Escena 'omitida' de Espanto, 6º capítulo de Locura


-Venga, largaos a retozar como adolescentes hormonados -les mandó Casandra.

-N-No lo digas así. Tú eres adolescente -balbuceó Amanda mientras Víctor se la llevaba al pasillo.

-Sí, pero no hormonada -respondió sarcástica.

-¿Estarás bien? -insistió resistiendo un poco más.

-Puedes tomarte libres un par de horas, sobreviviré -aseguró despidiéndolos con la mano.

Víctor se la llevó de vuelta a la oscuridad del interior de la mansión. Amanda se dejó guiar de regreso al dormitorio que se había apropiado él, aunque tenía que reconocer que estaba nerviosa.

-Tranquila -susurró Víctor cerrando la puerta y dedicándole una sonrisa pícara.

-Es que Casandra está...

-¿Casandra? No, no es por eso por lo que estás inquieta -aseguró acercándose a ella con suavidad felina.

-¿Cómo qué...? -se interrumpió al tenerlo demasiado cerca, dio un paso hacia atrás, hacia la cama-. Bueno, tal vez no sea sólo eso lo que... me inquieta.

-Ya, tal vez -repitió con una mueca maliciosa arrinconándola.

-No juegues conmigo -le advirtió al llegar a chocarse contra el armazón de la cama.

-¿O si no qué? -la retó haciéndola tumbarse con delicadeza.

Amanda apretó los labios, no tener el control de la situación la fastidiaba.

-Con lo que me pones en plan dominante -le confió Víctor gateando sobre ella.

-Entonces tendré que quitarte de encima -supuso dejando que él le quitara la camiseta.

-Inténtalo -le propuso empezando a besarle el cuello.

Amanda cerró los ojos, incapaz de contener los gemidos. Víctor lograba con demasiada facilidad que se descontrolara. Cuando los labios de él bajaron a sus pechos, decidió que ya se había dejado suficiente y quiso desabrocharle la camisa, pero Víctor la sujetó por las muñecas, que retuvo contra la cama. Amanda forcejeó inútilmente, las dosis de sangre lo hacían bastante más fuerte.

Víctor rio por lo bajo y fue dándole pequeños mordiscos ascendentes, ella contuvo los jadeos, hasta que alcanzó la curva del cuello y la presión de los dientes le arrancó un gemido.

-Ojalá tuviera colmillos más afilados -deseó con la boca junto a su oreja acariciándosela con el aliento tibio.

-Lo sé -suspiró, notando cómo la humedad aumentaba entre sus piernas.

-Y ojalá los tuvieras tú -añadió colocándole las muñecas por encima de la cabeza para sujetárselas con una sola mano.

-Al paso que vamos... No, no -rogó cuando él le desabrochó el botón de la bragueta para meter la mano libre dentro del pantalón-. Eso no.

Víctor la acalló con un beso profundo, dominándola con la lengua de la misma forma que sus dedos los hacían con sus partes íntimas. Amanda lo correspondió apasionada mientras se sacudía de cintura para abajo sin provocar piedad en él.

Finalmente no lo soportó más y se libró del cepo con un hechizo. Antes de que Víctor pudiera reaccionar, ya le había abierto la camisa.

-Sigue moviendo esos dedos -ordenó mientras soltaba los pantalones de él.

Víctor obedeció encantado, centrándose en darle placer mientras ella desnudaba a ambos. Él acabó tumbado bocarriba, con ella a horcajadas encima.

-¿Seguro que no prefieres que lo haga yo? -preguntó Víctor con una sonrisilla traviesa al verla dudar un instante.

-No, ansioso. Tú dedícate a esto -le ordenó cogiéndole las manos para llevarlas a sus pechos.

-¿Estás segura? -insistió con tonillo burlón pretendiendo tenerla a su merced con su juego de dedos.

-¿Estás seguro tú de que podrás dar la talla? -contestó desafiante.

Víctor soltó una carcajada estupefacta.

-Ay, lo que has dicho. Te lo demuestro en cuanto te atrevas.

-Que me atrevo, es sólo que... estoy haciendo comprobaciones.

-Que no pasa nada porque la primera vez te tenga que enseñar -dijo él incorporándose, pero se llevó un empujón que volvió a tumbarlo.

-No -declaró Amanda con firmeza.

Y, sin pensárselo más, guió el miembro de Víctor a su interior, conteniendo la respiración. Él levantó un poco la cadera para ayudar, pero ella se inclinó hacia adelante jadeando.

-¿Te duele? -se preocupó Víctor.

-No... No lo sé -gimió respirando hondo-. Es... raro.

-Muévete -pidió él mirándola con deseo.

Amanda intentó hacerlo, pero la cascada de sensaciones que se desató en ella la abrumó.

-No tengas miedo -susurró Víctor y en su voz pudo captar algo muy parecido al hambre.

-No quiero... perder el control -reconoció apoyando las manos sobre su pecho.

-Cariño... estoy deseando que pierdas el control... para poder hacerlo yo también.

Al mirarlo a la cara se encontró con que los ojos le brillaban plateados, tenía una mueca de vampiro sediento y que a ella le gustaba. Víctor la agarró de la nuca para acercarla, Amanda lo recibió con los labios húmedos entreabiertos y ahí se inició la locura.

Se movió experimentando aquellas nuevas sensaciones, bebiendo de la boca de él, notando sus colmillos puntiagudos acariciando sus labios y las manos haciendo otro tanto con cada rincón de su cuerpo. Entre gemidos y jadeos, Amanda acabó derribada en el colchón. Se debatió intentando recuperar la posición de dominancia, pero Víctor la cubría con su cuerpo, llevando un ritmo demencial imposible de combatir. Le clavó los dedos en la espalda, con los ojos en blanco y moviéndose al compás.

De repente fue consciente de que la adicción de él a la sangre de vampiro lo convertía en un compañero peligroso para aquella actividad, demasiado intenso y hambriento, y con la insistente manía de darle mordiscos en cuello y hombros. Su reacción fue aferrarse aún más fuerte a él y besarlo como si fuera ella la sedienta vampiresa. El ardor en sus entrañas había entrado en ebullición y supo que pronto perdería la cabeza. Tras un instante de duda, se dejó arrastrar por la intensidad de Víctor. Sintió un pulso de energía, o tal vez una explosión, y deseó que nunca acabara.

Pero terminó y Amanda se encontró tirada en la cama, temblando y sin saber muy bien qué había pasado.

-¿Qué tal? -se preocupó Víctor llenándole la cara de besos.

-Ah... bien... creo... -jadeó-. No tengo mucho con lo que comparar -trató de bromear.

-La próxima vez será mejor -prometió él bajando los labios por su cuello.

-¿Mejor? -repitió preguntándose si significaba que perdería la cabeza durante más tiempo.

-Yo llevaba un tiempo sin... La próxima vez me lo tomaré con más calma.

-Con más calma -se burló Amanda-. Lo dudo mientras te sigas inyectando esas dosis.

-Puedo controlarme, te lo prome... Oh.

-¿Qué? -se miró el hombro-. Demonios, Víctor, no tendrás los colmillos los suficientemente desarrollados, pero bien que lo intentas.

-Lo siento. Perdóname. Te lo ruego -dijo él besándole los dos puntos violáceos.

-Así no vas a arreglarlo -contestó con seriedad.

-¿No? La saliva puede... -se lo pensó mejor al ver su cara y se tragó aquella saliva-. ¿Qué puedo hacer para que me perdones, mi reina?

Amanda hizo como que se lo pensaba y acabó por derribarlo para subírsele encima. Le chistó para que no se quejara, le sujetó los brazos tal y como había hecho él con ella y le mordió sin escrúpulos. Víctor se estremeció de placer y ahogó un gemido.

-Cómo te quiero -jadeó y Amanda tuvo que retenerlo con más fuerza para mantenerlo a su merced-. Pero me estás calentando otra vez -le advirtió inspirando hondo.

-Me has prometido que la próxima vez te lo tomarás con más calma y será mejor, ¿no? -le susurró al oído.

-¿Otra vez? -se sorprendió Víctor-. Por mí estupendo, no me sobra el tiempo.

Amanda castigó sus palabras mordiéndole de nuevo, apretando más esta vez. Víctor soltó un corto gemido de placer.

-Necesito que tengas colmillos, lo necesito ya -rogó tensando los músculos de los brazos bajo las manos de Amanda.

-Conozco a alguien que podría hacerme una dentadura postiza -sugirió jocosa mientras le mordisqueaba el resto del hombro.

-¿No te has planteado...?

-No quiero las desventajas -interrumpió con suavidad-. Y diría que las ventajas ya las tengo -añadió serpenteando sobre él.

-Pero tienes que ser mi reina -se quejó dándole besos allí donde pillaba.

-Lo seré, no te preocupes -le susurró mirándolo a los ojos.

-Y te cubriré con todas las alhajas del mundo -prometió tentador.

Amanda se estremeció con otro tipo de deseo, de hambre, al imaginarse poseedora de todas las joyas del mundo y se lo demostró besándolo con una pasión desmedida usando todo su ser y cada parte de su boca. Hizo que Víctor volviera a entrar en ella, dejó libres sus manos para que la acariciara con intensidad y se movió con frenesí. No dijo una palabra más, la respuesta era sí, aunque no estaba muy claro cuál era la pregunta.

Víctor trató de dar la vuelta a la postura y regresar a la posición de dominancia donde poder marcar el compás, pero ella lo amarró bien con cuerdas de energía y lo obligó a ir a su ritmo. Aquello empezaba a parecer más a un furioso duelo, a una guerra entre dos potencias que ansiaban invadirse entre sí, que la pasión entre dos amantes.

Víctor jadeaba con la boca abierta y dio la impresión de que los colmillos todavía se le alargaban un milímetro más. De repente rompió la ligadura que le amarraba a un brazo para agarrarla de la nuca, pegarla a él y morderla de nuevo en la base del cuello. Amanda gritó al notar que esta vez sí que atravesaba la piel, pero en vez de dolor hubo un placer inmenso. Se abrazó a él gimiendo mientras la cadera seguía su propio ritmo hacia la locura absoluta.

Amanda llegó a su culmen y se arqueó, primero hacia atrás, después hacia adelante y finalmente se derrumbó sobre Víctor, que tardó un par de segundos en aflojar la presión con una última embestida.

-Au... -se quejó ella por lo bajo al empezar a llegarle otras sensaciones.

Víctor le lamió el hombro, lo que le alivió en parte los pinchazos.

-Lo siento -rogó él, más humano.

-¿Estoy rica? -preguntó dejándose caer agotada en la cama.

-Deliciosa -contestó Víctor besándole repetidas veces la zona herida-. Y eso que no tengo el paladar completamente desarrollado.

-Um, lo dices para halagarme -ronroneó abrazándose a él.

-Te prometo que lo digo de corazón -aseguró él levantando la cabeza para mirarla a los ojos.

-Empalagoso -acusó limpiándole con el pulgar el reguero de sangre que le bajaba hasta la barbilla-. Y sigue besando ahí, que no quiero que me duela.

Víctor obedeció solícito y ella se lamió el pulgar.

-Pues no sé... a mí no me sabe más que a hierro y a sal -comentó paladeando su sangre.

-Eso es porque todavía no has desarrollado el paladar.

-¿Todavía? -repitió escandalizada-. No te he dicho que vaya a... -un tierno beso con regusto a hierro y a sal la silenció.

-Es complicado tener un novio vampiro y aguantar plenamente humana -le advirtió él al separarse.

-Mmmmh, primero tendrás que convertirte del todo. Luego ya veremos -refunfuñó incorporándose con cuidado, estaba algo mareada.

-¿Te has enfadado? -se extrañó Víctor.

-No, ¿por qué lo dices?

-¿Entonces por qué te vas?

-Porque quiero darme una ducha, bobo -negó para sí misma-. Ah... ¿Pero dónde más me has mordido? -le regañó mientras buscaba las zonas donde sentía molestia.

-Cualquiera diría que has cometido una locura por acostarte conmigo en mi estado.

-Y menos mal que soy capaz de dominarte un poco... -suspiró y cogió su ropa-. ¿Vienes?

-Vete adelantándote -contestó incorporándose con pesadez.

-Cualquiera diría que te he mordido yo a ti -observó con una mueca sarcástica.

-Ya me hubiera gustado. Y es lo que tenemos los viejos que nos acercamos al final de nuestra vida.

Amanda bufó con fastidio.

-Te espero en la ducha, viejo.

Aún pudo escuchar la risita de Víctor antes de cerrar la puerta al salir. A pesar de que sus detectores le indicaban que no quedaba nadie más en aquella planta, se escabulló con rapidez hasta el baño.

Mientras esperaba a que el agua dejara de salir amarillenta, pensó en lo que acababa de pasar, quién le iba a decir a ella que en semejante viaje terminaría por... estrenarse, pero sobre todo pensó en que Víctor no paraba de hacer menciones a su cercana muerte, muchas veces con humor negro, y sin por ello perder las ganas de luchar por su vida. Era un tipo curioso.

Cuando el agua salió limpia, entró en la ducha, apreciando el espacioso lujo que tenía. Tras empaparse bien, examinó los botes de jabón que había en las baldas, oliéndolos todos hasta elegir su preferido. Aunque el allanamiento no era una de sus actividades comunes, se sentía como en su casa al aprovecharse de mansiones ajenas. Cuanto más ricos fueran los propietarios, menos reticente se sentía ella.

Estaba aclarándose el pelo cuando escuchó el chasquido de la puerta al abrirse. Esperó un saludo por parte de Víctor, ya que veía en las pulseras que no se había quitado que era él, pero la puerta volvió a cerrarse con suavidad. Amanda hizo una mueca de suficiencia. "Con que quieres sorprenderme, eh, medio vampiro". Cuando vio que la cortina se movía ligeramente por quien estaba al otro lado, trepó por la pared de azulejos húmedos y se pegó al techo bocabajo. Que intentara hacer aquello el medio vampiro.

Víctor corrió la cortina y se quedó impactado al no encontrar a nadie bajo el chorro de la ducha. Amanda torció la sonrisa, se deslizó por encima de la barra de la que colgaba la cortina y aterrizó tras él con suavidad. Entonces tosió para llamar su atención y lo empujó al interior de la ducha con el pie en cuanto Víctor se volvió.

-¿Cómo...? -empezó él antes de quedar empapado-. ¿Dónde...?

-¿Te crees que puedes acecharme? -le echó en cara entrando con él-. No lo consigue Pablo que es mejor que tú en sigilo...

-Lo siento, era tan tentador... -se disculpó con una sonrisa traviesa y la besó.

-Mmmh, pues, para empezar, silencia las puertas al moverlas -le contestó correspondiéndolo.

-Mira que tener que enseñarme tú a acechar...

-Me ofendes -declaró con orgullo.

-Perdón, Ladrón Fantasma, perdón -se disculpó dándole besos en el cuello-. Mmmh, esto no tiene tan mala pinta como me temía. Tengo una crema para cicatrizar, por cierto.

-Sí, yo también, no te preocupes.

-Mmmh, sabes en qué acabo de caer en la cuenta -murmuró Víctor avergonzado.

-Sorpréndeme -respondió oliéndose por dónde iba los tiros.

-Que no he usado...

-Ah, muy bien, ¿ahora voy a quedarme embarazada? Pues a ver cómo sale el crío teniendo en cuenta mi modo de vida y tu adicción -lo regañó.

-Eh... -Víctor desvió la mirada-. ¿Lo tenías tú previsto? -probó, seguramente al notar que no se había cabreado.

-Pues claro -respondió con suficiencia-. De todas formas, cuando viajo siempre tomo anticonceptivos para no tener la regla -explicó echándose jabón en las manos para limpiarle el pelo-. Menudas greñas tienes.

-Ya... me he dejado un poco... -reconoció Víctor.

-Bueno, no te quedan tan mal si te peinas.

-A partir de ahora me cuidaré más -prometió-. Siempre que estés conmigo -condicionó acariciándola.

-Que sí, bobo, que seré tu reina. Y deja de tocarme y lávate tú, que pareces un crío.

Él sonrió de verdad, sin sarcasmo ni picardía, estaba realmente feliz. Por estar con ella.

Se ducharon entre salpicaduras, caricias y risas, aunque no tardaron demasiado, ya que Amanda necesitaba ver cómo estaban los demás, especialmente la adolescente.

-Pero si todavía no han pasado las dos horas -rezongó Víctor-. Y si estuviera mal, tú serías la primera en saberlo.

-También tengo hambre -añadió saliendo de la ducha.

Él se señaló su propio hombro.

-Puedo hacerme un corte y...

-Tengo hambre de verdad, deja los juegos vampíricos para la cama -contestó secándose con un hechizo.

Víctor cerró el grifo y se la quedó mirando embobado.

-Eres tan majestuosa...

Amanda negó para sí misma como si él dijera tonterías, pero halagada en el fondo. Le gustaba tener cierta clase, incluso desnuda.

Finalmente logró que Víctor saliera de la ducha, se secara, vistiera y peinara. La barba comenzaba a despuntarle y así se la dejó, ella sólo le exigiría que se afeitara bien si fueran a asistir a una fiesta de etiqueta donde tuvieran que dar el pego. Amanda salió a por su equipaje, del que cogió la crema cicatrizante, que luego maquilló para que no se viera el mordisco, no quería bromitas al respecto.

Bajaron a la planta principal y encontraron a los demás comiendo ya en la cocina. La joven estaba nerviosa por si comentaban algo respecto a lo que acababan de hacer, de hecho David los recibió con una sonrisilla, pero el primer comentario fue el de Víctor.

-Uf, demasiada actividad -ella le metió un discreto codazo-. Necesito una dosis -añadió él sin darse por aludido.

-Ahórrate los detalles de para qué necesitas mi sangre -gruñó Pablo.

Casandra se puso en pie antes de que Víctor pudiera responder, plantó la percha junto a él y se sacó la aguja haciendo una mueca de grima.

-Para ti -se la ofreció.

Víctor miró con ansia los cinco centímetros de suero rojizo que quedaban en la botella. Amanda pensó que si acababa de llevarse un mordisco, qué no le haría después de suministrarse aquello.

-¿Tienes idea de lo que puede hacerme eso a mí? -preguntó él sin apartar los ojos del líquido.

-No, ¿y tú? -contestó torciendo la sonrisa, volvía a ser la retorcida macabra del principio-. Anoche te llevaste una buena dosis en puro y hoy ya estás pidiendo la segunda o la tercera dosis. Diría que has subido de nivel.

Amanda no podía negar aquello, pero, aun así...

-¡Eh! -intervino el vampiro de repente junto a ellos-. Ni se te ocurra.

-Vamos, Pablo, sabes que no puedo resistir la tentación -contestó Víctor cogiendo la aguja-. ¿Quieres que te haga arrodillarte? -preguntó con un punto desquiciado mientras se arremangaba.

Amanda se tensó. Como siguiera así, iba a tener que encontrarlo ella a él.

-Casandra -reprochó Pablo.

-¿Qué? Ya no lo necesito -respondió encogiéndose de hombros-. No es cuestión de malgastarla.

La joven abrió la boca al comprender qué pretendía, pero no dijo nada. Asumió que Kielan no habría encontrado cura para el veneno.

-¿Cómo que...?

-En dos horas me estaré muriendo -informó Casandra con la tranquilidad que tenía antes de perder los recuerdos-. Lo siento -se dirigió a ella dándole una tímida palmada en el brazo.

-Espera... ¿Ésta es una de tus locas ideas? -interrogó Pablo, que todavía no lo había pillado.

-¿Puedes usar una de tus pulseras para atarme el brazo? -le susurró Víctor a Amanda.

Ella se sacó de la muñeca un coletero que en realidad podía convertirse en una fina y resistente soga de veinte metros.

-Sí, podría decirse que sí -respondió Casandra sarcástica regresando a su asiento.

-Ay, al pobre le has dado largas tanto tiempo que ahora no lo pilla -se carcajeó David.

Mientras, Amanda ejercía presión en el brazo de Víctor para que se le destacaran las venas.

-¿Vas...? -empezó Pablo iluminándose-. ¿Has decidido convertirte?

-Teniendo en cuenta que es eso o estirar la pata, no tengo muchas opciones -hizo una mueca de fastidio-. No te apuntes el tanto, eres pésimo como vendedor a domicilio -añadió con acidez.

Amanda asintió para sí misma recordando la visita de Pablo a la enfermería del castillo vania, al tiempo que Víctor apretaba la mandíbula y se clavaba la aguja en el interior de codo.

-Vas a tener que romper la Doble Protección Personal que tienes con ella -ordenó Pablo señalándola justo cuando aflojaba la presión del brazo, quedándose pegada a Víctor por cómo pudiera reaccionar a semejante dosis.

-Tengo dos horas, ¿me dejas vivir en paz de mientras? -le soltó desdeñosa Casandra-. Mira, estamos en una mansión, ¿por qué no montas uno de tus teatrillos de bienvenida? -se encaró al vampiro erguida y venenosa como una víbora. Había que ver cómo habían cambiado las cosas por allí.

Cuando Víctor echó la cabeza hacia atrás, Amanda le puso una mano en el pecho para asegurarse de que no era demasiado para él.

-Ésta me la vas a pagar -le prometió Pablo con un siseo peligroso, seguramente molesto porque lo humillara delante de todos.

Casandra se le rio en la cara.

-Tú tienes que pagar más por la temporada donde los vanias.

-Haya paz -intervino Víctor y ambos perdieron su actitud amenazante y venenosa, y bajaron la mirada al suelo.

-Sí, Señor de la Sombra -logró responder Casandra con sorna pese a su postura sumisa.

Víctor amplió la sonrisa poco a poco, hasta llegar al límite y mostrar toda la dentadura en una mueca demencial. Estaba claro que le gustaba el título. Amanda lo cogió de la nuca y lo besó lenta y profundamente, decidida a contrarrestar su dominación.

-Ssssh, no te pases tampoco tú -le susurró acariciándole la barbilla.

-Lo siento -musitó él y los dos sometidos recuperaron el control de sus cuerpos-. Es demasiado tentador.

-El poder tienta -admitió con suavidad-, pero son tus amigos, recuérdalo.

-Sí, pero se ponen a discutir y... -le brillaron los ojos con codicia, por lo que ella volvió a besarlo, secretamente atraída por su megalomanía-. Sí, perdón -se disculpó al relajarse-, me limitaré a intervenir en casos graves.

-Buen chico -le dio un beso en la mejilla y empezó a comer.

Vanessa emitió un silbido de admiración.

-Mira la Señora de la Sombra -dijo con tonillo burlón y sorprendido.

Amanda disimuló la mueca de halago masticando macarrones. La verdad era que la idea de ser una especie de reina la tentaba de igual manera que el poder poseer todas las joyas del mundo. Inspiró hondo controlando su avaricia y su recién descubierta megalomanía.


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