KAWATA SOUTA» CRY BABY

Estar otra vez de esa manera, después de tanto tiempo, se siente igual que mirar a través de un caleidoscopio atiborrado de hermosos recuerdos, los cuales ha mantenido guardados con cariño entre los cajones que conformaban su basta memoria. Puede parecer absurdo, pero, para Souta, tanto la situación como la cálida sensación de familiaridad que le abrazan le hacen creer que el tiempo no ha pasado por él. Que los años no son más que un número vacío que no siempre reflejan un cambio significativo, ya que piensa que continúa siendo el mismo bebé llorón de siempre; ese que era arrastrado por Kazumi a fuertes creados con sábanas para sumergirse en un mundo nuevo, lleno de fantasía y felicidad. Un lugar seguro en donde ambos podían protegerse de esos monstruos que espantaban a Souta durante esa tierna edad en donde poco y nada sabía acerca de lo cruel que podía llegar a ser el mundo; edad en la que su peor temor se reducía a pensar qué podía o no haber bajo la cama durante la noche antes de ir a dormir.

No es como que se sienta particularmente orgulloso de que las lágrimas salten con tanta facilidad de sus ojos ahora que roza la edad de veinte años. Sin embargo, admite que le gusta la sensación de los delicados dedos femeninos acariciando su rostro, eliminando cualquier rastro de humedad que se halla en sus mejillas mientras lo observa con la misma dulzura de hace quince años, aceptando ese lado de él de la manera más sincera y pura.

— ¿Te sientes mejor ahora, Souta? — cuestiona Kazumi en un susurro que va acompañado de una mirada que, después de años, se le sigue figurando angelical al chico de hebras azules.

La distancia íntima que separa sus rostros mientras están recostados con la mitad de sus cuerpos fuera de la edificación — debido a que sus respectivos tamaños ya no son lo mismo que en antaño—, le sigue causando ese mismo nerviosismo que le dice a gritos que lo que siente por ella va más allá de un amor pasajero y pueril.

— S- sí. Gracias...

Intenta no observar sus ojos, porque aquello sería igual que aniquilar la poca estabilidad que posee ahora que están tan cerca que, con suma facilidad, podría hacer que sus narices rocen en un adorable beso esquimal que, hasta ahora que lo piensa, no sabía que necesitaba experimentar de la mano de ella.

Se lo quiere pedir.

Eso y muchos más tipos de besos, pero es torpe e inseguro, por lo que las palabras se terminan amontonando en la parte trasera de su garganta sin parar, teniendo una oportunidad nula de llegar a ver la luz del día prontamente. Las ideas viajan por su cabeza a gran velocidad, creando remolinos de desastre y desconfianza que masacran su autoestima hasta que la suavidad de unas manos ajenas sosteniendo las suyas le arrastran de vuelta a la realidad.

— Tienes las manos muy heladas — le informa, pasando a excusar su acto con una pequeña sonrisa.

— Oh... — es lo único que logra escapar de sus labios, mientras admira la manera en que ella envuelve sus grandes manos y se preocupa de proporcionarles calor con ayuda de su aliento.

Se mantiene en silencio, sumido en la imagen que la joven le regala hasta que es esta misma quien decide romper de forma abrupta el mutismo que los acaricia.

— Tengo algo que decirte — empieza y ni siquiera espera por una respuesta de su parte o una confirmación de que posee su atención, porque esperar por ello solo conseguiría hacer que el nudo en su estómago se aprete más y que su confianza se evapore. — Ha pasado bastante tiempo desde que me enamoré de ti y me gustaría que lo notaras — Abre su corazón, logrando sacudir fuertemente el contrario en el proceso. La boca del menor de los Kawata se abre de asombro y no sabe si alegrarse o no por encontrarse sumido en las penumbras a su lado, en donde su sonrojo no es tan notorio como sería bajo la luz del sol. — No pensaba ser la primera en confesarme, pero... Eres más lento de lo que pensaba — dice, soltando una risa que el chico no puede evitar copiar mientras percibe la sangre acumulada en su rostro. — Así que no me ha quedado otra opción que reunir coraje para decírtelo...

Termina de hablar y sus ojos rehúyen de los de él. Souta puede percibir la rigidez en sus manos causada por el miedo al posible rechazo. Y no es como que el chico desee agregar más tensión a la situación o algo similar al quedarse en silencio, es solo que todo le parece tan repentino que se ha quedado sin palabras y su cerebro todavía se cuestiona si aquello no se trata de un sueño estafador como le ha ocurrido en el pasado.

— No tienes que corresponderme... Pero, por favor, no te quedes callado — le pide, apoyando su frente contra sus manos y ocultándose aún más de la penetrante mirada del chico.

Kawata consigue reaccionar gracias a sus palabras y, su primera reacción, es envolver, esta vez, las manos de ella con las suyas para seguido besarle la coronilla con una brillante sonrisa bailando en sus labios.

— También me gustas, Kazu.

Esto es lo primero que he podido escribir desde ese molesto bloqueo que me atacó. Odio mucho esa sensación pero de a poco se ha ido marchando 😭

Y lo bueno es que ya estoy a un paso de terminar esa cosa llamada universidad 🤙🏻

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