Capítulo III
Temprano en la mañana, el sonido del teléfono de casa sonando llenaba todo el hogar para gran molestia de los residentes.
Ninguno quería pararse, pero al final el padre de Felicia conocido como Gael se levantó, tomó el teléfono y contestó de forma seca:-¿Qué tal Nora? ¿Qué necesitás?
-Gael me acaban de llamar de la policía, al parecer Raymond está muerto. Me llamaron porque le había escrito mi número en un papel que siempre llevaba consigo -explicó de forma apresurada Nora, temiendo que su hermano menor poco mañanero colgase.
Nora evocó los recuerdos de aquella mañana. Ella se había puesto a limpiar su casa con el fin de atraer las energías positivas y la abundancia a su hogar sin desayunar, prefiriendo esperar a que su esposo se despertará.
Durante su tiempo a solas con su escoba, la llamó un número desconocido. Nora detuvo su actividad y contestó:-Hola ¿quién es?
-Buenos días -la saludó una mujer con aventó español-. Soy la agente Rosalía Pestaño. La llamó porque encontramos una nota con su número escrito cerca del cuerpo del cadáver de un hombre de unos cincuenta años, él es rubio. Digo esta última parte para ver si lo conoce, estamos tardando en descubrir su identidad.
A Nora se le paró el corazón. Ya sabía a quien se refería sin que le diera más detalles, no era necesario. Ella le había dado esa nota a Raymond para que buscara como llamarla en caso de necesitar ayuda.
Su hermano era un vagabundo y ella creía estar preparada por el tiempo de vida corto de ellos en las calles. Sin embargo, al parecer no lo estaba.
Tanto era su shock que se sentó en el suelo y su escoba cayó al suelo.
-¿Señora? -preguntó la oficial, esperando alguna respuesta.
Nora parpadeo atontada y se remojó los labios resecos con la lengua para luego responder con gran alarma:
-Si, probablemente sea mi hermano Raymond. Yo le di esa nota, esperando que un día me llamará diciéndome que él quería dejar el alcohol.
-¿Podría venir aquí a la estación? - pidió la oficial-. Necesito hablar con usted de algo que no puedo hablar por teléfono.
-Si, deme un momento -aceptó Nota a la vez que comenzó a frotar la cara-. Déjame arreglarme y me dirijo hacía allá en momento ¿Dónde están ustedes?
-Al lado del centro comercial Mercury y frente a la tienda el tesoro del gato negro.
-Gracias -murmuró Nora antes de colgar.
Miró por unos segundos la hora, eran las ocho de la mañana. Después marcó el teléfono de la casa de Gael y llamó, llevándola a esta situación donde ella explicaba en un resumen lo que se enteró por la policía femenina. La línea del otro lado estaba en silencio hasta que de repente soltó.
-Mierda... ¿Nora estás segura de lo que me estas diciendo?
-No sé, por eso quiero ir contigo -suplicó Nora-. Mi carro está siendo reparado aún y no quiero ir por el metro -añadió. No dudaba que su marido no la acompañase, pero necesitaba tener a Gael allí.
-Claro -accedió Gael-. En cinco minutos salgo de mi casa -agregó antes de colgar y salir corriendo al baño para al menos lavarse la cara y los dientes. Sin prestarle atención a su mujer que unos pocos segundos después de levantarse él, lo había seguido.
Marión estaba sorprendida, viendo apresurado a su marido. Ella lo continuó siguiendo por detrás y hasta lo intentó llamar, pero su marido no prestó mucha atención.
Marión pensó con detenimiento la situación hasta llegar a una conclusión, era probable que Gael iba a excretar o tuviera el orine en la punta y no podía contenerse por mucho tiempo.
La madre se encogió de hombros, restándole importancia y se fue a la cocina.
No mucho tiempo después, Gael salió con la cara mojada del baño y agarró la ropa que usó ayer y se la puso. No iba a agarrar ropa limpia sin bañarse.
Después se fue a la cocina donde se escuchaba ruido.
Si se había percatado de su esposa, pero realmente no quería hablar de esto sin estar ciento por ciento seguro de que fuera Gael.
Su esposa estaba fregando los trastes, Gael la observó en silenció por unos segundos antes de que unas lágrimas salieran de sus ojos marrones y fuera a abrazarla desde atrás, sobresaltandola.
-¿Qué pasa cariño? -preguntó Marión, sintiendo en su cuello gotas de aguas.
Gael guardó silencio un momento, luego, respondió:-Al aparecer Raymond está muerto. No le digas nada a Felicia... yo necesito verificar que realmente sea él
Marion quedó estática en su sitio y simplemente asintió con la cabeza con vacilación.
Minutos después Gael la soltó y salió a buscar a su hermana.
Una hora más tarde bajo Felicia más dormida que despierta, chocando con todo lo que se le cruzará.
Su madre de inmediato le puso el desayuno en la mesa, ya que le tenía cronometrada más o menos la hora en que su usualmente bajaba. Felicia se sentó y comió como si no hubiera mañana.
-Cada vez que te veo comer así pienso que tú me comerás algún día -bromea Marión con falsa preocupación.
-Señora, pero ¿qué dice? -dice con asombro Felicia, deteniéndose de ingerir alimentos para palmearse el estómago-. Mire este estómago plano sin nada de grasa.
-Por eso me sigo preguntando donde te escondes los otros estómagos.
-No sé, yo quiero engordar pero sigo delgada -se quejo Elizabeth, haciendo un pequeño puchero.
-Te entiendo -se río la madre-. Cuando tenía tu edad era como tú, luego, te tuve y me salió trasero, panza y pecho. También por tu culpa ahora sí debo cuidarme de no engordar jajaja -explica alegre Marion a la vez que se sentaba al frente de su retoña.
-Como que debería tener un hijo-bromeó Elizabeth.
-Puedes tenerlo -concedió la madre-. Pero no te voy a mantener a ti junto a un bebé. Otro dato, vivir con salario mínimo mientras cuidas a un bebé no es fácil, por lo que date una idea de lo que pasarás.
-Mejor cuando tenga mi propia casa y trabaje -responde medio intimidada. No iba a dejar su buena vida para pasar trabajo.
-Así está mejor -la felicito-. Como muestra de mi cariño, te designó a que compres varias cosas en el supermercado que está cuatro paradas de aquí. Te voy dar una lista -añade y le mandé un beso aéreo.
-Que regaló me han dado -dice con sarcasmo.
-Ya yo saqué la basura que era tu trabajo -le comentó mientras agarraba la hoja con la lista que previamente había hecho antes de que se levantará su primogénita.
-Termino de comer, me arreglo y me voy -anunció con pereza Felicia mientras, bosteza.
-No te bañes ahora mismo que acabaste de comer. Ponte la ropa de ayer y muévete.
-Bueno -respondió no muy segura, pero luego de comer hizo como dijo su madre y salió de la casa.
Felicia se sentía confusa aún con la muerte de su pariente y no sabe como llevar ese tema delicado con sus padres, además, sabía que mientras, más postergaba el asunto más rápido el cuerpo de su tío Raymond se descompondria sin ser despedido.
El viaje en autobús fue visualmente constructivo o eso quería creer Elizabeth, la cual ya había visto todos esos edificios, casas, restaurantes.
Lo único poco visto era el fuerte aguacero que caía hasta el punto del vidrio empañarse y se podía dibujar en el.
Felicia miró de reojo unas misteriosas líneas verdes que había en la carretera. Siempre se había questionando para que servían, incluso una vez se atrevió a preguntar pero la tacharon de loca porque ellos no veían esas líneas.
Nunca esperó que unos segundos después, su interrogante fue contestada.
Al lado de su autobús, de repente apareció un autobús fantasma.
Había uno que otro mirándola, incluso uno que llegó a mandarle un beso al aire, luego, al momento de ponerse la luz verde en el semáforo, el autobús agarró velocidad y desaparecieron de la vista.
-Fantasmas que respetan la ley... lo que me faltaba -masculló para sí misma Felicia, frotando sus ojos con cansancio.
En ese momento, pasando sobre el autobús había dos aves grandes que se diferenciaban porque una era negra y otra blanca. Las dos eran muy rápidas hasta el punto que dejaron a muchos autobuses atrás.
Cuando Felicia llegó a su parada y estaba apuntó de bajarse del autobús, se quedó estática.
Al frente, estaba una mujer botando su basura y a su lado una bebé que parecía tener diez meses.
-¿Te vas a bajar? -preguntó el chófer.
-Si -afirmó Felicia bajando y yendo directo al establecimiento. Compró todo lo que su mamá le había puesto en la lista, luego, salió y se acercó al sitio donde estaba la bebé, pero no había rastro de la mujer.
Ya se había ido.
Felicia dejó sus bolsas en el suelo un poco alejadas del contenedor basura y fue hasta este último. Con un poco de renuencia sacó la bolsa de residuos de la mujer.
Cuando abrió la bolsa, estaba el cuerpo de la bebé que la miraba desde su posición sentada en el suelo.
Esa niña estaba muerta y esa señora dejó el cadáver de la menor en ese lugar.
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