Capítulo 16
16. IMPREVISTOS
Mi reunión es en solo dos días y tengo una creciente ansiedad en el pecho pensando en las maneras en que puede salir mal. Una vez los invitados lleguen, ¿qué tanta suerte necesitaré para actuar relajada y sacar adelante la pantalla de que todos son mis amigos? ¿será más difícil fingir frente a mi madre o frente a ellos? Y cuando la suerte esté lejos de mí, ¿esos amigos permanecerán conmigo aunque sea porque comieron gratis en mi casa?
Tengo de consuelo que el relicario hará la mayor parte del trabajo, aunque la mitad que me corresponde me llena de temor y a la vez me embarga la duda de, ¿esto que hago vale la pena? Taparé una mentira a mi madre con otra mentira... como he pensado, una red muy desenmarañable.
El primer indicio de que algo va a salir mal llega el viernes a primera hora cuando me estoy alistando para ir a Winston.
No encuentro el relicario.
Respiro hondo e intento pensar con calma antes de entrar en pánico.
Me quito el relicario cada noche para dormir porque me muevo mucho en las noches y cuando duermo con algún collar corro el riesgo de que el dije me lastime o me saque un ojo. Cada noche lo dejo en una cajita sin tapa sobre mi mesita de noche, donde guardo algunas monedas extranjeras y una llave de repuesto del cajón de mi armario. Cada mañana me lo coloco o en el cuello o en el bolsillo antes de salir a desayunar; siempre está ahí, sin falta.
Pero hoy no está.
Vuelco la cajita sobre el colchón y están todas mis monedas, mi llave y un par de pelusas. ¡Y el relicario no está ahí! Busco bajo la almohada, sacudo todas las cobijas, miro en los bolsillos de mi ropa de ayer, verifico que no lo tengo en el cuello, reviso mi mochila y luego mi armario, como si mágicamente se hubiera teletransportado allí.
No está.
Trago saliva.
¡¡NO ESTÁ!!
Mi corazón se acelera y tengo el impulso de gritar pero antes de hacerlo Leo entra a la habitación con una tostada en su boca y buscando su mochila.
—¡Leo!
—Hola, Aurora.
—¿Has visto mi collar?
—¿El de la A? Creo que está en el baño, lo vi colgado en...
—¡No, ese no! Un relicario que siempre dejo acá, uno pequeñito, de esos en los que pones fotos, pero vacío. Es plateado, de cadena oscura, en forma de corazón.
Leo me mira casi preocupado por el tono.
—No... a lo mejor se cayó por ahí. Busca bien.
—¡Ya busqué!
—Bueno, no te preocupes. Ya sabes que las cosas perdidas siempre aparecen cuando no las estás buscando. —Cuelga su mochila a su hombro—. No le des tanta importancia, ya aparecerá. Te veo en la noche.
Sale de la habitación dejando su desorden de siempre.
Leo no entiende que no puedo esperar a que mi cerebro deje de buscarlo para apostar a encontrarlo. Lo necesito ya, no es mío y debo devolverlo el lunes luego de mi cumpleaños.
Vale, no haré un drama de esto. A lo mejor aparece en la tarde si lo busco con más calma, en este momento estoy apurada y preocupada, sin duda no hallaría ni una aguja en un vaso con agua estando así.
—Aparecerá en la tarde —predigo en tono alto—. Y no pasará nada.
Salgo de la habitación sin apetito, y tras mirar el reloj, veo que corta de tiempo. Salgo trotando de casa e intento con todas las fuerzas no tomar como mal presagio que la ruta de Winston estuvo a punto de dejarme por llegar unos segundos tarde.
🧿🧿🧿
Lo bueno de estar acostumbrada a la suerte de los simples mortales es que hoy no me ha sorprendido ni dolido que la gente choque conmigo, que la mitad del relleno de mi sándwich se caiga o que al intentar maquillarme un párpado me pinché con la barrita del rímel y traigo ahora mi ojito rojo e irritado.
Ha sido un fastidio, pero no una sorpresa.
—¿Qué le pasó a tu ojo? —pregunta Zacharías en un segundo que cruzamos en el pasillo luego de Lengua.
Lo miro al rostro y veo que tiene dos cuadritos diminutos de papel en su mentón.
—¿Qué te pasó en la piel?
—Me afeitaba y... me corté —dice con resignación.
Dios, pobre tipo.
—Yo me maquillaba y me piqué el ojo.
—Que mala suerte.
Ambos reímos porque resulta algo irónico el comentario viniendo de él.
Es el primer cruce de palabras largo que tenemos luego de nuestra discusión el sábado pasado, pero ambos decidimos en silencio omitir por completo el recelo, como si no hubiera ocurrido. Es lo mejor, no fue para tanto.
—Bueno, yo estoy acostumbrada.
Zacharías ríe. Llegamos a la esquina donde partimos camino, pero antes de que pueda seguir andando, me toma la mano. No es un contacto abusivo, ha sido de un segundo, lo justo para solo detenerme y que le preste atención. Saca de entre su cuaderno un par de hojas enganchadas y me las tiende.
—Es mi trabajo de Lengua, el artículo —explica—. Saqué nueve.
—Felicidades. ¿Por qué me lo das?
—Bueno, fue tu clase lo que me ayudó a hacerlo y... quisiera que lo leyeras. No ahora, pues, sino cuando tengas un tiempito más tarde. Si quieres. No es obligación, es decir, sería lindo que lo leyeras, pero...
Lo tomo de sus manos.
—De acuerdo, lo guardaré. —Lo coloco entre las páginas de mi cuaderno—. En casa lo leo y te cuento qué me pareció, ¿vale?
—Vale, gracias, Aurora. —Muerde su labio y desvía la mirada—. ¿Sabes? Desde que perdí mi suerte me he sentido... como si no fuera yo, ajeno. Pero siento que tú y Azucena me ayudan a no, ya sabes, morirme de dramático.
Me río aunque por dentro lloro.
—No puedes morir de dramático.
—No me retes. —El timbre suena y las personas empiezan a dispersarse con apuro—. Te veo luego.
Sale pitado hacia el lado opuesto y aunque me arriesgo a llegar tarde, me quedo en mi lugar pensando en el relicario y en lo importante... no, lo necesario que es que lo encuentre.
Zacharías no puede morir de dramático, pero bien mirado, si sigue con esa suerte, podría morir por cualquier otra cosa. Tengo su vida en el relicario y si no lo localizo...
Dios mío, esto no puede estar pasando.
🧿🧿🧿
Luego de llevar cuarenta y ocho minutos buscando el relicario, me rindo; en definitiva no está en mi habitación. En mi casillero de Winston tampoco, en mis bolsillos menos... y la verdad es que ni siquiera recuerdo haberlo quitado de mi cuello anoche, lo que me hace creer que lo perdí en la calle, que no lo noté y que asumí a la hora de dormir que simplemente ya me lo había quitado. Ni siquiera lo cuestioné.
Las tripas se me anudan con la angustia y comienzo a llorar sin darme cuenta. El relicario era prestado, es algo vital para Zacharías, para su familia... si creía que sería terrible contarle todo luego de regresar el relicario, ¿con qué cara le contaré ahora que no solo tomé su suerte sino que la extravié para siempre?
Leo entra en la habitación justo cuando sorbo mi nariz y su gesto se descompone.
—¿Qué pasó?
—Perdí mi relicario —sollozo.
Me observa como si yo fuera la reina del drama por llorar por esa nimiedad. Si tan solo él supiera...
—Podemos comprar otro, creo que vi un relicario en una revista de catálogo de lo que vende Fanny. No sé si será igual, pero es bonito. Puede ser mi regalo de cumpleaños. No llores por eso, Aurora...
Lo miro con los ojos mojados como mi aguada alma pero decido asentir para no preocuparlo más de la cuenta. Leo se sienta en su cama, me mira de reojo para asegurarse de que lo he superado y me obligo a dejar de llorar para no levantar más preguntas.
Decido distraerme sacando los libros de hoy para reemplazarlos en la mochila por los de mañana y entonces encuentro el trabajo de Lengua de Zacharías.
Lo desdoblo un poco y respiro hondo para poder leer. Usó la estructura que le dije, así que cada parte está tal cual la armamos juntos; habla de que la suerte es inherente en él, que no puede evitar usarla y por ende, dejar su vida al azar, de la ley de atracción y de su postura muy a favor. "Cada uno hace lo que puede con lo que tiene", dice en una línea. Todo es básicamente lo mismo, hasta que llego a la conclusión; esa parte la desconozco porque me fui antes de que la acomodáramos.
Leo con cuidado:
«No considero justo que teniendo suerte en la sangre se me considere equivocado por usarla para todo en la vida; es como pedirle a alguien que deje de usar un brazo porque otro alguien solo tiene uno. Durante toda la vida me he acostumbrado a esperar que las cosas me salgan bien y que de hecho lo hagan, es mi forma de vivir, la forma en la que he crecido, la realidad y normalidad que conozco.
Sin embargo, recientemente, una serie de acontecimientos me han obligado a poner y ver las cosas en perspectiva; como se diría, se me ha reventado la burbuja del privilegio de la suerte y me he visto arrastrado a ver el otro lado, el que todas las personas sin fortuna extra en la vida, deben vivir. Y me ha abierto los ojos.
No podré decir con sinceridad que un cambio milagroso y drástico me ha transformado en un ser divino que jamás usará el azar de nuevo, pero creo poder afirmar que he conocido el valor del esfuerzo y el mérito real, el que nace de la dedicación y el deseo de destacar, mucho o poco, en algo. Y he de decir que lo admiro mucho y que me hace sentir culpable por dar todo por sentado; trabajar por las cosas es evidentemente más duro que ganárselas por sorteo y por ello es que desde mi suerte nunca vi la diferencia; siempre me fui por lo fácil.
Los percances que me han traído a esta epifanía no son positivos, y siendo franco, espero con el corazón que todo regrese a la normalidad pronto. Eso sí, cuando pase, lo que no regresará a la "normalidad" será mi pensamiento. Soy consciente de que necesito mirar más allá de mis propias narices y puedo asegurar que lo haré; como he dicho, no se ha obrado milagro alguno en mí, pero me gusta pensar que a la próxima que quiera dejar la vida al azar, me preguntaré primero si me conviene más dar los pasos a la antigua y esforzarme por mis metas.
Creo que pensaré que sí, que es mejor y más gratificante
Puede que no siempre, y no desde el comienzo, pero con pasos pequeños se conquista el mundo».
Si esto es una manera inconsciente de Zacharías de apuñalarme el alma lo ha logrado. Dios, Dios, esto no está bien. Él sí podría cambiar, al menos lo dice, el plan ha funcionado... si tan solo pudiera llegar al final ya planeado.
Los dedos me tiemblan y quisiera poder quedarme en mi cama para siempre, pero no puedo fingir que nada ha pasado y sé que necesito ayuda.
Saco mi computador y espero pacientemente casi veinte minutos a que encienda motores y sirva, entonces tecleo:
Para: [email protected]
Asunto: Problemas.
Oye, quisiera tener una enorme excusa válida acá pero me temo que no tengo una. He perdido el relicario. No es un quizás, no es un creo; ya busqué por cielo y tierra y no lo encuentro, te juro que jamás he querido esto, no lo planeé ni mucho menos y en este momento me estoy muriendo de angustia.
¡No sé qué hacer!
El plan es devolverlo el lunes. ¡Ayúdame! ¿No hay manera de rastrearlo? ¿O de extraerme suerte para poder regresarla a Zacharías? Sé que la suerte está en el collar, pero lleva conmigo más de un mes, ¿no se me habrá pegado algo?
Dime por favor que hay una manera de arreglarlo. Necesito una manera de arreglarlo.
Lo siento, lo siento muchísimo, ha sido sin intención, y no, no tengo ni idea de dónde puede estar.
Por favor, Anónimo, dime que hay una manera de arreglar esto.
Quedo atenta, Aurora.
Mis esperanzas se depositan ahora en el Extraño.
Por favor, por favor, que tenga una solución.
🧿🧿🧿
Chale, Aurora valiendo cacho (?)
Hola, gente preciosa ♥ Espero les haya gustado este capítulo, fue hecho con mucho amor y estrés, ahre.
¿Qué les ha parecido?
♥ Nos leemos pronto ♥
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