punto de romper a llorar. Toma el brazo de Ryan y lo comprueba, abriendo la boca al encontrar las mismas hendiduras— ¿Qué coño está pasando? ¿Qué nos ha picado?

En medio de la conmoción me reviso las muñecas y no encuentro nada, pero parece que todos los demás tienen las mismas marcas misteriosas, incluso Tori, Drake, Evans, Electric Blue y Karen. Ha debido ocurrirles algo mientras yo estaba dentro de la casa.

—No recuerdo haber.... —murmura Drake a mi lado. Sigo la dirección de su mirada hasta las dos mesas que se han dispuesto para la cena— ¿Quién se ha comido nuestra cena?

—¿Qué? —pregunta Evans extrañado.

—Mirad las mesas —grita Drake.

Están llenas de copas medio vacías y platos sucios con restos de postre.

—¿Pero qué cojones? ¿Quién se ha comido nuestra comida?

Me fijo en el trozo de tarta de queso con arándanos que queda en uno de los platos y noto el inequivocable sabor de esta en mi boca.

—Creo que hemos sido nosotros —murmuro, sintiendo como se me eriza la piel. Tengo el estómago a reventar y hasta noto el vino en mis labios.

Me mareo asustada ante la falta de recuerdos en el lapso de tiempo transcurrido desde mi último recuerdo, bajando las escaleras de la mansión con Tori a mi espalda. No parece que hayan sido solo unos minutos.

Tori traga saliva a mi lado, mirando la mesa igual de confusa.

—¿Alguien recuerda haber cenado? —pregunta Drake en alto y se hace un silencio confuso entre los presentes.

—¿Queréis la mala noticia o la mala? —inquiere Electric Blue con su calma imperturbable.

—Has dicho mala dos veces —apunta Ryan Brisbane.

Electric Blue echa la cabeza para atrás y mira las estrellas.

—Es la una de la mañana —declara. Tiene un teléfono con la pantalla rota en la mano. Quizá no ha desaparecido por esa razón.

Se vuelve a organizar un revuelo.

—¿La una? —Exclama Lara con incredulidad— ¿Cómo va a ser la una ya? No pueden ser más de las nueve. ¿Y qué hay del alumbrado? ¿No ha habido alumbrado a media noche? ¿Se supone que hemos cenado? ¿Y nadie lo recuerda? ¿Y qué cojones nos ha picado?

Tomo el brazo de Drake y le doy la vuelta para analizar el mordisco.

—No es una picadura —digo. Tiene dos agujeros profundos con restos de sangre. Todos me miran—. Es una mordedura, como la de una víbora. Aunque hay demasiada distancia entre un incisivo y otro, debe ser una serpiente enorme o...

Me detengo, porque es demasiado estúpido como para decirlo siquiera.

—¿O qué? ¿Un vampiro? —inquiere Ryan Brisbane. Ríe por la nariz pero su expresión es preocupada.

—Bueno, las serpientes no roban —añade Lara, pareciendo considerarlo.

—No sabemos si está relacionado con el robo —intervengo.

—Claro que lo está —Karen se acaricia la herida que ha dejado la dentellada en su muñeca —. Lo que sea que nos ha mordido debe expulsar un veneno que borra la memoria.

—No lo creo —la contradigo—. A mí no me ha mordido y, al igual que vosotros, no recuerdo nada de lo que ha ocurrido entre las nueve de la noche y la una de la mañana.

En ese momento que Tori ahoga un grito y me mira con los ojos muy abiertos.

—¿Qué? —pregunto asustada.

—Tu cuello —dice y me aparta el pelo—. Tienes el mordisco ahí.

—¿Qué? —Se me pone la piel de gallina cuando noto dos hendiduras en la fina piel de mi cuello y las yemas de mis dedos vuelven con restos de sangre—. ¿A alguien más le han mordido en otro sitio?

Se me hiela la sangre cuando nadie se manifiesta.

Soy la única que estaba dentro de la casa y la única a la que no han mordido en la muñeca. Sea lo que sea lo que nos ha pasado, conmigo ha sido peor.

—Puede que sea por tu estatura—. Lara pone la mano a la altura de su cadera, como si yo midiera eso.

Drake le enseña la muñeca agraviada a su ex novia.

—Pena que no me ha hecho olvidar mi relación contigo —le dice, haciendo que se le borre la sonrisa de la cara.

—Voy a ver si han robado en mi habitación también —declara Ryan, caminando hacia la casa. Los demás le siguen, pero yo no puedo moverme.

—¿Estás bien? —me pregunta Tori frotándome los hombros. Estoy tiritando aunque no hace nada de frío.

No sé qué responderle. Reviso mi bolsito en busca de mi teléfono, segura de que habrá desaparecido, pero ahí sigue. Al igual que la pulsera de oro que me regalaron mis padre en mi dieciséis cumpleaños.

No me han robado nada y aun así siento que he sido más víctima que los demás, solo por la singularidad de mi localización al recobrar la consciencia y por la zona del mordisco.

—¿Evans te estaba bloqueando? —le pregunto, cayendo en la cuenta de que lo que sea que nos ha mordido, ha entrado en contacto con su piel.

—Llevo los guantes —se defiende y aparta sus manos de mí avergonzada.

—No, no ahora, sino durante el tiempo que no recordamos.

Tori frunce el ceño, pensativa.

—Sí, supongo que sí, porque estaba de la mano con él cuando... he "despertado". Sin los guantes, quiero decir. Además él suele bloquearme todo el tiempo cuando estamos juntos.

—Es una pena —me lamento—. Nuestro ladrón vampiro se hubiera llevado una bonita sorpresa.

Nos reímos fantaseando con esa idea.

—Lo que no sé es qué hago en el jardín. Mi último recuerdo es de cuando estábamos en el cuarto terminando de arreglarnos.

Asiento ya que mi último recuerdo es poco después de eso.

Tori suspira.

—Solo se ha llevado mi teléfono. Si algo bueno tiene ser pobre es que no tenemos complementos caros qué robar —bromea. Aun no le he dicho que conservo mi teléfono.

—Eres élite ahora, Tori —le recuerdo—. Ya no eres pobre.

—Sí, pero estoy tan acostumbrada a serlo que no se me ha ocurrido comprarme joyas.

Esbozo una sonrisa distraída.

—Lo único que llevaba de valor en mí era ese teléfono —prosigue.

¿Por qué no me han robado nada?

—El mío es un regalo de Drake y es bastante caro. No tiene la pantalla rota como el de Blue. Así que no entiendo porque no se lo han llevado.

Lo saco, mostrándoselo como si fuera un secreto o la prueba de algún delito. Quizá lo sea.

—Estabas dentro de la casa ¿verdad?

—Sí.

—¿Había alguien más contigo?

Niego con la cabeza.

—Rose estaba cerca de mí, pero técnicamente fuera de la casa.

La llevo hasta la puerta corredera donde tengo los primeros recuerdos y le indico el lugar exacto.

En el salón, me reviso el cuello en el espejo frente al que he recobrado la consciencia hará ya media hora.

Ryan, Carla, Tyler y otro chico, del que no recuerdo el nombre, nos informan de que se han llevado el dinero, los ordenadores, las tablets y cualquier otra cosa de valor que tuviéramos en la casa.

—Voy a llamar a la policía —declara Ryan molesto. Mira a Electric Blue que está junto a la chimenea sin molestarse en revisar sus pertenencias al contrario que el resto del grupo— ¿Me prestas tu teléfono?

Le doy el mío y Ryan lo mira ceñudo, sin duda, se pregunta porque no me lo han robado.

—No llames a la policía humana —le prohíbe Evans—. Contactaré con la Guardia Dámara.

—El ladrón ha usado culebras venenosas para noquearnos. Es extraño pero no tiene pinta de ser la obra de un dámaro —razona Ryan.

Evans se mira las marcas de la muñeca, pensativo.

—El veneno de una serpiente no produce pérdida de memoria—. Se muerde el labio abstraído—. Aunque no tenga pinta de ser algo organizado por dámaros, sin duda han contratado a alguien para borrarnos la memoria. Si hay un solo dámaro envuelto en el robo, lo investigaremos nosotros.

Nadie se atreve a contradecirle.

—Lara, tú contrataste la casa, ¿verdad? —Prosigue diligente— ¿Puedes contactar con la agencia y preguntar si tienen cámaras de vigilancia?

—¡Eso es! —exclama Tori, levantándose del sofá. Me señala entusiasmada—. Claro que tenemos una cámara de vigilancia.

—¿Qué? Yo, no... no recuerdo nada.

Tori sacude la cabeza y me toma de los hombros.

—Cas, has desarrollado tu poder en los últimos años de formas inimaginables. ¿Recuerdas cuando Evans regresó a la escuela y me puso un paraguas en la mano? Esa fue la primera vez que lograste pasar tus grabaciones a un dispositivo electrónico. Y ahora has conseguido hacer grabaciones con visión nocturna y mostrar imágenes sin ningún tipo de iluminación. Aunque no recuerdes lo que ha ocurrido, debe haber algo grabado en tu memoria. Solo tienes que concentrarte y acceder a ello.

Suspiro, notando la presión de que todos los presentes me estén mirando y esperando a que salve la noche y arroje luz sobre lo ocurrido.

—Voy a intentarlo, pero no prometo nada.

Me pongo de pie y me aproximo a la televisión para tocar la pantalla. Solo grabo lo que veo cuando decido hacerlo de forma voluntaria o cuando me pongo muy nerviosa.

Cierro los ojos y busco entre el catálogo de las imágenes de mi memoria hasta llegar a la última. La envío a la televisión y la pantalla se enciende.

Al principio no entiendo lo que veo. Parece que voy volando sobre unos setos.

—Ese es el laberinto que hay al final del jardín —declara Carla, apuntando a la pantalla—. Tyler y yo lo hemos recorrido esta mañana cuando hemos llegado a la casa.

—¿Tyler te ha hecho flotar? —me pregunta Drake, pero no recuerdo nada.

La imagen se corta. He debido grabar solo el principio de mi vuelo hasta que me he tranquilizado. Lo siguiente que veo es a los demás reunidos en el jardín y mis manos intentando agarrar algo para no salir disparada. Mi visión es caótica y va del suelo a la fachada de la casa, contra la que parezco estamparme.

—Ahí, hay alguien en el tejado —apunta Karen, señalando la televisión. Pero la imagen que se ve ahora es del suelo aproximándose a mí—. Regresa y pon el stop justo cuando miras por encima del tejado.

Hago lo que me dice, y efectivamente, aunque solo haya unos segundos de memoria, se divisa una silueta negra y encapuchada.

—Es él —exclama Tori.

—¿Qué hacía ese tipo en el tejado? —pregunta Carla asustada.

Trago saliva. Aunque no puedo distinguirlo en los cortos lapsos grabados, algo me dice que me ha visto. Que sabe que yo le he visto a él. Debe conocer mi rostro y yo el suyo.

Me pongo nerviosa y la pantalla de la televisión se vuelve negra.

—¿Qué más tienes? —me pregunta Evans.

Exhalo procurando tranquilizarme. Toco la televisión y me concentro.

En la siguiente imagen que aparece estamos cenando, esa cena en la que ninguno recordábamos haber participado, pero que ahora vemos desde mi punto de vista.

Lara aparece en mi campo de visión mientras dice:

—¿Cas, has pedido un novio para no seguir siendo la sujeta velas del grupo?

Me oigo decir en respuesta:

—¿Y tú has pedido superar lo de Drake de una vez?

Ninguno nos reímos ante lo que vemos, a pesar de que hay risas en las grabaciones que muestro. El humor durante la cena debía ser distinto al que tenemos ahora.

Paso a lo siguiente apretando los dientes con fuerza. Me jode que Lara descubra que me afectan sus burlas lo suficiente como para que se me queden grabadas.

La siguiente imagen es de mi reciente desarrollada visión nocturna, lo que quiere decir que la Cas del momento no veía nada, pero la imagen que he grabado tiene la suficiente iluminación como para adivinar las siluetas de mis amigos a mi lado. Debo de estar asustada por la oscuridad y por esa razón he grabado sin interrupciones.

Se distingue a Tori y a Evans abrazados cuando miro por encima de mi hombro. Contemplan la montaña a la espera de que las luces del pueblo se enciendan.

Drake y Electric Blue están a mi derecha. Por suerte solo están el uno al lado del otro, muy cerca pero sin manosearse. Contengo la respiración hasta que mis ojos se apartan de ellos, por un momento he creído que había grabado un beso en la oscuridad e iba a mostrárselo a todo los presentes.

No obstante, mi atención se centra en la montaña, donde el pueblo de Orumen encenderá sus luces navideñas dando inicio al caminito de árboles encendidos hasta el belén.

Cuando las luces se inician suelto una exclamación sobrecogida por la belleza e instintivamente me giro hacia los demás para compartir mi emoción. No sirve de nada claro, pues la Cas del momento no podía verles. No obstante, parezco darme cuenta del silencio repentino que reina a mi alrededor. El murmullo de mis compañeros se ha apagado hasta que nadie suelta ni un solo comentario.

Miro de un lado a otro nerviosa.

—¿Tori? ¿Drake? —mi voz sale asustada. Me choco contra Drake, esperando por el silencio, que no hubiera nadie ahí. Lo examino a tientas con mis manos— ¿Drake?

No me responde. No se mueve. Continúa mirando las luces de la montaña como si nada más existiera.

—Drake, no tiene gracia. ¿Por qué no me contestas? ¿Por qué no te mueves?

Nada.

Electric Blue, a su lado, parece preso de la misma petrificación. Aunque no pudiera verle en el momento, noto su brazo junto a Drake.

—¿Kyle? ¿Qué estáis haciendo?

Tampoco me responde.

—¿Pero qué cojones hacéis? —grito fuera de mí, mi respiración acelerada. Sacudo a Drake pero no hace nada, no se defiende—. Me estáis asustando, joder, no tiene gracia.

Me vuelvo moviéndome torpe a ciegas. Se ve en la pantalla mis manos estiradas delante de mí.

—¿Tori?¿Evans? —tampoco ellos responden. Me topo con ambos de frente, chocándome al no ser capaz de verles. En la televisión vemos destellos de sus rostros paralizados cada vez que da la casualidad que los apunto con mis ojos. Sus cuerpos están petrificados como estatuas—. Tori, por favor, contéstame. Me estáis asustando. Por favor...

Rompo a llorar de pura desesperación. Debí saber en ese instante que no me estaban gastando una broma. Tori jamás me vería en ese estado de terror y continuaría con algo así.

—¿Qué está pasando? —ruego sin aliento y desesperada. No me veía tan asustada desde el almacén donde nos atacaron los despojados.

—¿Karen? —grito—. ¿Estás ahí?

De pronto suelto un grito aterrado y doy un giro sobre mis talones.

—¿Qué es eso? ¿Quién me ha tocado? —pero es obvio que no veo nada y en la pantalla solo se ve un destello de algo negro deslizándose entre los presentes.

Todos los dámaros que enfoco están igual de petrificados y catatónicos. Silenciosos como un ejército de ánimas esperando la orden de su amo.

Presa de un pánico que se manifiesta en mis jadeos y mi lloro sofocado, me acuclillo hasta ponerme a cuatro patas.

Saco mi teléfono para usar la linterna y gateo esquivando los pies de mis compañeros estáticos y ausentes. La luz de mi linterna no tiene potencia suficiente como para mostrarme el camino más allá de un metro, pero sigo la pequeña señal luminosa de la alarma de incendios que parpadea en el techo del salón de la casa. Por suerte toda la pared es de cristal y puedo usarla de guía.

Prosigo a gatas hasta que me doy contra el cristal. Pongo las palmas de mis manos contra la fría superficie de este para usarlo de referencia y ponerme de pie. Escucho un sonido a mi lado.

—¿Quién hay ahí? —grito desesperada y apunto la fuente del sonido con la linterna.

Es Rose.

Al contrario que los demás, hace un sonido ahogado con su garganta, como si quisiera hablar y no pudiera, y sus ojos, muy abiertos, se mueven nerviosos. Hasta que se queda tan paralizada y ausente como el resto.

—No, no, no... no me abandones—. Le ruego y la sacudo por los hombros. Pero ya no parece consciente de tenerme de frente. Sus ojos siguen abiertos pero estña ida, en trance— ¿Qué te ocurre?¿Qué os está pasando a todos?

Se escucha un ruido dentro de la casa.

—¿Hola? ¿Quién está ahí? —siseo sin aliento.

Con la mano encuentro la abertura de la puerta corredera y entro en el salón. Se me ve reflejada en el espejo. Toqueteo el mueble que lo sostiene, supongo que en busca de algo con lo que defenderme y es en ese momento que se ve una cara por detrás de mí reflejada en el espejo.

Me agarra por detrás y ahogo un grito apuntando la linterna al espejo lo suficiente como para ver la persona encapuchada que me sostiene.

Ha pasado un brazo por encima de mi pecho y me mantiene inmóvil contra su cuerpo.

No es uno de nosotros.

Es de Brunem, lo sé por la forma de sus ojos. Tienen un solo párpado y escasas pestañas. Es un rasgo característico de la gente de esa zona, lo que quiere decir que es humano.

—Eres tú —le dice mi yo de la pantalla al chico reflejado en el espejo—. Estabas en el tejado.

Mi captor inclina la cabeza hacia un lado y sonríe. Es joven, aunque es difícil adivinar la edad de alguien de Brunem, parecen más jóvenes de lo que son. En parte porque su piel es homogénea e inmaculada, y se mantiene bastante tersa con el paso de los años. Tiene los dientes perfectos, blancos y alineados. Sus labios son carnosos y redondeados y su sonrisa forma hoyuelos alargados en sus mejillas.

Nos miramos un instante a través del espejo.

Entonces él levanta mi brazo y pone el interior de mi muñeca contra su nariz, abre la boca y se adivinan unos colmillos prominentes.

—No, por favor —musito e intento forcejear—. No me hagas daño.

Se detiene y vuelve a mirarme a través del espejo. Sisea tratando de apaciguarme.

Con su otra mano aparta mi pelo dejando mi cuello al descubierto y lo acaricia una vez sin despegar sus exóticos ojos de los míos.

—Kim solo quiere una joya del botín —murmura y frota su nariz contra mi sien.

Hay algo salvaje en él, en la forma en que se mueve. Es como un guepardo jugando con su presa, o más bien como una serpiente envolviéndola con su cuerpo antes de engullirla. Baja cabeza despacio, frotando la nariz contra mi pelo.

—La más bonita de todas —murmura antes de hundir sus dientes en mi cuello con una delicadeza inesperada.

Me quedo paralizada y emito sonidos ahogados parecidos a los de Rose.

El chico toma el teléfono de mi mano y lo mira. Hace el amago de guardárselo pero sus ojos se cruzan con los míos en el espejo y se queda quieto un momento. Después lo mete de vuelta en mi bolsito.

La grabación se corta a la vez que el veneno que me ha inyectado surte su efecto catatónico.

Se hace un silencio que se rompe segundos después cuando Lara exclama.

—¿Qué cojones acabamos de ver?

—No lo entiendo —murmura Ryan—. ¿Habéis visto sus ojos? Es humano, ¿cómo puede hacer eso con sus colmillos?

—Tampoco había escuchado hablar jamás de un dámaro con ese poder.

—¿Estás bien? —me pregunta Tori poniendo su mano sobre mi hombro. Me observa con preocupación.

—Sí... —. Pestañeo procurando volver al momento presente. Mi corazón late con rapidez y me siento un tanto mareada.

—Cas, vamos a necesitar tu ayuda para rastrearle —me dice Evans—. Iremos a Brunem en unas horas en cuanto estemos sobrios. No puede andar lejos.

Tomo una profunda bocanada de aire.

—¿Qué? —protesta Tori—. No, no vas a llevarla... es que no has visto como la ha tocado. Debe sentirse un tanto violada.

Trago saliva.

—Está bien, Tori. Haré lo que haga falta.

—Tenemos que encontrarle —insiste Evans—. No solo por nuestras pertenencias, sino porque no tengo ni idea de lo que es. Se supone que no hay dámaros con ese aspecto. Y aunque lo sea, si su poder es paralizar y borrar la memoria, suena bastante peligroso.

Soy incapaz de participar en la discusión aunque me incumba más que a nadie. Estoy demasiado afectada por lo ocurrido.

No logró dormir durante el rato que nos hemos dado para que amanezca y que se nos pase el efecto del alcohol.

Escucho la respiración profunda y rítmica de Tori en la cama de al lado y contemplo el techo de la habitación repasando lo ocurrido. El misterio da vueltas en mi cabeza mientras vuelvo a mirar las imágenes grabadas prestando más atención esta vez.

"Es que no has visto como la ha tocado. Debe sentirse un tanto violada"

También he grabado esa parte.

Tori tiene razón, debería sentirme incómoda con la forma en la que me ha tocado. Suspiro apartando las mantas, agobiada por el peso de estas.

Debería sentirme un tanto violada, pero si soy sincera, no es así como me siento en absoluto.

Incapaz de soportar la cama por mas rato, me levanto, tomo mi bolsito del tocador y salgo al pasillo.

Saco mi móvil de dentro y lo reviso concienzudamente. Lo ha tenido en sus manos y aun así me lo ha devuelto.

Examino en contenido de mi bolso aunque sé que solo había metido un pintalabios y mi teléfono.

Mis dedos se topan con un papel doblado y lo saco a toda prisa. Al desdoblarlo me encuentro que es la hoja de un sudoku rasgada de su libro. Tiene dos sudokus y sobre cada uno de ellos hay dos símbolos brunemens. Su escritura es distinta a la nuestra, más simbólica.

¿Los ha dibujado él?

Examino la hoja sin encontrar nada más. Me dejo caer sobre mi trasero contra la pared del pasillo y me pongo a resolver ambos sudokus. Una vez los tengo listos, no tengo ni idea de qué hacer a continuación. Quizá los símbolos sean una pista.

Busco en internet, pero es prácticamente imposible descifrarlos así. Suspiro frustrada.

Por la ventana del fondo del pasillo veo que ha amanecido y escucho ruido en la primera planta.

Bajo las escaleras y me encuentro a un par de limpiadores humanos recogiendo el salón. Una mujer y un hombre.

—Buenos días —saludo y me sonríen. Contemplo la forma de sus ojos con renovado interés y me aproximo a la mujer para mostrarle la hoja—. ¿Sabría decirme qué significa este símbolo?

La mujer lo mira un segundo y asiente.

—Significa inteligencia, persona joven y mujer.

—¿Inteligencia, persona joven y mujer? —repito con el ceño fruncido. Tras unos segundos de desconcierto le enseño el símbolo que está sobre el segundo sudoku.

—Encuentra a Kim —dice la mujer. Señala ambos símbolos y los lee de corrido—. Chica lista encuentra a Kim. Eso es todo junto.

La miro boquiabierta.

—¿Se encuentra bien señorita?

—¿Está segura de que pone eso?

La mujer asiente con vehemencia.

—Gracias —le respondo distraída.

Me siento en el sofá con el papel en la mano. Lo miro durante un momento sin saber qué pensar.

La suma de los números de los cuadros centrales era la cifra del candado, pero qué tiene eso que ver con Kim.

¿Habrá visto el juego desde el tejado?

—¿Disculpe? —le digo al hombre al verlo pasar con un saco enorme de basura—. ¿Trabaja alguien con ustedes con el nombre de Kim?

—Kim, ¿qué más? —me pregunta el hombre.

Titubeo y miro el papel.

—La verdad es que no lo sé

—Creo que no, señorita. Pero Kim es un nombre común aquí.

Asiento desmoralizada.

¿Y si los números son letras? ¿Las letras del abecedario? Juego con esa idea pero no me sale nada con sentido. Tampoco es que conozca bien los nombres brunemens, son de lo más extraños para mí. Pero sí sé que son cortos y que tienen una sucesión sencilla entre constante y vocal. Cosa que no cuadra con mis resultados.

¿Y si es un número de teléfono?

Marco los números de las casillas centrales y hago la llamada. Me responde una mujer en una panadería. Le pregunto si conoce a un joven llamado Kim y dice que no.

Suelto un bufido frustrada. No me extraña que no haya funcionado, pues solo he usado el primer sudoku, obviando el segundo. Estoy segura de que debo usar los dos, pero ¿cómo?

Marco los números centrales del segundo sudoku y cuando casi he terminado me doy cuenta de que van del 1 al 9 sin repetirse, aunque desordenados. ¿Será solo una casualidad? ¿O es una pista?

Medito un instante en lo que pueda significar eso. ¿Y si es el órden por el que tengo que marcar los números del primer sudoku?

Escribo los números centrales del segundo sudoku sobre los cuadros correspondientes en el primero y marco los números centrales siguiendo ese orden de uno a nueve.

En cuanto pongo el último dígito algo ocurre. En mi pantalla aparece que ya tengo ese número agendado bajo el nombre, nada más y nada menos que, de Kim.

Suelto una risa entre incrédula y fascinada.

Ha grabado su número en mi teléfono y me ha dejado una pista.

¿Por qué?

¿Qué quiere de mí?

Repaso la escena grabada de nuestro encuentro de nuevo.

"Lee solo quiere una joya del botín"

Pero no se ha llevado una joya sino muchas. ¿Se refería a... mí?

"La más bonita de todas"

¿Por qué no me ha mordido en el jardín junto con el resto?

¿Ha sido él quien me ha tocado mientras le rogaba a Tori que me respondiera?

Suspiro.

No tengo recuerdos físicos de sus brazos rodeándome, de su nariz contra mi pulso en la muñeca y en el cuello. Solo tengo las grabaciones y aun así, ahora que lo he visto, es como si casi pudiera sentirlo.

Vuelvo a encender la pantalla de mi teléfono. Debería contarle a los demás que me ha dado su número y acudir a la policía o a la guardia, pero en lugar de eso escribo un mensaje.

"¿Kim?"




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