52. Vínculo.
52. Vínculo.
ALONSO
Harper me mira maravillada a través de la cámara como si en lugar rebanar un pastel para rellenarlo, estuviera haciendo algún truco de magia. Su delantal rosa manchado de crema evidencia que no se le está haciendo fácil. Soy paciente para explicarle. Me gusta cocinar y no tengo problema en ayudar a otros.
—Una vez en el refrigerador, basta esperar que se compacte y enfríe. En lo personal prefiero dejarlo hasta el día siguiente —guardo el pastel—. Sabrá mucho mejor.
La violonchelista me pidió que le enseñara a preparar postres. No quiere intoxicar a su familia en el próximo cumpleaños que celebrarán. Sofía aprobó un examen de matemáticas con nota sobresaliente. Nunca desaprovecho oportunidades para consentir a mis sobrinos. Mi princesa y mi comandante son lo más preciado que tengo. De modo que, decidí prepararle un pastel de maracuyá con forma de estrella y hacer la videollamada.
Harper es la única de mi antiguo grupo con quien aún mantengo contacto. El caso de Austin no llegó a juicio, se acobardó tras la primera visita de los abogados de Regina. Jamás se esperó que una firma poderosa me representara. Después de pedirme disculpas públicamente, trató de rogarme para que retire la demanda multimillonaria en su contra.
No lo hice.
—Deberías subir videos así a Instagram —comenta Harper—. Te hará buena publicidad.
—Firmaré como músico, no repostero.
—Da igual. Así atrajiste a Tagger. Lo que importa es que captes público. —Suelta una risita, la miro limpiar el desastre en su cocina—. Trabaja en tu tableta de chocolate para que te grabes sin camisa, cocinando o tocando el saxofón, y te lloverán los seguidores.
Frunzo el ceño.
—No me gusta la idea de exhibirme de esa manera.
—Mojigato —acusa.
—Si te digo que te grabes en tanga tocando el violonchelo. —Me cruzo de brazos—, ¿aceptarías o me tacharías de pervertido?
—Si te digo que te grabes en tanga tocando el violonchelo, ¿aceptarías o me tacharías de pervertido?
Boquea sin saber qué responder. Sonrío por obtener la razón. Está muy normalizado que los hombres no sufren acoso pero sí son acosadores.
Al día siguiente, me despiertan los ladridos de Otto junto con la voz de algún ligue de Nathaniel y golpes en mi puerta. Alzo mi cabeza, el reloj marca las «5:40 A.M.» Gruño. ¿Quién jode tan temprano?
—¡Alonso! —grita Luther y se ensaña con la puerta.
Me levanto de un tirón, soñoliento.
—¡¿Qué cara...?!
—Ya sé quién es el desfalcador —suelta sin quitarle la vista de encima a su laptop.
Sus palabras me caen como un balde de agua fría.
—¿Quién? —lo apremio.
Luther entra en mi habitación, acaricia a Otto y se sienta en la mesa que uso para escribir.
»Dime el nombre —exijo, colocándome a su lado, y ver lo que hace.
—Roche Dagger. —Teclea muy rápido—. Rastrearlo desde la perspectiva de trabajador en Foster Capital ayudó mucho. Hizo la distribución de fondos desde su antiguo portátil, el que usó en su época como corredor. Al principio creí que se trataba del señuelo pero no, en la madrugada lo encendió nuevamente para intentar lanzar esta noticia. ¿Recuerdas el escándalo de la cosmética? Ahora madam Azzarelli invierte en el desarrollo de una dudosa tecnología de radiación para tratar el cáncer. Según, pruebas aciertan que provoca efectos secundarios. Ya te imaginarás el alcance de falsificación de documentos y sobornos para continuar con unos supuestos "experimentos". Se esforzó mucho para que parezca creíble. Las víctimas también son compradas. El teatro le está costando un dineral.
—Es una sentencia para la imagen de Regina. —Siento la boca seca.
La reina acaba de comprar el edificio para su expansión. Atraer negativamente a los medios es una crucifixión ineludible.
—¿Qué nos falta para arrestarlo? —pregunto, buscando ropa en mi armario.
—Llamar a mi contacto en el FBI.
—Hazlo.
Luther saca su móvil. Me visto con lo primero decente que encuentro. No podemos perder tiempo y regalarle los minutos a ese cabrón para que perjudique a Regina. Me cepillo los dientes y le sirvo su desayuno a Otto velozmente. A O'Conner aún no lo hemos detenido porque el hijo de puta resultó tener muchos apoyos con poder. Si cae uno, caen todos.
Los rusos nos llevan en la Range al hotel donde se hospeda Regina. Mi apartamento no es lugar para armar una base de operaciones. Le marco a su móvil y no contesta pero me indican que no se ha ido a la torre.
—Debo ir a fiscalía para presentar las pruebas —dice Luther antes de llegar, viendo la pantalla de su móvil—. Termina y ve a mi piso. Adelanta lo que puedas.
—Gracias por el apoyo.
—En esta vida nada es gratis. Tu paga será tu bendición e intercepción con Nathaniel y tu padre. —Me mira con gesto serio—. Aún existe la posibilidad de que rechacen la propuesta de Natasha por el condominio. Antes de que eso suceda, le propondré mudarse conmigo.
—No es una decisión que se tome a la ligera —apunto igual de serio—. Vives solo, y no será Nat, son los tres.
—Lo sé. En serio quiero hacer las cosas bien con ella. —Sonríe—. Desde que los chicos llegaron, mi apartamento se siente diferente. No lo sé explicar. Cuando van a la escuela, se siente el vacío. Niko se divierte conmigo, difícil lo tengo con Sofía. Ganar su confianza no es sencillo.
—Porque prefiere a su tío —bromeo—. Los chicos la pasan bien allí y, mientras mi hermana sea feliz contigo, no tendré objeción —soy sincero—. Te irán a visitar aunque se muden al condominio. Habrá que cambiar ciertas cosas, comenzando con poner bajo llave tu colección de funkos. —Asiente—. ¿Por qué aún no se lo propones a Nat?
—Esta noche —asegura, emocionado.
Yo mismo debo gestionar mi mudanza temporal al hotel con Regina. Es intensa pero entiendo su punto. Mashiro me concede acceso a la suite apenas me ve. Desde que abordé la camioneta, los rusos debieron avisarle que venía para acá. Igual, sin querer quedar como un entrometido, toco su puerta. Esta cede, así que asomo la cabeza pero no diviso a nadie en la habitación. La cama está echa un desastre con papeles.Suspiro profundo cuando entro en el baño.
Regina está sentada en un taburete planchando su cabello. Nuestros ojos se encuentran en el espejo. Un albornoz negro cubre su desnudez. Me acerco por detrás cuando coloca la plancha a un lado y procede a cepillar su melena, una pequeña sonrisa curvando los labios que beso. Mis manos acarician sus brazos y beso con afecto su sien, su oreja y su mejilla. No sé cómo prepararla para la noticia. Frente a mí tengo a una bomba de relojería, si toco el cable equivocado...
—Estaba pensando en invitarte a dar un recorrido en helicóptero esta noche —musita, mientras inhalo el aroma en su cuello con tributo.
Me quedo muy quieto sin cortar el contacto visual.
—Atrapamos al desfalcador —susurro contra la piel de su hombro. Regina se tensa y se levanta para encararme. Sus ojos, cautos, demandan más información—. Roche.
Niega lentamente.
—No...
—Luther dio con él a primera hora. Se fue a fiscalía a presentar las pruebas para que ejecuten la orden de captura.
—No tiene sentido. —Se zafa de mis brazos y va a la habitación.
Su móvil vibrando atrae nuestra atención. Chasquea la lengua. Mira la pantalla y lo apaga. Toma la ropa sobre su cama y se viste frente a mí.
—La lógica no funciona en la mente de los psicópatas —recalco, sentado en la cama, mis codos en mis rodillas y mis ojos tras cada uno de sus movimientos.
Su gesto de rabia pronostica un tornado, caos. Me preparo mentalmente para cualquier reacción violenta de su parte. Le explico lo que encontró Luther y ella no dice nada, me escucha atenta. Su ceño más fruncido que nunca y sus ojos, fríos, analizan la información. Se cruza de brazos.
—Roche tiene una hija que estuvo en un coma inducido. —Alzo las cejas, Luther nunca encontró nada de eso—. La niña sufrió un traumatismo cerebral tras un accidente de tránsito, su madre no sobrevivió. Su situación es una de las razones por las cuales decidí invertir en nuevos avances para el área de medicina. —Sacude la cabeza—. Roche me planteó el negocio señuelo, destruido, porque alguien saboteó el tratamiento de su hija, enviándola nuevamente al borde de la muerte. Anoche y parte de la madrugada estuvimos armando la estrategia. —Señala los documentos—. Repito nuevamente, lo que me dices, no tiene sentido.
—Me contaste que él te propuso invertir en áreas de medicina y elegiste a Global Beauty. —Le muestro la pantalla del IPad que me dio—. ¿Y si es una farsa lo de su hija? Se está desquitando. Sentido o no, es nuestro hombre. Las pruebas no mienten.Frunce el ceño y vuelve a negar repetidas veces. No acepta la realidad.
—Su hija es lo más sagrado que tiene —alega contundente.
—Así de loco está para usarla en su escabroso plan. En este momento, el FBI debe estar yendo por él.
Sus ojos se abren desmesuradamente.
—El FBI... Mannaggia, no denuncié el desfalco. —Camina de un lado a otro, su respiración irregular—. Desde el día uno le exigí a Searchix que no quería a las autoridades en mi casa. Un caso por desfalco durará semanas circulando en los medios. Últimas noticias: se desmantela desfalco millonario a los fondos de Regina Azzarelli, inversionista acusada de fraude por la fiscal Inés Lacroix. ¿Coincidencia? —satírica, pone voz de reportaje. Mi pecho se hunde al verla preocupada.
Me levanto y tomo su mano.
—Ganarás la batalla y los medios se limitarán a hablar de lo temible que puede ser madam Azzarelli —intento tranquilizarla.
Aprieta el puente de su nariz, sus ojos cerrados. Su otro móvil suena. Suelta un gruñido exasperado y lo toma.
—¡¿Qué?! —ladra furiosa, un segundo y sus cejas se unen—. No tenía idea, ella ni siquiera llevaba alianza en la mano... ofrécele costear los gastos del funeral... sí... no, no iré, no tengo por qué hacerlo...
Rebusco en mi mochila. Espero que ayude a despejar su mente. Había planeado llevarla a algún lugar bonito para ver una puesta de sol y dárselo. Cortejarla, hacerle saber y sentir que es única y especial para mí.
—Merda —jadea, estampando su palma en la pared—. ¡¿Más?! ¡¿Cómo que más?! —Arrugo la frente, viendo su espalda y hombros tensándose—. Bien.
Cuelga, deja caer lánguidamente su mano y su cabeza hacia adelante. El móvil se desliza hasta el suelo. Me apresuro a rodearla y acunar sus mejillas para mirarla a los ojos... vacíos. El recuerdo de sus crisis me golpea en el estómago. Si ella de por sí es pálida, ahora dudo que la sangre circule por sus venas.
—¿Quién era y qué te dijo? —indago, manteniendo un tono suave sin dejar de escucharme apremiante—. ¿Alguien murió?
—El esposo de Camila —susurra—. Ni sabía que estuviera casada.
Cierra los ojos por unos segundos, visiblemente afectada, antes de abrirlos, volviendo en sí y, evasiva, desglosa lo mucho que eso retrasará el trabajo en la oficina mientras retrocede, viendo a todas partes menos a mí... hasta fijarse en la bolsa dorada sobre la cama.
—¿Qué es? —pregunta como si la llamada no hubiera existido.
Como si no me hubiera mostrado un destello de vulnerabilidad.
Detesto cuando se pone su máscara. Está bien ser fuerte, pero no es sano reprimir las emociones. La noticia del esposo de Camila no la puso así. Otra cosa pasa y si la presiono, sé que se cerrará más. Suspiro, resignado, y tiro de su mano.
—Para tú. —Le tiendo la bolsa.
Entreabre la boca cuando extrae la bola de cristal. Dentro, un tierno Principito contempla a su preciosa rosa. En vez de caer nieve, estrellas llueven al agitarla. Presiono el panel en la pared para apagar la luz y cerrar las cortinas de la habitación. Me coloco tras Regina y toco un botoncito en la parte delantera de la base. Inmediatamente, las estrellas se reflejan en las paredes, sobre las manos de mi reina, sobre nosotros. Presiono otro botoncito y la versión de Vivo per lei en saxofón inunda nuestros oídos. Las estrellas danzan suavemente a nuestro alrededor.
Regina cierra los ojos y apoya su espalda en mi pecho, sus pestañas húmedas.
—Grabé las canciones que vi en tu IPad aquella vez y otras que quizá podrían gustarte. Tiene una memoria insertada en la parte trasera. Puedes cambiarla cuando quieras —rodeo su cintura con un brazo—. También se puede sincronizar con tu móvil. La música y las luces son controlables por bluetooth.
—"Lo esencial es invisible para los ojos" —sonríe tras leer la inscripción de Saint Exupéry en la base—. Merda, Alonso —niega, su tono contrariado evidenciando que prefiere cortarse la lengua—. Creo... creo que ambos nos hemos domesticado.
—Mmm. Tienes la elegancia de una tigresa, el misterio de una pantera, la voracidad de un puma, la destreza de un guepardo, la peligrosidad de un jaguar, la exoticidad de un leopardo de las nieves y el liderazgo y fuerza de una leona —apoyo mi frente en su sien—. El término domesticar suena raro para una fiera indomable. Tú y yo, reina, hemos creado un vínculo.
Junta nuestras bocas y entrelaza sus dedos tras mi nuca, acercándome más. Me tomo mi tiempo para saborearla despacio, para acariciarla con suavidad y trasmitirle silenciosamente que jamás me cansaré de sus besos.
—Vámonos a Milán —susurra con los ojos cerrados.
Me separo un poco.
—¿Qué?
—Vámonos a Milán —repite y relame sus labios hinchados—. Los medios harán la situación más insoportable de lo que es, los prejuicios de mis socios, mis enemigos... —Niega—. Lo conozco. Roche no se quedará de brazos cruzados. Necesitamos un respiro antes de la batalla. Tendremos un fin de semana sólo tú y yo. Regresaremos el domingo para estar el lunes en el tribunal.
—Tengo trabajo, Luther también me necesita aquí —alego, recordando que debo llamar a Natasha para avisarle que iré al apartamento.
Regina se tensa y tuerce la boca en una mueca de ligera impaciencia.
—Puedo hablar con Tagger y ofrecerle un trato. Con Sachz podrás entenderte online. Julius estará a su entera disposición —baja la voz—. ¿O es que no quieres ir conmigo?
—Contigo voy hasta el fin del mundo. —Con mis labios deshago las arrugas entre sus cejas—. El detalle es... —Rasco mi nuca y siento mis orejas enrojecer. A veces olvido nuestras diferencias sociales y económicas. Desvío la mirada y sus dedos en mi barbilla me hacen enfocar sus ojos nuevamente. Afligido, alzo mi muñeca para mostrarle la esclava que me obsequió—. Oro. Diamantes. Viajes. Yo no puedo darte eso, Regina, al menos no ahora. Ir a Europa sale caro. No me sentiré cómodo si tú corres sola con los gastos. Mis ahorros los tengo destinados para...
Me besa con una ternura impropia de ella, desarmándome.
—Entiendo tu posición, a mí tampoco me gusta que me paguen nada. Mi atracción por los lujos se basa en que yo misma puedo costearlos. Ahora, entiéndeme a mí: me encanta viajar, pero también me encantas tú. Permite que tu novia multimillonaria costee el primer viaje como pareja. —Frota su nariz con la mía—. Te enseñaré los viñedos a caballo, recorreremos la ciudad y probarás una auténtica pizza italiana. Te modelaré lencería muy sexy y cumpliré alguna de tus fantasías geek. Haremos lo que quieras. —Revisa su reloj—. Aún es temprano. Nos iremos en dos horas y almorzaremos en el avión. Adelanta lo que puedas con Sachz, que yo también debo arreglar unos asuntos antes de partir. ¿Qué me dices?
Con esa mirada me lo pone difícil.
Estoy de acuerdo en que necesita unas vacaciones. Despejarse de toda esta mierda. Cuando una persona retiene tanto en su interior durante mucho tiempo... es sólo cuestión de pocos estímulos para que explote.
Cuando eso pase, estaré allí para sostener su mano.
Suelto un largo suspiro, rendido.
Lo que mi reina pida, siempre que esté a mi alcance, lo tendrá.
—Supongo que debo hacer mi maleta.
Su sonrisa me encandila y provoca una en mí.
—Empaca lo indispensable, allá compraremos ropa... o lo que necesites —dice y se aparta para sumergirse en su espacioso armario.
Camino hacia la puerta, una presión se instala en mi pecho. La esfera emite Whisper in the dark de Skillet versión piano. Mi pulso se dispara. Me detengo y vacilo unos segundos. Observo a madam Azzarelli organizar velozmente los papeles sobre su cama mientras enciende su laptop
¿Debería esperar a estar en su tierra?
«Se vive una vez. El momento es ahora».
—Reina...
Frunce el ceño y alza la vista.
—¿Mhm?
Llego hasta Regina, tomo su rostro entre mis manos y beso sus labios como nunca lo he hecho antes. La fuerza del impacto la hace retroceder y ambos caemos en la cama. No se tensa. No me aparta. Sus piernas rodean mi cadera y sus manos me acarician la espalda, acentuando sus garras.
Me yergo sobre ella cuando el oxígeno nos escasea.
—¿Eso por qué fue? —susurra, sonriendo confundida.
Su cabello extendido sobre el edredón como una corona, sus mejillas rosadas, su respiración agitada y sus ojos brillantes... Nunca antes se había visto tan hermosa.
—Porque me llevaste a jugar en la oscuridad y fue excitante. Ya sé que las estrellas te las bajas tú misma, no me necesitas... aun así... te ofrezco mi compañía para mirar tanto una preciosa lluvia de meteoritos o una fría noche sin luna. Nunca más estarás sola, reina. —Coloco dos dedos sobre sus labios cuando quiere refutar—. Sí, soy cursi, escribirte cien canciones no me basta para expresarme correctamente, así que te jodes porque es lo que hay. —Sonrío eufórico, con mi pecho inflándose—. ¿Quieres que sea directo? La conclusión es que te amo, Regina Azzarelli.
Sus ojos se abren mucho, pasa saliva y posa sus manos en mis mejillas. Me mira con miedo y otra emoción que no alcanzo a descifrar. Atrae mi cara a la suya para juntar nuestras frentes, narices y alientos. Cierra los ojos y, en silencio, une nuestros labios, los suyos temblando y, aunque no me dice verbalmente «yo también te amo», la respuesta de su cuerpo es más que suficiente.
***
Saco el pastel de Sofía del pequeño refri de la camioneta y le insisto a los rusos que no tienen por qué acompañarme. No demoraré mucho en el piso de Luther. Dejaré en la biblioteca los documentos que me entregó Regina y pasaré a una memoria otros. Llevaré a Italia mi laptop y podré cooperar en la misión. Abro la puerta del apartamento y un silencio extraño me recibe. Reviso las habitaciones y no encuentro a nadie. Con el ceño fruncido, llamo a Natasha. Cinco timbrazos y se cae. En menos de un minuto, me envía un mensaje avisando que están en el supermercado que queda a dos cuadras. Le aviso que enviaré a los rusos por ella. Guardo el pastel en la nevera.
Quiero despedirme bien de mis sobrinos.
Entro en la biblioteca, saco mi laptop de mi mochila, la enciendo, me giro para buscar en un cajón la de Luther, la dejo junto a la mía, y comienzo a redactarle un mensaje para...
—Suelta el móvil —ordena una voz femenina, consternada.
Me quedo helado.
Un cañón se incrusta en la parte trasera de mi cabeza. Trago con dificultad. ¿Por qué ella? Despacio, coloco mi móvil en la mesa. Lo arroja contra la pared, destrozándolo. En el movimiento me percato que la manga de su sudadera está salpicada de sangre. Mi piel se eriza.
«No».
—¿En dónde está mi familia? —pregunto, disimulando mi temor.
—¡Calla! —Afinca el cañón—. Las laptops.
Se las paso sin mover ni un milímetro de mi cabeza. Escucho que destapa algún frasco y vierte un líquido de olor fétido. Aprieto los puños, mis nudillos blancos. No dejo de pensar en mi familia y... reproducir los peores escenarios en mi mente. Si les pasó algo... no, están bien. Quizá ella llegó luego de que Natasha haya salido con los niños, si es así, rezo para que tarden en regresar. Eso. No les pasó nada malo. Están a salvo.
—Llama a ese número. —Coloca un móvil pequeño de teclas y antena frente a mí.
Mis ojos arden cuando me indica cómo y qué tengo que decir. Trago con dificultad el nudo de mi garganta. Regina nunca me lo perdonará.
—Hazlo o te vuelo los sesos —amenaza—. ¡Rápido! ¿O prefieres que dispare a la niñita de ojos azules?
Me petrifico y lucho por contener mis lágrimas. ¿Niko y Sofi están aquí o miente? Tomo el móvil con mis manos temblando de impotencia y rabia. Quiero actuar como los protagonistas en las películas de acción, mínimo negarme y frustrar su retorcido plan, pero esta es la vida real. No soy un superhéroe, ni un caballero con armadura o un agente secreto. Soy un inútil que estando muerto menos servirá de algo. Tomo una bocanada de aire, procurando que mi voz se escuche normal en la llamada.
—Listo —mascullo y me arrebata el móvil—. Estás aquí por la nueva información que descubrió Luther —deduzco, haciendo tiempo, pensando en soluciones—. Tú usaste el antiguo ordenador de Roche Dagger, detectaste el hackeo y seguiste la pista hasta nosotros —susurro, fingiendo admiración—. Eres la desfalcadora
Hace un sonido de negación.
—No desfalqué nada, le di su merecido a esa asesina —odio destila de su voz.
—¿De quién hablas?
—Mi adorada jefa —escupe.
Mi lengua se traba y mi mente da vueltas frenéticamente, procesando sus palabras. La presión del cañón se medio afloja. En fracción de segundo, analizo mis posibilidades para quitarle el arma. Muevo ligeramente mi cabeza para mirarla de reojo y vuelve a afincármela. Siento la muerte besarme en la nuca.
Un desagradable escalofrío me recorre entero.
Estoy bloqueado.
—¿Qué más quieres para que me dejes ir? —mis dientes rechinan.
—¿Lo que quiero? —hay incredulidad en su tono—. Ni tú, ni nadie podrá darme lo que realmente quiero. ¡Pierce ya no está y es culpa de esa mujer! —grita.
—Te creo, es su culpa —hablo suave, sudor frío corriendo por mi espalda. ¿Está sola? Si... hipotéticamente Nat no fue al supermercado y están encerrados aquí, ¿cuánto tardarán los rusos en volver?—. Ya te has vengado con el desfalco. No desperdicies tu esfuerzo. Aprovecha los millones. Vete lejos antes de que alguien llegue y te encuentre.
La escucho sorber su nariz... está llorando.
—Dinero. Dinero. Dinero. ¡¿Por qué siempre se trata del maldito dinero?! ¡No es lo más importante para todos! ¿Qué haré con ese dinero sin Pierce! Ya nada tiene sentido sin él —se lamenta, dolida—. Meses, fueron duros meses luchando contra su enfermedad.
Desliza el frío cañón desde mi sien a mi barbilla y vuelta a empezar.
—Camila, por favor...
—¡Por favor era lo que decía él y a ella no le importó! —brama con resentimiento y le quita el seguro al arma—. No le importó que él tuviera esclerosis, no le importó su esposa embarazada, el aborto, la hipoteca de la casa... ¡no le importó nada!
Mi corazón galopa dolorosamente.
Quiero ser valiente... pero estoy asustado.
No quiero morir.
No cuando quiero confirmar que mi familia está a salvo.
No cuando acabo de abrir mi corazón y no me rechazaron.
No cuando tengo un sueño que cumplir.
—Tienes razón. A Regina no le importa ni importará nadie más que ella misma —digo y detiene el arma tras mi cabeza otra vez—. Nuestra existencia le vale madres. Si morimos o no, le importará una mierda.
Suelta una carcajada.
—Sé que no será así. Le importará muchísimo cuando el mismo día en que decide irse del país, las autoridades hallan el cuerpo inerte del hacker que desmanteló su desfalco —me tenso—, y el de su amante favorito, antiguo auditor de Sear...
Veintitrés años y mi vida cambia en menos de diez segundos.
Escucho pasos rápidos y pesados.
Dejo de sentir el cañón tras mi cabeza. De reojo veo a mi hermana, sangrando, abalanzarse sobre Camila. No lo pienso. Aprovecho la distracción para moverme como relámpago y quitarle la pistola.
—¡Natasha, no! —jadeo.
Un disparo.
Un grito de dolor.
Un golpe seco.
Otro disparo.
Y caigo al suelo, la sangre tiñendo mis manos.
__________
🤧🤧🤧
Decidí publicar este penúltimo cap porque lo tenía listo y estaré lejos de mi laptop (canaima) unos días. Les dejo la duda hasta que pueda continuar editando el final.
Denle amor. Aprecio mucho su apoyo. Pueden pasarse por mi Instagram para ver memes y demás contenido: Luecallaghan
Si no han leído El Principito, los invito. "Domesticar" y "crear vínculos" tiene un muy bonito significado.
Les recomiendo poner la canción cuando se menciona 🥺
https://youtu.be/yOyKvYoCFiY
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