Capítulo 19


19. QUIENES MÁS IMPORTAN

Zacharías se ha quedado un par de horas. Ha comido hasta saciarse y ha socializado con mi madre como si no fuera realidad que ha sido el único asistente a una reunión de tantas personas invitadas.

Cuando parte, llega el momento de enfrentarme a ella, porque sé que no podré ir a dormir sin explicar lo que ha pasado acá. Leo y sus amigos llegarán en un rato; desde que nació la reunión dijeron que llegarían tarde para quedarse cuando los invitados se fueran. Ellos son casi familia y por eso lo prefieren así.

Ya está oscuro afuera y la luz de la bombilla hace ver el lugar más triste que con la luz del día.

—Lo siento, ma —digo, acercándome a ella—. Lamento que esto haya salido así.

—¿Qué ha pasado? —pregunta con apuro, como si llevara horas queriendo hacerlo—. ¿No invitaste a nadie, Aurora? ¿Por qué?

Ojalá pudiera decirle que es eso, que no invité a nadie; sería más fácil explicarlo y menos duro de admitir, pero no quiero mentirle más.

—Invité a todos. Ninguno vino. —Tomo aire—. No tengo amigos, ma, en eso te he mentido. Todas las personas de las que te he hablado son reales, son compañeros, pero ninguno es amigo mío de verdad. No soy buena haciendo amigos. Creí que todos aparecerían hoy, al menos por educación, pero...

—¿Por qué me mentiste?

Me trago el nudo de mi garganta.

—Porque no quería que te sintieras mal. No quería que pensaras que hay algo malo conmigo. No lo hay, ma, simplemente no soy sociable pero vivo bien con eso.

Mamá parece digerir todo lenta y pausadamente.

—Ay, Dios, esto es por tu...

—No es por mi papá —interrumpo. Mamá me observa con terror y comprendo que hice bien en mentirle porque esto que está pasando es justo lo que quisiera evitar. Me acerco más a ella y le tomo las manos—. Ma, no estoy mal. Ya he superado lo que pasó con mi papá, y de todas maneras nunca fue tan grave como tú lo quieres hacer ver. Era un hombre grosero y alzaba la voz con odio muchas veces, pero jamás pasó nada tan grave como lo imaginas. No pasa nada con que no tenga amigos, solo me gusta ir por mi cuenta. No soy infeliz, no estoy traumada, no siento que me falte nada. Nunca te lo dije porque no quiero que creas que es tu culpa de modo alguno, no quiero que pienses que si hubieras hecho algo de manera distinta, yo tendría montones amigos. Porque no es así.

Los ojos de mi mamá se han llenado de lágrimas y sé que solo me cree la mitad de lo que le digo. Está asustada y no dejará de pensar que tengo un problema.

—Pero eres tan linda, hija. ¿Cómo es que no tienes amigos?

Hago un esfuerzo monumental para no agachar la mirada, para no darle más razones de que se preocupe.

—Soy más bien callada. Me gustan las tutorías, me gusta estudiar, me gusta estar sola... —Es una mentira a medias; no es que sea fan número uno de la soledad, pero tampoco me siento deprimida por vivir así. Solo lo acepté y lo abracé porque es mi realidad—. Soy normal, ma.

—¿Y ese muchacho sí es amigo tuyo?

Bajo la mirada sin poder evitarlo.

—Es... un compañero. Sí, puede decirse que un amigo. Lo conocí gracias a Azucena, ¿la recuerdas? —Desvío el tema.

—La morenita que vino a hacer la tarea, sí. ¿Ella por qué no vino?

Vaya, un puño dolía menos.

—No está en la ciudad. —Uso la excusa que le dio a Zacharías y la adorno un poco—: Fue con su mamá a un evento lejos. Lo tenían planeado hace meses.

—Podemos guardar pastel para que le lleves mañana.

—Sí, está bien. —Hago una pausa para pensar mis palabras—. Ma, no te vayas a preocupar por esto, ¿sí? Todo está bien. Me apena mucho que hayas hecho todo esto para nada.

—Aurora, mi niña...

—Estoy bien, mamá —interrumpo, al ver que se pondrá a llorar y a decirme que podremos solucionarlo. No hay nada que solucionar, nada que ella pueda hacer, al menos—. Iré a la cama. Cuando Leo llegue le dices que me dolió la cabeza, que coma lo que quiera con sus amigos.

No dejo que me responda y voy a la habitación. Le he mentido a mi madre y sé que no es tonta, sé que sabe que todo esto me ha afectado más de lo que digo y sin duda buscará la manera de "curar" mi soledad más adelante, pero tiene la amabilidad de dejarme ir por hoy.

Sé que no tengo amigos, lo tengo ya asimilado, pero una cosa es saberlo y otra sentirme tan vacía como hoy al ver que nadie asistió a la invitación de hace semanas. Ver las sillas vacías, los platos sin usar, la pizza sin comer, los globos flotando sin nadie abajo que los mueva con su mera presencia. La soledad en su más gráfica expresión. La suerte me dio su amabilidad, pero ahora sin ella no hay nada que los ate a mí.

Y duele, de todas maneras, porque nadie, ni siquiera yo, merece ese desplante. Toda la vida sabré que fui aquella con una reunión de cumpleaños vacía; ese sí es el trauma que podría admitirle a mi mamá.

Me acurruco en la cama y antes de darme cuenta empiezo a llorar por todo.

🧿

No sé cuánto tiempo pasa pero en un momento siento que el colchón se hunde tras de mí y sé que es Leonardo por el aroma de su colonia. De algún modo tenerlo cerca me hace llorar más, porque sé que él me consolará. Me siento derecha en reflejo y me dejo abrazar, Leo soba mi espalda; mamá ya debió contarle que nadie apareció y aunque ese es solo uno de los motivos de mi llanto, es suficiente para mi hermano.

Me deja llorar unos segundos en silencio, hasta que habla:

—Conocí a Leonel luego de un semestre estudiando en la universidad. A Fanny la conocimos unos meses después. Ignacio hace solo unos seis meses. Y hoy siento que son mis amigos de toda la vida, y que no haber encontrado amigos en el colegio fue solo una razón para recibir a los mejores después. Ya llegarán los tuyos, Aurora, no sufras por no tenerlos ahora.

Asiento en su pecho pero no tengo nada qué responder más que:

—Gracias.

—Además, las mesas están llenas de comida y nosotros tenemos hambre. Es nuestro paraíso. —Me rio—. Vamos, ponte chanclas y comes con nosotros. Trajimos cerveza, a lo mejor si mamá no se da cuenta puedes robarnos una o dos. Los cumpleaños son para disfrutar con quienes te aman, no para llorar por los que no quieren estar. Nosotros te amamos, ¿vale? —Asiento, sintiendo un consuelo gigante en sus palabras de dos minutos—. Entonces apúrate, te esperamos.

Sale de la habitación luego de dedicarme una sonrisa.

Respiro hondo, decidiendo que no habrá más lágrimas tristes por hoy. Tomo mi espejito de mano y me acomodo lo mejor posible, limpiando mis ojos y poniéndome algo de maquillaje para disimular; ellos sabrán que lloré pero ayudaré a que puedan fingir que no.

Miro de reojo mi mesita de noche, donde el trabajo de Lengua de Zacharías está doblado en dos. Pienso en él, en su bondad, en su amistad y sé que nunca podré decirle que arruiné su vida de frente, pero también sé que no puedo huir más de ello, así que saco el teléfono y, sin reconsiderarlo más, escribo un mensaje a su ventana de chat:

Hola. Sé que debí haber dicho esto cuando estuviste acá, pero no he sido capaz. Primero te agradezco por venir, no sabes lo mucho que significó... aunque sé que no me querrás de amiga cuando acabes de leer este mensaje. Sé que debo explicar muchas cosas y todas debo explicarlas en persona, pero decírtelo debe ser acá porque no puedo sacar las palabras frente a ti. Aceptaré tu rencor y las consecuencias de mis actos; no me excusaré, tomo toda la culpa y quiero que sepas de antemano que me arrepentiré toda la vida de lo que he hecho. Hace unas semanas conseguí un relicario especial y te pedí que me vendieras un día de suerte en él. Lo siento mucho, Zack, yo tomé tu suerte. Cuando me confrontaste en la cafetería tenías toda la razón y lamento mucho haber mentido. No puedo pedir que me perdones, yo no lo haría de estar en tu lugar, solo... lo lamento.

Le doy enviar antes de arrepentirme y apago el teléfono; no quiero saber si responde. No he incluido la parte de que la perdí, porque creo que eso sí requiere una confesión cara a cara; ya amanecerá otro día y lidiaré con eso.

Por otro lado, si Azucena decidió no decirle nada, no soy yo quien debe inculparla. Mi relación con Zacharías no puede compararse con la que Azucena tiene con él, y no quiero meterme en medio; lo que ella solucione con él no es mi problema. Mañana cuando Zacharías busque explicaciones en mí, le diré lo mismo que yo sabía hace dos días: que alguien anónimo me dio las herramientas para arruinarle la vida.

No perjudicaré a Azucena porque no quiero dañar nada más, y porque aun cuando estoy furiosa y confundida gracias a ella, la quiero. Siento que la amistad que habíamos construido ya se ha acabado y quemado hasta las cenizas pero no le deseo el mal. Ya he hecho suficiente.

Temía al momento en que debiera cruzar el puente de afrontar mis errores, y el momento ha llegado. No arrastraré a nadie conmigo, solo iré paso a paso, esperando que el puente no colapse a mitad del camino.

Pero eso será mañana. Ahora estoy con mi hermano, sus amigos y mi mamá, y comer con ellos es lo mejor de mi día; puede decirse que lo único bueno dentro del caos interno que me invade.

Aunque el pastel ya se cortó para darle a Zacharías un trozo, mamá saca las dos velas del siete y el uno, las entierra en la crema y escucho que entonan el Feliz cumpleaños con amor y sinceridad. Veo las velas y sonrío antes de soplar, poniendo un sencillo deseo en mi mente:

Deseo ser valiente.

🧿🧿🧿

¡Hola, amores míos!

Hasta acá llegamos con la segunda parte de esta historia ♥ Les cuento que me costó decidir sobre quién narraría la tercera, así que los tres la contarán. Serán 5-7 capítulos y ACABAMOS ♥

¿Qué les ha parecido hasta acá la historia?

Los amo, mil gracias por su apoyo ♥

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