Especial
Otro capitulo.Gracias por leer.
Otra vez en clase, luego de un fin de semana aburrido. La preocupación opaco mi sábado y mi domingo. La culpable era su sonrisa. Una que me resistí a ver desde que entré al salón, y solo pienso mirarlo si es absolutamente necesario. Estoy decidida a sacar de mí esta extraña ansiedad y la mejor manera es evitarlo a toda costa. No es una decisión madura, pero es la única que me queda. Los chicos completan las preguntas que les hice al inicio de la clase; todo está muy silencioso. Luke, que es algo así como el payaso del grupo, faltó hoy por lo tanto no hay ninguna distracción que los movilice.La hora culmina y mi escritorio comienza a llenarse de cuestionarios. Rebbeca me hace una pregunta al tendérmelo y nos quedamos conversando un rato. Ella es hermosa y popular, también ingeniosa al poner excusas por sus continuos retrasos. Al final todos pasan, menos él. Por alguna razón en la que no quiero profundizar Billy siempre es el último en salir. Hojeo las hojas mientras hago algo de tiempo para que Billy me deje la suya y se retire. Pasan los minutos y no lo hace. Estoy por preguntarle que pasa cuando su voz me sobresalta; lo tengo en frente. Se acuclilla frente a mi escritorio lo que hace que pueda verlo directamente a los ojos.
—¿Está enojada conmigo?—me pregunta.
Parece un perro disciplinado, solo le faltan las orejitas bajas.
—No Billy, ¿tienes tu hoja?
—Sip—dice él—, ¿está segura?
—Sí, por supuesto, ¿me la podrías dar?
—Sí, ya se la doy... es solo que me pondría muy triste el que este enojada conmigo. Ni siquiera sé que le hice.
Su oración termina con algo así como un puchero. Es encantador.
Intento no sonreír pero mi intento solo queda en eso, en un intento.
—No estoy enojada, ¿sí?, solo muy ocupada. Tengo veintitrés alumnos en esta clase, Billy, y treinta más en la otra. No es tan fácil como parece.
—Lo sé, lo sé—dice el. La sonrisa taimada que tiembla en su boca no es un buen indicio—Pero también se que yo soy especial, no uno más.
Su respuesta me deja con la boca abierta.
—¿Sí?—le pregunto y se me escapa una pequeña risa—Y me podrías explicar que te hace creer eso.
—Solo es algo que sé, yo soy su alumno especial.
Y, ¿que responder a eso? Solo puedo mirarlo con el ceño fruncido.
—Bien, alumno especial, ¿me podrías dar de una buena vez tu hoja? Lo creerás una locura pero quiero llegar a mi casa antes de que anochezca.
Billy se ríe y me extiende su cuestionario.
—¿Seño?
Ahí vamos de nuevo.
—Si, Billy.
—Extienda su brazo.Vuelvo a mirarlo. Tiene las mejillas coloreadas.
—¿Para qué?
—Solo hágalo... le tengo un regalo.
Ya estoy negando con la cabeza antes de responder.
—No, Billy. Lo siento pero no puedo recibir regalos de mis alumnos. No se ve bien. Es una regla que me impuse por algunos malentendidos en el pasado.
—Oh, por favor—insiste ladeando la cabeza en un gesto adorable—Hacerla me llevo toda la noche, por favor.
Es tan dulce que me dan ganas de... ¿de qué Lizzie? Por Dios.
—Está bien—digo a la vez que extiendo mi mano. Billy saca de uno de los bolsillos laterales de su mochila una pulsera trenzada, tipo hindú, muy bonita y colorida.—La hice yo, me gustan las manualidades. Ya sé que es raro, no se lo diga a nadie. Es que... tengo dos hermanas menores y siempre las hago para ellas.
Él me ata la pulsera en la muñeca, y yo me siento completamente conmovida por su gesto. Qué boba.
—Gracias, es hermosa Billy—le digo mientras la recorro con mis dedos.
—De nada... usted sabe cuánto me agrada. Bueno, ya me voy, hasta mañana.
Billy se pone en pie y va hacía la puerta. Yo me quedo mirando la pulsera y pensando en que tiene razón... que él realmente es especial.
Esa noche me preparo un sandwich de carne mientras bebo sorbo a sorbo un refresco. En la televisión dan una película antigua y me situó en el sillón de mi sala para verla. El regalo de Billy sigue en mi muñeca y de a ratos lo miro y sonrió. Mañana deberé dejar la pulsera en un cajón, para evitar preguntas incómodas, pero por hoy...
Cuando la película termina me dispongo a corregir las hojas de ambos cursos. La pila es enorme; toda una torre de babel con decenas de idiomas distintos. Voy por la mitad cuando mi contestador se enciende. Una luz roja pestañea avisándome que han dejado un mensaje. Pulso el botón y espero.
—Lizzie, soy yo. Mamá me llamó ayer, dos veces. Insiste en que le de tu número, dice que necesita hablar contigo. Tranquila, no se lo di, sé que es tu decisión pero...
Corto el mensaje. No quiero oír más. Solo quiero que me dejen sola... como han hecho siempre.
Mi atención vuelve a centrarse en la corrección. Me alegra ver que el nivel es bueno en la mayoría. Cuando llego a la hoja de Billy sonrió inconscientemente. Él es un estudiante excelente. Se merece la nota que le pongo a un costado de la hoja. La volteo para dejarla en la pila de corregidos cuando noto unas palabras arriba en una esquina del reverso.
—Saludos, Seño... su alumno especial.
—¿Qué?—articulo y luego me rió.
Este chico y sus ocurrencias. Por supuesto aun no sabía que ese sería el comienzo de una correspondencia inusual.
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