Capítulo 12

Habían sido veinticuatro horas metidos en aquel fuco lugar. Cada miertera pared seguía en su posición, cada maldita enredadera se mantenía justo en el maldito pedazo de concreto que le correspondía: el laberinto no había tenido ni la más mínima modificación en el transcurso de la jornada. Cada músculo de su cuerpo dolía y a ese punto, su cerebro ya le exigía descanso.

Quería volver al área y tumbarse en el césped para tener unas buenas horas de sueño.

Fuera de los penitentes que en algún lugar del camino se habían topado, no existió nada más relevante por aquel día. Probablemente, los Creadores ya comenzaban a jugar con su paciencia o quizá, les querían hacer ver que aquel sitio no tenía solución, tal como lo había sugerido Minho en un momento de total desesperación. Pero no, no podía ser así, no podía acabar así. Teresa tenía una clara idea de hacia dónde podía ir aquello, y casi podía apostar, que la tarea que la chica estaba llevando a cabo en la finca, acabaría con mejores resultados de los que ellos habían obtenido.

Con la resignación inundando el ambiente, ambos corredores habían terminado por regresar sobre sus pasos en dirección al área. Apenas salieron de la puerta Oeste, pudieron notar el pequeño alboroto casi normal que se efectuaba en el lugar. Todos continuaban con sus labores lo suficientemente absortos en ello como para notar que alrededor suyo, todo comenzaba a desmoronarse. Thomas decidió no tomarle demasiada importancia al hecho, no cuando su mente estaba tan agotada que lo único que deseaba por aquel momento, era dejarse caer en el suelo y olvidarse del fuco mundo al menos por un rato. Solo fue la mano del asiático sobre su hombro la que le hizo volver la mirada para despedir al chico con un breve asentimiento de cabeza.

Continuarían su labor, si, después. Iría a ver a Alby, probablemente a Newt, darían las noticias de la enorme plopus de nada que habían hallado y probablemente, le dejarían regresar a la improvisada sala de mapas que habían creado en el sótano para dejarle trabajar al lado de Teresa.

Teresa.

Su mente hizo una pausa ante el nombre que apareció tan de repente en sus pensamientos, al tiempo que aquella delicada voz volvía a hacerse escuchar en su cabeza.

» Tom. Tienes que venir. Necesito hablar contigo. «

Odiaba cuando la chica hacía aquello. No le gustaba tenerla paseando en su cabeza, no cuando sentía que de alguna manera, su privacidad se veía invadida por aquel hecho, lo cual hasta cierto punto le resultaba estúpido.

Casi arrastrando los pies en dirección de la finca, el castaño había andado el largo trecho que le faltaba para arribar al pequeño y oculto sótano, donde se suponía, debían estar Newt y Teresa trabajando en los mapas. Pero apenas abrió la puerta del lugar, la única figura que había podido percibir en el interior del recinto, había sido la de la pelinegra.

—¿Encontraron algo más? —cuestionó el castaño apenas hubo atravesado el marco de la pequeña puerta, dejando que sus ojos vagaran de manera rápida en el enorme vacío que se alzaba justo detrás de la figura de Teresa.

—Creo que estamos a punto de descubrirlo. Es cuestión de unas horas más. —la ojiazul hizo una pausa y ladeó ligeramente el rostro para analizar en silencio la figura del corredor—. Te ves horrible —añadió sonriendo muy bajito al tiempo que dejaba el lápiz sobre la mesa y terminaba por cruzarse de brazos.

—Intenta correr veinticuatro horas seguidas con Minho al mando. Te vas a morir antes de las primeras cinco. —Respondió el castaño soltando una pequeña risita al tiempo que sus ojos iban a parar hacia una abandonada área de trabajo, donde claramente podía distinguir los garabatos en una de las hojas de papel transparente, que si su mirada no le traicionaba, marcaban una pequeña N en cada una de las esquinas.

El nombre del rubio hizo una escala obligatoria en sus pensamientos al tiempo que sus facciones se contraían en una mueca que no supo describir. Una parte de él se aferró al deseo de verlo, de comprobar que su estúpido shank estaba ahí, como siempre, mirándole fijo, indiferente y con aquella pizca que en algún recóndito lugar de su mente, le gustaba imaginar que tenía que ver directamente con lo que habían vivido hasta ese punto.

—No fui enviada para correr ahí. Estoy segura. —Murmuró contrayendo sus facciones y formando unas pequeñas arruguitas en su piel, al tiempo que finalmente daba un par de pasos en la dirección que el castaño se hallaba por aquel momento—. Siento que todo esto tiene que ver contigo, con nosotros, ¿Lo has pensado, Tom? —cuestionó la chica arqueando brevemente una ceja mientras mantenía sus bonitos azules clavados en la figura del castaño.

—¿En lo que me preguntaste mientras estaba en el laberinto? —cuestionó el menor aún distraído en los papeles sobre la mesa, tratando de percibir alguna señal extra de que el rubio era el dueño de aquellos trazos perfectos.

—¿Si fuimos amantes? —cuestionó la pelinegra ligeramente animada por el rumbo de la charla, terminando por desviar la mirada y soltar una pequeña risita.

—No, somos dos desconocidos, Teresa ¿Cómo...? —pero su pregunta quedó al aire al tiempo que sus ojos color miel iban a parar en la chica que le observaba con curiosidad por aquel instante—. Acabo de conocerte, ¿Recuerdas?

—No seas estúpido, Tom. Alguien alteró nuestras mentes, ¿Es que eso no es obvio? —rodando los ojos, la pelinegra había terminado por sonreír de nueva cuenta al tiempo que daba otro paso justo en la dirección en la que se hallaba un ligeramente ausente Thomas—. Nos podemos comunicar, nadie más puede hacer eso. ¿No te suena extraño? —cuestionó al instante que finalmente se decidía a extender una de sus manos, posicionando sus pequeños dedos justo en una de las mejillas del castaño.

Thomas se quedó estático durante aquel segundo, tratando de descifrar lo que la mirada de la chica trataba de transmitirle por aquel instante. Su tacto era suave, claramente podía sentir las yemas de Teresa recorriendo lentamente su piel, como si con aquel gesto tratase de despertar algo en él, o quizá simplemente, solo tranquilizarlo.

—No me pongo a pensar exactamente en eso justo ahora —respondió el corredor al momento que se apresuraba a llevar su diestra hasta la muñeca de la chica, buscando apartar el toque que ésta había instaurado en su piel momentos atrás.

—El cuerpo no olvida las cosas, Tom. ¿Sabes lo que es la memoria muscular? —cuestionó Teresa arqueando una ceja con una pequeña sonrisa en los labios, logrando que un enorme gesto de confusión terminara por pintarse en las facciones del castaño frente a ella—. Solo tienes que darle un pequeño empujón y tu cuerpo hará el resto.

Los ojos color miel le observaron en silencio tras aquello. El cerebro de Thomas estaba lo suficientemente cansado a ese punto, que siquiera fue capaz de notar el segundo en que la chica se acercó, poniéndose de puntitas frente a él antes de que sus pequeños y rosados labios hicieran una larga escala sobre su boca. Sintió aquel par luchando contra sus adormilados músculos, que en algún punto habían terminado por reaccionar y dejar que los labios de Teresa le guiaran por aquel instante. Fue un momento breve, escaso. La chica tenía un sabor peculiar: moras, fresas, no podía definirlo o quizá, no quería definirlo; no cuando el dulce sabor de los labios que su piel traía tatuada a fuego habían hecho una escala en sus pensamientos. Recordó el café y el chocolate que ya se había aprendido de memoria; recordó la textura de aquellos labios que ya lo habían sometido a una adicción incurable, recordó aquel tenue aroma que manaba de la blanquecina piel del cuello que él ya se había encargado de marcar en días previos. Recordó cada minúsculo detalle de Newt por aquel instante, y ella, ella no era él.

Sus manos terminaron por subir de rápida manera hacia los pequeños hombros de la chica al tiempo que la apartaba lentamente de su cuerpo, pero fue el sonido de la puerta del sótano abriéndose lo que logró que toda su atención se centrara en la rubia figura que les contemplaba en silencio desde el marco de madera.

—Shuck... Debieron poner un fuco letrero... —una falsa sonrisa se instaló en las facciones de Newt, quien había apretado con fuerza el mentón al tiempo que se daba la media vuelta y abandonaba el lugar con un fuerte portazo tras de sí.

Thomas estuvo a punto de reaccionar, de ir tras él, pero la pequeña mano de Teresa alrededor de una de sus muñecas, le impidió el abandonar el lugar.

El sonido de la puerta contra la madera del marco fue lo último que escuchó. Sus pies habían reaccionado de manera oportuna y le habían sacado de ahí a largas zancadas hacia una dirección inexacta.

Su vista había comenzado a nublarse en algún punto, logrando que el rubio se maldijera por su estupidez por aquel segundo.

Teresa besando a Thomas. Thomas besando a Teresa.

La escena se reproducía en su cabeza como si de una fuca cinta de vídeo se tratara, regresando al inicio cada que esos malditos cinco segundos transcurrían y se rebobinaban de manera automática.

Con los puños apretados a cada lado de su cuerpo, el rubio había terminado por apresurar su paso antes de finalmente terminar por perderse en el pequeño bosque, justo al lugar que menos apreciaba en toda la fuca área. Daba igual, solo quería estar solo.

Cuando fue capaz de sentir que había perdido la batalla contra su orgullo, la primera gota salada terminó por recorrer sus blancas mejillas, suicidándose al vacío justo al momento en que llegaba hasta su mentón fieramente apretado. Sus pies de detuvieron cuando el torrencial en sus ojos finalmente rompió la barrera de su temple, dando rienda suelta a los pequeños sollozos que ya habían comenzado a brotar de manera incontrolable de su boca.

Su cuerpo se dejó ir al piso por aquel instante, terminando por ponerse en cuclillas al tiempo que sus manos iban a parar directamente hasta su rubia melena, enterrando con ansiedad sus dedos dentro de los gruesos mechones de cabello. Ocultó su rostro entre sus brazos flexionados, mordiendo de fiera manera sus labios para obligarse a dejar aquella miertera actitud.

¿A él que plopus le tenía que importar que Thomas estuviese líandose con la shank? ¿Qué acaso no él mismo había alejado al castaño de su persona? ¿Qué acaso él no había rechazado a Thomas de la peor manera para que este lo odiase? ¿No era lo que quería? Con el nudo de sentimientos rompiéndole la garganta, Newt apenas y había sido capaz de reír en el medio de su miertera miseria.

El mundo se estaba yendo a la plopus y él estaba rompiéndose por una estúpidez como aquella. Si era posible que se odiara más por aquel instante, lo hizo. Se odió por ser débil, se odió por dejar que el idiota de Thomas se colara en sus pensamientos, se odió por llorar de aquella manera, se odió por pensar en una idiota cosa que no debía tener ni la más mínima importancia; se odió por alejar a Thomas de su vida, se odió por actuar de manera impulsiva, se odió por no poder darle nombre al cúmulo de sentimientos que le devoraban por dentro y que llevaban el nombre del corredor tatuado a fuego; se odió por no ser lo suficientemente sincero con Tommy.

El sonido metálico de las patitas que caminaban justo hacia su posición, logró que la mirada del rubio fuese a parar en la pequeña figura del bichejo que se abría paso justo frente a él, como si estuviese buscando la mejor posición para poder capturar la misera figura que portaba por aquel instante.

—Somos su fuco juego, ¿Eh?— Cuestionó con la voz ligeramente gangosa, aun luchando por contener todos los sentimientos que estaban aflorando en su sistema por aquel instante.

Apartó las manos de su cabello al tiempo que terminaba por repasar su nariz con uno de sus brazos, limpiando todo el fuco cúmulo de mocos que se habían instalado en su rostro por aquel instante. Si debía odiarse por algo, debía hacerlo por ser tan patético por una mamada como esa.

Negando con mucha suavidad, el rubio finalmente había sido capaz de contener la voz que luchaba constantemente por fugarse de sus labios, poco antes de terminar por tenderse en el suelo junto a una pared llena de hiedra cercana a Las  Lápidas, aquel lugar que casi podía jurar, era en el que había encontrado a Tommy durmiendo la primera noche en el área.

Cerró los ojos y dejó que el cansancio hiciera escala de nueva cuenta en su mente, permitiendo que lentamente el sueño le tomase de la mano y le alejara de la realidad de aquel instante.

Estaba bien, necesitaba dormir, su cuerpo exigía a gritos compensar los pocos minutos que se había permitido descansar debajo del arbolito cercano a la finca. Los ojos le dolían y la errática respiración de la que era acreedor por aquel instante, no le permitía hacer otra cosa. Su corazón continuaba latiendo insistentemente contra su caja torácica, como si estuviese luchando por escapar de la prisión de piel y huesos en la que se hallaba por aquel instante. Algunas gotas saladas teñidas con rebeldía, seguían deslizándose fuera de sus ojos cerrados, causando una miertera incomodidad incomparable cuando los pequeños arroyos de lágrimas terminaban por morir contra los costados de su rostro. Añadió una nueva sensación a la lista de sentimientos que Thomas le causaba: ese vacío incomparable que ahora se anidaba en su pecho, logrando que su cuerpo se retorciera muy lentamente contra el piso debajo de él. Era como si la cabeza estuviese a punto de estallarle o como si se hallase al borde de un fallo masivo en su sistema. Probablemente cada miertero órgano en el interior de su cuerpo estaba luchando por continuar con su labor, mientras él estaba deseando justo lo contrario por aquel segundo.

Qué estúpido se sentía por aquel instante. Probablemente debería estar deseando ser comida de penitentes por permitirse ser tan débil por algo como eso y no por la maldita escena que no paraba de atormentarle repetidamente.

Cuando el cansancio finalmente se permitió hacer escala en su cuerpo, los pensamientos comenzaron a hacerse difusos de manera lenta, pausada. No soñó, no pensó, siquiera fue capaz de permitir que la película se reprodujera de nuevo en su mente. Lo único que vio fue un escenario en negro, silencio y después, nada.

Newt...

Newt...

Newt...

La voz se escuchaba lejana y el rubio apenas había atinado a removerse sobre el incómodo suelo en el que siquiera podía recordar había caído rendido unas cuantas horas atrás. Probablemente estaba soñando, quizá solo era producto de su imaginación, pero si debía ser sincero, le importaba una plopus averiguarlo por aquel momento.

—¡Shank, despierta de una fuca vez! —fue la voz del asiático la que finalmente le hizo abrir los ojos por aquel instante, permitiendo que su mirada color chocolate fuera a parar en la figura del corredor que se alzaba no muy lejos de donde él se hallaba aún tendido en el suelo.

En sus ojos pardos solo se pudo dibujar confusión por aquel segundo. Eran esos fabulosos primeros minutos en los que siquiera podía recordar que había sucedido, como era que había llegado ahí y probablemente, siquiera donde estaba. Cuando el tiempo de gracia se agotó, su mente evocó una rápida sucesión de imágenes que fueron las encargadas de recordarle cada segundo que había vivido, antes de terminar en un coma cerca de las lápidas.

—¡Shuck! Minho, ¿Acaso ya no puedo dormir ni una fuca siesta en paz? —con la mirada aun ligeramente adormilada, el rubio finalmente había terminado por incorporarse de un movimiento, terminando por llevar ambas manos hasta su rostro en un vago intento de forzarse a despertar.

—¿Una siesta? Fue un jodido coma, garlopo —con un rostro marcado de la seriedad que Newt jamás creyó poder contemplar en el asiático, este dejó ir aquellas palabras un plano y firme tono de voz— Pensamos que habías sido el tributo que los penitentes tomaron esta noche —. Minho continuó hablando como si estuviese hablando de algo cotidiano, algo casual, algo que al rubio le molestaba hasta cierto punto pero que no se permitió externar de ninguna manera.

—Para tu mala suerte, sigo vivo. — Murmuró Newt aun estirándose, tratando de descifrar la extraña expresión que estaba pintada en el rostro de su amigo por aquel instante —. ¿Y bien? ¿Encontraron algo? —arqueando una ceja, el rubio finalmente se decidió a continuar excavando lentamente en el medio de las palabras de Minho, al tiempo que este le volvía a mirar de manera seria poco antes de negar con suma suavidad.

—Tenemos problemas, shank —añadió a la par que sus ojos achinados le miraban fijamente, como si estuviese contemplando la mejor manera de soltar la plopus que se guardaba por aquel instante.

—¿Quieres dejar de comportarte como idiota y ser más claro, Minho? —cuestionó Newt mientras arqueaba ligeramente una de sus rubias cejas, permitiendo que toda la expectación se frenara y se deslizara fuera de sus labios en un audible suspiro.

—Están jodidos, shank. Algunos larchos están demasiado desesperados. Era Thomas o la chica —murmuró juntando ambas cejas en un gesto que Newt no fue capaz de descifrar por aquel instante.

—¿De qué fuca cosa estás hablando, Minho? —esta vez la expresión que hizo escala en las facciones de Newt, era una mezcla de desesperación y confusión. Estaba a punto de coger al shank de la ropa y exigir la verdad que estaba recibiendo a cucharadas por aquel instante.

—Encerraron a Thomas en el Cuarto Oscuro, Newt.

Las palabras de Minho le dejaron sin habla en aquel momento. ¿En serio regresaban a la arcaica idea de que el larcho tenía la culpa de todo? En todo caso, la que había admitido que detonó algo, fue Teresa, no él ¿Por qué plopus era Thomas quien estaba pagando los platos rotos en el medio de aquella situación?

—¿Estás de broma, verdad? —con media sonrisa en los labios, el rubio continuaba aferrado en negarse a creer una sola de las palabras que había brotado de los labios de Minho por aquel instante.

—Shank, Alby no tuvo opción. Solo será esta noche, mañana cuando las aguas se calmen, lo liberará. Además, el garlopo idiota se ofreció de manera voluntaria. No quería que su fuca novia pasara otra noche en aquel lugar —. Minho rodó los ojos y dejó que un bufido de exasperación se fugara de sus labios, dejando entrever que la larcha no le agradaba ni siquiera un poquito— ¿Acaso no Thomas y tú...? —dejó la pregunta inconclusa al tiempo que sus ojos iban a parar en la figura de un muy confundido Newt, quien le observaba en silencio mientras aún trataba de asimilar lo que le había soltado apenas unos minutos atrás.

—¡Shuck! —la voz de Newt brotó en el segundo correcto, permitiendo que el corredor diese un paso hacia atrás mientras la duda se asomaba lentamente en sus facciones—. No digas mamadas, garlopo. Deja de asumir estupideces —no dijo más, no cuando sus pies ya habían comenzado a moverse para dirigirle fuera del bosquecito, justo hacia el fuco lugar donde se suponía, se encontraba el líder del área.

No se detuvo siquiera cuando la regordeta figura de Chuck le interrumpió el paso, acosándole con unas preguntas que siquiera fue capaz de escuchar. Quería ver a Alby y quería verlo ahora.

Sus pasos le guiaron hasta las escaleras y no demoró absolutamente nada en llegar hasta la habitación donde se suponía, se encontraba el moreno recuperándose del ataque ocurrido el día anterior.
Fue recibido por Jeff con una enorme sonrisa en los labios, al tiempo que soltaba que las heridas del larcho habían comenzado a sanar y que probablemente, estaría como nuevo para el día siguiente. Pero Newt ignoró al chico que hablaba animadamente a su lado, terminando por clavar su mirada en el shank que yacía recostado sobre la cama dándole la espalda por aquel instante.

—¿Qué mamadas andas haciendo, shank? —cuestionó al tiempo que sus ojos escrutaban rápidamente la figura del moreno, tratando de descifrar cualquier mínimo movimiento que lograse percibir de él por aquel instante.

— Lo correcto, Newt —respondió Alby al tiempo que giraba lentamente sobre la cama, dignándose a dirigirle su apagada mirada a Newt por aquel momento—. Los shanks querían a la larcha encerrada y el larcho se ofreció a tomar su lugar. Solo será una noche. Para mañana los habitantes olvidaran que esto sucedió —el moreno hablaba de manera queda, casi con un toque de calma que al rubio ya había comenzado a desesperarle.

Quiso responder, quiso rebatir la decisión que el moreno había tomado por aquel instante, pero simplemente se había quedado anclado al piso bajo sus pies, dejando que el silencio se instalara en sus labios firmemente apretados.

Ladeó el rostro y fue capaz de contemplar la figura del Doc a su lado, quien no paraba de hacer mudas preguntas con la mirada que le estaba dedicando por aquel instante. Soltó un suspiro antes de terminar por darse la media vuelta y decidirse finalmente a abandonar la habitación.

No tenía caso discutir por una decisión a la que no podía dar marcha atrás, no cuando la tensión se apoderaba lentamente del área y le dejaba prácticamente sin buenas opciones de momento. Solo quedaba esperar, dejar que el shank cumpliera con el fuco castigo que había tomado en lugar de la chica y probablemente, dejar que la mañana de color gris trajera una nueva perspectiva del asunto a todos los habitantes del área.

Con aquella línea de pensamientos abordando su cabeza por aquel segundo, el rubio no fue capaz de darse cuenta siquiera el camino que sus pies habían seguido, al menos no hasta que sus ojos pardos fueron capaces de notar la pequeña prisión que se alzaba no muy lejos de donde se hallaba parado.

Entrecerró los ojos lo suficiente para poder reparar en el oscuro interior del lugar, tratando de encontrar la figura que suponía, debía encontrarse dentro de aquellas cuatro descuidadas paredes. Un ligero suspiro se fugó de sus labios al tiempo que ni un solo movimiento pudo ser percibido por aquel instante, terminando por dejar que sus pies finiquitaran el escaso trecho que aún le quedaba por delante.

Lo cierto era que una parte de él moría por volver a ver a su castaño favorito y otra más, estaba luchando por salir a la superficie para poder ser capaz de tirar toda la plopus que había guardado para Thomas hasta aquel instante. Quizá lo más correcto por ese momento era darse la media vuelta y terminar por volver justo por donde había llegado, pero su cuerpo hizo exactamente lo contrario, deteniéndose solamente cuando la pequeña puerta del lugar hizo acto de presencia justo frente a su persona.

—¿Así que te la vuelves a tirar de príncipe valiente para defender a la larcha, Tommy? —el tilde que Newt había usado por aquel segundo tenía la ironía marcada en cada una de sus palabras, al tiempo que una sonrisa se instalaba en sus labios tan solo para remarcar que aquello no tenía otra intención que no fuese la de joder al shank en el Cuarto Oscuro.

Fue el silencio que percibió del interior del lugar por aquel instante el que le hubo cortar el pequeño discurso que ya se había puesto a ensayar de manera mental; obligándose a aproximarse aún más sobre la desgastada puerta del lugar, tan solo para encontrarse con la figura de Thomas justo en una esquina de la habitación. Sus labios se apretaron en una fina línea y su rostro se hundió en confusión total al tiempo que fue capaz de percibir las ataduras que cernían sobre los hombros del corredor, mismas que le tenían totalmente inmovilizado de los brazos. Y aunque probablemente aquello había bastado para dejarle totalmente perplejo, no fue sino hasta que reparó en la tela que cubría la boca del castaño, que finalmente cayó en cuenta de la situación tan jodida en la que Thomas se había metido.

Continuará.

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