4. Y el amor fue suficiente? No.

Lo bueno vale caro y lo malo hace daño.
Fernando de Rojas,
La Celestina.

Tenían todo y a la vez no tenían nada. Porque se pude ser feliz con poco, mientras sea suficiente.
Y el amor que se tenían era más que suficiente.

La joven de pelo negro observó a su padre trabajar en el taller. Su padre se encargaba de arreglar la pila de zapatos que le habían encargado, eso le había costado noche y día.
Trabajaba sin detenerse.

La joven de cabellos negros y ojos azules se acercó a su padre y lo abrazó por la espalda. El zapatero se dejó abrazar por su hija. Paró de trabajar por un momento.

-Mi querida Maryse- dijo él- Siempre haciéndome sentir mejor.
-No puedes seguir trabajando de esta forma, padre- dijo Maryse- Tienes que descansar y comer algo.
-He estado días y noches sin ingerir nada y aún estoy en perfectas condiciones- dijo el zapatero, volviendo al trabajo.
-Pero cada vez peor y peor- dijo Maryse.
-Tengo que terminar este par de zapatos- dijo el hombre- y cuando lo haga, descansaré.
-Bien- dijo Maryse- te amo.
-Yo también- le dijo su padre.

Maryse besó la cabeza de su padre con cariño y luego tomó un bolso y algunas monedas, y partió al mercado.
Su padre la miró partir y una sonrisa surgió de sus labios.
Su hija le recordaba tanto a la mujer que había perdido. Su amada esposa, que había muerto durante el parto y el tuvo que criar solo a su hija.

Cuidar a una pequeña no era un trabajo fácil cuando se es pobre y honrado. Sentía tanto orgullo al verla crecer.
Su pequeña, tan parecida a su madre. Desde sus hermosos ojos azules, hasta su belleza y espíritu bondadoso, y a la vez tan humilde.
Siempre había pensado que su esposa era un ángel, ella poseía unos hermosos ojos azules. Tan azules, como el cielo mismo. Un tono de azul que sería la envidia de los mismos ángeles.

Pero el quería que su hija se vistiera con los mejores vestidos de la ciudad y que fuera a las mejores fiestas de la ciudad.

Oh, si hubiera tenido un muchacho.

Si hubiera tenido un muchacho, le entregaría el negocio o le enseñaría la labor de la familia. Una labor cuyos conocimientos pasaban de hijo a hijo.
Pero Maryse era mujer y ella debía desarrollarse en las labores de limpieza y así, al igual que las otras mujeres del pueblo.
Pero su hija, tan tozuda, quería aprender sobre el negocio. Un negocio del que las mujeres no podían desempeñarse.
Pero aún así, ella desde pequeña estudiaba sobre el trabajo y se negaba rotundamente a ir con las mujeres que se encargaban de ir de educar a las jóvenes en cuanto a las profesiones de su sexo.

Sin embargo, Maryse tuvo que resignarse a aprender con el simple deseo de ayudar a su padre con respecto al dinero.
El zapatero aún podía escuchar a la mujeres burlarse de su pequeña. A pesar de ya habían pasado muchos años.
Sin embargo, mas orgullo sintió cuando ella se tragó su orgullo e ignoró las burlas de todos. Se había sentido mas orgulloso de la que habría estado al tener un hijo varón.

-Zapatero- escuchó- zapatero.

El hombre salió de su taller y vio al cliente que había entrado en la tienda y gritado su nombre.
-Que quiere?- preguntó el padre de Maryse.
-Todo lo que tenga- contestó el otro.

Entonces, el hombre se reveló como un ladrón en el momento en el que sacó su espada y puso su punta en su pecho.
El zapatero estaba asustado y fue por todo el dinero que tenía. Pero no era mucho.

Cuando Maryse regresó al taller, encontró el cadáver de su padre. Muerto desangrado por una herida de espada.

***

Al día siguiente, un hombre apareció en la tienda.
-Que quiere?- preguntó Maryse. Aún de luto por la muerte de su padre.
-Donde está el zapatero?- preguntó el hombre.
-Muerto- contestó la chica.
-Y tu como lo sabes?- preguntó.
-Soy su hija- dijo Maryse- Ayer encontré el cadáver de mi padre, mi único familiar, el partió y ahora estoy sola en este mundo.
-Su estado es tan triste- dijo el hombre- Que le parecería venir conmigo a servir a la familia Lightwood?

Maryse quiso decir que no, pero sabía que no tenía opción. Ella buscó todo lo que tenía y subió al carruaje del hombre (quién resultó ser el mayordomo de familia Lightwood) y partió con él, dejando la zapatería y su pasado, atrás.

Poco y nada sabía de la familia Lightwood.
Lo único que sabía, era que era una familia muy antigua y una de las más ricas de Idris.

El carruaje se detuvo frente a la casa y Maryse bajó de él. El mayordomo la guió hacia el interior de la enorme mansión.
Estaba sorprendida por todo lo elegante que deslumbraba ante sus ojos. Desde los cuadros, hasta otras decoraciones.
Incluso habían cuernos de brujos, esto lo encontró desagradable.

Ambos se detuvieron en enfrente de las enromes puertas que daban a la sala. Allí, estaba la familia.
-Espera aquí- le dijo el mayordomo- te presentaré a ellos y luego te diré que entres.

Maryse asintió y no tuvo que esperar mucho.

Cuando entró, vio a un hombre de cara redonda y fea; y vio a una mujer, de cara redonda y elegante; y por último, un joven de rostro hermoso y joven.

Las miradas que tuvieron, pudo decir más que las palabras mismas.
No alcanzaron a escapar de las flechas de Eros.

***

El tiempo no traía fortunas.
Si Maryse le hubieran preguntado como se sentía, les habría dicho que mal, pero no tanto. Sin embargo, en los tiempos en los que estuvo en la casa Lightwood, nadie le preguntó como se sentía.
Y entonces, de haber preguntado, se habrían enterado que estaba enamorada.

Su estadía no era placentera. Todo el tiempo, se la pasaba trabajando como una esclava. Aunque era la señora Lightwood quién le hacía la vida imposible.

La mujer detestaba a Maryse, por qué envidiaba su juventud y su belleza. Además de ese carácter dulce y fuerte, un espíritu admirable y del que solo podía soñar tener.
El odió no dejó ver a la madre que su hijo se había enamorado de Maryse.
En cuanto al padre, no le interesaba nada.

Robert y Maryse habían tenido encuentros secretos.

Una tarde, Maryse le había pedido a Robert que se vieran en uno de sus lugares secretos que usaban para verse.
La mujer tomó las manos del hombre.
-Estoy embarazada- dijo Maryse.
-Que?- preguntó Robert.

Sin embargo, el asombro solo duró un momento. Robert abrazó a Maryse y después besó su vientre.

Maryse había logrado que nadie se enterara de su embarazo. Los únicos que sabían sobre él eran Robert, ella y una amiga que fue quién descubrió el embarazo.

Robert y Maryse sabían que no podían seguir escondiéndose, mucho menos con un bebé en camino. Por lo tanto, ambos acordaron escapar.
Pero la fuga no fue tan fácil como esperaban y al final tuvieron que retrasarla para el octavo mes de embarazo.

Una noche, Maryse se había levantado de la cama con mucho cuidado y se dirigió a la puerta. Por desgracia, algo arruinó el plan: el bebé nació antes.

Las mujeres del cuarto se quedaron estupefactas, pero reaccionaron de inmediato.
El primer bebé era un niño y un minuto después, nació su hermana.

Maryse sostenía a sus bebés con alegría, besando sus pequeñas cabezas.
-Como los llamarás?- preguntó una niña de diez años, ella era hija de una lavandera de la familia.
-El se llamará Alexander- dijo Maryse- y ella se llamará Isabelle.

Después, Robert ingresó a la habitación. Una de las mujeres lo fue a buscar, a pedido de Maryse.
Robert besó las cabezas de sus pequeños.
El joven Lightwood había decidido que lo mejor era esperar a qué Maryse estuviera bien para escapar. Llevarían a los gemelos y vivirían felices.

Sin embargo, el destino siempre juega en nuestra contra.

Una de las asistentes de la cocinera le dijo a la señora Lightwood que Maryse había tenido dos hijos de Robert e inmediatamente, mandó a llamar a su hijo, la mujer que detestaba y sus nietos bastardos.

-Como pudiste?- preguntó la mujer a su hijo- tener hijos con ella?- señaló a Maryse.
-Yo amo a Maryse, madre- dijo Robert- y ambos vamos a casarnos.
-Entonces olvida para siempre que eres un Lightwood- dijo la señora- y mucho menos de que te aceptaremos en esta casa.
-Pues que así sea- dijo Robert.

La señora Lightwood se cansó por la actitud de su hijo y fue a ver a sus nietos.
La mas pequeña era una hermosa niña. La niña que siempre habría querido, muy parecida a su hijo. La quiso de inmediato.
En cuanto al chico, este era muy parecido a Maryse y sus opiniones empeoraron en cuanto el bebé abrió los ojos, revelando un puro color azul. Lo odió de inmediato.

-Pueden irse- les dijo la señora- pero Isabelle se quedará conmigo.
-No!- gritó Maryse- Como puede separarme de mi niña?!
-Si no se van- dijo la mujer- mataré al niño.

Ambos enamorados no tuvieron mas opción y dejaron a Isabelle atrás.

Los días fueron crudos. Llenos de hambre y andar de un lado para otro. Se tenían el uno al otro y eso era lo único que podían tener, además de su pequeño.

Pero un día, llegó el invierno y con el las separaciones.

***

Hacía frío y podían sentir el como rompía sus huesos.
El llanto del bebé era peor que el frío del invierno. El hombre y la mujer se detuvieron frente a un árbol hueco y allí depositaron al pequeño infante.
Deseaban que no fuera de esta forma. Deseaban que pudieran conseguir mas comida u otros medios para sobrevivir, pero no era así. Sabían que era mejor abandonar al niño y que muriera de frió, a que muriera de inanición.
-Lo siento- decía Maryse a si bebé- pero no tenemos opción.
-Te amamos, hijo- dijo Robert.
La mujer lloraba y el hombre la consolaba. Se alejaron lo más rápido que pudieron para no escuchar a su bebé llorar.
Pero no sabían, que un ciervo observaba de la distancia.

Días después, el pequeño fue encontrado. El hombre de cabellos palatinados encontró al pequeño, iluminado por la luz del sol. Era un milagro que sobreviviera. Valentine supo que se trataba de un luchador.
El bebé llevaba una pequeña manta con su nombre.
El hombre fijó su vista a su hijo de cuatro años.
-Jonathan- le dijo- Saluda a Alexander, tu nuevo hermano.

***

Mientras que en otro lugar, afuera de una choza, un niño llamó a su padres. Todos quedaron sorprendidos ante el descubrimiento.
Un hombre y una mujer estaban acostados en la nieve, abrazados, como si así compartieran o consiguieran calor.
Al observar con atención, descubrieron que los cuerpos estaban muy flacos. Y pensaron que si no fue el frío los que los había matado, entonces habría sido el hambre.

No sabían quienes eran, pero aún así decidieron enterrarlos en una misma tumba.

-Pobres diablos-dijo el hombre.
-Mas bien- dijo la mujer- solo la mitad de diablos.
-Por qué?- preguntó el niño.
-Murieron juntos, aferrados al otro- dijo la mujer- Eran pobres, pero se amaban. Su amor debió ser lo único que tenían.
-Crees que el amor bastó para hacerlos felices?- preguntó el niño.

La madre volvió a ver la tumba.

-No lo sé- contestó- espero qué sí.

Holaaaa.
Decidí escribir un capítulo sobre la vida de la familia de Alec. Recuerdo que había varios que me pidieron saber sobre ellos y me dije, por qué no?

Recuerden que este fic apenas comienza, por lo tanto, tendremos mucho más en adelante.

Espero que les haya gustado.
Que les pareció el capítulo?
Y que les pareció la idea de extender el fic?
Quieren que continúe?

Gracias por leer💜

Besos😘
Caro

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