Capítulo 4

El día había iniciado antes de lo normal. Newt abrió los ojos cuando el área aún yacía sumida en la penumbra, terminando por repasar sus facciones con la diestra aun ligeramente acalambrada. Había dormido en una posición imposible para su gusto y ahora le dolía todo el fuco cuerpo.
Maldijo para sus adentros al segundo que fue capaz de notar la figura del Encargado de los corredores dirigirse hacia los habitantes dormidos, específicamente, hacia Thomas. Sus ojos pardos se quedaron clavados en la figura de ambos larchos, reconociendo casi de inmediato y pese a la penumbra del sitio, el rostro de entusiasmo del recién nombrado corredor. Apretó los labios en una fina línea mientras se recogía las piernas para poder ponerse en pie, siguiendo con la mirada el pequeño rito de iniciación del corredor.
Tras unos minutos, observó al singular par desaparecer en la finca. Newt sabía perfectamente la rutina que seguiría Thomas, la entrega de prendas adecuadas, armas, y quizá si tenía suerte, un excelente desayuno por parte de Sartén. Rodó los ojos solo de imaginarlo a la par que sus pies comenzaban a caminar rumbo al pequeño jardincito de maíz. Zart aún no había hecho acto de presencia en el lugar, y hoy por hoy al rubio le tocaba ayudar esta vez al encargado de la Huerta. Dio un rápido repaso al lugar mientras sus dedos rozaban brevemente las hojas de uno de los trepadores de fresas, que apenas y comenzaba a dar las pequeñas frutas rojas.
No había dormido la noche anterior, o al menos no del todo bien. Después de lo que había sucedido con Thomas a través de las rendijas del Cuarto Oscuro, los pensamientos de Newt se habían disparado de manera inclemente, mientras su mente traía repetidamente la intensa mirada de color miel que había recibido de Thomas la noche anterior. Un breve escalofrío hizo acto de presencia en su cuerpo al mismo tiempo que uno de los gallos del matadero había hecho su respectivo canto matutino, salvando al rubio de la tortuosa tormenta que de momento era su mente.

El ruido en la cocina le hizo volcar toda su atención en los habitantes que ya trabajaban en el desayuno, y que comenzaban a servir los primeros platos de pan tostado con huevos a los corredores que iban llegando de momento, incluyendo al Encargado y a su nuevo pupilo. Una de las comisuras de su boca se habría terminado por elevar, dejando una sonrisa inconclusa en sus labios al segundo que sintió la mano de un habitante posarse en su hombro y deteniendo su andar al mismo tiempo. Ladeó el rostro ligeramente tan solo para poder encontrarse con la mirada de Clint.

—Tenemos que hablar Newt, sobre Alby.

—Larcho, sé que el garlopo no está del todo bien, pero voy a mantenerlo vigilado. —Murmuró completando el gesto que la sola figura de Thomas había iniciado, antes de finalmente separarse del moreno y continuar con su camino.

Sus ojos pardos volvieron a dar un rápido repaso a las mesas que ya habían comenzado a llenarse deteniéndose solamente cuando llegaron a aquella donde se suponía, se encontraba Thomas con el Encargado, pero el par tenía apenas unos segundos que había abandonado su lugar con dirección a la puerta Oeste del laberinto. Un ligero suspiro se dejó ir fuera de los labios entreabiertos del rubio, reprendiéndose de manera mental ante la insistencia de cuidar cada paso que el estúpido nuevito daba. Ahora estaba en manos de Minho, ya no era su obligación mantenerlo con vida, ya no era su obligación velar por él. Plantando la semilla de aquella idea con firmeza en su cerebro, finalmente había terminado por dirigir sus pasos hacia donde se hallaba el Encargado de la cocina, entregando los platos rebosantes del desayuno para el inicio de la jornada del día.

El resto del día había sido simplemente más de lo mismo, con la única excepción que por aquel entonces se había mantenido lo suficientemente ocupado en la huerta, recogiendo verduras, plantando semillas y con una super interesante charla por parte de uno de los habitantes del lugar. Claro, considerando que Zart no hablaba más que para indicar si iría a mear, lo único que le quedaba era escuchar más y más garlopadas acerca de la cosecha de temporada y de los planes que tenían para cuando acabasen de recoger todo aquello. 

Estuvo bastante agradecido cuando la jornada había llegado a su fin, terminando por despedirse de Zart y del par de habitantes que por aquel segundo cubrían turno en la pequeña huerta. Bajó la mirada y echó un pequeño vistazo al reloj que tenía debajo de la pulsera de cuero, sabiendo de antemano que las puertas del laberinto no demorarían en cerrarse. Acomodando una vez más el cuero sobre su piel habría terminado por dirigir su mirada hacia puerta Oeste que se hallaba muy cerca de su posición.
Durante un minuto entero se había encontrado debatiéndose en si debía ir a dar un vistazo para apaciguar su ansiedad, o si debía continuar con su fuco camino y fingir que no le importaba absolutamente nada la suerte con la que Tommy correría en su primer día. Para su buena suerte, la figura de ambos corredores abandonando la puerta le había hecho desistir de su idea al mismo tiempo que un suave suspiro de alivio se fugaba de sus labios.

—No tienes que hacer de su madre todo el tiempo—. La infantil voz de Chuck había hecho que el rubio diera un pequeño brinco sobre su lugar. ¿Cómo era que el mocoso había sido lo suficientemente sigiloso para sorprenderlo de aquella manera?

—No digas mamadas, Chucky, se llevó a Minho y ese larcho me debe su postre. Después de pagarme puede perderse en el laberinto con Thomas si se le viene en gana —. El sarcasmo en sus palabras había arrancado una pequeña risa del menor, quien simplemente había rodado los ojos y con un simple gesto de la mano, se había despedido de él.

Fue en aquel momento en que un gesto ligeramente infantil se había acomodado en los labios de Newt, torciendo la boca a la par de aspiraba aire de manera audible. Estaba comenzando a actuar de manera bastante notoria y eso había comenzado a cabrearle un poquito. Porque él no era así, cada fuco larcho se cuidaba solito en el área y él solo se tenía que encargar de que no se mataran cuando Alby no estaba presente.
Cierto, Alby.
Durante un minuto su mente se despejó de la tormenta que Thomas causaba en él, mientras sus pensamientos y su mirada iban a parar directamente al líder del lugar, quien de momento yacía haciendo sus pequeñas rondas al final de cada una de las jornadas. Parecía normal, parecía estable, bromeaba, sonreía, seguía siendo él. Pero nadie que hubiese pasado por la Transformación volvía a ser del de siempre, y probablemente por esa simple regla que se había auto establecido de manera intrínseca, el rubio se terminó por prometer que mantendría un ojo encima del moreno, solo por si acaso.

Probablemente se hubiese seguido debatiendo de manera mental el cómo mantener vigilado a Alby, pero el cúmulo de habitantes que ya comenzaba a hacer acto de presencia en el comedor de la cocina, en conjunto con el pequeño aroma que ya había comenzado a llegar hasta sus fosas nasales, le habían hecho olvidar la tarea por un segundo. Las tripas le rugieron de manera audible antes de que se decidiera a abandonar su posición en el claro y dirigirse a toda prisa hacia las pequeñas mesas dispuestas en el lugar.
Sartén realmente se había lucido con la cena de aquella noche, sirviendo unas desproporcionadas y enormes hamburguesas que seguramente aunque tuviesen un sabor raro, terminarían por ser un éxito.

—Güey, esto huele delicioso —la voz de Thomas le había hecho girar casi por inercia, terminando por clavar sus ojos pardos en la figura del corredor que habría terminado por tomar asiento a su lado, lejos de su pequeño compinche regordete que en algún momento de la noche, se habría perdido en el área.

—De vez en cuando suelen hacer las cosas bien, pero si no te da diarrea es porque probablemente tienes muy buena suerte —esta vez fue el corredor quien se había reído muy bajito mientras procedía a llevarse la hamburguesa hasta su boca para darle una primera y enorme mordida.

Newt se había quedado prácticamente absorto en ese hecho, terminando por apartar la mirada al segundo que se había dado cuenta que seguramente se miraba como un shank idiota que quería robarle la comida a Thomas.

—Minho es una bestia. Te lo juro —. Tommy había hablado a pedazos y de manera descuidada, asegurándose por supuesto de tragar antes de continuar con su pequeño desahogo con el rubio—. Estoy molido, shank. ¿Cómo es que alguien le puede aguantar el paso a ese larcho?

Newt había sonreído, ahora todas las palabras corrientes que Minho decía se le habían terminado por grabar en el vocabulario, tal cual sucedía con el resto de los habitantes.

—No me jodas, Tommy, ¿Estás rindiéndote en tu primer día? Pensé que al menos ibas a durar una semana antes de quejarte —. Rodó los ojos mientras se aguantaba una pequeña sonrisa, ahogando el gesto en un gran bocado que terminó por centrar toda su atención en el sabor de la hamburguesa, pero fue ese pequeño cosquilleo en su mejilla el que le había hecho regresar su mirada hacia el larcho a su lado, ese que le miraba con suma atención por aquel segundo, haciéndole prácticamente tragar con prisa—. Tommy, ¿Tengo algo en la fuca cara o qué?

—Por supuesto que no, shank, sigues tan horrendo como siempre —con media sonrisa pintada en sus labios, Thomas apenas y había sido capaz de inventarse una excusa mientras regresaba su atención a la hamburguesa a medio comer que tenía frente a sí.

—¿En serio? Los penitentes no dicen lo mismo. Me había ligado a uno la última vez que visité el laberinto, seguramente me ha de extrañar —. Sus días como corredor hicieron una escala en sus pensamientos, haciéndole torcer ligeramente los labios al recordar el enorme vacío que había experimentado por aquella época. Pero todo rastro del sentimiento desapareció al segundo en que la voz de Thomas había vuelto a sonar.

—No sabía que los penitentes tuvieran tal mal gusto. Aunque supongo que tus bonitos ojos los conquistaron —tan ajeno a sus palabras, Thomas había continuado con su cena, sin notar el pequeño cambio en la expresión que se había suscitado en el rostro del rubio.

Durante un largo minuto, Newt se halló repasando las palabras de Tommy en su cabeza, sabiendo de antemano que aquello solo había sido una estúpida expresión por parte del castaño a su lado. ¿Para qué mierda iba a mortificarse por una nimiedad como aquella?

—Evidentemente tienen mejor gusto que cualquier larcha miertera que exista fuera del laberinto— y aunque no podía recordar precisamente a una sola mujer en su vida, además de la chica dormida por supuesto, asumía que existían en otro lugar que no fuese el laberinto.

—Eso no lo sabes, shank. Quizá el amor de tu vida está ahí afuera, y tú te estás conformando con un fuco penitente —Thomas intentó bromear, más que nada para ocultar el nerviosismo que sintió cuando fue capaz de notar su pequeño y estúpido desliz, porque lo notó— Piénsalo, Newtie. —Murmuró al mismo tiempo que pasaba un brazo alrededor de los hombros del rubio y sonreía brevemente.

—Afuera solo hay shanks sin cerebro. No está afuera, Tommy —el rubio rodó los ojos frustrado ante el mero pensamiento, sin saber realmente lo que su cerebro había confesado por aquel instante—. Solo los creadores están fuera —aclaró— Y su fuca bola de seguidores —. Alzando los hombros el rubio finalmente había negado, desviando la mirada y conteniendo una breve sonrisa ante la plática en la que había derivado la estúpida broma del penitente.

—Pero esta por ahí, y la encontrarás cuando salgamos de aquí, güey. No seas pesimista —a Thomas esas palabras le supieron amargas, pero el corredor no tardo en volver a sonreír; casual y sincero manteniendo el brazo aún alrededor de los hombros del mayor— Pero por ahora, cuando vaya al laberinto le daré tus saludos a ese penitente especial —. Guiñó un ojo y dándole un pequeño empujón al rubio a su lado, finalmente aquella sonrisa había terminado por relucir en los labios de Thomas.

Newt se había quedado en silencio admirando la perfecta hilera de dientes que se había asomado por debajo de los labios del castaño, la curvatura de sus comisuras y el pequeño y apenas visible hoyuelo que se formaba en una de ellas. Se miraba tan relajado, tan feliz que era imposible no contagiarse de aquel fugaz sentimiento que desbordaba el menor.

—¿Si? ¿Harías algo más por mí, Tommy? —Newt había movido ambas cejas antes de finalmente terminar por juntarlas lentamente, dibujando un perfecto rostro de súplica en sus facciones al mismo tiempo que dirigía su arma mortal en dirección al shank a su lado. Thomas por su parte le observaba en silencio y con la duda asomándose en sus ojos color miel. Ese bonito par de ojos en los que Newt solía perderse durante largos minutos y que justamente en ese momento, lograban que su claridad se balanceara estúpidamente sobre una pendiente inclinada. Probablemente había sido ese pequeño balanceo el que había logrado que el rubio llevara sus labios hacia la mejilla del corredor, haciendo sonar un beso estruendoso sobre uno de los lunares que adornaba la bonita piel blanca del menor—. Dale eso de mi parte, shank.

Thomas se había quedado en blanco por aquel instante, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir, y probablemente se habría perdido en aquel semblante serio y anonadado de no ser por la estruendosa risa del rubio a su lado, ese que se partía en dos mientras se alejaba de él y se llevaba las manos al estómago como simple acto de reflejo. Maldito shank desconsiderado.

—Muy gracioso, Newtie, muy gracioso —. La voz de Thomas finalmente había llegado para cortar el ataque de risa del que había sido presa Newt, quien se había limitado a tratar de recuperar el aliento y a mirar a Thomas de la manera más seria que le permitía el asunto.

—De acuerdo, de acuerdo —esta vez Newt había alzado ambas en manos en señal de paz, al mismo tiempo que la risa se alejaba de sus facciones—. Dejaré a mi novio El penitente, lo prometo.

Thomas le había mirado con una risa asomándose por sus labios poco antes de negar con mucha suavidad.

—Acabó de romper tu noviazgo con un penitente. Guau... Me voy a sentir culpable más tarde, pingajo —con notorio sarcasmo, el corredor había rodado los ojos, fingiéndose apenado por el resultado que había obtenido. Se llevó una mano al pecho, fingió una expresión de tristeza total, suspirando de manera audible antes de finalmente ser capaz de mirar nuevamente al rubio a su lado; ese que aún estaba mordiéndose los labios para evitar reírse de él. Claro, aquello había sido suficiente motivación para que Thomas le devolviera la broma con creces, terminando por inclinarse en su dirección para dejar un beso tronado en la blanca mejilla del segundo al mando—. Entonces, creo que te regreso tu beso, garlopo.

Durante todo un largo minuto, el rubio sintió que el tiempo a su alrededor quedó totalmente suspendido. Su mente quedó en blanco tras rememorar la sensación de los labios del menor sobre su piel la que seguramente, ya se había teñido de un ligero carmín aún sin su consentimiento.

Tommy, Tommy, Tommy. Ese chico definitivamente era una tormenta en el medio de la quietud de su mente.

—Gracias, dile que lo lamento pero que debemos ver a otras personas —. No había podido responder más, no cuando Thomas ya había tomado su plato semi-vacío y se había escabullido lejos de él y de la tormenta que de momento ya había provocado en su persona.

A su alrededor todo continuaba igual, el resto de los habitantes continuaban enfrascados en sus pláticas diarias, en aquella extraña y aburrida rutina que ya se habían establecido noche a noche, completamente ajenos a la pequeña escena que Newt había protagonizado con su singular y estúpido corredor. Probablemente era momento de salir de la pequeña ensoñación que el recuerdo de los labios de Thomas le producía, pero una parte de él continuaba anclada a su asiento tratando de reconstruir y grabar en su memoria cada pequeño pliegue que alcanzó a percibir, cada pequeño movimiento, y la calidez que se había hecho un espacio en su pecho, haciéndole sonreír prácticamente como un shank idiota. Probablemente, esa noche la pasaría igual de mal que la anterior.

¿Qué era exactamente lo que hacía especial a Thomas?

Newt se había rebanado los sesos toda aquella mañana tratando de descifrar el enigma de su mente, la razón por la que ese estúpido garlopo le hacía actuar sin mucha prudencia. Había algo en él que inclusive, le resultaba hipnótico y hasta cierto punto, familiar. O probablemente, solo se trataba de que el shank era la fuca novedad, el larchito que se había fugado al laberinto de noche y que casi había sido comida de penitentes. Quizá solo era la esperanza haciéndose un hueco en su mente, retornando después de tanto tiempo de que había ocurrido su pequeño accidente en el laberinto. Esa era la explicación que le parecía más simple, llana, sencilla, probablemente la única que no le llevaba en la dirección a la que siquiera quería mencionar, sabiendo de antemano que eso era una reverenda estupidez en cada maldito sentido de la palabra.

Pero solo era eso: se había contagiado del mismo veneno que mantenía en agonía constante al resto de los habitantes, esperanza.

Soltó un largo suspiro poco antes de llevarse a la boca la maldita mezcla especial de Gally. Ese larcho miertero que había desaparecido tantos días atrás y que no había tenido los huevos para hacer acto de presencia. Al menos había dejado algo bueno pese a su jodida inestabilidad.

Dio apenas un par de pasos en dirección a los muros que estaban apenas por cerrarse, los corredores habían vuelto bastante tiempo atrás y la única figura que podía admirarse frente a la enorme estructura, era la de cierto shank castaño que no se podía quedar quieto ni con las piernas destrozadas por la jornada del día.

—Comienzo a pensar que quien se enamoró de un penitente es otro. ¿Te sientes mal? ¿Te rechazó? —la broma había brotado casual de los labios del rubio, mientras sus ojos pardos hacían un examen de rigor sobre la figura del larcho frente a él.

—Eres un maldito shank, Newt —pero esta vez no hubo sonrisa, la seriedad en el rostro de Thomas se había mantenido, logrando que la sonrisa desapareciera de los labios del rubio ahora junto a él—. ¿Sabes? No le veo el punto a volver cuando las puertas están a punto de cerrarse.

Newt casi se había atragantado con la amarga bebida que pasaba por su garganta, terminando por escupirla casi al instante en que había procesado las palabras de Thomas.

—¡¿Estás loco, Tommy?! —ya lo había visto dentro del laberinto al caer la noche una vez... No podría con dos—. Deja de pensar cosas tan mierteras. Quiero verte en la cena, güey, es una orden.

Thomas tan solo le había observado de reojo, manteniendo la seriedad con la que se había mostrado desde un principio.

—No te pongas así, sabes que tenemos que redoblar esfuerzos para salir de aquí, Newt. Debes confiar en mí.

Newt aún le miraba ligeramente aterrorizado por la estúpida pregunta que se había deslizado de los labios de Thomas, ¿Es que acaso ese larcho tenía plopus en al cerebro?

—No voy a dejarte ir de noche ahí dentro ¿Entiendes? No quiero escuchar más sobre el tema larcho, o voy a mandarte al cuarto oscuro una noche, y me valdrá un pito lo que digas sobre el tema.

—¿Esa una especie de amenaza, Newt? Porque estas siendo irracional, en serio —. El corredor resopló de manera incrédula, terminando por desviar la mirada para poder observar las imponentes puertas del laberinto que no tardarían mucho más en cerrarse. Quizá solo unos cuantos minutos más—. ¿Y si voy con Minho o algún otro corredor? —No pensaba dejar el tema olvidado, iba a seguir insistiendo, aun cuando sabía que no iba a lograr convencer al rubio a su lado.

—¿Me estás diciendo irracional? —Newt le observó fijo, entrecerrando los ojos y sonriendo brevemente, toda la situación era estúpida y se negaba a creer que Thomas volviese a siquiera pensar en la idea de perderse otra noche ahí dentro—. No soy yo quien quiere hacerle una visita nocturna a los penitentes —. Hizo otra pausa, aclarando sus ideas, preparando sus respuestas — Y no, no voy a arriesgarte ni a ti, ni a Minho ni a nadie más dentro del laberinto ¿Me entiendes? Vete a mear, o a tragar, me importa una plopus lo que hagas mientras sea dentro del área —el tono del rubio se había elevado al segundo que su diestra se extendió y fue a parar directamente en el brazo del menor. Lo había hecho una vez, ya había corrido puertas adentro y no iba a permitirle volver a cometer la misma estupidez. Thomas era una endemoniada caja de sorpresas.

—¿Prefieres que vayamos a dormir como sin nada? Eso no es... Yo tengo que volver Newt, ya casi se cierran las puertas —las palabras de Thomas sonaban en una súplica, mientras su mirada color miel iba a parar directo al agarre que el mayor había impuesto sobre él, impidiendo cualquier estúpido movimiento que se le hubiese ocurrido para echarse a correr en dirección del laberinto.

—Larcho cabeza de plopus. Cada habitante tiene una miertera tarea dentro del área ¿Me entiendes?—el rubio hizo una pausa halando a Thomas del brazo para alejarlo de un simple y llano empujón de las puertas de laberinto, si el larcho tropezó a Newt no le importó, mucho menos cuando la bebida que tenía en su mano fue a parar al piso— Tu miertera tarea inicia cuando sale el sol y te largas a correr en el laberinto durante el fuco día. Y cuando cae la noche, te refundes en la miertera Sala de mapas a buscar la solución. ¿Debo hablar más claro, Larcho miertero? ¿O vas a seguir... —hizo una pausa, colocando ahora la diestra en el pecho de Thomas para empujarle aún más lejos de su objetivo— con tu miertera actitud?

—Llevan dos años aquí metidos, Newt. Han estado siguiendo las fucas reglas, ¿Y de que les ha servido eso? Todavía no están ni cerca de encontrar una salida... ¡Y ahora incluso tú me prohíbes salir! —Detuvo su torpe caminar, y no tardó en tomar las muñecas del rubio para apartarlas de su pecho, y de paso, para evitar que Newt siguiera casi empujándolo por toda el Área.

El rubio se quedó quieto, clavado al piso, incapaz de creer la miertera actitud que Thomas había adoptado. Aquello parecía solo un simple berrinche, el larcho solo quería vagar por el laberinto y probablemente morirse a manos de un penitente ¿No? O probablemente alardear, ya había logrado estar una noche fuera, y eso había sido demasiada suerte. ¿A qué quería jugar?
Cerró los ojos dos segundos y sintió el breve dolor que provenía de sus muñecas, esas que Tommy aferraba y marcaba sin darse cuenta. Los pardos ojos del rubio se abrieron de nuevo y subieron por la empolvada figura del chico frente a él, hasta llegar a sus ojos, admirando la determinación que manaba de los mismos.

—Eres mi amigo, shank. Pero tú no me dices que hacer, así que hazte a un lado, mañana podrás meterme en el cuarto oscuro o desterrarme si se te da la miertera gana —Thomas había continuado su discurso, apretando aún más las muñecas del rubio, mientras su mirada continuaba clavada las enormes puertas que ya estaban comenzando a cerrarse, dándole entender al corredor que solamente tenía unos segundos para llegar a ellas, si es que quería entrar esa noche al laberinto: Solo tenía una oportunidad, solo una.

Había sido aquel mismo sonido el que había logrado que Newt reaccionara al instante. Todo lo que tenía acumulado en el pecho y que estaba a punto de explotar pareció encenderse, una pira de plopus ardió en su cabeza mientras recordaba la mirada de Thomas hacia Teresa, la actitud en el cuarto Oscuro y ahora, su intento de suicidio en el laberinto. La chispa llegó en menos de un segundo y logró que todo detonara en el interior del rubio, dándose la fuerza para terminar por estrellar el puño derecho completamente cerrado contra la mandíbula de Thomas.
No habló, en dos segundos ya estaba sobre Thomas, tirando golpes sin importar más, sin importar que un reducido grupo de habitantes ya caminaba hacia ellos.

Y Thomas, Thomas no daba a crédito a lo que estaba pasando en ese miertero momento.

—¡¿Que pasa contigo, pingajo?! —esta vez las palabras del corredor habían explotado conjuntamente con un arranque de adrenalina, terminando por sacarse el cuerpo del rubio de encima suyo y prácticamente rodar por el maldito suelo para poder ser él quien ahora acabase a horcajadas sobre el abdomen del mayor, al mismo tiempo que sus manos viajaban y buscaban capturar las muñecas del larcho bajo su cuerpo. Y era un esfuerzo épico, se sentía bastante atontado y adolorido por todos los golpes que Newt había logrado propinarle en el rostro hasta ese momento.

Inhaló agitado, pasó la lengua por encima de su labio roto y miró fijamente al mayor como si intentara comprender porque rayos este había reaccionado de manera tan violenta, cuando se suponía, él era el más calmado y pacífico de todos en el Área. Inclinó el rostro hacia un lado, masculló una palabrota, aprovechando la posición en la que estaba para soltar un único puñetazo, que fue a parar directamente contra la bonita y estilizada nariz del mayor.

Newt sintió el estallido de dolor que inició en su nariz y culminó en sus labios con un apenas audible sonido. La adrenalina le había continuado guiando de la mano, logrando darle fuerzas para pelear con quien se suponía, era uno de sus mejores amigos. No se había detenido a pensar en las razones concretamente, Newt solo estaba ahí, hecho una furia y tratando de verter todo el cúmulo de sentimientos en una pelea sin sentido.

Probablemente habría seguido maltratando al garlopo aquel (o viceversa) de no haber sido por la súbita intervención del líder de los corredores.

—¡¿Que plopus están mirando?! ¡Sepárenlos! —La voz de Minho había sonado a tiempo mientras se encargaba de sujetar al rubio de las axilas y alejarlo al mismo segundo en que Winston y Zart, se hacían cargo de hacerlo con Thomas.

El rubio había continuado dando golpes al aire aun cuando Thomas ya yacía a unos metros de él. Sentía la piel del rostro arderle y el polvo cubriendo su enlodado cuerpo, estaba hecho un desastre y aun así, sus ojos mostraban la determinación de continuar con aquello.

—¡Ese larcho miertero! —Newt estaba furioso y seguía sin entender muy bien la razón— ¡Al Cuarto Oscuro, ese shank tiene que aprender bien las reglas! —no se dio cuenta del tono de su voz, realmente su mirada solamente seguía anclada al cuerpo de Thomas, ignorando que gracias a la pequeña escena, las puertas se habían cerrado apenas un par de segundos atrás.

—¡Tú empezaste, garlopo estúpido! ¡Te lanzaste sobre mí, de la nada! —Exclamó Thomas entre dientes, forcejeando con el par de chicos que ya estaban empezando a arrastrarle en dirección al miertero cuarto oscuro. Sin embargo, esta vez, el corredor no iba a permitir que lo castigaran por una ridícula pelea sin sentido que él ni siquiera había iniciado.

—Cierren el hocico, los dos. Están dando un espectáculo patético en público. Basta ya de comportarse como un par de mocosos mierteros o empezaré a tratarlos así —. Bufando, el Encargado de los corredores sacudió la cabeza y miró a los demás. Normalmente él no tomaba las decisiones en el Área (Para eso estaba la Asamblea y Alby, quien estaba perdido desde la tarde) pero en ese instante, Minho no lo dudó; solo arrastró a Newt hacia donde estaba el cuarto oscuro, asegurándose de que también trajeran a Thomas. 

—Si quieren matarse, shanks, está bien, pero lo harán donde yo no pueda verlos, ni oírlos. Pasaran toda la noche en el Cuarto Oscuro. Quizá de ese modo aprendan una lección, o se hagan hombrecitos. Me importa una montaña de plopus pero resuelvan sus problemas —. Dicho aquello, el encargado de los corredores los había empujado a ambos dentro del cuarto, sin cuidado alguno. Sonrió una última vez poco antes de finalmente cerrar la puerta en sus narices.


Continuará.




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