C38: Tiene que ser así
Narrando escritora
Agustín no dejaba de sonreír, mientras veía como la mujer que ama dormía al lado suyo. Se sentía completo, él, su corazón, todo de él. Decidió detener el auto a un lado de la carretera. La observaba con ojos de amor, el chico realmente está enamorado hasta los huesos de ella.
— No te imaginas lo feliz que me estás haciendo Valu — sus manos deciden acariciar sus cachetitos de la rubia, los cuales por cierto, estaban rojos — ¡Mierda! Estás ardiendo en fiebre.
...
— Amor, quiero que veas esto — Karol se acerca a su novio con la intención de sentarse en sus piernas pero rápidamente Mike huye de ese acto para sentarse en el sofá, la ojiverde frunce el ceño por lo sucedido.
— Estoy ocupado Karol — responde sin mirarla, mientras toma en sus manos un cuaderno que raramente se encontraba en una mesita. Lo abre y se da cuenta que era el cuaderno dónde Ámbar dibujaba diferentes diseños de ropa.
— ¿Amor, vamos? — se sienta a su lado y ve que su novio prestaba más atención a ese cuaderno de diseño, de su hermanastra más que a ella y eso la molestó muchísimo. Ya no estaba Valentina pero aún así seguía molestando, pensó — tienes que ver mi vestido de compromiso — coloca aquélla revista que traía en sus manos para ponerla encima de aquél cuaderno y así captar la atención de Michael — mira es este — señala la imagen de un vestido — ¿A poco no está bello? — sonríe — me veré hermosa con el puesto. ¿Verdad?
— Karol, te dije que estoy ocupado — quita la revista del cuaderno y se levanta del sofá — ¿Puedes salir de mi oficina porfavor? — trata de ser educado.
— Siempre tan dulce — Mike rueda los ojos — ¿Oye, ese no es el cuaderno de Ámbar? Que pena, se le olvidó. Dámelo que me encargaré de devolvérselo personalmente.
— No harás eso.
— ¿Y eso por qué? ¿Acaso tú piensas devolvérselo?
— Ese no es tu asunto — se gira y le da la espalda.
— Dámelo que yo se lo devolveré, Michael — vuelve a insistir.
Su intención no era devolvérselo, su verdadera intención era destruirlo, romperlo, quemarlo.
— Me lo quedaré — Karol abre como platos sus ojos — ahora es mío, es el único recuerdo que tendré de ella.
— ¿¡Qué!? — sí, está celosa, mucho diría.
— Mejor vuelve a lo de tu vestido y sal de mi oficina — no la deja hablar y la lleva hasta la salida — créeme que con lo que te pongas te verás bien — le guiña el ojo — ahora déjame solo — le cierra la puerta en la cara.
...
Agustín corre con rapidez hacia su auto, mientras en sus manos traía un par de medicinas. Su corazón parecía salirse y no por el hecho de haber corrido, la verdadera razón era la angustia, preocupación y miedo que sentía, si algo malo le llegara a pasar a su rubia favorita.
— Hey hermosa — susurra con dulzura, mientras tomaba sus manos cálidas — abre tus ojitos mi bella durmiente — vuelve a susurrar pero esta vez en el oído de Valentina.
Una sonrisa se dibujó en su rostro al ver como unos hermosos par de ojos azulados se comenzaban abrir lentamente y con cierta pereza.
— ¿Ya...llegamos?
— No pequeña — acaricia sus mejillas calientes — aún no.
— ¿Entonces por qué paramos? — vuelve a cuestionar.
— Por esto — le enseña la pequeña bolsita de medicinas que traía en una de sus manos — tienes que tomartelas para que se te baje la fiebre.
— No quiero — reprocha como niña pequeña.
Agustín ríe. Sabía muy bien que diría esas palabras porque sabe muy bien que a ella no le gustan las pastillas. Simplemente la conoce a la perfección.
— Pues lo tendrás que hacer.
— Olvídalo.
— ¿Ni siquiera por mí?
Valentina se le queda mirando. Es como si lo estuviera analizando con la mirada pero con una seriedad en los ojos y fué ahí que Agustín entendió el error que había cometido. Cómo pedirle algo así, después de todo lo que hizo.
La culpa volvió a resonar en él.
— Olvídalo...solo toma las...
— Lo haré — interrumpe y una pequeña sonrisa se comienza a formar en sus labios — por tí — ambos conectan miradas pero solo fue por milésimas de segundos porque fué ella quién decidió poner fin a esa conexión.
Su corazón de Agustín guardaba una pequeña esperanza de que aquélla rubia aún lo siga queriendo. Tal vez ella ya no lo demostraba como antes pero aún así, él podía sentirlo.
— Gracias — le vuelve a sonreír mientras ve como Valentina metía en su pequeña boca, aquéllas pastillas. Hizo muecas raras de asco. El castaño río ante eso, para él era lo más hermoso que podía ver aquél día y lo disfrutaba.
— Ahora vuelve a dormir — ordena.
— Esta bien "Jefecito".
— Hermano...es la palabra correcta — susurra con tristeza para él solo.
Cierra la puerta del auto y se acomoda en su asiento, mientras se colocaba el cinturón de seguridad.
— Me despiertas cuándo lleguemos ¿si?
— Por supuesto, ahora trata de descansar.
Media hora después...
— Mi...Michael — la escuchó susurrar, mientras dormía.
Escuchar eso hizo que su corazón ya roto se vuelva a destruir en miles de pedazos.
¿Qué es lo que estoy haciendo? ¿Por qué lo hago? ¿Acaso quieres seguir dañando a Valentina? ¿Quieres seguir destruyéndola? ¿Quieres volverla alejar del amor de su vida? ¿Quieres verla infeliz por el resto de su vida? ¿Por qué le quito su felicidad? ¿Por qué le hago esto? ¿No te fué suficiente todo el daño que le hiciste?
Ella ahora está contigo pero sabes muy bien que no está completa porque su corazón lo tiene él y por más que quieras quitárselo no podrás hacer nada...eso y muchas cosas más son las palabras que comenzaron a inundar la mente de Agustín.
El castaño la quiere ver feliz y sabe muy bien que él no es el indicado para hacerlo, lo sabe a la perfección y le duele.
Intenta no llorar pero rompe en llanto cuando escuchó los próximos susurros.
— Mi...Michael soy yo...soy Valentina...soy yo...aquí estoy...te amo.
No tuvo que pensarlo mucho para hacer lo tenía que hacer, lo correcto. Dejarla ir.
...
— Amor, creo que esta bufanda tendrá mucho éxito.
— ¿Lo crees? — cuestiona con la mirada perdida a aquélla bufanda que se encontraba en las manos de su futura esposa, aquélla bufanda que lo había diseñado su segunda rubia favorita.
— Sí, me avisaron que una tienda la están vendiendo muy bien.
Michael sonríe al oír eso para luego tomar la bufanda y colocárselo en el cuello.
— ¿Qué te parece? — pregunta.
— Es muy bonita — se le acerca un poco y eso empezó a incomodar a Michael — tengo que admitirlo, Ámbar hizo un excelente trabajo. No sabes lo triste que estoy al saber que ya no la veremos más. Si tan solo supiera el buen éxito que está alcanzando sus bufandas.
— ¿Qué te parece si mejor vamos a la tienda? — cambia de tema el castaño. Karol simplemente asiente.
Raramente, ambos se van tomados de la mano. Cuando llegan a la tienda hubo algo que llamó la atención completa de Michael.
"Para el verdadero amor"
Era el título o el nombre que estaba escrito en un cartel, lo cual a su alrededor estaba lleno de flores blancas. Un cartel realmente hermoso que acompañaba a miles de bufandas a su alrededor.
— Sí que es un buen concepto — dice la ojiverde.
"Esta noche tratemos de no pensar en nada. Solo seamos honestos con lo que sentimos, aunque sea más tristeza que felicidad"
"¿De pronto me amastes?
Si fuera así, ¿Me aceptarías?"
— ¡Mike! — sacude un poco la cabeza, se había perdido en los recuerdos.
— ¿Qué pasa? — pregunta confundido el castaño.
— ¿Acaso no escuchas?
— ¿Qué cosa?
— Tu móvil está sonando.
Era cierto. Ni siquiera se había dado cuenta.
— ¿Bueno?
— Michael — cómo sabía su nombre, pensó — estoy con Valentina — al escuchar ese nombre su corazón se detuvo por unos segundos. ¿Acaso era una especie de broma? — escúchame bien porque no pienso repetirlo dos veces. Como la odio tanto — le costaba decir esas palabras a Agustín — la dejaré ir porque es a tí a quién ama. Quiero que la hagas feliz y sé que lo harás porque eres el único quien puede hacerlo. Prométeme que la protegerás...Valentina está conmigo en la casa de playa, ven rápido porque te estará esperando — cuelga.
Sin pensarlo dos veces Michael sale corriendo de aquél lugar donde se encontraba.
¿Quién era la persona que lo había llamado? Aunque su voz se le hizo conocida pero no tenía tiempo para estar pensando en eso.
Su corazón se comenzaba a acelerar cada vez más mientras el auto se acercaba a aquélla casa de playa donde vivía de niña, el amor de su vida.
Sus ojos se comenzaron a llenar de lágrimas...
"¡Soy yo! ¡Soy Valentina! ¡Siempre fuí ella! ¡Soy yo Michael! ¡Soy yo!"
"¡Mírame a los ojos! ¿Acaso no me reconoces? ¡Soy yo! Te digo que soy yo...por favor entiende"
No entendía nada pero deseaba desde lo más profundo de su corazón que aquélla llamada sea cierta.
...
Agustín no puede despegar los ojos de ella, mientras la pequeña rubia dormía tranquilamente. Coloca su mano en su frente y un alivio se apoderó de él, al sentir que la fiebre había bajado. Acaricia sus mejillas lentamente, mientras una lágrima se dejó caer de sus ojos sin previo aviso. No soportaba estar en esa situación, le dolía profundamente pero sabía muy bien que no había forma de evitarlo. Tenía que ser así.
Sus ojos marrones dejan de mirarla para bajar a mirar sus pequeñas manos blancas de su rubia favorita. Una sonrisa se dibuja en sus labios al ver que Valentina aún tenía puesto el anillo que le había dado. Su símbolo de amor. Así que decidió quitárselo, sabía muy bien que ella nunca le pertenecería, que no era el indicado. Toma el pequeño y simple anillo en sus dedos para colocarlo en su collar junto a la inicial de su nombre. Un collar que le regaló su padre. Ya se acercaba la hora de la despedida definitiva y su corazón se comprimió del dolor que sentía al hacerlo. Toma el celular de Valentina y coloca un pequeño y hermoso trébol de cuatro hojas. Típico de él.
No sabía en que momento miles de lágrimas habían salido de sus ojos.
— Siempre te amaré...eres y serás el amor de mi vida — se acerca a ella. Sus labios pedían a gritos que besen los labios de ella pero decidió no hacerlo, así que depósito un beso, dulce y cálido en su frente — sé feliz pequeña — susurró con la voz apagada para luego salir del auto.
Sus pies no querían dar algún paso pero lo hizo cuando vió a lo lejos, que un auto se acercaba a ellos. Sin duda alguna era Michael.
La miró por última vez a través de la ventana de aquélla pequeña camioneta.
— Sé feliz Valentina — vuelve a susurrar para luego salir corriendo de ahí.
El cuerpo de Michael comenzó a temblar al ver un auto estacionado a lo lejos frente a él.
Valentina comienza abrir lentamente sus ojitos. Se sorprende y asusta un poco al no encontrar a su hermano, y para colmo ya era de noche y digamos que la oscuridad no es mucho de su agrado.
— ¿Agus? — sale del auto y siente la corriente de aire chocar con fuerza su rostro. ¿Qué hacía en su casa de playa? pensó — ¡Agustín! — eleva un poco la voz pero no hubo respuesta, solo el sonido de las olas del mar — ¡Agus! — gira a su alrededor y a lo lejos pudo ver a alguien — ¿Agus...eres tú? — la sombra se comenzaba a acercar a ella — oye Agustín — da unos pequeños pasos y su corazón se aceleró por completo al ver quién era. Sintió unas inmensas ganas de llorar al ver que aquéllos ojos avellana se encontraban llenos de lágrimas.
— ¿Valentina? — la rubia abre bien los ojos al oír su verdadero nombre salir de los labios de él.
— Michael...
— Bonita — su corazón dió un salto de alegría al escuchar esa palabra, aquélla palabra que solía escuchar de niña por parte de él.
— Bonito — respondió y al mismo instante sintió como miles de lágrimas se encontraban deslizándose por sus mejillas.
El corazón de Michael comenzó a revivir poco a poco.
— El destino de los que se aman es unirse, no importa lo lejos que estén...— el castaño toma las manos de ella.
— Ellos terminarán uniéndose — completa la frase la rubia, mientras acortaba la distancia.
Él la mira con dulzura, con un amor infinito. Sus dedos se posan en sus mejillas para acariciar suavemente con sus pulgares. Ella también lo mira con amor y con sus dedos quita las lágrimas que había derramado el castaño.
Michael sonríe, pero no fué la típica sonrisa que daba, sonríe verdaderamente, tal y como lo hacía hace cinco años atrás. Simplemente su sonrisa verdadera volvió.
El de ojos avellanas saca la medallita que se encontraba guardada en uno de sus bolsillos. La ojiazul hace lo mismo, quita la medalla de su cuello. Ambos se mostraron sus medallas, su símbolo de amor. Michael decidió unirlas y fué así que la medallita de Valentina encajaba perfectamente en la medallita de Michael, era la pieza fundamental, era como si estuviera hecho para que encajaran perfectamente.
Michael separa las medallitas para que cada uno, vuelva a colocarlas en el lugar donde deben estar. Michael le coloca la medallita a Valentina y una felicidad infinita se apoderó de él, al sentir su dulce aroma de vainilla de la rubia. Valentina hace lo mismo, coloca la mitad de su medallita al cuello de Michael, este sintió miles de sentimientos al sentir los dedos de ella chocar con su piel.
El tiempo se detuvo para ellos dos, no pensaban en nada ni en nadie, sólo eran ellos dos, nada más. Ambos se completaron, ambos encontraron la pieza fundamental de sus rompecabezas, ambos son y serán un verdadero amor.
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