Capítulo 13


13. ESFUERZO VS SUERTE

La casa de Zacharías es la número siete de la calle Porvenir en un conjunto de varias calles llenas de casas idénticas y pegadas unas a otras. Cuando llego, me recibe con una sonrisa amable y me cede el paso hacia su comedor, lugar que usaremos para la tutoría.

El padre de Zacharías se asoma para saludarme, presentarse y desearnos suerte, luego asegura que hay jugo en la nevera por si queremos y se retira, dejándonos solos. Zacharías ya tiene el cuaderno y los útiles dispuestos, y mientras saco los míos, noto de reojo que me observa.

—¿Cómo te fue con Azucena?

Sonrío.

—Super bien. Es una excelente alumna y aunque no sé por qué en clase se le dificulta el Inglés, conmigo va bien. A lo mejor le sirve mucho el tener a una sola persona para ella. En clase la maestra habla para todos y a algunos no les funciona.

—Bueno, eso te beneficia.

—Sí, no me quejo. —Termino de ordenar mis cosas y me acomodo en la silla—. Bien, dime qué tema se te complica entonces.

Zacharías suspira y toma con desgano el cuaderno.

—Muchos, pero priorizo la tarea para entregar la semana que viene.

—Ah, sí, el artículo de opinión. La maestra nos dio tema distinto a cada uno, ¿cuál te tocó a ti?

Blanquea los ojos antes de decirlo, anticipando que le parece estúpido.

—"¿Dejar la vida a la suerte o buscar tu propio hado?" Ni siquiera sé qué tienen que ver las hadas acá.

Río.

—Hado no es un hada en masculino. Es una forma de llamar al destino, a esa fuerza que te rige la vida. —Zacharías se sonroja levemente—. Bastante apropiado; le doy puntos a la maestra por ser tan dedicada que nos da temas que conocemos.

—¿Qué te tocó a ti?

—"¿La soledad impulsa la responsabilidad y la creatividad, o la estanca?". Es algo triste que hasta ella me vea tan sola. —Suspiro—. En fin. ¿Tienes claro cómo se hace el artículo?

—No.

Saco de una carpeta mis notas impresas —he traído todos los temas del bimestre para estar preparada— sobre el artículo de opinión y los pongo frente a Zacharías. La información está en un mapa conceptual de colores y poco texto porque he descubierto que así es más fácil explicarlo —y que el otro aprenda—. Empiezo a señalar con mi bolígrafo los cuadros:

—Vale, entonces, su mismo nombre lo dice: es un artículo argumentativo donde opinas sobre algo. Tiene la característica de que tú como escritor intentas convencer al lector de algo, basado en tu opinión y argumentos. Los temas siempre deben ser debatibles, es decir, que debe ser algo que en general tenga gente en pro y en contra. No puedes poner una opinión del tipo "yo creo que la pobreza es mala", porque nadie opina lo contrario, no hay debates. —Tomo aire—. Este que te ha dado la maestra es buenísimo porque el azar es un punto debatible en la sociedad, ¿haces tu suerte o la llevas contigo? Ahí entran los que creen en astrología y consideran que su signo y sus alineaciones con planetas los benefician; y los que creen que el día en que naciste es irrelevante respecto a tu personalidad y fortuna. A favor y en contra.

Pongo tras mis orejas el cabello que me ha caído a la cara mientras gesticulaba mi explicación. Zacharías ha mantenido su vista entre la información de la hoja y mi rostro, y al menos parece prestar atención.

—Vale, entiendo hasta ahí.

—Por acá tengo un esquema, aguarda... —Rebusco en mi gruesa carpeta lo que necesito y no tardo porque todo está perfectamente ordenado. Le tiendo a Zacharías la hoja—. Aquí está un instructivo paso a paso. Es para hacer tu borrador.

—Traes muchas hojas —comenta distraídamente, mirando mi carpeta.

Me encojo de hombros.

—Son unas cuantas por cada materia. A Azucena le ayudé con Inglés, estuve con Azael más temprano y con él fue Historia. Después de ti iré con Danna: filosofía. Más tarde iré con Tanya: matemáticas.

—Pasas todo tu sábado dando clases —dijo, en un tono levemente sorprendido... y recriminatorio.

—Mis sábados son usualmente de estar en casa sin hacer nada. De este modo al menos gano dinero y hago algo productivo. —Saco de nuevo mi texto sobre artículo de opinión—. Entonces, el primer paso es "una frase fuerte que represente el tema del que hablarás", en tu caso la suerte.

Zacharías toma su lápiz.

—¿Puede ser... "La suerte: ¿dibujante de caminos o simple ilusión?"?

Sonrío complacida.

—¡Sí! Eso es. Ya tenemos el primer punto. —Señalo la hoja, donde Zacharías ya ha anotado eso—. El siguiente se llama tesis, es tu opinión principal y tu postura sin argumentos aún. "Yo opino que..."

Dejo en vilo la frase, esperando que él la complete. Lo piensa unos segundos.

—Yo opino que si eres una persona afortunada por naturaleza, está bien dejar muchas de las cosas en tu vida al azar.

Ni siquiera me pregunta al respecto sino que lo escribe con su lápiz, omitiendo la tilde de "está". Casi me dan ganas de reír; era obvio que esa sería su postura.

—Vale. Siguiente punto: "demostración". Esta es la parte en la que argumentas. Podemos usar algunos recursos como preguntas y respuestas, citas, ejemplos, refutación... luego anotar todo y finalmente simplificar. Charlando es más sencillo porque tienes un interlocutor.

Zacharías suspira y estira la espalda como si lleváramos tres horas en la misma posición y no veinte minutos.

—De acuerdo.

—Bien, aquí vamos. Primera pregunta: dado que estás a favor de dejar la vida a manos de la suerte, ¿por qué crees que eso está bien?

El lápiz de Zacharías empieza a moverse entre sus dedos de manera distraída, creo que lo hace sin darse cuenta.

—Porque la suerte es un don, y si sabes que las cosas te van a salir bien, ¿por qué negarse a ello?

—¿Y cómo puedes saber que las cosas van de hecho a salir bien?

—Es... cincuenta, cincuenta. No lo sabes pero tampoco lo descartas.

—El cincuenta por ciento de que salga bien te alienta, ¿por qué sigues dejando todo a la suerte si tienes otro cincuenta que indica que podría salir mal?

Zacharías se muerde su labio, y las uñas de su mano libre pasan a hacer un ritmo de galope contra la superficie de la mesa. Noto que su rodilla sube y baja en un tic; está incómodo... o buscando palabras adecuadas.

Debo recordarme por un momento que él no sabe que yo sé de que su don es realmente un don y no un invento de optimistas. Me alegro de no haber traído hoy el relicario; estoy segura de que con eso en mi bolsillo sería incapaz de mantener una conversación normal con Zacharías.

—Veo el vaso medio lleno —dice finalmente—. Para mí es más del cincuenta por ciento.

—De acuerdo. Entonces ahí tienes un argumento, Zacharías: eres optimista y para ti la posibilidad de fortuna es mayor de la mitad, eso inclina la balanza y hace que defiendas tu punto. —Sonríe casi sorprendido de que con esa conversación ya tenga un argumento; lo anota en su hoja—. Puedes agarrarte a la ley de atracción, ahí citarías un principio que existe y que apoya tu tesis.

—¿Ley de atracción?

—Sí. "Dices, piensas y eres positivo, entonces todo te sale como quieres". Sinceramente no creo mucho en eso, pero es un punto debatible. Mentalizas que algo te salga bien con tanta fuerza y convicción, que eventualmente sale bien. Fácil. Es otro principio con la validez del horóscopo: basada en fe y creencias de que el universo conspira a tu favor o en tu contra.

Zacharías anota esbozos de lo que digo: "ley de atracción", "principio", "horóscopo", y debo admitir que me alegra verlo entusiasmado con la tarea porque significa que no halla mi lección tediosa.

—Poner citas e información sobre esa ley de atracción es válido, ¿sí?

—Claro que sí. Usa frases cortas, no copies párrafos eternos, pero eso entra en "sustentación" y apoya. —Me reacomodo en la silla—. Vale, ahora lo vemos desde la oposición, en este caso es el esfuerzo. ¿Suerte o trabajo duro? Ya has dicho que está bien dejar la vida a la suerte, ¿esto justifica el no esforzarse?

—Es que simplemente no es necesario —responde de inmediato—. ¿Para qué voy a dedicar tres horas a estudiar en un libro si el examen es de opción múltiple y sé que atinaré porque tengo suerte?

Intento no arrugar la frente en total desacuerdo, recordando que esto no es un debate personal conmigo sino que estamos haciendo su tarea... pero ¡Dios, no puede ser más cretino en este tema!

—¿No es eso hacer trampa?

—Usar un recurso propio, algo de lo que no puedo deshacerme, no es trampa; uso las ventajas que como persona tengo. Es como alguien superdotado: que use su mente superior a los demás no lo hace tramposo, solo aprovecha lo que tiene aún si inconscientemente sobresale entre los demás.

La respuesta me sale instintiva:

—Es decir que los que compran tu suerte para rendir sí son tramposos, ¿no?

—Puede ser.

—¿No te hace eso tramposo a ti también?

—¿El que es dueño de un bar y vende whisky, es alcohólico por hacerlo?

Respiro hondo, regresando a mi calma. Sonrío.

—No. Bien, ahí tienes otro argumento: usar la suerte es algo inherente a ti y es inevitable usarlo, es algo como respirar. Apoya tu postura a favor porque nadie puede decirte que la suerte no es real si a ti te funciona de manera literal. Otro motivo para dejar la vida al azar.

Zacharías baja la mirada a su hoja para escribir pero aún así, habla:

—Me da la sensación de que estás en total desacuerdo.

—Esto no es un debate sobre mis opiniones.

—Pero puedo preguntarla, ¿no?

—Es un país libre.

—¿Qué opinas?

Relamo mi labio, sintiendo que mi corazón empieza a acelerarse. No me gusta discutir; me cuesta decir cuando no estoy de acuerdo con alguien o algo, y más con un tema tan personal como este es para él... pero por otro lado, si él pidió la opinión, no pierdo nada respondiendo.

—No estoy de acuerdo. Me he esforzado al trescientos por ciento en todo durante mi vida porque así he tenido que hacerlo. No creo en la suerte como conductor de mi vida porque si existe, solo ha sido mala para mí. Considero un poco... frívolo que creas que conseguir las cosas por azar es igual de valioso que conseguirlas por esfuerzo solo porque no puedes evitarlo.

—Haces lo que puedes con lo que tienes. Ese es mi punto. Si te has tenido que esforzar al trescientos por ciento es porque la vida te ha obligado, porque así fue el destino para ti. Para mí ha sido al revés. Ambos pudimos ser neutrales; tú resignarte a tu mala suerte y yo quedarme quieto con la mía, siendo ambos personas de esfuerzo promedio. Pero no lo hicimos. Tú triplicas, yo ni lo intento. ¿Somos diferentes?

Reúno todo el valor que puedo para mirarlo a los ojos; Zacharías no está discutiendo, está debatien docivilizadamente pero mi mente ha decidido tomarlo como un ataque porque siempre he sido yo la que está en el lado perdedor de la ecuación. No es justo.

—Lo somos. Yo tengo notas sobresalientes gracias a mi esfuerzo, tú estás casi perdiendo el curso porque la suerte se te ha ido. Mi conocimiento jamás se irá.

Mi enojo se desvanece ante el gesto involuntario de Zacharías cuando digo "se te ha ido". No debe ser fácil para él desprenderse de aquello de lo que ha dependido siempre; le dije hace unos segundos que para él podría ser como respirar, ¿cómo será que te quiten la opción de respirar y que te obliguen a seguir viviendo?

—Tienes razón —susurra.

Genial, la culpa ha regresado.

—Lo siento, no he querido decirlo de ese modo.

—Pero tienes razón. Ahora que no tengo suerte, todo lo "bueno" en mi vida simplemente desapareció. —Hace comillas con sus dedos—. Mis buenas notas, mis supuestos amigos, mi puntualidad, mi buena presentación... ahora no puedo ni llegar limpio y entero a estudiar porque algo siempre pasa en el camino.

Mi suerte nunca fue tan negra como para que me pasaran las cosas que a Zacharías, así que realmente me siento mal con todo esto. Quizás si solo hubiera perdido la suerte maravillosa pero hubiera conservado la suficiente para vivir normal, no me afectaría tanto... sin embargo parece que de la forma más pesada y literal, he arruinado su vida.

—Puedes verlo como el empujón para buscar tu propio destino... —murmuro sin convicción.

—Cuando te grité en la cafetería fue por la suerte —confiesa. Mi espalda se endereza pero él no lo nota porque no me está mirando, parece más bien perdido en sus pensamientos—. Creí que tú podrías habérmela quitado.

Parpadeo varias veces, trago saliva y mis mejillas enrojecen.

—¿Por... por qué?

—Intuición. Sé que no eres muy crédula, Aurora, pero... bueno, yo realmente tenía suerte. No vendía frascos de ilusiones, era suerte pura. Es un don que he tenido desde que nací; mi familia paterna me lo ha dado. Es casi como magia. Cometí un error y me lo han quitado. No sé quién y he estado buscando desesperadamente al culpable... esa tarde pensé que eras tú. Fui prejuicioso.

La garganta se me seca y las sienes me palpitan con el peso de la culpa. El gesto derrotado de Zacharías es tan genuino que le dolería a cualquiera que lo viese. Está devastado por su suerte. Siento la imperiosa necesidad de darle cierto consuelo.

—A lo mejor regresa pronto —aventuro. Al menos eso es real, no planeo quedarme con la suerte por siempre—. Y volverás a ser el mismo de antes.

Debo recuperarla, no es una opción —dice, ausente—. Es algo que pertenece a mi familia pero la forma en que se la llevaron ha sido de raíz. Mi padre está empezando a perder su parte... —Baja la voz a sabiendas de que él está a unos metros de nosotros—, pronto será mi abuelo. Si no la recupero, toda mi familia se volverá tan desafortunada como yo. Arruinaré sus vidas.

El aire abandona mis pulmones; esa parte del trato no la sabía.

Con mucho esfuerzo logro no ponerme las manos sobre la boca demostrando mi impresión. ¿Su padre? ¿Su abuelo? El informante jamás me dijo eso, él lo hizo ver tan simple como un préstamo, una lección para él, algo que al terminar nadie recordaría porque no tiene secuelas permanentes. El corazón se me acelera más. No pudo joder a toda una familia por alguien que, la verdad sea dicha, ni siquiera conozco. Mis ojos se humedecen cuando la convicción de decirle todo ya a Zacharías arremete contra mi mente.

No podré vivir tranquila un día más ahora que sé que mis acciones van más lejos de lo pensado.

—Zack, yo...

—Y justo me la quitan cuando iba a venderla para los exámenes de admisión —interrumpe.

Me callo, intentando procesar sus palabras.

—¿Qué? ¿ibas a vender suerte para los exámenes de la universidad?

—Sí. —Al fin mira mis ojos—. Serían tarifas especiales por una buena dosis. Con el dinero iría a viajar con mi padre.

—¿Para los exámenes de admisión? —repito, incrédula.

—Sí, ¿cuál es el problema? —Zacharías arruga su frente y entonces noto que la mía duele por lo fruncida que está.

—Los cupos en las universidades son limitados, Zacharías. ¿Te das cuenta de que si le vendes suerte a alguien y esa persona entra, podrías estar quitándole el lugar a otro estudiante que lleva años preparándose?

—Yo solo vendo suerte —responde, animoso—. No puedo controlar todo, no es mi problema.

Enarco las cejas. ¿Y sentí lástima por este imbécil hace cinco minutos?

—¿Y si somos tú y yo? Un solo puesto en la universidad. Llevo estudiando toda mi vida, ¿y no sentirías que sería al menos un poco injusto que tú por buena suerte entraras y yo no?

—Cada uno trabaja con lo que tiene, no puedo solo quitarme la suerte y...

—Vale, no contigo. Somos Azael y yo. A él le vendes suerte y yo solo voy con mis conocimientos. ¿No es injusto que él entre y yo no?

—Podría regalarte suerte a ti también, para mis amigos es gratis...

No puedo creer su absurdo razonamiento.

Aprieto los dientes poco dispuesta a seguir en esto porque estoy sintiendo la sangre hervir y no quiero terminar gritando en casa ajena. Zacharías y yo definitivamente no podríamos ser amigos en circunstancias normales... es demasiado cínico y superficial.

Empiezo a recoger mis hojas sin mirarlo y él guarda silencio, aunque sé que es consciente de lo furiosa que estoy.

—Debo irme. Ya tienes tus argumentos y tu artículo. El último paso es la conclusión. Solo debes retomar todo lo que ya has dicho y dar una última opinión al respecto. Pasa todo eso a una hoja en limpio y ya tienes tu tarea.

Me pongo de pie terminando de cerrar mi carpeta y tomar mis lápices. Veo por el rabillo del ojo que Zacharías estira su mano pero doy medio paso a un lado para evitar que me toque. Tengo incluso ganas de llorar de la rabia que siento adentro.

—Aurora...

—Esta clase ha sido gratis, como te he dicho, espero haber ayudado.

Con mi mochila ya en el hombro desando los pasos que hice al entrar y llego a la puerta. Zacharías llega tras de mí y por cortesía me giro a mirarlo al cruzar el umbral y estar afuera.

—No pretendía ofenderte —musita.

Sus ojos amielados son contradictorios para mí. No sé si se ha dado cuenta de lo mal que hay en lo que hace o si simplemente se disculpa porque no quiere enojarse conmigo. No importa, me digo. Zacharías no cambiará su forma de pensar.

—No todo en la vida es suerte, Zacharías. Ten bonita tarde.

Me alejo de la casa 7 de la calle Porvenir y aún siento que el calor se cuela en mis venas. ¿Cómo es posible que Zacharías sea tan poco empático? Ni siquiera ahora que está viendo por primera vez lo que es el esfuerzo y lo mucho que cuesta, deja de pensar en que la fortuna solucionará su vida.

No tengo tiempo de ir hasta mi casa —la siguiente tutoría empieza en cuarenta minutos—, pero como he salido con tiempo de casa de Zacharías, me queda espacio para entrar en un café Internet que hallo cerca.

Aún con la mandíbula algo apretada, abro mi correo y veo que hay un mensaje en la bandeja de entrada. Es del informante pero no tengo cabeza para abrirlo en este momento, así que me limito a escribirle uno cortísimo yo:

De: [email protected]

Para: [email protected]

Asunto: No lo merece

Oye, ¿y si no devolvemos la suerte nunca? Zacharías es un desagradecido oportunista y nada empático, no la merece. Ojalá la lección le dure toda la vida.

No sé qué intenciones tenías al hacer esto, pero ahora las apoyo con toda violencia y voto por dejar las cosas así.

Aurora.

Pago los diez minutos de servicio al señor del café Internet y compro de paso una galleta para comer mientras camino a mi siguiente clase.

Sé que cuando se me baje el enojo lo veré de otro modo —bueno, tal vez—, pero de momento solo tengo una clara certeza: Zacharías no merece su suerte. 

🧿🧿🧿

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