NAHOYA KAWATA» INHIBITIONS
La policía se aproxima. O eso es lo que el estridente sonido de las sirenas les informa desde le lejanía, ocasionando que el corazón de Kazumi arremeta con fuerza contra su caja torácica apenas es capaz de reconocer el particular sonido. Luciendo como un cervatillo asustado, se gira para ver a Nahoya en medio de una ligera crisis de pánico que deja ver lo inexperta que es en ese ámbito al que está siendo introducida de a poco por el chico. No puede evitar congelarse en su lugar, con el arma del crimen todavía en su mano izquierda que la declara culpable de aquel horrible dibujo que han hecho en propiedad pública, mientras que una sonrisa juguetona, característica del hermoso joven de cabellos alborotados color anaranjado, le parece dar la bienvenida al lado corrupto de la vida.
— ¡Vámonos!
A diferencia de ella, no se ve preocupado en lo más mínimo. En realidad, es todo lo contrario. Está disfrutando la situación a lo grande, devorando esa adrenalina que consume su cuerpo y que lo hace sentir vivo como pocas cosas. La sensación se le hace algo único y se ha enamorado de ella. Le fascina cuando su corazón se acelera y la sangre comienza a correr por sus venas con descontrol. Se ha hecho un adicto a ello y, ahora, desea que Fukushima también se enamore del sentimiento. Que se salga de la caja en la que vive desde que tiene uso de razón y que disfrute un poco más la vida de una vez por todas, porque la vida es una y uno nunca sabe cuánto durará.
— ¡¿A dónde se supone que vamos?! — pregunta Kazumi a tropezones, aferrándose a la firme espalda del mayor de los Kawata y aumentando la fuerza en el instante en que el chico parte de forma acelerada en su motocicleta, marcando la calzada en el proceso y sacándole un chillido ahogado a la joven.
— Lo más lejos posible de la escena del crimen — le grita como respuesta sin dejar de lado ese tono jubiloso, que le demuestra a la joven que miedo, es lo que menos siente.
El olor a neumático quemado le pica en la nariz y, mientras se alejan, se toma un instante para girarse y guardar en su memoria la imagen de ese horrible garabato que han hecho entre jugueteos y risas. No son los artistas de la generación —ni cerca de serlo con sus mediocres habilidades— pero lo han disfrutado de una manera desmedida.
Y entretanto lo divisa desde la lejanía, vuelve a sonreír como si jamás hubiera estado llorando de rabia, decepción e impotencia en la soledad de su cuarto porque el mundo ha decidido que desquitarse con ella, es lo más divertido jamás inventado. Kazumi no puede evitar sentirse conmovida y agradecida con Nahoya por todo lo que ha hecho. Por ser un ser maravilloso y presentarse, sin que ella se lo pidiera, en la puerta de su departamento como esa bocanada de aire fresco que tanto necesitaba para dejar de sentirse miserable por un rato. Él no espero a que ella le dijera explícitamente que se sentía mal o que necesitaba despejarse, simplemente, leyó entre líneas y se tiró de cabeza a la piscina para rescatarla, porque no iba a permitir que su chica se ahogara.
No en su guardia.
Y es ese detalle, el que consigue que el corazón de la joven revolotee con locura cada vez que lo ve, porque nadie más hace por ella lo que él hace. Nadie, además de Nahoya, está dispuesto a ensuciarse las manos con tal de verla sonreír. Porque sabe que lo merece, además de que ese mundano gesto que se ve tan común en cualquier otra persona, dibujado en su rostro es algo diferente. No golpea de la misma manera. Nahoya no es un poeta, pero hasta él cree que una sonrisa de Kazumi es una obra sublime que debería adornar las galerías de arte más prestigiosas del mundo.
Continúan avanzando por las desoladas calles nocturnas de Shibuya a una velocidad que, minutos más tarde, en los que ya no se oye las sirenas policiales, se le hace innecesaria a la chica. Ya no los persiguen — si es que en algún momento si quiera lo hicieron — así que no hay necesidad de ir tan rápido.
Una parte de ella quiere pedirle que baje la velocidad, porque la verdad es que aún no termina de acostumbrarse completamente a todo lo que conlleva salir con Nahoya Kawata, capitán de la cuarta división de una de las pandillas más importante de la zona. Sin embargo, termina guardándose cualquier tipo de comentario al respecto y se convence a sí misma de que lo mejor que puede hacer, es disfrutar del viaje. Gozar de la sensación que le produce la brisa nocturna al impactar contra sus mejillas y alborotarle el cabello. De la sensación de adrenalina que todavía no termina de abandonar su cuerpo y de la compañía de Nahoya, el diablillo de sonrisa engatusadora.
No pregunta hacia dónde se dirigen y tampoco necesita una explicación de su parte, debido a que le da igual a donde vayan, porque sabe que todo estará bien mientras permanezcan juntos.
Desde lejos se le es posible divisar el Rainbow Bridge y sabe que se dirigen a ese lugar que alberga un recuerdo especial para ambos, porque es el lugar favorito de ella y allí, lo convirtieron en algo mucho más especial cuando él se lanzó a robarle su primer beso en medio de una noche tormentosa.
Se estaciona a un lado de la acera y Kazumi baja de la moto apenas tiene la oportunidad. No es que le agrade la idea de separarse del calor de Nahoya, pero la poca costumbre que tiene de andar en el vehículo motorizado ha causado que sus nalgas comiencen a quejarse.
Se dispone a avanzar, estirar las piernas, pero un tirón desprevenido desde su cintura la hace caer sentada entre las piernas de Kawata. Los firmes brazos del joven serpentean a su alrededor, envolviéndola, aprisionándola contra su torso en cosa de un parpadeo.
— ¿A dónde crees que vas? — cuestiona en un susurro divertido contra su oído, justo antes de dejar una traviesa mordida en el lóbulo de su oreja que es seguida por picarones besos en la piel desnuda del cuello de la chica; que provocan sensaciones satisfactorias y adictivas que dejarían a su padre pegando un grito en el cielo si se llegara a enterar de que un tipo como Kawata se las causa.
No pide permiso, cosa que se le ha hecho normal de su parte a Fukushima. Nahoya actúa por mero instinto y conocimiento previo. Sabe que ella lo disfruta, porque su cuerpo se lo hace saber y todas aquellas acciones que lo ayuden a provocarla, a jugar con su mente, las utiliza porque le encanta sacarla de su eje. Atontarla y admirar la expresión de adorable desconcierto que se dibuja en su rostro después de haberle mordido la mejilla de la nada o besarla en medio de una oración, lo emociona con locura.
Adora su introversión y timidez, porque se entremezclan bien con su extroversión y descaro.
— Quería estirar las piernas — le responde en un bisbiseo, girando su rostro para encontrarse con el de él.
La cercanía entre ambos rostros la embriaga. Su olor, su calor y su sonrisa golpean sus sentidos con brutalidad y, para cuando se percata, se encuentra a sí misma admirando esos perfectos labios color melocotón que tienen la clave para encender cada parte de su piel con solo un efímero roce.
— ¿Quieres algo?
Kazumi asiente.
Es obvio lo que quiere, pero Nahoya desea que se lo pida o, en su defecto, que solo lo tome sin más. Las dos opciones le parecen validas e igual de buenas. Aunque la segunda se le hace menos probable, pero no le importa porque, de cualquier forma, se trata de ella.
Kazumi es tímida y la mayoría del tiempo se cohíbe por cosas sencillas. Sin embargo, Nahoya se ha ido percatando de que, entre más tiempo comparten juntos, sus inhibiciones se han ido evaporando cada vez más. Y una prueba total de ello es ahora, cuando la joven lo toma por el cuello sin segundos miramientos y se lanza a comerle la boca, matando esas ganas de besarlo que siempre le provoca con sus jugueteos con dobles intenciones. Es la primera vez, desde que comenzaron a salir, que ella toma la iniciativa y eso le encanta al chico, que no puede evitar sonreír mientras le muerde el labio inferior a su chica en medio del beso.
Dedicado a teffyrula porque ella me atacó por mucho tiempo con hadcanons, fanarts, entre otros, de este hombre.
Espero te haya gustado, bb, y estuviera a la altura de tus espectativas 🤧
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