La Sororidad de las Hadas
28 de julio de 1460
Hipatia se materializó en la ciudad de Valencia antes de lo acordado. Según la notificación enviada por sus hermanas, la ejecución se llevaría a cabo en un par de horas. Tiempo más que suficiente para salvar a su elegida.
Tan sabia como la naturaleza, su piel se camuflaba con el entorno, adquiriendo un rostro diferente para cada individuo con el que interactuaba. Los años de experiencia le indicaban que las personas se mostraban más simpáticas ante aquello que deseaban contemplar. Poco tardaron en guiarla hacia su destino, no sin antes regalarle un par de naranjas para el camino.
Una vez a las puertas de la prisión, supo que había llegado el momento de exprimir al máximo sus poderes. Encandiló con sus palabras e hizo dormir a un par de guardias. Cuando alcanzó la celda, se le encogió el corazón.
—¡Por las dríades! Pero, ¿qué te han hecho, chiquilla?
La susodicha no contestó. Se hallaba agazapada en el suelo, con las manos rodeando las magulladas rodillas y envuelta en un hedor insoportable. Sus ojos estaban tan hinchados que apenas se vislumbraban tras los moratones. Desde luego, esos humanos la habían torturado algo que, por otro lado, no le sorprendía para nada. Hipatia conocía en profundidad la crueldad de esos seres.
Respiró hondo; ya había asumido que la misión podía ser desagradable. A lo largo de los siglos, su trabajo había resultado, en muchas ocasiones, traumático. Especialmente cuando fracasaba. No obstante, siempre valía la pena. Cada alma salvada por las hadas representaba un triunfo para la humanidad.
Se aproximó con suma cautela a la joven, quien se encogió como un animalito asustado.
—Tranquila, Margarida —la muchacha se sorprendió al escuchar su nombre—. He venido a por ti, pero antes...
Concentró todas sus energías en aquel cuerpo salpicado por las heridas, percibió las marcas de su piel y recuperó de su memoria cada uno de sus llantos. Las malas miradas, las habladurías, los desprecios familiares, las acusaciones, la persecución, el cautiverio...
Hipatia transformó en sal los pesares de Margarida y los engulló como una gran ola. La joven jamás olvidaría su pasado, éste perviviría a través de su memoria. Así debía acontecer. Sin embargo, compartir la carga la hacía menos pesada, de algún modo, le aseguraba que nunca más volvería a sentirse sola.
—¿Qué... qué has hecho? —cuestionó Margarida, al tiempo que se palpaba la cara, sobresaltada. Todas sus heridas habían desaparecido.
Hipatia sonrió con dulzura, recordando su propia historia. Imaginó los pensamientos de Margarida, tildándola de bruja, aterrorizada de una desconocida que anunciaba su rescate. Ella misma lo había experimentado tiempo atrás cuando una turba de cristianos la quisieron linchar. Y así sucedió, al menos, para la crónica oficial.
—Sé que mis palabras te parecerán falsas, pero me gustaría que me escuchases atentamente. Procedo de la Sororidad de las Hadas, un grupo femenino que existe desde el origen de la vida. Nuestro cometido es salvar a mujeres extraordinarias que supondrán un hito para la posteridad. He venido a buscarte porque te necesitamos a nuestro lado. Únete a nosotras, vuélvete inmortal y ayuda a otras hermanas.
—Pero... —titubeó— yo no soy... —Hipatia le acalló acariciándole las mejillas con ternura.
—Margarida, sé que cuando naciste te llamaron Miquel y que tus genitales no concuerdan con lo que el mundo asocia a la feminidad. Pero, eres una de nosotras y en toda mujer existe un hada en su interior. Posees el don de la magia, aquellas que denominan brujas son en realidad hadas. Mujeres que se han salido de los moldes establecidos por la sociedad y han destacado por encima de los mortales. En el mundo actual hay muchas como tú. Necesitan tu guía; ellas y las que están por venir.
—¿Me estás diciendo que podría sobrevivir si accedo?
—Margarida, eres libre de escoger. Pero, independientemente de tu decisión, vivirás. ¡No voy a permitir tu ejecución! En la plaza todo el mundo contemplará el ahorcamiento de Margarida Borràs, aunque será una mera ilusión.
Una pequeña parte de su interior deseaba reclutarla. La Sororidad de las Hadas no contaba con personas como Margarida, razón de más para considerarla imprescindible. Ya que su singularidad no era un caso aislado en el mundo y nadie mejor que ella para convertirse en su guía.
La muchacha gesticuló en silencio, asintiendo varias veces como si mantuviera una conversación consigo misma. Finalmente, se pronunció:
—De acuerdo, lo haré —sonrió, emocionada—. Marchémonos cuanto antes.
Gracias a los dones de las hadas escaparon sin problemas. Hipatia no quiso que Margarida vislumbrara su propia ejecución, ahorrándole ese mal trago que ella, en su día, experimentó por propia voluntad. Quería comprobar los estragos de la humanidad en su totalidad. Pese a todo, no era ese horrible suceso su mayor recuerdo. Tras siglos, el detalle que mejor atesoraba eran las palabras de su salvadora, la gran astrónoma, Aganice de Tesalia:
«La magia, como la ciencia, es inmortal. Y tú, Hipatia de Alejandría, también lo serás.»
♀♀♀
5 de julio de 1992
Curioso. Y bochornoso. Habían transcurrido más de cinco siglos desde su «ejecución» y seguían martirizando y persiguiendo a las mujeres como ella. Margarida creía que a finales del siglo veinte ya no tendría que lamentarse por la pérdida de sus hermanas. Habían pasado décadas desde los disturbios de Stonewall, los espacios académicos dialogaban sobre la cuestión de género, la sexualidad, las identidades... ¡Había todo un movimiento de liberación y lucha de derechos del colectivo! Y aun así, la notificación indicaba que Marsha P. Johnson, una de las activistas trans más reconocidas, iba a ser asesinada esa misma noche. Y no solo eso, ¡oh, no! Iban a tachar el caso como suicidio y archivarlo, silenciando así los hechos. ¡La frustración la devoraba por dentro!
No iba a permitirlo. Se adentró en la Marcha del Orgullo, dispuesta a localizar a la mujer que, en el futuro, se convertiría en todo un icono de lucha. Porque la sororidad de las hadas no conocía límites.
*Nota: concurso sonidos fantásticos de WattpadFantasiaES inspirado en la canción de Rozalén «Las hadas existen». Datos importantes sobre el relato en el siguiente capítulo.
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