Primer Beso

No era como si nunca hubiese besado a una chica. Tampoco era como que hubiese besado a muchas, pero si se daba la oportunidad, ¿quién era él para negarse?

Había dado su primer beso a los 10 años, jugando a la botella con sus compañeros de escuela. Como se dan los besos de niños, un simple toque.

A los trece, previo a ingresar a la academia había dado su primer beso francés. Asumía que era algo extraño, y que la técnica fue puliéndola con el tiempo para no terminar en una batalla de lenguas sin sentido. Las salidas de franco durante sus tres años de formación, fueron buen entrenamiento. A las chicas les gustaban los uniformados. Bastaba con que dijera que era un futuro policía militar para llamar la atención de alguna que finalmente no terminó siendo de la PM. Sin embargo dados los últimos acontecimientos, la Legión era bastante popular entre las chiquillas de la ciudad.

-Besas muy bien.

Escuchó la voz de aquella chica como un susurro en su oído superando el ruido de fondo del concurrido bar que solían frecuentar con los muchachos. Se apartó ligeramente de ella tomándola por los hombros. La muchacha lo observó con sorpresa al ver interrumpido su momento de diversión.

Entonces, Jean preguntó:

-¿De verdad te parece que estuvo bien?

La chica parpadeó extrañada.

-Sí…

No era un experto y estuvo bastante tiempo alejado de ese tipo de situaciones, al menos hasta después de regresar a lo que se consideraría una existencia normal… luego que llegasen al océano.

No era un experto ni buscaba serlo, pero, siempre era agradable para su ego masculino -un tanto apaleado-, escuchar un halago de una señorita que seguro tenía mucha más experiencia que él mismo.

-¿De verdad verdad? -insistió Jean en una actitud inocentona, nada sensual ni insinuante.

Una actitud que le nació de súbito. Casi parecía que Hange lo hubiese felicitado por un buen trabajo o que su maestra de jardín de infantes le hubiese dibujado una estrella en el dorso de la mano.

-Sí… -volvió a responder la muchacha.

-¿No mucha lengua? -preguntó y la chica negó -¿Muy poca?

La chica lo miró extrañada pensando en qué clase de soldado era ese. Los soldados con los que solía divertirse, de esos seguros de sí mismos.

-Lo justo y necesario -comentó finalmente, esperando que volvieran a lo suyo.

Jean asintió pensativo.

-¿Me apesta el aliento? -volvió a preguntar.

-Solo a cerveza que es lo que estás tomando, ¿no?

Jean volvió a asentir.

-¿Muy rápido? -preguntó el joven soldado, la chica negó -¿Muy lento? -volvió a negar -Del uno al diez... ¿dónde lo pondrías?

-Un diez supongo -la chica dijo algo vacilante.

-Dudaste.

-No. Eres muy extraño -comentó la muchacha ariscando la nariz.

No entraremos en detalles en cómo ese affaire no prosperó, en gran medida por las preguntas de Jean. Ni tampoco porqué ninguno de sus otros revolcones terminó en algo serio. No es tampoco por algo poético ni romántico. No porque él quisiera guardarse para alguien especial o porque fuese fiel a un amor que sabía imposible. Jean no era un mártir ni una alabanza al estereotipo del amor perfecto. Jean era solo un muchacho de dieciséis años, con curiosidades, necesidades e impulsos. Era un adolescente común y corriente.

Que ninguna de sus aventurillas resultara en algo más erasolo porque ninguna de las chicas le había gustado demasiado, ni él le gustaba demasiado a ellas. Estaba bien para un amorío de bar.

En fin, el asunto es que las preguntas de Jean sobre su desempeño amatorio no fueron porque sí.

Hacía unas semanas hablaba con Connie algo pasado de tragos en una improvisada fiesta en el cuartel reconstruido en Shinganshina.Y, como cada vez que se le pasaba la mano con el alcohol, terminaba dando la lata con su tema favorito estando ebrio: Mikasa.

Bueno, quizás sí había una razón para que ninguna chica le gustara realmente. Ninguna estaría jamás al nivel de Mikasa, como para que llamase su atención. O al menos no había nada en ellas que lograra distraerlo de su objeto de afecto.

Y de ese tema hablaban -el porqué Jean no podía tener un solo amorío decente -cuando Connie le soltó:

-Te faltan bolas.

Jean dejó sus ensoñaciones de súbito.

-¿Qué? Tengo las bolas bien puestas y tan grandes como las de un puto toro, pelón.

-¿Sí? -preguntó Connie burlón -Pues si tienes tantas bolas, ve y dile a Mikasa que te gusta.

Jean paseó su vista -algo doble a esa altura- por el comedor. Ahí estaba Mikasa, junto a Armin, Eren y Sasha.

-Mikasa no me gusta. Yo la amo -agregó en tono aleccionador y articulación lenta y entrampada -Claro que puedo hacerlo. Voy a ir y se lo diré.

Se puso de pie y se dirigió a la mesa donde estaba el trío shinganshina. Connie abrió sus ojos bien grandes al ver que Jean, efectivamente, caminaba hasta ellos. Casi ni se le notaba que estaba tan borracho… o eso creía Connie, quien estaba tan o más borracho que Jean. Porque Jeantenía una pésima tolerancia al alcohol y Connie no se quedaba atrás.

En la ruta de Kirstein, fue Armin el primero que vio a Jean acercarse a ellos. Frunció levemente el ceño cuando notó un ligero trastabilleo que Jean trató de disimular al llegar hasta la mesa.

-Ey, Jean -exclamó Eren junto a Arminal verlo -¿Una ronda? Podemos jugar a las tapitas…

Si había algo que Eren disfrutaba era saber que tenía un pésimo rival en el beber. Era casi un pasatiempo emborrachar a Jean cuando cedía a su postura de "no beber demasiado". Era un ebrio gracioso, hasta le agradaba más que sobrio.

-Eren, no -dijo Mikasa en tono suave. Miró a Jean -¿Quieres un vaso de agua? ¿Una infusión tal vez?

Si no se le pasaba la borrachera, al día siguiente serían ellos quienes tendrían que soportar su humor de perros. Y Eren se jactaría y jodería a Jean hasta el aburrimiento. Últimamente, a Mikasa comenzaba a molestarle el mosqueo de Eren hacia Jean, sobre todo desde que descubrió el pésimo hígado de su compañ le hacía mucha gracia que Eren fuera resistente al alcohol a ese nivel. Preferiría que fuese como Jean, que tras un par de cervezas ya se arrepentía de antemano de la resaca que conllevarían.

Del otro lado de la mesa, Jean solo pudo pensar en lo hermosa que era Mikasa y lo muy preocupada que parecía. Estaba tan, pero tan borracho. Por un momento pensó en aceptar esa infusión y darle en el gusto de cuidar de él… Pero pudo sentir las burlas de Connie en su cabeza: "No tienes bolas".

-Mikasa… yo…

Armin saltó de un brinco de la silla, pasó sobre la mesa y tomó a Jean del brazo, cubriéndole la boca con la otra mano.

-Creo que es una excelente idea, Mikasa-respondió Armin por Jean -Una infusión levantamuertos.

Mikasa sonrió frente al gesto de preocupación de Armin por quien ahora le era tan cercano como amigo. Se perdió en la cocina del cuartel antes que alguien más -Hange, Levi o algún soplón- notara el estado de Jean.

Pero en el comedor donde se daba la improvisada reunión social, Jean lograba soltarse de Armin.A lo que el muchacho se opuso severo:

-No -dijo el rubio levantando el índice frente al rostro de Jean -Mañana te vas a arrepentir.

-Pero yo la amo -murmuró bajando la vista sintiéndose reprendido -La amo tanto, amigo. Se lo tengo que decir porque tengo cojones.

Eren rodó los ojos al escuchar a Jean y soltó un suspiro. Acá íbamos otra vez. Gracias a Dios, Armin siempre sabía leer las intenciones de declaración alcohólica de Jean. Se puso de pie.

-Vamos, a dormir -indicó Eren tomando a Jean del brazo que Armin aun no controlaba -Mañana puedes decírselo, ¿vale? Pero a Mikasa no le gusta verte borracho…

-No beberé nunca más, lo juro -afirmó con seguridad.

Llegaron hasta la habitación y Jean cayó como un saco de papas en su cama. Armin le retiró las botas y las dejó a un lado de la cama. Eren fue por una cubeta en caso que Jean necesitara devolver su estómago.

Connie ingresó al rato trayendo la taza con la infusión levantamuertos de Mikasa. La dejó sobre la mesita de noche de y Eren volvieron a la sala. Connie aprovechó para darle un par de palmadas en la cara a su amigo en coma, quien apenas si abrió los ojos.

-Tienes las bolas del tamaño de un par de guijarros. La próxima vez, bésala y ya.

Pero no hubo una próxima vez. Jean se cuidó de no beber estando Mikasa presente luego que Armin le contara lo que estuvo a un paso de hacer. Y cuando deseaba beber algo -o borrarse de frentón- lo haría en la discreción lejos del cuartel y lejos de Mikasa.

Bueno, regresando al presente, esa noche se vislumbraba como cualquier otra noche. No hizo el esfuerzo de encontrar a Connie ni a Sasha entre la gente del bar que ahora abandonaba. Simplemente regresó al cuartel, tampoco dando con Floch en el camino, pero eso era también dentro de lo 'normal'.

Besas muy bien.

Deberías besarla y ya.

Jean negó rápidamente sacando esa idea de su cabeza. Una solo litro de cerveza había bastado para que comenzara a pensar en idioteces. ¿Besar a Mikasa? ¿Él? ¡Pero qué ideas tenía ese pelón!

Ingresó al cuartel, un par de reclutas pasaron a su lado y lo saludaron. Debía ya ser hora de cambio de turno. Miró a su reloj, 2 am. Cruzaba el patio interior cuando alguien recorría el mismo camino en dirección contraria. Jean no tardó en reconocer a Mikasa y ella a él, una ligera sonrisa se instaló en el naturalmente serio semblante de la chica.

-¿Te divertiste? -preguntó ella deteniendo su marcha.

-No estuvo mal -se alzó de hombros -¿Lograste avanzar en eso…?

Mikasa asintió. Aun cuando había decidido quedarse a terminar unos reportes, aun no lograba darles cierre. Pero sí había adelantado bastante.

-¿Eren y Armin? -preguntó Jean extrañado de no verlos junto a ella.

-Duermen. ¿Necesitas que te prepare una infusión? -preguntó Mikasa antes de siquiera pensara en irse a dormir.

No estaba ebrio como para necesitarlo, pero:

-Más vale prevenir que curar, supongo -respondió sin poder negarse.

Ambos cortaron camino hacia la cocina. Las infusiones levantamuertos de Mikasa habían cobrado un toque de misticismo entre los antiguos reclutas de la 104, no habría ninguno de ellos que se negaría a sus poderes antiresaca, ni nadie que hubiese logrado tanta eficiencia en imitarla.

-¿Qué es lo que le pones? -preguntó Jean cuando Mikasa dejó la taza sobre el mesón frente a él.

-No son los ingredientes, es la cantidad -comentó ella guardando el secreto de todos modos.

Tomaron asiento, uno frente al otro. Mikasa con una simple taza de hierbabuena sin azúcar. Jean probó de la propia: amarga y fuerte, pero efectiva. Había algo mágico, sin embargo. No en la infusión, sino en el momento. No era la primera vez que pasaran tiempo a solas, de hecho era algo cada vez más común. De alguna curiosa y no forzada forma, se habían vuelto cercanos. No tan cercanos como Eren y Armin eran para Mikasa, pero sí lo suficiente para pasar el tiempo juntos, charlar un poco y, si estaban de ánimo, debía reconocer que Jean la hacía reír. No porque fuese especialmente gracioso o sus bromas fuesen objetivamente buenas, pero a ella le parecían muy ingeniosas. Había algo reconfortante en pasar el tiempo con Jean. No había temores ni culpas, tampoco nostalgia. Simplemente era sencillo, simple y agradable.

Charlaron un poco, del trabajo, de la vida, de sus amigos… de lo que tenían en común.A veces ella rio oculta tras su bufanda, otras él también lo hizo hasta que ambas tazas descansaron vacías sobre la mesa. Vacías y ya frías. El tiempo parecía volar cuando se pasa un buen momento.

Fue Mikasa quien dejó primero su taza en el lavadero, Jean la siguió con la propia en la mano. Fue un mal paso de él y un giro brusco de ella lo que llevó que la taza en manos de Jean resbalara al piso y se quebrara en varios trozos.

-Qué torpe -Jean se reprendió a sí mismo.

Se agachó a recoger los trozos, Mikasa lo imitó frente a él. Pero ahora quien se movió brusco fue Jean, Mikasa solo alzó la mirada. Un violento sonrojo invadió el rostro del muchacho cuando vio a Mikasa a un centímetro de él. Podría contar hasta sus pestañas a esa distancia, sentía su respiración contra la piel y casi podría jurar que la respingona nariz de la chica le acariciaba la mejilla, ese espacio justo junto a su propia nariz. Estaban tan cerca, pero ninguno se movía.

Jean no se movía porque no tenía los cojones para hacerlo.

Mikasa no se movía porque estaba paralizada. No de miedo, ni de rechazo, solo… solo esperaba.

En la mente de la chica solo rondaban imágenes y situaciones en las cuales no solía pensar mayormente. Como aquella noche en que Sashale habló de como le propuso a Connie, al ser su mejor amigo, que se besaran para probar.

-Fue tan genial, Mika -había dicho la castaña con tal entusiasmo que hasta la había llamado con un apodo -Sentí electricidad. No de la que te queda, sino que una rica.

-¿Como la corriente de una batería de esas nuevas?

-No… pero de esa electricidad que te eriza la piel y se siente rico -suspiró ensoñada -En serio, Mika, deberías intentarlo -Mikasa se limitó a enarcar una ceja -Dile a Eren. Es solo un beso, es por probar.

-No besaría a Eren, sería raro -confesó no sabiendo porqué entraba siquiera en esa conversación.

-Entonces dile a Armin -insistió Sasha, Mikasa soltó un suspiro -Puedes decirle a Connie, no me enfado. De verdad -Mikasa la ignoró, Sasha estaba bien loca -¡Ya sé! Dile a Jean.

-Cualquiera antes que Jean -fue su respuesta -Sería el último a quien se me ocurriría decirle semejante idiotez.

-¿Por qué no? Le gustas, estaría fascinado.

-Por lo mismo -respondió dándose media vuelta en el colchón para darle la espalda a su compañera -No quiero que piense que me importa tan poco como para jugar a algo así.

Sasha guardó silencio un segundo.

-Dile a Floch… -insistió.

Mikasa no quiso volver a tocar el tema. No cuando Sasha volvió a sacarlo a palestra, menos cuando ella y Connie se volvieron novios y ahora le hablaba de cosas un poco más íntimas.

Pero tampoco quiso tocar el tema cuando Eren bromeó en la mesa a Jean por una de sus conquistas de la noche anterior. Ni menos cuando ella misma lo vio tonteando con una de las reclutas nuevas. Nunca dijo nada, nunca hizo ver que sabía de algunas tonterías de Jean… como las de sus otros amigos y colegas. Porque esas cosas pasaban, ya no eran niños, estaban creciendo… no, ya habían crecido y esas cosas eran normales.

Por eso, en ese momento, frente a él y a esa escuálida distancia, solo pudo quedarse paralizada. Quieta. Con solo un pensamiento ahora en la mente, trayendo a su fin a una serie de cavilaciones y cuestionamientos que venían haciendo eco en ella hacía un tiempo. Un pensamiento que se le escurrió entre los labios en un murmullo, claro y seguro:

-Bésame.

Aquellos trozos de cerámica rota quedaron olvidados en el suelo, en el instante en que Jean terminó por cortar la escaza distancia entre ambos. Y, aun cuando, hace poco más de un par de horas, aquella chica en el bar lo calificó con un 10, el tímido contacto con Mikasa alcanzó puntuación de kindergarten. Un simple toque, fue para lo único que tuvo cojones, y se avergonzó de ello en el momento que se apartó únicamente para soltar un ligero y trémulo suspiro.

Pero ese beso inocente bastó para que Mikasa entendiera a lo que Sasha se había referido. Una ligera electricidad, una especie de agradable comezón que la recorrió desde sus labios hasta la punta de los pies. Era absurdo como algo tan sencillo logró que su corazón latiera veloz y los colores se le subieran al rostro. Pero demasiado corto…

-Otra vez -susurró Mikasa sin abrir los ojos.

Esta vez Jean fue por ese diez. Porque nunca pensó en que una situación así llegara a darse, porque nunca consideró como una opción real besar a Mikasa que no fuese en sus sueños, porque la creía tan inalcanzable en ese plano… Pero ahora que su sueño se había vuelto realidad, lo volvería el mejor beso de su vida. Un beso, que quizás no fuese el primero que daba, pero que era el primero que realmente había deseado dar. Y lo repetiría todas las veces que Mikasa se lo pidiese… lo que para su sorpresa duró hasta que un recluta los interrumpió al bajar a preparar el desayuno para todo el cuartel.

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