10. Al lado del otro no caen lágrimas
No tardarían mucho en llegar al límite del bosque y Magnus no soltó la mano de Alec en todo momento.
Pensó en lo desesperada que había sido la odisea para poder encontrar a su amor perdido y como su corazón había estado roto por momento que parecía eterno cuando lo encontró tan cerca del alcance de la fría muerte.
Mientras aún estaban en la carreta, Magnus se tomó un momento para ver como su ángel dormía con un rostro tan tranquilo y libre de preocupaciones.
Quien iba a pensar que llegaría el momento de tener que salvar a su Alexander, quién era la persona más increíble y fuerte que jamás conocería?
Magnus volvió a recostarse, pero antes de ceder a los brazos de Morfeo, una voz lo sorprendió.
-Es tierno cuando duerme, verdad?- era Isabelle- Bueno, me refiero a que después de muchos problemas por fin podemos estar tranquilos.
-Tienes razón- coincidió Magnus- Nunca había estado tan asustado en mi vida que cuando lo vi en esa cama. Parecía que lo había perdido.
-Yo sabía que lo salvarías. Lo veo en tus ojos, Magnus. Veo la determinación de un hombre que no se rendirá por nada con tal de salvar a los que ama.
-Tan evidente soy?
-Bromeas? Cuando miras a mi hermano, el amor que sientes por él podría verlo desde millas de distancia.
-Tu hermano me salvó, Isabelle. Él es tan...tan Alec- dijo con un tono soñador que sentía que no podía describir con palabras lo mucho que admiraba a Alec.
-Gracias por cuidar a mi hermano.
Antes de irse, Isabelle le dio a Magnus un beso en la mejilla.
Magnus vio a su marido nuevamente. Alec seguía dormido y podía ver que había algo de baba saliendo de su boca. Una pequeña risa no pudo ser contenida y volvió a acurrucarse junto a su alma gemela, su corazón. La runa que tenía en el pecho empezó a dar un suave brillo.
Magnus besó sus labios una última vez, antes de caer en los brazos de morfeo. Alec podía sentir la runa de su pecho y sabía que era porque Magnus estaba cerca, aún dormido se pegó más a él.
-Te amo- le dijo Magnus.
Y Alec no necesitó escucharlo, porque podía sentirlo.
***
Isabelle seguía despierta cuando vio a Jace cambiar de lugar con Simon. El de cabello castaño entró en la carreta y la chica fingió estar dormida.
Intentó dormirse, pero no podía y no tampoco lo entendía.
-Sé que estás fingiendo- dijo Simon.
Isabelle no le hizo caso y volvió a tratar de dormirse, aunque fuera inútil.
-Vamos, Izzy, no puedes engañarme.
-Eres un idiota.
-Por qué?
-No lo sé, solo lo eres.
El castaño dio una suave risa e Isabelle trató de ignorar que le parecía tierno.
-Por qué me odias?
-No te odio, sólo no te soporto.
-Oh, se supone que debe hacerme sentir mejor? Porque no funciona.
-Eres molesto y...y...me da ganas de golpearte con una piedra y enterrarte bajo tierra.
-Podrías enterrarme bajo algo mejor?
-Ahora si te odio.
La joven Lightwood volvió a ignorar a Simon. Pero el chico no iba dejársela tan fácil.
Había algo que le atraía de la chica, pero no sabía que era. Será porque era muy diferente a otras chicas que había conocido? Acaso era su espíritu rebelde o porque lo sorprendía de formas que nunca esperaría de alguien?
Después de todo, había tenido amantes antes. Hombres y mujeres tan diferentes entre si que le costaba recordarlos a todos.
Excepto a uno, Raphael Santiago. Un vampiro que había cautivado su corazón y cuando murió (asesinado por cazadores que querían sus colmillos para el mercado negro) no volvió a sentir amor por alguien de nuevo.
Isabelle estaba haciendo algo en él y aún así sabía que es más fácil odiar a alguien que armarlo.
Y el preferiría no sentir amor de nuevo. Pero entender al corazón siempre será algo que escapará de muestras posibilidades.
***
Era de día cuando llegaron al bosque. Los siete salieron de la carreta y se quedaron callados mientras observaban los árboles, como si el bosque sintiera con ellos.
-Bueno, supongo que esta es la despedida- dijo Clary- Y Alec, lamentamos todo lo que hicimos.
-Son muy amables...-empezó a decir Alec, pero fue interrumpido por Magnus.
-Pero esperamos no verlos en un tiempo.
-Supongo que es cierto lo que dicen sobre el perdón de los brujos- dijo Jace, sarcásticamente.
-No me provoques, teñido.
Jace solo sonrió con una mueca burlona y tomó la mano de Clary, ambos se dirigieron a la carreta. Al final, solo quedaron Max, Isabelle, Simon, Magnus y Alec.
-Lo siento, pero no tengo dinero- dijo Isabelle a Simon- Con tantas cosas, lo olvidé.
-Por suerte para usted, señorita, no aceptaré dinero de su parte. Sólo aceptaré un beso.
Por un momento, Alec experimentó un repentino tic nervioso y antes de que pudiera decir algo, Magnus lo tomó del brazo y junto a Max se adentraron en el bosque. Después de todo, el brujo sabía cuando dos personas necesitaban estar solas por un tiempo.
-Creo que hiciste enojar a mi hermano.
-Supongo que eso no me garantiza tener puntos con él.
Isabelle río suavemente y luego atrajo a Simon, enrolló sus brazos en su cuello luego lo besó. Simon siguió el ritmo de los labios de Isabelle, sabían a frutilla y dulzura. Se puede llegar al cielo con solo besar a alguien?
Cuando se separaron, a ambos le brillaban los ojos. Sus frentes se pegaron.
-Ven conmigo, Isabelle.
Lo dijo tan suave, que pudo parecer un susurro. Pero el bosque estaba callado, como si fueran los únicos en él.
-No puedo.
-Por qué?
-Quiero quedarme con mi hermano. Al menos por un tiempo.
-Entonces te estaré esperando, sólo no quiero que este adiós sea para siempre. Cuando estés lista para que nos volvamos a encontrar, ve a buscarme a una aldea cerca de aquí.
-Me esperaras? Lo juras?
-Lo juro por las estrellas, el cielo y el mar. Lo juro por los dioses y lo juro por el universo. Pero lo más importante, es que lo juro por ti.
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