KAZUTORA HANEMIYA» SAFE PLACE
Advertencia ⚠️
Mención leve de violencia doméstica.
La escena se reprodujo en cámara lenta frente a sus ojos, torturándolo otra vez. Los gritos femeninos le taladraban los oídos sin piedad y el terror ya conocido reptó por su cuerpo al igual que una serpiente, inmovilizándolo. Quería correr, gritar... De alguna manera detener aquello, pero Kazutora parecía no ser dueño de su propio cuerpo, por lo que no era capaz de mover ni siquiera la punta de sus dedos por más que lo deseara con todo su corazón. Estaba paralizado, obligado a ser solo un mero espectador en ese lugar, rezando por desaparecer y dejar de revivir ese infierno con el que estaba tan familiarizado desde que tenía uso de razón.
La desesperación absoluta le oprimió el pecho con fervor y lágrimas de impotencia brotaron de sus hermosos luceros, comenzando un viaje por sus pálidas mejillas hasta desaparecer en su mentón. Otra vez se sentía pequeño, insignificante y débil. Como si los años nunca hubieran pasado en él y siguiera siendo aquel niño asustadizo, iluso y falto de cariño de siempre.
Como si nada hubiera cambiado en lo absoluto.
Un nudo se formó en la boca de su estómago cuando aquellos fríos ojos se posaron de forma repentina sobre su persona, denominándolo su nueva entretención de ahora en más. Ser el blanco de esa vacía mirada jamás fue algo que quisiera, por lo que pronto el pánico lo azotó con ferocidad. Lo observó comenzar a avanzar en su dirección con lentitud, destrozando con cada paso su sistema nervioso que, desde un inicio, ya se encontraba en estado de crisis por solo compartir la misma habitación con él y respirar el mismo aire.
No podía alejarse, esquivarlo o pedir ayuda. Sin importar cuántas veces intentara gritar la voz no le salía y, a pesar de eso, sentía cómo la garganta le ardía por un esfuerzo inexistente que solo conseguía aumentar su frustración.
Joder, estaba atrapado.
La sombra de su progenitor se alzó con lentitud sobre él, eclipsando de a poco la luz del salón y convirtiéndose él, en lo único que sus ojos eran capaces de captar. Su corazón arremetió contra su caja torácica como si no existiera un mañana y cerró los ojos, preparándose para el impacto en el instante en que vio el puño elevarse, enfocando su rostro como un blanco perfecto.
Sucedería otra vez.
— ¡Kazu!
Sus párpados se abrieron de golpe e, inconscientemente, inspiró aire de forma profunda como si todo este tiempo se hubiera estado ahogando en su desesperación. Entre las penumbras del cuarto que eran producidas por la cortina levemente corrida para dejar ingresar la luz de la luna, el rostro preocupado de su novia fue lo primero con lo que se topó, causándole, casi de inmediato, un efecto calmante en todo su ser.
Kazumi, consciente y acostumbrada a los terrores nocturnos que su pareja suele sufrir, se ocupó de hacer lo mismo de siempre: reconfortarlo.
— Ya está, mi amor. Solo fue una pesadilla... — le susurró la fémina mientras se dedicaba a limpiar las pequeñas gotas de agua salada que habían logrado escurrirse de sus brillantes ojos.
— ¿Ha- hace cuánto llegaste? — cuestionó con voz inestable, reincorporándose en la cama en busca de una posición más cómoda para recuperar la estabilidad emocional pérdida hace unos segundos por su propia mente.
— Hum... — Miró el reloj digital junto a la cama, el cual marcaba las tres de la mañana. — Hace alrededor de cuatro horas. Me tarde más de lo que creía haciendo cuadrar la caja en el restaurante y cuando llegué ya estabas dormido por lo que...
Kazutora asintió, dejándole en claro que no tenía la necesidad de decir nada más porque lo entendía. Era raro que el chico se durmiera antes de que su novia llegara a casa, pero como Fukushima se estaba tardando tanto en el restaurante y como él se encontraba tan cansado tras un largo día de trabajo, ni siquiera se percató de cuándo se quedó dormido en la cama mientras esperaba por ella.
Sin decir nada, y todavía tembloroso por el susto, se refugió en los cálidos brazos de su novia, recostándose sobre su pecho.
— Me alegro de que estés aquí... — bisbiseó, ocultando su rostro en el espacio que quedaba entre el cuello y hombro de la chica, aspirando su dulce aroma como si se tratara de algún tipo de droga imprescindible para Hanemiya.
Las caricias en su largo cabello bicolor no se hicieron esperar, provocándole un agradable cosquilleó por el cual, desde hace mucho tiempo, era sumiso. Amaba cuando ella enterraba sus manos entre las hebras de su cabello y jugaba con estas, independientemente de la ocasión. Le gustaba tanto cuando lo hacía de la manera más inocente y pura como ahora; como cuando lo hacía entre las sábanas, en esos momentos íntimos en los que él lograba llevar su libido a tope, haciéndola desfallecer del gusto entre sus brazos mientras proclamaba su nombre.
— ¿Otra vez la misma pesadilla? — interrogó la chica tras un pequeño silencio, a lo que Kazutora movió la cabeza ligeramente en señal de confirmación. No era la primera vez que soñaba con ellos y, estaba seguro, de que no sería la última. — Ya veo... No te preocupes, cariño. Aquí estoy yo para protegerte. Estos músculos de aquí no son una broma — dijo, provocándole al muchacho una pequeña risa que consiguió sacarle una sonrisa de satisfacción a ella.
«Dios, tan tierna como siempre» pensó feliz el joven, depositado un beso en la piel expuesta de su pareja.
— Lo sé, amor. Sé que ya estoy a salvo... — murmuró cerrando los ojos, dejándose arrullar por los acompasados latidos del corazón de su pareja que le recordaban que, al fin y después de tanto tiempo de espera, poseía un lugar seguro al cual correr en sus tiempos de desamparo. Un lugar que, estaba seguro, lo recibiría con los brazos abiertos sin importar el día o la hora, porque de eso se trataba lo que ambos habían creado, una relación de apoyo mutuo y toneladas de amor para curar las heridas del pasado.
Llegué con algo cortito y soft porque Kazutora me pone así. Quiero protegerlo y cuidarlo, porque se lo merece 🤧
Y muchas gracias por leer, estoy sorprendida con el apoyo a esta historia. Así que gracias por la oportunidad y espero que les haya gustado💙
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