Eider se levantó de la cama como todos los días, se vistió como todos los días, vio a través de las ventanas, cegadas con tablones de madera, la sombra que la venía atormentando desde hace días. Ya había intentado regresar de todas las maneras que se le ocurrieron, siempre y cuando no requería salir de la casa, lo que sea que fuera la "criatura 232", no quería volver a verla.

Después del encuentro con la criatura 232, Eider no había salido de casa, y además, una sombra extraña, parecida a la de un niño, la acosaba, la primera vez que lo vió se alegró, pensando que era su pequeño hermano, pero no, no lo era. 

La chica había notado que el mundo se había deformado cada vez más , a al punto que a través de la puerta delantera podía ver su misma casa, solo que vacía y sin las ventanas cegadas.

Unos días después de haber recibido la primera carta, recibió una segunda, la cual le ordenaba a encontrarse con "la comunidad", pero Eider no quería seguir instrucciones de esas extrañas cartas. Tal vez quien le había hecho su tatuaje, trataba de tenderle una trampa.

Ese estilo de vida le fue bien hasta que se le acabó la comida, así que planeó mudarse a una tienda de comestibles que estaba cerca de su casa, aunque aquí, las palabras cerca, lejos o cualquiera que denotara una dirección, carecían completamente de significado.

Alistó una mochila con las cosas que iba a necesitar: varios objetos personales, una brújula (aunque las brújulas no servían, la chica creyó que la necesitaría) y ropa.

Salió de su casa bastante triste, debía afrontar la idea de que tal vez nunca volvería a ver a su familia, cuando cerró la puerta delantera y hecho a andar por la calle, se dió cuenta de que ya no había vuelta atrás.

Caminaba cada vez mas temerosa, temblaba de miedo, su brújula estaba rara, siempre apuntaba hacia distintos lados, Eider llegó al estadio de la ciudad (lo cual normalmente tomaría mas de una hora en automóvil) en cinco minutos a pie, llegó a su colegio, al edificio de la universidad, e incluso a la casa de su mejor amiga. Minutos mas tarde, llegó a un centro comercial, que estaba unido a una enorme biblioteca, Eider sintió un escalofrío al ver un libro en el suelo, este decía: Bitácora de Hellville, por el hombre #9.

Buscó alrededor, no vió a nadie, caminó lentamente hasta la puerta de la biblioteca, la empujó y vió algo que la hizo concluir, que no quedaba nadie de los humanos ahí dentro. La biblioteca estaba condicionada para que gente viviera ahí, aún se veía la sombra de personas viviendo ahí.

Parecía como una realidad desvanecida, absorbida por la enorme araña que tejía en medio de la biblioteca, su telaraña contenía cuerpos de personas, desmembradas, con el fantasma del terror aún reflejado en sus caras (de los que aun tenían caras).

La araña se volvió, Eider pudo ver sus colmillos rebosantes de sangre, los ocho ojos del monstruo se posaron en su nueva presa, quien corría hacia la salida aterrada, la puerta se había enganchado en telaraña, escuchó el sonido de las patas del monstruo cada vez mas cerca, pensó que moriría, pero alguien abrió la puerta y Eider calló al suelo, a los pies de una persona, abrazando el Manual, la otra chica cerró la puerta de la biblioteca, tomó a Eider del brazo y la condujo al centro comercial.

Fragmento del Manual de Hellville:

El monstruo #16, es una araña de dos metros de ancho, cuatro de largo. Es negra con ojos rojos, se alimenta principalmente de carne humana y tripas. Su telaraña es resistente al fuego, pero se disuelve rápidamente en agua. Se cree que le atrae el calor de los humanos en comunidad, El Morador de las Montañas sigue desaparecido, #2 trata de localizarlo para nuestra seguridad.

P.D: Esta criatura se come los intestinos del humano sacándolos por su recto, si se puede observar cuerpos desmembrados, es porque está incubando sus huevos dentro, introduce los huevos por la boca del sujeto, los huevos eclosionan 24 horas después y las arañas pequeñas comen el tracto digestivo del sujeto, el sujeto sigue vivo durante este proceso. No recomendado enviar personas con aragnofobia a combatirlas, pues estas se paralizan al mínimo contacto visual.