~1~
Andrew, estás en problemas.
No podía dejar de repetirme eso en la cabeza porque ni siquiera tenía seguro de quién tenía ahora en su poder mi más profundo y vergonzoso secreto. Ese que no sólo hará que descubran lo incoherente que soy en la vida sino también lo enamorado que estoy de Rodrigo Leal.
Mi jefe.
¿Lo habrá tomado Nuria? La de recepción es curiosa. Si ella fue la que lo encontró, al menos solo sabría, y me sentiría seguro, que solo lo hojeó por completo. Que lo sabe, pero no sería capaz de decírselo a nadie porque es discreta y respetuosa con esas cosas.
Por desgracia, cuando se lo pregunto, la respuesta no es buena.
—La verdad sí vi una libreta en el comedor, pero no la tomé, lo siento, Andrew. —Su mirada de compasión me confirma que eso es verdad—. Aunque, si te hace sentir mejor, solo vi a hombres antes de salir. Ah, y a Eva.
No, Eva no, por favor.
—¿Eva? Dios, Dios, ¡Dios!
—Tranquilo, Andrew, yo te averiguo, como andas de nervioso, aunque no lo tenga te va a delatar, ¿sí?
Asiento frenéticamente.
—Andrew. —Escucho la voz de Rodrigo y mi corazón se acelera tanto que he de parecer un lunático cuando volteo a verlo—. Necesito los documentos del proyecto con Vega.
—Ahora mismo, señor Leal.
—No, no, en media hora, tengo que ir abajo por unas cosas, parece que tenemos algunas iregularidades que tendremos que revisar toda la tarde.
Sin más por agregar, se va al ascensor.
Esta vez, no me tomo el atrevimiento para apreciar su caminar ni la calidad de su hermosa espalda, en la que me gustaría recargarme en momentos como estos en los que siento que me van a cargar el payaso o la fregada.
Igual creo que ambos.
Niego con la cabeza.
—Tengo media hora para encontrar la maldita libreta —Le digo a Nuria, urgente.
—¿Pues qué tiene esa libreta? Pareces demasiado desesperado para ser solo una libreta.
Me siento tan vulnerable que se lo cuento.
—Tiene páginas llenas de lo enamorado que estoy de Rodrigo.
Se cubre la boca pero después frunce el ceño.
—Pero si eres una piedra, Andrew.
Su comentario me hace reír, más nervioso.
—Sorpresa, Nuria, tengo sentimientos, ¿contenta de saber mi oscuro secreto? —Se lo digo todo con un muy marcado sarcasmo—. No es el punto. Si cae en las manos equivocadas, los escenarios que me imagino no son bonitos.
Siento que voy a llorar.
—Bueno, puedo ayudar, recuerdo que estaban Johan, Ivan, Kevin y Leonardo cuando el cuaderno aún se encontraba ahí.
—¡Perfecto! Ellos pudieron no haberla leído si la tomaron... Dios, pero Eva es chismosa, ¿y si lo tiene ella?
—Dame un minuto y te resuelvo la duda.
Sale de su área para ir a recursos humanos, donde está Eva.
Yo miro a mi alrededor y logro dar con Kevin.
—La miré, pero salimos Johan y yo de ahí sin tocarla, ¿revisaste bien el comedor? —Es su respuesta, la cual me hace relajarme por una milésima.
Kevin y Johan están descartados, me quedan Ivan, Leonardo y Eva.
El primero, está en su área, haciendo una llamada, por lo que le hago señas de si ha visto o no mi libreta. Él me niega y luego cubre el teléfono un segundo.
—Salí de ahí y seguía en la mesa, a un lado de la cafetera.
Regresa a su llamada y sigo buscando. Leonardo no está por ningún lado, asumo que debe estar en algún otro piso porque igual solo viene a comer acá, por lo que reviso y, luego de diez minutos, Nuria vuelve con una cara que me hace entrar en pánico.
—No lo tiene —Me relajo de nuevo solo un poco antes de que continúe—. Pero dijo que leyó la primera página.
Tomo aire y lo suelto.
—La primera página justo dice lo bueno que es ese hombre, Nuria, y no hablamos de bondad o amabilidad. —Me cubro la cara.
Creo que solo puse "mi jefe" pero no hay que ser muy inteligente para saber que esa libreta habla de Rodrigo Leal. Aunque tengo que agradecer que justo piensen que soy una piedra como para tener esa clase de... emociones.
Vale, sé que siempre me he visto amargo, pero eso porque no libero mis sentimientos con cualquiera.
Dios, necesito encontrar esa maldita libreta antes que, quien la tenga, lea mis "Andrew y Rodrigo X100pre" por todos lados.
—Tengo que ir por los documentos, pero búscame a Leonardo, ¿puedes?
Nuria, comprendiendo mi batalla, asiente a mi petición y corre hacia el ascensor. Yo voy al archivo por los documentos porque, mientras logro dar con mi libreta, también debo cuidar mi trabajo.
Solo espero que lo tenga Leonardo y que sí sea buena mi intuición al pensar que él no sería capaz de leer mis cursilerías.
Llego a la oficina de Rodrigo y me siento donde siempre lo hago. Tomo una gran bocanada de aire y recargo mi cabeza en el escritorio. Aún faltan unos cinco minutos para cumplirse la media hora pero supongo que viene por ahí.
Caray, es la primera vez en mucho tiempo que pienso en lo enamorado y estúpido que estoy por Rodrigo. Solo que ahora la cosa es diferente. Lo siento con lamento, con miedo, con miles de inseguridades, y más que eso, con muchísimos pensamientos en donde analizo que este hombre, si se entera de todo lo que he escrito sobre él, me va a despedir.
Peor, si todo el edificio se entera de mi enamoramiento tonto, de mis pensamientos obscenos y románticos sobre Rodrigo Leal y lo feliz que me haría si me besara al menos una vez.
Soy un imbécil, un descuidado que olvidó poner su maldita libreta de notas cursis, lejos de su libreta de pendientes y confundirlas.
—¡Volví! Traje lo que necesitamos. —Rodrigo entra y pone un grupo de papeles en su escritorio antes de tocarme el hombro—. ¿Estás bien, Andrew? Prometo que no es nada exageradamente malo, solo un error de fechas, terminaremos rápido.
Me espabilo, negando con la cabeza.
—Estoy bien, aquí están los documentos —Los pongo en el escritorio, justo a un lado de los que él acaba de poner—. ¿Cuál es el error?
Rodrigo se recarga en el escritorio y toma los documentos que traje. Me gusta cuando se acomoda así, me da una panorámica vista de la que él no nota porque siempre se pone a leer algo cuando lo observo.
Niego rápido y miro a otro lado. Eso lo puse en la libreta, no puedo dejar de pensar en ella y en qué chismosas manos podría estar.
—Vale, ya encontré el error. —Oigo que baja el papel y sé que me mira—. ¿Qué te pasa?
—Estoy bien, señor Leal. —Siento que voy a vomitar de los nervios cuando lo veo—. Creo que me cayó mal el almuerzo.
—Oh, ya, a mí me parece que estás nervioso, pero entiendo que no es eso. —Vuelve a ponerse el papel en la cara, y no sé por qué, pero siento que está sonriendo.
Justo cuando me pregunto el porqué, me llega un mensaje de Nuria.
Nuria: CODIGO ROJO. TAN ROJO COMO LA NARIZ DE RODOLFO, ANDREW.
Levanto una ceja, confundido. Apenas me van llegando más y más cuando noto que Rodrigo me ve de nuevo.
—¿Pasa algo?
—No, todo está... mierda. —Lo veo justo cuando termino de leer los demás mensajes de Nuria y el desgraciado se está burlando de mí con una gran sonrisa llena de ego, lo que me hace confirmar que Nuria tiene razón.
Nuria: Leonardo dijo que vio a Rodrigo tomarla, ¡él la tiene!
—¿Así que sí estás nervioso, Andrew? —Rodrigo no deja de sonreír, como victorioso.
Me muerdo los labios, sintiendo de a poco cómo mis mejillas comienzan a ponerse calientes.
—¡Esa no es mi letra! —Es lo primero que se me ocurre, lo que hace que a Rodrigo se le salga una sonora carcajada.
—Y mis bolas son de plástico, ¿eh?
Su comentario, tan propio de él, me hace chillar de impotencia, me siento muy avergonzado. Él por supuesto que sabe cómo es mi letra, llevo cinco años trabajando para él.
—Señor Leal, yo... —Intento remediar, no sé cómo, todo este desastre.
—Adonis —Cita una de las maneras en las que me refiero a él en la libreta, como corrigiéndome—. Ya estamos en confianza, ¿no crees?
Resignado, suspiro y me levanto de la silla.
—Ya, sí, de acuerdo, es mi... —No termino de hablar cuando miro uno de los papeles que él puso en el escritorio y me quedo en ceros. Es una hoja donde puse en grande un "Andrew y Rodrigo" con tremendos corazones y frases cursis, hecha en tamaño carta, en lo que parece ser opalina.
Sin poder creerlo, reviso los demás papeles, pensando en que se tomó esta media hora para copiar toda mi libreta, pero no, solo es esa hoja.
—¿Qué es esto? —Lo encaro, perdiendo la vergüenza. ¿Se está burlando de mí a caso?
Rodrigo ya no parece burlarse con su sonrisa de presumido, pero sí sonríe como encantado, con satisfacción.
—Bueno, pensé que, si dejarás de ser mi asistente, quiero tener un recuerdo en mi oficina. —Parece que le costó mucho decirlo, pero sigue en su pose de seductor.
Yo, cauteloso, doy un paso atrás.
—¿Me vas a despedir?
Suelta una risotada, negando.
—Claro que no, irás a otra área. —Se me acerca el mismo paso que me alejé—. Sería mucha tentación para mí si mi novio pasa todo el día conmigo.
—Rodrigo...
—Es mutuo, Andrew —me interrumpe—. Sé que es un modo horrendo de empezar las cosas... si es que quieres que empiecen, claro, y que debes sentirte muy avergonzado, pero tienes que saber que también "llevo tiempo en el que tu presencia me resulta acogedora y que quisiera más que eso...", sí, llegué a esa parte, aún no la termino de leer.
—No la termines, por favor —Me pongo firme, sintiendo tantas cosas—. Yo puedo contarte el final.
Aclaro mi garganta, como si hubiera sonado tan valiente al decir eso. ¿Sería buen momento para empezar a llorar?
Esperen, él ha dicho...
—Me encantaría escucharlo —Rodrigo se acerca a mi cara y sin pena llega a mis labios, logrando ese anhelado beso que tanto he descrito en esa bendita libreta.
FIN.
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