13. El Sekhmet.
13. El Sekhmet.
ALONSO
—Rendimiento. Recursos humanos. Lineamientos. Cotización —voy colocando uno encima de otro los folders correspondientes en el escritorio de Brad.
—¿Cuál es el nombre de la firma de seguridad que hizo esta investigación?
—Está escrito en el encabezado. En cuanto administración firme, iré con Astrid al centro.
Iremos a una reunión con el gerente del banco en donde estaban los fondos de Alphagine y ASysture. No movieron semejantes cantidades de dinero por arte de magia. La mitad del equipo estuvo toda la noche aquí y no encontraron rastros. Esperanos que el banco nos ilumine un poco el camino.
—No. Yo iré con ella, tú te vas a la reunión en con los jefes de departamento. Quiero que tomes nota de todo y transmitas las actas del equipo B.
Lo miro anonadado por unos segundos.
—De acuerdo —guardo los papeles—. ¿Qué decidiste sobre la evasión de impuestos? ¿Hablarán con Regina?
—Marcus lo platicó con ella, debido a la delicadeza de la acusación es un tema que tratarán aparte.
—Hoy es el mejor momento —insisto.
—El equipo A lleva la delantera en la investigación. Nosotros estamos estancados. Hoy se limitarán a dar a conocer la nueva estructuración preventiva —zanja y me explica los detalles de la reunión.
¿Por qué este cambio de último minuto?
***
Observo los edificios a través de la ventanilla. El corto trayecto se alargó por el típico tráfico de la tarde, la minivan gira hacia la derecha por la carretera de la costa. Extrañado, contemplo los barcos que navegan por el Lago de Michigan a medida que avanzamos hacia los muelles. Me costó creer que la reunión sea fuera de la torre.
—¿La reunión no es en Offshore Rooftop & bar? —pregunto al notar que pasamos de largo.
—Lo era —contesta Curtis adormilado—. Ahora es ahí.
Miro al frente y mi rostro se descompone. Nos acercamos a un muelle privado que conduce a un enorme yate gris oscuro, casi negro. Flota majestuosamente sobre las aguas, reinando sobre todos los demás barcos del puerto.
Carajo, tengo un mal presentimiento de esto. La última vez que subí a un barco fue cuando tenía nueve años, pasé todo el viaje con la cabeza hundida en una cubeta, desde esa vez no he querido repetir la experiencia.
En la entrada del muelle nos aguardan dos tipos trajeados. Se encargan de verificar nuestras identidades y permitir el acceso. Se ha levantado un poco de viento, así que me subo la cremallera de la chaqueta hasta arriba. La semana ha comenzado con buen tiempo y eso no es habitual en estas fechas. Que el cielo esté despejado no asegura nada. El clima aquí es muy cambiante.
La atención de todos recae en un coche color negro mate que estaciona frente a la minivan. No lo creo. No me lo creo hasta que detallo la letra R en los neumáticos y la figurita alada sobre el capó. Dios, he vivido lo suficiente para ver un Rolls Royce. ¡Un Rolls Royce! Las puertas traseras se abren: Camila junto a su jefa se colocan unas gafas oscuras y pasan a nuestro lado haciendo resonar sus tacones para abordar.
Madam Azzarelli camina con su actitud de reina fría quítense-de-mi-camino. Ni nos mira, no lo merecemos. En fin, lo normal. Vuelvo a mirar el barco decidiendo si será o no buena idea subir, a un costado se lee Sekhmet junto al dibujo de la cabeza de una leona poligonal, que nuevamente me recuerda el papercraft y... un momento. Me giro en dirección al par que acaba de llegar.
¡¿Qué hace Regina aquí?!
—¿Y eso que viene con nosotros? —le pregunto a Curtis
—¿Porque es nuestra clienta? —ríe.
Cambio mi peso de una pierna a otra. Joder. No me siento preparado mentalmente. Contaba con no volver a verla sino hasta la próxima semana, no en menos de veinticuatro horas. Aunque intento mantener la calma, después de lo que pasó ayer no puedo evitar que se me forme un nudo en el estómago.
Ahora menos quiero subir. Ja. Miro a Gregory. Como si tuviera opción. Respiro hondo y me mentalizo para sobrevivir a las posiblemente peores horas de mi vida.
En cubierta hay un montón de personal moviéndose de un lado a otro. Mis hombros se tensan. Oigo fuertes golpes metálicos del... ¿ancla? y luego el rumor de los motores que se ponen en marcha. Me paso una mano por el cabello. Mierda. Estamos zarpando.
El barco da una sacudida al ponerse en movimiento y yo siento mi estómago en la boca. Me sujeto de una baranda cuando mis piernas fallan, haciendo que varios folders se resbalen de mis manos. Inhalo. Exhalo y los recojo rápidamente ante de que...
—Como se te caiga un solo documento al agua, yo mismo te lanzaré por la borda para que lo recuperes —Advierte Gregory con severidad. Curtis niega con la cabeza.
—No pasará.
—Más te vale. No hables a menos que yo te lo ordene. Nada de sorpresitas. No quiero que nos dejes en ridículo ¿Entendiste?
Asiento en respuesta y me pregunto si se habrá quedado calvo debido a la amargura. Es una teoría que vengo desarrollando desde que salimos de la torre, pues no ha dejado de gritarnos demostrando así, según él, quien manda aquí. Ya tengo bastante claro que no le simpatizo
Una bonita rubia con sombrero y traje marinero de minifalda sale a nuestro encuentro. Nos entrega folletos y pide que la sigamos. Mis compañeros me animan para que le mire las piernas, las miro pero no logro decir ni una palabra. Lo primero que hago es descubrir que estoy mareado. Creo que el Sekhmet y yo no nos vamos a llevar bien.
Lo segundo que hago es observar todo en el salón principal. Esto es lujo y tecnología en detalle. El interior es mucho más grande de lo que aparenta. Que lo hayan alquilado solo para una reunión me parece demasiado excéntrico. Un gasto que yo ni podría soñar en permitirme y esta gente lo hace como si fuera moneda de cambio.
Después de un recorrido, entramos en una sala acondicionada con una larga mesa y varias sillas, en un lateral hay una mesita más pequeña con una laptop en donde Camila prepara la presentación.
Regina está al otro extremo hablando con el señor Turner y Julius Cowan. Su mirada implacable no admite errores. ¿Habrá notado mi presencia? Evito mirarla y me concentro en las instrucciones de Gregory. Cuando hago algo bien no dice nada, pero si tengo un fallo pequeñito explota como un hongo atómico.
No deja de criticar todo lo que hago. Si no fuera porque tardaríamos más tiempo en el barco, consideraría seriamente la idea de usarlo como carnada para tiburones.
Un vez que todos los jefes han tomado asiento, el señor Turner da comienzo a la reunión. Mi trabajo es apoyar lo que exponen pero sin intervenir directamente. Se habla de los cambios de personal, las nuevas estrategias de seguridad y un pequeño resumen de resultados de la última semana.
Las anotaciones las hago tan rápidas que al leer sé que soy el único capaz de descifrarlas. A veces se me hace difícil desentrañar el significado de mi propia caligrafía. Solo a veces.
En cierto momento de la reunión, cuando el señor Turner habla sobre la nueva supervisión a los trámites con la agencia fiscal, sé que se refiere indirectamente a la evasión de impuestos. Trago el regusto amargo y presto atención. Menciona que la nueva modalidad del sistema de seguridad incluye esa área. Me fijo en las expresiones de Regina y Paul Archer que no denotan ninguna emoción. Los de administración, contabilidad y finanzas escuchan atentos pero, al estar diagonal a Gregory, no me pasa inadvertido su fugaz intercambio de miradas especulativas con Zack Malone.
¿Qué pasa aquí?
—Antes de explicar el último punto, haremos una pausa y tomaremos un refrigerio —anuncia Camila.
Un grupo de camareros entran con varios carritos y van colocando con floritura platos, cubiertos y copas frente a cada persona. El olor de la comida hace que mi estómago se retuerza. En la mesa sirven una gran variedad estilo bufet. Desde cruasanes, futa y pastel, hasta ostras, langosta y sushi. O eso creo distinguir.
Bebo un trago grueso de un coctel, y me limito a comer una manzana y queso. El murmullo de las conversaciones resulta abrumador. Malone se levanta de la mesa con expresión irritada, parece buscar a alguien con la mirada ¿a quién?, sentir vibrar mi teléfono me distrae. Meto la mano en mi bolsillo sin despegar los ojos del director. No obstante, ver el remitente hace que toda mi atención se centre en la pantalla. Es Gary. Emocionado, me apresuro a levantarme para contestar.
—¿A dónde vas? —Pregunta Gregory.
—Tengo que atender una llamada —susurro—. No tardo.
—¿Proviene de la torre? ¿Es tu supervisor? —se refiere a Brad.
—No.
—¿Es una emergencia médica?
—No.
—Apaga el móvil —sentencia y continua conversando con Curtis.
Acomodo de nuevo mi culo en el asiento. ¿Por qué todos los calvos son tan cabrones? Aprieto los labios y apago mi teléfono. No soy un crío.
Resignado, decido probar los platos. A la vista todo se ve delicioso. Cojo una rebanada de pastel de queso. Es exquisito. Mi estómago lo aprueba y tomo otra porción. En mi vida había comido algo parecido. Al poco tiempo, después de haber probado el helado y otra cosa con sabor a piña, cojo la copa para beber del coctel pero la mano me tiembla derramando unas cuantas gotas sobre el mantel.
Siento la bilis subiéndome por la garganta.
«Oh, no»
Me quedo quieto. Todo me da vueltas. Miro el suelo y se mueve. Ni me molesto en escuchar lo que me replica Gregory y salgo casi corriendo al pasillo. Balbuceo una pregunta a los empleados y me señalan la dirección. Entro en uno de los baños y me inclino frente al váter. No vomito pero las arcadas que me sacuden son espantosas.
¿Por qué carajos tuvieron que cambiar la reunión a un barco?
Humedezco mi rostro en el lavamanos. Afuera se oye un sonido brusco y luego una voces discutiendo. Hablan en otro idioma. Por la forma atropellada en la que pronuncian las palabras me cuesta distinguir el acento. Creo que es ruso. No. Es alemán.
Me limpio la saliva de la mandíbula con papel. La lengua me sabe a horrores. Enjuago mi boca y de mi bolsillo saco una cajita de mentas. La garganta me arde por la cantidad que mastico; sin embargo, el sabor horrible desaparece.
Salgo dando tumbos del baño y me encuentro con un tipo delgado y dos enormes que levantan la guardia al notar mi presencia. ¿Interrumpí algo?
—¡¿Qué mierda contigo?! —espeta uno.
—Los barcos me revuelven el estómago —explico, mareado.
Se miran entre ellos, sus posturas no se relajan. De pronto me siento transportado a la preparatoria, cuando los de último año me molestaban. Retrocedo un par de pasos, tomando distancia para estudiar sus movimientos. Ya no soy ese chico. No se repetirá lo que pasó en el reservado.
Usaré la fuerza de ser necesario.
El tercero nota la tensión y con unas palabras en otro idioma los tranquiliza. Tiene el cabello largo como Tom Hiddleston en su papel de Loki y una mirada astuta como Jared Leto en... Casi todos sus papeles. Entorno los ojos. Si lo imagino con una coleta... Lo reconozco. Es el asesor con nombre gracioso. Roche Dagger. Frunzo el ceño. No recuerdo haberlo visto en la reunión.
—Suele pasar. Busca a un mesero y pídele pastillas antimareos —Roche señala la puerta con la cabeza—. Te sentirás mejor en poco tiempo.
Su tono no deja entrever nada pero la forma en la que me ven los otros dos me da mala espina. ¿Qué hacían? ¿Por qué tanto secretismo? El barco se mueve y priorizo mi propia supervivencia. Paso de ellos no sin dejar de sentir una mirada punzante en mi nuca.
«Está ocurriendo algo muy raro»
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