C7: Sufrimiento

Agustín

Mi estadía en la casa de mi madre, no ha sido suficiente para poder conocer cada rincón de esta grande...¿Mansión? Bueno, la cosa es que estar solo tiene sus ventajas. Pude ver cada detalle de este lugar. Las docenas de joyas que tiene mi madre y ni que decir de su armario, lleno de ropa, zapatos y bolsas. Realmente una gastadera de plata. Me pregunto...¿Qué haría mi padre si fuera tan rico como mamá? Lo más seguro es que gaste todo el dinero en apuestas y alcohol. Prefiero no hablar de eso, la cosa es que ahora me encuentro en la habitación de mi hermana y de Valentina.
Habían libros muy bonitos por cierto, también pinturas padricimas...esto me gusta, pues me puede ayudar en mejorar mi forma de dibujar y pintar. El arte es mi pasión.
También encontré un álbum de  fotos y en ellas salía la rubia de ojos azules como el cielo, junto a Rafael, otra con una señora, supuse que era su madre y otra con un chavo de ojos marrones y cabellos castaños.
Derrepente siento que la puerta se abre y vi a Valentina entrar. Salí corriendo de ahí.
Me fuí a mi habitación y continúe con mi pintura. Luego de unos minutos la puerta se abre y veo a la rubia de ojos color cielo, entrar. Llevaba en las manos aquéllos libros donde había pinturas chidas...¿Acaso piensa dármelas o qué?
Me siento en mi cama y ella coloco los libros en mis piernas.

— ¿Sabes? Estos libros eran los preferidos de mi madre — sonríe como siempre — te gustarán mucho y también te agradezco mucho de que hayas abierto esa puerta — no dije nada, tampoco pensaba hacerlo.

Su mirada deja de verme y ahora veía lo que estaba pintando.

— ¡Vaya! Pintas padrísimo
Agustín.

Eso es una completa mentira.

Caminé hasta la pintura, la tomé y la arrugué para luego tirarla al suelo.
Sentí su mirada un instante, se agachó a recoger la pintura y salió de mi habitación.

Ahora tendré que hacer otra...tan bien que me estaba quedando esa. Ni modo.

Luego de una hora, al salir del baño, noto que la puerta de mi habitación estaba abierta. De seguro es mi hermana.

— Ka...— callo al ver a la rubia ahí, la muy condenada había puesto la pintura en un cuadro y lo colgó en la pared de mi habitación.
Eso me molestó mucho, así que camino hasta ella y la empujo. Tiré al suelo su cuadrito, luego la saque de mi habitación y puse seguro para que no vuelva a entrar. ¿Quién se cree?

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~ Tiempo después ~

Narrando escritora

Valentina empezó la secundaria, al igual que Karol. A la rubia le costaba mucho hacer amigas, caso contrario con la castaña de ojos verdes.
Agustín continuaba en su mundo. No solía hablar mucho ni en la escuela, ni mucho menos en su casa. Por las tardes visitaba a su padre y siempre le compraba ropa y comida, con sus ahorros. Casi siempre estaba encerrado en su habitación, dibujando y pintando hermosos paisajes.

Sharon enseñó a como comportarse a su hija. Le enseñó a mejorar con su vestimenta, la forma de caminar, la forma correcta de sentarse en la mesa. Karol con el tiempo empezó a mejorar su comportamiento, pues ya no era aquélla niña pobre, sucia y mal vestida que vivía con su padre. Esa Karol había quedado en el pasado, ahora era una Karol rica, fina, bien vestida, bien presentable, eso era lo que quería la castaña de ojos verdes.

Rafael por su parte, solía viajar mucho debido al trabajo.

...

Valentina

Cuando Mike se fué a estudiar al extranjero, todos los días recibía cartas de su parte y yo respondía, pero de un día para otro dejé de recibir cartas de él, y eso me preocupaba...tal vez se esté olvidando de mí. Eso me ponía triste...¿Por qué no me envía cartas? Si yo le envío todos los días. ¿Acaso estará enfermo? Espero que no...

— ¿Bonita por qué aún no me escribes? ¿Acaso tu madrastra revisa tu correo y se ha portado mal contigo? 1-2-0-1, es el número al que puedes llamarme. Solo tú y mi madre lo saben...

¿Por qué Karol está leyendo mi carta? Eso significa que ella es quién recibía mis correos, entonces ella es quién sacaba mis cartas del correo...es por eso que Mike no recibía mis cartas.

— ¿Así que eras tú? — entré a mi habitación y le quité la carta que estaba leyendo.

Me fije la carta y tenía fecha de hace un mes.
¡Esto no me puede estar pasando!

— Dámelas — trate de sonar calmada pero creo que no fué
así — devuélvemelas Karol — la miró seria — ¡Quiero todas las cartas!

Ella no respondió, solo sonrió para luego arrebatarme la carta de mis manos y salir de la habitación.

— ¡Karol! — la tomo del brazo y la acorralo en la pared. Ella solo sonreía.

— ¡Agus! Toma — grita y le lanzó la carta a su hermano.

— ¿¡Dime por qué!? ¿Qué te hecho yo para que me hagas esto? — grité molesta.

— ¿No sabes? ¿En verdad no lo sabes? — me empuja — tú no me agradas. Nunca he recibido cartas de amor — ¿Y yo qué culpa tengo de eso? — no ha sido nada fácil llegar hasta aquí. Nunca he sido como tú — eso está mas claro que el agua — que siempre ha tenido todo. Tú naciste en una familia que tiene dinero. ¿La vida es injusta, no crees?

Y lo vuelvo a repetir. ¿Yo qué culpa tengo de eso?

No dijo nada más y bajo las escaleras.

— ¡Agustín dame! La carta es
mía — corro hacía él, quería quitarle de sus manos mi carta, que por cierto había formado un avioncito con ella — ¡Dámela!

¡Qué malo!

Como soy chiquita y él es alto, no me deja alcanzar mi carta. ¡Rayos! Ni saltando puedo. Él sin dejar de burlarse de mí, lanza mi carta al jardín.

— ¿Por qué hiciste eso? ¡Ya tengo suficiente con soportar a tu hermanita!

Salgo corriendo hacia el jardín y comencé a buscar mi carta. No la encontraba. ¿Dónde puede estar un simple pedazo de papel? ¡Papel que me importa muchísimo!

Mientras buscaba mi carta, sentía que me miraban y sí, me estaban mirando, Karol y su mamá me miraban desde el balcón. Estaban sonriendo, claro están felices de mi desgracia.

...

Karol

Me encanta hacer sufrir a la rubia teñida de mi hermanastra.
Te haré la vida imposible Valentina Zenere.

La muy ingenua estaba buscando su cartita. Lástima que no la va a encontrar, realmente me da pena esa niña, pobresita.

— Mamá ya está — le enseñé la carta que había escrito a Michael, ella lo tomó y empezó a leer — aunque seguro se decepciona por que no es de Valentina — me hago la triste.

— Si Michael se decepciona de Valentina, te aseguro que será tuyo — responde sonriendo.

Tiene razón, igual Michael va a ser mío, mío al igual que toda su fortuna.

...

Narrando escritora

La niña de ojos azulados se encontraba en su cama pero aún no dormía, la rubia no podía pegar los ojos, estaba sumergida en sus pensamientos. Pensaba en el niño que ama, en su padre y en su madre.
Las tres personas valiosas de su vida.

De un momento a otro siente que alguien entra a la habitación. Esa voz que hace, que sus nervios florezcan, la saco de su transe y también la llenó de cierto miedo.

— Creo que está dormida — era Sharon fingiendo amabilidad — veré si puedo despertarla.

Sintió que la movieron de manera brusca. Valentina ocultando su temor, decide sentarse en la cama. Sharon la mira con odio y le entrega de mala forma el teléfono que llevaba en sus manos.

— ¿Mike? — hablo bajo la rubia.

Era él, el único quién quisiera hablar con Valentina.

— Valu — escuchó a su castaño por el teléfono.

Al escuchar su nombre en su dulce voz, hizo que una sonrisa se dibujara en su rostro.

— ¿Como estás? — la ojiazul no pudo evitar la emoción de volver a escuchar la voz del niño que ama — ¿Estás bien? ¿Qué tal la secundaria?

— Son muchas preguntas bonita — ríe y la rubia siente como su corazón salta de la felicidad — ¿Creo que allá ya es un poco tarde, te desperté?

— Claro que no, aún no estaba dormida.

— ¿Por qué es tan difícil saber de tí? No me llamas, no me escribes, ¿Ocurre algo? — preguntó Michael con un tono de preocupación.

— No...es que estoy en periodo de exámenes — mintió, no le gustaba hacerlo pero lo tenía que hacer — ¿Tú cómo estás? ¿Te diviertes?

— Aquí todo es una locura pero escuchar tu voz me hace sentir mucho mejor. Te extraño, por favor llámame, ya conoces mi número...¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Sabes? A mí me parece que ha sido más de un año.

Valentina sonríe.

— Mike, solo ha sido un mes — corrigió la rubia, aunque para ella también parecía como un año desde que se fué su castaño.

Sharon fingió bostezar para que así Valentina cortara la llamada de una vez.

— Escucha, aquí ya es muy tarde y tengo que colgar.

La rubia quería seguir conversando, si es por ella se desvelaría hablando con el chico que le gusta pero no podía, no podía por su madrastra.

— Claro, que sueñes con los angelitos o mejor...sueña conmigo ¿Si?

La rubia no pudo evitar reír.

— No te prometo nada.

— Por lo menos trata porque yo si soñaré contigo.

— ¡Eres un mentiroso! — por un instante se olvidó de la presencia de su madrastra, esta la mira mal — te quiero.

— ¿Qué dijiste?

— Ya tengo que colgar.

— Oye espera...— corta la llamada.

Sharon de inmediato le arrebata el teléfono de sus manos para luego irse.

La sonrisa de Valentina, no se borraba de sus labios. Le había dicho “Te quiero” al niño que le gusta. La ojiazul no dejaba de sonreír, pues al fin pudo volver a escuchar, aunque sea por un momento la voz de su castaño.

Se recuesta en su cama y al cerrar los ojos no pudo evitar recordar lo que acababa de suceder hace unos instantes.




















Claro, que sueñes con los angelitos o mejor...sueña conmigo ¿Si?”


















— Siempre sueño contigo — susurra bajito.

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~ Al día siguiente ~

Agustín

Las clases al fin acabaron y es que el día de hoy, ha sido tan aburrido. Ahora me encuentro de regreso a mi casa, y es que la verdad no quiero regresar a ese lugar. Lo que quiero es ir donde mi padre, lo extraño demasiado y me hace mucha falta.
Dejo de caminar...pareciera que el cielo escuchó mi deseo, ya que lo encontré ahí parado afuera. Sí, mi padre estaba parado fuera de la casa donde ahora vivo. Las ganas de abrazarlo me invadieron por dentro pero preferí no hacerlo, sé como es.

— Hola, ¿Qué haces? — lo miro — dijiste que nunca vendrías
aquí. ¿Qué haces aquí papá?

— ¡No vine aquí para verte
niño! ¿Oíste? — ¡Malditas ganas de llorar! ¿Por qué mierda tiene que ser así? ¿Acaso no sabe que sus palabras duelen? — estoy aquí solo por casualidad.

— Papá...

— Toma — me entrega un par de zapatillas — son para tí. ¿Qué acaso estás sordo?
¡Toma! — grita al ver que no sujeto el par de zapatillas. Las tomo — adiós.

Estaba a punto de irse pero lo detengo.

— ¡Papá! — lo tomo del brazo — ¿Por qué lo compraste si no tienes dinero? — saco de mi bolsillo algunos billetes y se lo coloco en el bolsillo de su pantalón — ya no me compres nada, así que deja de pedirle dinero a mamá.

— ¡No me trates como si fuera un pordiosero! — se aleja de mí.

— Papá...

— Yo tengo dinero niño — interrumpe.

Iba a seguir hablando pero al ver que un auto se estaciona cerca de nosotros, deja de hacerlo.

¡Rayos! Es mi madre con mi hermana.

— Claro — ¡Oh no! Por favor, ahí vamos de nuevo — es nada menos que la mejor estrella, luces bien ahora eh.

— Basta papá...

— ¿A qué has venido? Prometiste que nunca lo harías — respondió mi madre, mientras guardaba sus lentes negros en su grande bolsa que llevaba en su brazo.

Karol mira a nuestro padre de mala forma. No lo entiendo. ¿Desde cuándo cambió tanto?

— Hola Karol — se acerca a
ella — ya veo, así que ahora eres una niña con dinero ¿Eh?en otro lugar no te hubiera
reconocido — es cierto, mi hermana a cambiado mucho — que bonita — la toma de sus
mejillas — saliste en eso a tu madre.

— Ya déjame que me avergüenzas — respondió Karol y quitó de mala gana las manos de papá, de sus mejillas.

— ¿Cómo? ¡Repítelo! ¿Tú me dijiste que te avergüenzo? — la mira por un rato y luego dirigió su rostro hacia mamá — vaya, quiero que los trates a los dos por igual. ¿No has podido comprarle un par de zapatos? ¡Mira los que tiene! — señala mis tennis — ¿Por qué aún parece un chico de caridad?

— Ya te dí suficiente dinero y traje a mis hijos conmigo. ¿Acaso seguirás con tus amenazas? ¡Largo de aquí! ¿O quieres que llame a la policía?

¡Mierda! Esto se está saliendo de control.

— Escucha, es una casualidad de que yo esté aquí, soy un inocente ciudadano que venía caminando por la calle. ¿Eso no es un crimen o sí?

¡Ya no soporto más sus malditas peleas!

— ¡Camina por otro lado, porque te juro que llamaré a la policía si vuelves por aquí!

No dijo nada más y entro junto a Karol a la casa.

— Ya no vengas — me le
acerco — te prohíbo que vengas. Solamente causas
problemas — dije y luego entro a la casa.

Decir toda aquélla oración me dolió más a mí que a él, de eso esto muy seguro.

— ¡Feliz cumpleaños hijo! — lo escuché gritar. Está llorando, ya que su voz sonó quebrada.

Mis ojos se comenzaron a humedecer, ni siquiera sabe cuándo es mi cumpleaños.
No es hoy papá, es mañana. 

Trato de olvidar eso y al entrar a la casa, camino directo a la cocina y llego hasta la nevera. La abro y saco una botella de jugo de durazno. Empiezo a beber por el pico de la botella.

— ¡Ah! ¡Pero si eres un
puerco! — ¡Joder! ¿Ahora que mierda quiere? — oye no quiero que tomes estas porquerías — me quito la botella de jugo que tenia en las manos para luego vaciarlo en el lavadero — ¿Cómo puedes parecerte tanto a tu padre? Los dos tienen unos hábitos
terribles — me da mucho gusto parecerme a mi padre y no a
t

í — cuando se mudaron aquí, les pedí que no volvieran hablar con él — lo siento madre pero eso para mí es imposible — si solo necesitabas un par de zapatillas me lo hubieras dicho a mí, no a él.


— Yo nunca lo llamé.

— ¿Entonces dime a qué pudo venir? ¿Cómo supo que necesitabas zapatos?

— Ya te dije — ruedo los ojos — no lo sé — decidí salir de ahí pero siento que toma mi brazo y me gira hacia ella.

— Sí, ustedes dos son idénticos. ¿Acaso quieres ser apostador, ebrio que no sirve para nada? ¿Alguna vez te dió algo de valor? Te lo advierto Agustín, que ni se te ocurra que ese lunático va a poner un solo pie aquí. ¿Entiendes?

— ¡No hables de mi padre así! — quito su mano de mi brazo.

— Vaya — sonríe — ¿Acaso tu padre te pidió que solo me dieras problemas?

— ¡Claro que sí! — la reto.

— ¿Oye que fué lo que dijiste? — se pone seria.

— Dije que tienes razón, no preguntes si lo sabes.

— ¡Cierra la boca! — y ahí fué que sentí arder mi mejilla, me había golpeado.

Estaba a punto de volverlo hacer pero no mi querida madre, ni pienses que te lo permitiré.

— ¡Ahora tú escucha! — la tomo del brazo, ella intentaba safarse pero fracasaba en el intento — ¿¡Acaso crees que eres mejor que la basura humana!?

— ¿¡Qué!? — la solté — ¡Te irás! ¡Quiero que te vayas de aquí! — grita como loca.

— No sabes cuantas ganas tengo de irme pero no pienso hacerlo. No me puedo ir. No me iré. ¡No hasta que te pague todo lo que has hecho por nosotros! — grito con fuerza.


— ¡Cállate! — me volvió a golpear. ¡Mierda! ¡Duele! — ¡Eres un bastardo! No sé cómo te pude tener. ¡Maldito bastardo! ¡Largate! ¡Quiero que te vayas!

— No me iré de aquí — respondo tranquilo y salgo de aquél lugar dejando a mi madre gritando como loca.

En la noche

Trataba de dormir pero no podía conciliar el sueño. Me movía en la cama, buscando una posición para poder dormir pero nada, hasta que siento, como alguien me toma de los pelos y me comienza a jalar con fuerza. ¡Mierda!

Era mi madre quién lo hacía.


¿Acaso piensa vengarse o qué?

Me hace caminar a la fuerza hasta el desván, aquél desván donde encontré a Valentina encerrada. Me hace entrar y la miro molesto, ella sonríe para luego salir de ahí y ponerle seguro a la puerta.
Veo que pasaré aquí la noche. ¡Maldita vieja!

— ¿Supongo que solo estás aquí para arruinarme la vida, claro y tú crees que te lo voy a permitir?

— ¡Como quisiera que no fueras mi madre!

Luego de unos minutos comienzo a sentir un frío tremendo, al parecer mi queridicima madre, apagó la calefacción.
¡Maldicion! ¿Acaso quiere que me muera o qué?
¡Maldita bruja!
¡Mierda! Tengo mucho frío. Me fijo a mis alrededores, buscando algo para poder

cubrirme, no había gran cosa, así que tomé varias prendas que habían por ahí para así taparme.

Hoy será una noche difícil y por supuesto muy fría.

🖤

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