Como todos los días Eider fue despertada por su teléfono con su estridente y molesta alarma. Abrió los ojos, apagó la alarma y se sentó en la orilla de la cama mirando sus pies. A los pocos minutos se levantó de la cama, se quitó la ropa del día anterior, se puso rápidamente unos jeans y una playera y bajó las escaleras.  La casa estaba completamente desierta, su madre ya había partido hacia su trabajo y su hermano a su práctica de futbol, caminó por las calles, desiertas, lo cual era inusual para un lunes, pero la chica no le dio importancia.

Cuando llegó a las calles mas concurridas de la ciudad, se dio cuenta de que claramente algo andaba mal, no había nadie, ni un alma (o eso creía ella).

Caminó hasta los puntos mas concurridos de la cuidad, los cuales parecían abandonados hace mucho tiempo, y una antigua casa que llevaba años sin usarse y que albergaba vagabundos se veía como nueva. Decidió ir a ver a su madre al trabajo, pero no pudo llegar, estaba muy lejos y además el mundo parecía un laberinto para ella, caminaba y caminaba pero parecía caminar en bucle.

Después de varias horas probando por distintas calles (las cuales según recordaba  estaban muy lejos de donde en realidad debería estar), llegó a su casa, escuchó gente dentro, la puerta estaba abierta y por una ventana se veía una silueta parecida a la de su madre. Corrió por el jardín delantero hasta la puerta, la abrió con entusiasmo y descubrió que en su casa no había nadie, más sentía una mirada clavada en su espalda.

Por cierto, perdonen por esta mierda de capitulo, es corto y feo, pero tuve un bloqueo creativo tremendo justo cuando se me ocurrió escribir esto.