IV

Capítulo IV: Libro y voces.
···

“La libertad depende de ti. Salta sin miedo, no caerás, alguien te sostendrá.”

Es una frase que me ha gustado del libro que me dio Christian, parece que leer historias me encanta.

Es la historia de una princesa que no quería que sus padres se apoderarán de su vida, ella abandonó el reino y se independizó sin importar que su familia la odiará. Ella luchó por ser feliz.

Mi celular avisa un mensaje de whatsApp.

Christian: ¿Qué te ha parecido el libro?

Maddi: Me ha encantado, ya lo terminé de leer.

Christian: ¡Wow! ¿Lo leíste en dos días? Pero si tiene 210 páginas.

Maddi: No podía dejar de leer.

Christian: ¿Que te dejo de enseñanza?

Maddi: Que tengo que escaparme de lo ornamental, sin importa nada, solo enfocarme en lo que deseo.

Christian: Me alegra que lo entendieras. ¿Quieres salir conmigo esta noche? ¿O hay reglas que lo eviten?

Maddi: Regla tres: “Pedir permiso a tus padres para evaluar al chico con el que deseas salir”. Pero no necesitas evaluación de ellos ¿Dónde te veo?

Christian: En la fuente del parque Rossgreen. A las 19:00.

Maddi: Ahí estaré.

···

–Te llevaré a un lugar donde se escucha a los ángeles cantar.– insinúa.

–¿En serio?– curioseo.

–Sí. Solo necesitas concentración y te traje esto.– dice entregándome otro libro de A. N. Rowling “Tú”.

–El título es corto.– digo sonriendo.

–Pero el contenido es grande, y te falta uno.– me dice llevándome de la mano por la cuidad.

–Entonces hoy terminaré este.– menciono emocionada abriendo el libro con la mano libre, pero este desaparece repentinamente de mi mano.

»¡Christian!– expreso.

–Deja el libro para después. Tienes que tener la mente vacía en el lugar que te digo.–

–Bien.– digo simulando disgusto, lo que ocasiona que él ría.

–Eres hermosa.– dice mirando mis ojos verdes. –Tus ojos se ven con más brillo.– comenta y otra vez agradezco al maquillaje por no dejar que se vea el tono de mis mejillas.

···

–Llegamos.– declara después de unas cuatro cuadras caminadas.

Yo veo un camino de escalones que dirige a una montaña llena de pasto y flores, iluminada con farolas, tiene una apariencia mágica.

–¿Subiéremos ahí?– digo señalando la punta de la montaña.

–Sí. Lo bueno es que no andas tacones.– dice incitándome a empezar la subida de los escalones.

–Terminaré sin aire en mis pulmones.– digo cuando voy por el séptimo escalón.

–Te daré aire con un beso.– menciona Christian y siento el calor recorre por mis mejillas.

–Hay regla.– digo aunque realmente no existe.

–Mientes.– afirma.

–¿Por qué tan seguro?–

–Te jalas el cabello cuando mientes.– dice señalando mi mechón rubio enredado en mi dedo índice.

···

–Siéntate aquí, respira profundo y empieza a vaciar tu mente.– dice Christian. Como si fuera tan fácil liberarme de todos los insultos de mi familia.

Pero trato de hacer lo que me dice, voy vaciando mi mente, dejando dos frases en mi mente: “No soy fea, solo tengo belleza particular.” Y “La libertad depende de ti. Salta sin miedo, no caerás, alguien te sostendrá.”

Siento la brisa refrescar mi rostro y secar el sudor de mi cuerpo, suspiro de alivio. No pienso nada. Veo las estrellas centellando en el infinito universo, ellas que están solas, distantes unas entre otras y aun así brillan, y si mueren, sus partículas quedan brillando por miles de años.

Los ojos se me cierran y en mi cabeza aparece una voz que me dice: “Llegó el momento de quitar el ornamento de tu vida”.

–Christian.– le llamo levantándome y mirando a todos lados.

–Aquí estoy.– dice apareciendo a mi lado. –¿Escuchaste a los ángeles cantar?– pregunta.

–Me hablaron. Una voz me dijo que llego el momento de quitar lo ornamental de mi vida.– manifiesto confundida y emocionada. Una extraña mezcla de sentimientos.

–Hazle caso a esa voz.– sugiere.

–Gracias.–;le digo abrazándole fuerte.

–Es mi deber.–

–¿Por qué?– pregunto.

–Solo hazle caso a la voz en tu cabeza.– repite.

Eso haré, este fue el último día en que me deje humillar, insultar y que me hicieran alguien que no quiero. De ahora en adelante seré la Maddi que quiero.

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