Capítulo 11

No supo en qué segundo sus pies le sacaron de ahí, pero agradecía el que su cuerpo aun le continuase respondiendo pese a todo. Debía mantener su mente centrada en el hecho de que estaban a punto de tener una pijamada con los penitentes, y no en la mirada que Thomas le había dedicado cuando Alby dictó la sentencia para con la larcha. Ella iba a estar segura en el Cuarto Oscuro, probablemente Teresa  iba a estar más segura que cualquiera del resto de los habitantes del área.

Soltó un enorme suspiro al tiempo que sus ojos pardos se detenían en la figura que yacía a su lado, aquel amigo que se había mantenido fiel a su persona y que pese a la muda súplica que su semblante dejaba ver, no se había alejado de él.

—Saca los mapas del cuarto, shank. —Murmuró muy bajo cerca del oído del asiático al tiempo que este le observaba como si aquello fuese una orden de otro planeta—. Esto no me da buena espina. Ponlos en un lugar seguro y pon cualquier mamada en su lugar. Esa larcha... Shank, haz lo que te digo —continuó hablando en un tono cómplice, muy cerca del oído del corredor quien apenas atinó a asentir de manera suave.

No existió una respuesta ante ello. Minho salió corriendo apenas las palabras dejaron de salir de los labios del rubio, quien se había limitado a observar al pelinegro por breves segundos antes de finalmente, proceder a retirarse.

Los habitantes daban vueltas en el lugar, al tiempo que el rubio se encargaba de organizar los grupos y dar las instrucciones finales para formar barricadas en la finca, llevar armas y por supuesto, guardar los alimentos necesarios para pasar la noche... O quizá, en el peor de los casos si es que quedaban encerrados en el lugar, para sobrevivir lo necesario. Ese escenario le había puesto la piel de gallina, pero se había obligado a disimular ante los chicos que le observaban tan llenos de esperanza, que estaba casi seguro que la falsa que proyectaba su sonrisa estaba por extinguirse.

Sus pasos esta vez le dirigieron directo al matadero, probablemente y aunque no le parecía la mejor opción, tenían un par de víctimas que podían sacrificar, un par de animalitos, quizá los penitentes... Apretó los labios y negó con mucha suavidad ante el macabro pensamiento. Lo único que logró sacarlo de aquel momento del estrecho pasaje de su mente, habían sido los apresurados pasos que se dirigían hacia donde él estaba. Sus ojos pardos se apartaron de la sección del matadero antes de que su cuerpo girara y finalmente, se volviese a perder en el par de ojos color miel que tan bien conocía.

—¡Newt! Tienes que escucharme —probablemente de todas las personas que existían en el área, Newt era la persona con la que menos quería hablar en aquel momento, pero sabiendo que ante Alby no tenía ni la más mínima oportunidad, se había obligado a violar su propia regla para poder interceder ante la chica que yacía encerrada en el que consideraba el peor lugar del área.

—¿Qué fuca cosa quieres, Tommy? —la mirada de Newt se encendió al instante. No sabía si eran los celos hablando por aquel segundo, o si probablemente su orgullo salía a flote para defenderle ante la situación. ¿Acaso lo creía tan estúpido para no haber notado las miradas que le echaba a la larcha?

—Tienes que soltarla —hizo una pausa mientras recuperaba el aliento y se mostraba tan tranquilo, que incluso Newt llegó a pensar que aquello no estaba sucediendo—. Tienes que soltar a Teresa.

La mirada color chocolate se descompuso en un segundo, claro, como si eso fuera aún posible. ¿En serio Thomas le estaba pidiendo aquello? ¿Era como una especie de venganza por lo que había sucedido entre ellos?

Apretó los labios en una fina línea al tiempo que dejaba ir un suspiro fuera de estos. Era estúpido pensar que el corredor haría algo de esa magnitud, es decir, estaba hablando de Thomas, de su Tommy. A ese punto le quedaba lo suficientemente claro que él no era así.

—¿Sabes? Me pone muy feliz que Teresa y tú sean ahora los mejores amigos, en serio Tommy —. La ironía se dejó ir en su tono de voz, al tiempo que los ojos de Newt se apartaban de la mirada del corredor con un gesto de total hastío—. Pero no estoy para perder el tiempo y conversar sobre tu excelente relación con la larcha, Thomas —replicó al tiempo que sus pies finalmente volvían a responder, dejándole continuar su camino durante al menos un par de pasos antes de que el corredor le cogiera del brazo y le impidiese irse del lugar.

Hacía unas horas atrás, Thomas rehuía de su mirada. El día anterior le había mandado a la mierda y dicho que no volviese a acercarse a él, y ahora, justo ahora estaba ahí, rogándole que intercediera por la chica a la que por cierto, recién acababa de conocer. Aquello le molestaba a un grado que no era capaz de dimensionar, y probablemente, todo era su propia y fuca culpa.

—Newt, me importa una mierda lo que sucedió ayer —esta vez la firme voz de Thomas había logrado capturar la atención del rubio, quien en menos de un segundo, ya se hallaba escrutando aquel par de ojos color miel de nueva cuenta— Ella sabe algo. Fuimos enviados aquí por algo, probablemente para ponerle fin a todo esto. Newt, tienes que soltarla.

—¿Terminar? Oh sí, claro, con todos nosotros muriendo gracias a los penitentes —esta vez el rubio se había girado para poder encarar al menor. ¿En serio Thomas estaba le estaba diciendo esas mamadas? Negó con suavidad al tiempo que se disponía a seguir con su camino, pero sus planes terminaron por ser frustrados al segundo que fue capaz de sentir la mano del menor apretándole de nueva cuenta el brazo.

—¿Quieres dejar de decir mamadas y dejar tus fucos celos de lado? —de nuevo la voz exasperada de Thomas había terminado por hacer acto de presencia entre ambos, logrando que los ojos de Newt fueran a parar directamente en aquel par de color miel por al menos unos breves segundos.

—Deja de decir tonterías, nuevito —murmuró el rubio al tiempo que trataba de usar la casi nula paciencia de la que era acreedor por aquel momento. No, él no estaba celoso ¿Qué mierda le pasaba por la cabeza al castaño para decir semejante garlopada?

—¿En serio? ¿Son tonterías, Newt? —esta vez lo dedos de Thomas se habían hundido en la blanca piel del brazo del mayor, logrando que la atención del mismo fuera a parar en el fiero agarre que el corredor mantenía sobre su persona—. Ni siquiera me estás escuchando. ¿Crees que no noté como se miraban? Ella tiene...

—Me importa un pito tu fuca novia, Thomas —el rubio interrumpió el discurso del castaño poco antes de que este iniciara, apartando el agarre del menor de un simple y llano movimiento—. Por si no te has dado cuenta, shank, tenemos cosas más importantes por las que preocuparnos. ¿Quieres hablar de mamadas de larchos enamorados? Bien, vete a hablar con ella, porque conmigo es completamente inútil —la exasperación brotaba sin clemencia por aquel segundo. Newt quería cortar la plática y seguir con el maldito plan que tenía en la cabeza. Estaba harto de tener que seguir pensando en el castaño y la maldita relación que de la nada, parecía tener con la estúpida niña de negros cabellos.

—Ella es solo un peón, Newt. Ellos la enviaron aquí por algo. Ella puede resultar ser la última herramienta, puede ayudarnos a salir, ¿Acaso no lo entiendes? ¿Tengo que explicarlo mejor? —con más tranquilidad de la que había mostrado de manera previa, el menor había respondido lo mejor que pudo, tratando de cortar el tema que había tocado previamente aún sin quererlo.

—No soy yo quien no quiere soltar a tu novia. Es Alby. —Murmuró Newt desviando la mirada, sabiendo que debía corresponder la tranquilidad con la que el menor le había hablado por aquel instante. ¿Qué caso tenía continuar discutiendo? —Ese shank no les tiene aprecio, Tommy. Al menos no a ustedes dos —. Bajó la mirada y trató de contar de nueva cuenta hasta diez—. Si tanto quieres liberar a tu novia, espera al menos hasta mañana —con una tranquilidad que no recordaba poseer, Newt finalmente había terminado por ceder ante el corredor. ¿Qué más daba si Thomas quería echar rollo con ella? Ese era su fuco problema, solo suyo... Si él quería distraerse podía hacerlo con ella, sí, claro. Ahí estaba la solución a su problema, ahí estaba la respuesta por la que tanto había rogado desde el inicio de todo...

—Podemos derrotarlos.

—Hércules. Ya los has hecho antes ¿No es cierto? —la broma salió de sus labios sin que pudiese detenerla. La respuesta que obtuvo de Thomas había sido una sonrisa, una muy hermosa sonrisa. Fue en aquel segundo que el mundo del rubio cobró un poco de sentido. La oscuridad terminó por desaparecer unos segundos mientras se perdía en el perfecto gesto que se dibujaba en las ahora, suaves facciones del corredor. Durante dos segundos sus manos bailotearon a cada lado de su cuerpo intentando contener la necesidad que le embargaba lentamente: quería besar a Thomas, quería probar esos labios de nuevo, ese adictivo par que apenas un día atrás, había estado devorando sin inhibición alguna.

Pero aquello no ocurrió. Su cuerpo le sacó de la incómoda situación en la que sus pensamientos le habían colocado, terminando por alejarse a grandes zancadas del shank que siquiera, había tenido tiempo de responder la broma que le había dejado ir por aquel instante.

La cabeza le dolía, sentía que podía explotarle en cualquier instante. El olor metálico a sangre llegaba a sus fosas nasales y le hacía revolverse contra la blanda superficie contra la que se encontraba de momento. Podía recordar claramente el rostro enloquecido de Gally, a quien en algún momento había creído muerto y que ahora, probablemente era comida de penitentes.

Las cosas no habían salido precisamente como lo había imaginado, no cuando el estúpido Encargado de los constructores hizo acto de presencia en el lugar para tratar de exponerlos de aquella manera ante los penitentes, incluso podía recordar un par de las palabras del discurso sin sentido que había soltado el rubio, pero el maldito golpe que este le había tirado en la cabeza con una de las tablas, le había aturdido lo suficiente como para olvidar el resto de la situación.

Fueron los gritos a su alrededor lo que le hicieron volver en sí, terminando por abrir los ojos de manera lenta y encontrándose casi de inmediato, con la figura de un castaño que le observaba con bastante preocupación.

—Shuck, esto duele como el demonio... —murmuró al tiempo que se llevaba la diestra hasta las sienes, tratando de encontrar el punto exacto del que el líquido carmín brotaba. Se detuvo al tiempo que el agarre del menor sobre una de sus muñecas lo obligó a hacerlo, logrando que sus ojos buscaran aquel par color miel que no habían dejado de mirarle ni por un solo instante.

—Se llevaron a Gally. Minho fue tras él —con una voz casi inaudible, el corredor había soltado aquello con suma desesperación, como si estuviese a punto de anunciar alguna estupidez digna de él—. Debo ir tras...

—¿Llegó la hora de hacerla de héroe de nuevo? —cuestionó el rubio aún con una mirada adolorida instalada en aquellos ojos pardos, al tiempo que finalmente se revolvía en la cama y terminaba por erguirse en menos de un instante. El semblante que fue capaz de percibir por parte del castaño le hizo saber de manera inmediata que había metido la pata.

—No todo lo que hago es para impresionarlos, Newt. A mí lo único que me importa es salir de aquí —. Esta vez los dedos de Thomas suavizaron el agarre que mantenía sobre la muñeca de Newt, al punto de finalmente, soltarlo de manera lenta.

—Pensé que habías dicho que no me querías cerca de ti, shank. —Murmuró al tiempo que observaba la mano que el menor había apartado de él, como si se negara a creer que Thomas podía comportarse con muchísima más madurez que él. Era irónico y hasta cierto punto estúpido el estar pensando en aquello justo en ese preciso momento.

—No es que haya cambiado de opinión —respondió el castaño apartando la mirada al tiempo que se ponía de pie y se alejaba un paso de la cama donde el rubio aún yacía sentado—. Pero tenías la miertera cabeza partida. Se llama empatía —esta vez la voz del menor había sonado con más firmeza, como si tuviese miedo que en el medio de sus palabras pudiese escapársele algo que delatara la realidad detrás de todo aquello.

—No sabía que la hacías de santo, Tommy, en serio —en el medio de una pequeña risa tildada de ironía, el rubio se había terminado por ponerse de pie, como si la distancia entre ambos no fuese suficiente para mantener sus deseos al margen y tuviese que asegurarse de al menos, poner un par de pasos más en el medio de ambos—. Tenemos un par de Docs, por si no lo habías notado.

—¿Quieres dejar tus mamadas de lado? —el rostro de Thomas se descompuso en menos de un segundo al tiempo en que los pasos de este anulaban la distancia que Newt había instaurado entre ambos—. Eres tú, tú fuiste quien jodió todo. Yo no te pedí que hicieras ninguna garlopada de las que hiciste y aun así, sigo aquí. ¿Te cabe en la fuca cabeza rota algo de lo que eso significa?

Los ojos de Newt se abrieron de sobremanera al tiempo que su cerebro se forzaba en procesar la información que estaba recibiendo por aquel instante. Podía percibir claramente cada sentimiento que se dejaba ver en el semblante que el menor mostraba por aquel instante: confusión, desesperación y una mezcla de algo que aun se negaba férreamente a nombrar.

—Tenemos cosas más importantes por las que preocuparnos, Tommy —las palabras brotaron antes de que el filtro de su cerebro pudiera procesarlas. Necesitaba terminar esa conversación. No era el momento ni era el lugar apropiado.

—Eres un ...

—¿Terminaron, par de garlopos inútiles? —la voz de Minho había sonado en el momento menos oportuno, logrando que los dos chicos ahí presentes centraran su atención en la figura del asiático quien aún con la respiración agitada, había hecho acto de presencia en la habitación—. Los fucos penitentes se llevaron a Gally al foso y hay un maldito incendio en la sala de mapas. Perdimos los baúles, así que creo que sus malditos problemas de pareja tendrán que esperar.

Si debía comenzar a hacer una lista de las cosas que podían continuar saliendo mal por aquella noche, quizá podía comenzar con la escena en la que encontró a Alby y terminar con la larcha siendo liberada por la insistencia de Thomas.

Probablemente el estado del líder era delicado después de haberlo encontrado prácticamente inconsciente en las afueras la incendiada sala de mapas, y ellos se encontraban escuchando todo el mundo de garlopadas que el castaño había soltado en el medio de su ruego por hacer libre a Teresa. Era comprensible hasta cierto punto que el chico se preocupara por la larcha, pero existía un límite para lo aceptable y ese, definitivamente había quedado muchísimo más atrás de lo que le hubiese gustado admitir.

El único consuelo que encontraba de momento, eran las bromas que el asiático dejaba ir en el medio del discurso del par de larchos. Probablemente Minho lo hacía porque evidentemente, odiaba más a Teresa de lo que dejaba ver con los apodos que le soltaba o con las miradas que le otorgaba. Otro punto más a favor de su amigo, al menos podían compartir algo más por aquel instante y mermar la culpa que sentía por detestar a la larcha aún sin conocerla.

Y no era como si la chica se quedara atrás.

Los ojos azules que ostentaba no se habían apartado ni un solo segundo de su figura. Era como si lo estuviese analizando en silencio al tiempo que trataba de comprenderlo con aquel simple gesto. ¿Acaso no podía dejar de mirarlo de aquella manera? No era su fuca culpa que Alby le hubiese otorgado aquel castigo, además ¿Cómo se suponía que debía actuar con ella? La chica sola había admitido que detonó el final, ¿Qué fuca cosa podía decir a favor de la larcha? Probablemente Thomas estaba idealizando demasiado la situación, dejando que sus estúpidos recuerdos le guiaran y le hicieran perder el rumbo por un momento.

Ni siquiera en el camino que se habían echado desde el Cuarto Oscuro hasta la Finca (en donde habían guardado los mapas a salvo) la larcha se había dignado a apartar la mirada de él. Era como si supiese algo que él mismo ignoraba, y eso comenzaba a molestarle hasta un punto que no era capaz de dimensionar por aquel instante.

Contuvo un suspiro que luchaba por escaparse de sus labios al tiempo que trataba de ignorar la insistente mirada que la chica no dejaba de echarle, mientras procuraba encontrar sentido alguno a las palabras que un muy animado Thomas, estaba dejando ir por aquel instante. Hablaba de mapas, de las secciones, de palabras, de analizar todo como si ellos no lo hubiesen hecho antes.

Minho le respondía de manera irónica, tratando de rebatir toda la plopus de mamadas que salía de la boca del castaño, como si lo que estaba diciendo no tuviese el menor sentido para él. Lo cierto era que ni siquiera para sí mismo mostraba el indicio de estar en el camino hacia un respuesta, pero sabía que lo que menos le faltaban al castaño en el cerebro eran neuronas funcionales, y quizá por aquel segundo, debía recordarse la promesa de seguirlo y depositar su confianza en él.

La duda comenzó a balancearse en su cabeza al momento que Thomas soltó su plan disparatado, reuniendo los materiales necesarios y haciéndoles apilar los montones de mapas para poder dibujar sobre el papel encerado que había sacado de la cocina de Sartén.

Cuando las primeras palabras se dejaron ver en el medio de los dibujos, cualquier duda que hubiese quedado en su mente quedó completamente aniquilada: CORRER, CAPTURAR, CORRER.

Ni siquiera Minho se creía lo que estaba mirando por aquel instante.

—¿Correr, capturar? A mí eso no me parece un maldito código de rescate —con un ligero tono de fastidio en las palabras, Newt finalmente se había dejado escuchar al tiempo que la mirada de los ahí presentes se centraba en él al menos por un par de breves segundos.

—Pero es obvio que no se trata de una coincidencia —la voz del asiático sonó al segundo que los ánimos habían decaído en el rostro del rubio, como si esta vez volviese a ser él quien arrojaba el salvavidas justo en la dirección en la que Newt se hundía lentamente.

—No, claro que no. Tenemos que seguir trabajando en esto —. Con los ánimos completamente renovados ante el descubrimiento, Thomas había señalado los mapas que aún se hallaban en otra de las cajas que estaban al final de la habitación, dispuesto a continuar con su plan por aquel instante.

—Nosotros no podemos colaborar —de nuevo había sido Minho quien hubo tomado la palabra al tiempo que sus ojos iban a parar directamente al rubio, quien aún le observaba con ingenuo asombro ante lo que acababa de soltar por aquel instante—. Por lo menos, Thomas y yo no. Tenemos que llevar a los corredores de regreso al laberinto.

—¿Qué? Shank, esto es mucho más importante que el laberinto —Thomas no se había quedado callado ante ello, ¿Acaso el Encargado no podía darse cuenta que estaban a punto de dar con algo de suma importancia?—. Además los patrones del laberinto no han cambiado en años, tú mismo lo dijiste, aquí tenemos una labor muchísimo más importante.

—¿Estás de broma cierto? Shank, hoy es probablemente el día más importante para ir a recorrer el laberinto. Es la primera vez que las puertas no se cierran y te crees que el lugar va a conservarse exactamente como siempre. No digas mamadas, Tommy. Tenemos que volver ahí, ahora. De hecho podemos poner en práctica tu idea, podemos quedarnos en el fuco laberinto toda la garlopa noche si es necesario.

Los ojos de Newt se abrieron de sobremanera por aquel instante. Una parte de él se negaba a aceptar que esa posibilidad se abría ante ellos, y otra más, temía por dejar ir al castaño a recorrer el fuco laberinto durante la noche. Pero las cosas ya estaban tan jodidas, que a ese punto probablemente debía dejar sus estúpidos pensamientos de lado y dejar que Minho se hiciera cargo del asunto por aquel momento.

—Minho tiene razón —obligándose a olvidar por un segundo que la idea que se instalaba en su cabeza, el rubio había hablado de nueva cuenta—. Ustedes deben ir al laberinto. Yo me quedaré a terminar esto, reuniré a un par de habitantes de confianza y seguiremos trabajando en los mapas.

—Yo también —la voz de la chica se dejó escuchar de manera firme, terminando por capturar la atención de los ahí presentes en menos de un segundo—. Me quedaré ayudando a Newt.

En la habitación solo se podía escuchar la respiración de los ahí presentes al tiempo que el sonido de los lápices sobre el papel, terminaba por hacer un eco ligeramente molesto en el medio de todo aquello. No habían cruzado palabra alguna y no era como si necesitaran hacerlo, no cuando Newt aun consideraba a la shank una total desconocida y alguien que no era de su confianza.

—Lo he notado —murmuró Teresa mientras mantenía sus ojos azules fijos en el papel encerado que descansaba sobre la mesa, justo encima de uno de los mapas que estaba calcando por aquel instante—. He notado como le miras.

Los ojos de Newt se despegaron casi de inmediato de la tarea que llevaba a cabo, al tiempo que se apresuraba a dar un rápido vistazo a su alrededor, tan solo para asegurarse de que los demás shanks se hallaran lo suficientemente lejos de él al menos por aquel instante.

—¿De qué fuca cosa hablas, larcha? —la pregunta se dejó ir en el medio de un susurro al tiempo que el rubio trataba de fingirse muchísimo más centrado en trazar el mapa, que en mantener una conversación con la shank que tenía enfrente justo por aquel momento.

—No soy estúpida. —Murmuró mientras movía el lápiz de manera rápida sobre el papel encerado, como si la conversación que estaba manteniendo con el rubio fuera la cosa más casual que se le había ocurrido por aquel segundo—. A mí no me soportas, pero a él lo miras como si fuese oro puro. No me interesa exactamente nada de lo que sucede entre ustedes, pero debes saber que Tom no está precisamente interesado en perder el camino que se trazó. Él quiere salir del laberinto tanto como yo quiero hacerlo —las palabras continuaron brotando con tranquilidad al tiempo que el lápiz se detenía y los ojos azules de Teresa iban a parar a la figura de Newt, quien le estaba observando fijamente, como si se negara a creer que había escuchado aquello.

—Mira, garlopa, no sé de donde miertero lugar sacas que yo estoy...

—Lo conozco más de lo que tú lo haces —las palabras de Teresa habían llegado a interrumpir las palabras de Newt, arrancando un gesto de total exasperación de aquel par de ojos pardos que aún se negaban a creer que estuviesen tocando aquel tema en el medio de esa situación—. Sé que lo conozco desde antes de llegar aquí. Sé que él también lo sabe y que te niegas a ver lo que está frente a tus narices.

—¿A qué quieres llegar con tu fuco discurso amenazador? —esta vez el rubio había dejado el lápiz sobre el papel encerado, olvidando casi por completo la tarea que se suponía debía completar por aquel instante—. ¿Crees acaso que me voy a meter en tu miertera relación con Tommy? —quería reír con ironía. ¿En serio estaba sucediendo aquello?

—No, no lo harás. No has hecho nada hasta instante y no lo harás sabiendo que existen cosas muchísimo más importantes para Tom. No lo harás porque sabes que algo como eso lo alejaría de su objetivo y que quizá, podrías arruinar la determinación que tiene para sacarlos de este lugar. No lo harás. ¿O me equivoco?

Newt se quedó sin palabras por aquel instante. ¿Quién demonios se creía que era esa larcha? Entrecerró los ojos y estuvo a punto de devolverle toda la plopus que la chica le había embarrado por aquel instante. Era como si aquellos ojos azules hubiesen podido penetrar la defensa que había instaurado en su mente para desnudarlo y dejarlo totalmente vulnerable con aquel discurso.

Apretó los labios en una fina línea y terminó por sonreír con ironía. No tenía ánimos para responderle semejante tontería a la shank, no tenía por qué decirle absolutamente nada de un tema que ya estaba zanjado y que no quería tocar por aquel instante. Rodó los ojos y lo último que vio, fue la mirada azulada llena de determinación. Aquello fue todo, fingiéndose cansado y soltando un enorme bostezo, se había terminado por disculpar con el resto de los habitantes que estaban en la habitación, quienes habían asentido de manera distraída ante el anuncio de retiro que había hecho el rubio.

No quiso regresar su mirada hacia Teresa, pero claramente podía sentir aquel par de zafiros clavados sobre su espalda, como si estuviesen tratando de marcar en su piel las palabras que previamente le había soltado.

Perfecto, más garlopadas para agregar a la maldita lista de mierteras cosas en las que no quería pensar.

No importaba, no quería pensar absolutamente nada sobre eso. Si la larcha quería amenazarle para que se alejara de su estúpido novio, a él le parecía perfecto, más que perfecto. Todo estaba bien, mientras Thomas mantuviera su maldito cerebro ocupado en encontrar la salida, no importaba más.

Sus pasos le guiaron sin rumbo, el cansancio ya se estaba dejando ir sobre los párpados que estaban ligeramente más pesados de lo normal por aquel instante. Quería tumbarse en el pasto y dormir hasta que se le diera al fuca gana. Dormir, si, dormir. Dormir y olvidarse de todas las mamadas que le acosaban por aquel instante. Probablemente solo era el cansancio que le estaba jugando mal rato por aquel momento. Probablemente aquella charla había tomado otro significado por ese simple hecho ¿No?

Con aquella línea de pensamientos abordando su atrofiado cerebro, el rubio finalmente se había dejado caer en la base de uno de los arbolitos cercanos a la finca. Dejó que su cabeza se apoyara contra el enorme tronco al tiempo que sus ojos se cerraban y lentamente, dejaba que el sueño le hiciera una visita.

Cuando abrió los ojos de nueva cuenta, notó el pequeño hilillo de saliva que había corrido desde una de sus comisuras hasta su mentón. Se sintió ligeramente estúpido por haberse privado en un lugar como aquel, al tiempo que se limpiaba el rostro con una de las mangas de la desgastada prenda que portaba por aquel instante.

Se impulsó ligeramente con sus piernas y terminó por ponerse en pie por aquel instante, llevándose las manos hasta los pantalones para limpiar los remanentes del polvo que habían quedado adheridos en la desgastada tela color caqui. Sus ojos volvieron a repasar el área a su alrededor, notando como las actividades continuaban con su curso normal, agradeciendo de manera mental que el resto de los Encargados se ocuparan de mantener a los larchos lo suficientemente entretenidos como para ignorar la precaria situación en la que se encontraban.

Con el estómago rugiendo de hambre, supo que la primera escala que tenía que hacer por aquel instante, era la cocina de Sartén. Claro, si, por supuesto, lo haría, seguramente devoraría uno de los famosos desayunos que el moreno se jactaba de servir aun cuando la hora propia para ello ya había pasado; pero primero, debía hacer una última visita al lugar donde había dejado a la larcha trabajando en conjunto con los demás habitantes. Probablemente si había sido un poco irresponsable de su parte el haber abandonado a aquel par de shanks con la extraña chica, pero estaba casi seguro que la plopus que Teresa se cargaba, la guardaba solo para él.

Soltando un suspiro que casi caía en la exasperación por el pensamiento, el rubio finalmente había dejado que sus pasos le guiaran de nueva cuenta hacia el sótano de la finca que habían designado como su salón secreto. Sus pasos se detuvieron unos segundos al momento que pudo distinguir la figura de Minho que pasaba justo a su lado, dedicándole una sonrisa agotada al tiempo en que caminaba directamente hacia la cocina. No hizo falta ni una sola palabra para entender que el shank había estado corriendo como loco mientras él echaba una siesta debajo de aquel fuco arbolito. Durante un breve minuto dejó que la culpa se instalara en su cabeza, pero trató de ignorar aquel hecho argumentándose de manera mental, que nadie era una fuca máquina y que todos en algún momento del día, necesitaban pegar el ojo.

Deshaciéndose lentamente del cansancio que aún luchaba por instalarse en su cuerpo, el rubio finalmente dejó que sus pasos se trazaran más rápido en dirección de la pequeña puerta de madera donde suponía, encontraría a Teresa aun trabajando en los mapas. Probablemente de todas las escenas que habían atravesado sus pensamientos por aquel momento, la que menos había esperado encontrar había sido la que terminó por recibirle: En la habitación solo estaban dos personas. En la habitación solo estaban Thomas y Teresa, y esta última, tenía los labios justo encima de la boca de su castaño favorito. 

Continuará.

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