Celos
El campo de tiro estaba bastante alejado del cuartel, estratégicamente dispuesto en una zona donde no hubiese el peligro de dispararle a alguien por casualidad.
Una serie de blancos de madera estaban dispuestos contra un muro de concreto que contendrían los disparos y evitar una posible "bala loca".
-Apunten.
La voz de mando del capitán Kirstein se alzó potente. Cada miembro del escuadrón puso las armas en posición.
-¡Fuego!
El sonido de varios disparos invadió el ambiente. Los miembros del escuadrón revisaban a la distancia los sitios de impacto. Unos más certeros que otros.
-Apunten a piernas, corazón y cabeza. Cuatro tiros limpios. Apunten. ¡Fuego!
Sinceramente, Jean odiaba entrenar para matar personas. Pero las constantes invasiones de Marley no les habían dejado otra opción.
-Descansen.
Los soldados bajaron sus armas. Jean revisó los tiros mientras los muchachos se retiraban los fonos protectores y comenzaban a charlar entre ellos. En general el desempeño era bueno, excepto por…
-Bicher -llamó Jean y una de las chicas lo miró -Quédate. El resto puede retirarse.
Loretta Bicher era una de las últimas adquisiciones de la Legión de Reconocimiento. Era una muchacha de carácter afable, tranquila y que daba su mejor esfuerzo en cada entrenamiento. Había sido de las mejores de su generación, pudiendo elegir estar en la Policía Militar, pero decidió entregar su talento a la Legión, a la libertad de la isla.
Cualquiera de sus compañeros diría que Loretta era una buen soldado, eficiente, de mente clara y alta concentración. Incluso Shadis la alabó una vez, lo cual es decir bastante. Pero Loretta solo tenía una debilidad… una que la hacía desconcentrarse del trabajo, la volvía media tonta y especialmente sensible. Esa debilidad o, más bien "ese", era su propio capitán. Sí, así es, Jean Kirstein.
-Toma tu arma y apunta –ordenó el capitán del escuadrón.
La chica hizo tal cual se le indicó. Pero la orden de disparar no llegó, sino que Jean se ubicó a su lado y corrigió su postura. Loretta sintió que un escalofrío le recorrió la espalda y el corazón le latía veloz. No podía evitar mirarlo embobada y completamente roja.
-Hazlo con las dos manos en un comienzo, ¿vale? –tomó la muñeca izquierda de la muchacha y la llevó hasta la mano que sostenía el arma –Eso, bien firme. Tus brazos algo más arriba –nuevamente fue él quien mejoró la posición de sus brazos –Apunta y dispara.
La chica disparó, pero se sentía tiritar completamente. ¡Él estaba tan cerca!
-Mejor –comentó Jean retrocediendo un par de pasos –Otra vez.
La práctica en solitario duró una media hora más, hasta que Loretta fue capaz de acertar sus tiros sin titubear. No hay que culparla por haber estado toda nervios durante ese tiempo, ni menos por ilusionarse con la cercanía de su capitán. Mal que mal, era una chiquilla enamorada como tantas otras.
Todo había comenzado apenas llegó al cuartel hacía un año, en su mano una carta para la comandante Hange donde estaban sus registros de la academia militar. Estaba perdida entre todos esos soldados y pasillos. En la puerta le habían dado una indicación que no captó del todo, por lo que pedir ayuda era lo que correspondía. Por lo mismo se acercó a un par de soldados, una chica de pelo oscuro y un muchacho castaño. Su intención era hablar originalmente con la chica, pero su rostro no era muy amigable cuando le consultó por la oficina de la comandante.
-Eres nueva, ¿no? –preguntó el muchacho y Loretta de inmediato se le quedó mirando con un ligero sonrojo en las mejillas. ¡Era tan guapo! –Vamos, yo te llevo –miró a la chica con quien hablaba antes –Nos vemos luego, Mikasa.
Luego aprendió Loretta que aquella Mikasa era la gran Mikasa Ackerman, la mujer que valía por cien soldados. Y que, el muchacho que la había llevado a la oficina de la comandante, era otro miembro importante de la legión, ahora el capitán de su escuadrón. Quizás si no hubiesen coincidido a ella se le hubiese olvidado ese palpitar inicial y no hubiese desarrollado ese enamoramiento que solo mermaba su desempeño. Pero durante ese año solo crecía y crecía… ¡y se sentía tan tonta!
Una de sus amigas le decía que tampoco era tan guapo, que tenía cara de caballo y malhumor. Pero para ella era perfecto. Le gustaba todo de él, pero todo. Por lo que, aun cuando sentía vergüenza de estar siendo corregida constantemente por su líder de escuadrón, eran los mejores momentos. Por lo que tomó una decisión: confesaría sus sentimientos.
-Señorita Ackerman, señorita Ackerman.
Era ya entrada la noche, tras la cena. Mikasa detuvo su marcha siendo llamada por una chica que reconoció como del escuadrón de Jean. La muchacha parecía acelerada y nerviosa, de hecho, al llegar a su lado pudo notar que tiritaba ligero.
-¿Sí? –preguntó Mikasa.
Loretta apenas podía moverse, pero debía hacerlo. Sabía, más bien había notado, que Mikasa y Jean eran cercanos, amigos. Se rumoreaba que ella tenía algo con Eren Jaeger, o con Armin Arlet… o con el capitán Levi. En fin, el tema es que suponía que de todas las personas cercanas a su líder de escuadrón, sería Mikasa la más adecuada. Se la veía seria y madura. Por lo mismo decantó por ella.
-¿Podría… podría entregarle esto al señor Kirstein?
Sacó de su bolsillo un sobre y se lo extendió. Mikasa lo miró por ambos lados y asintió. Le extrañó a Loretta que no la interrogara. Para cualquier mujer ese movimiento sería obvio, era una carta de amor. Pero Mikasa parecía o muy discreta o no intuía cuál era el contenido.
-Sí, no hay problema… -fue la respuesta de Mikasa.
-Gracias.
Así fue como Loretta se marchó y Mikasa se dirigió a las habitaciones… de los varones. Sin hacer esfuerzo alguno por pasar desapercibida, caminó hasta la habitación que Jean compartía con Connie, mientras Connie se colaba en la habitación que ella compartía con Sasha. Era un buen acuerdo.
-Ya tardabas -comentó Jean al verla ingresar, ordenaba la ropa para el día siguiente sobre la silla de un pequeño escritorio -¿Qué te entretuvo?
Mikasa le entregó la carta que traía en las manos. Jean la recibió. No traía remitente.
-¿Qué es? -preguntó Jean mirando el sobre por ambos lados.
-Ni idea. Me la entregó una de las chicas de tu escuadrón. Una castaña, ni alta ni baja, ojos claros.
-¿Agatha?
-No, otra… Parecía nerviosa. Una de carita redonda.
-Ah… Loretta.
-Es la chica con la que tienes problemas, ¿no? -preguntó sentándose en el borde de la cama y retirándose la chaqueta -¿La que tienes que ayudar después de los entrenamientos?
-Sí, la misma -Jean dejó el sobre en el escritorio sin abrirla -Me preocupa su desempeño. Si no mejora deberé pedir su traslado a los muros. No puedo arriesgarme, no con los ataques recientes.
-Al menos aun no ha muerto -dejó caer Mikasa quitándose las botas -Quiere decir que tus clases particulares funcionan.
Hubo algo en el tono de voz de Mikasa, algo que Jean detectó. Una ligera cuota de sarcasmo.
-¿Estás celosa? -preguntó con una sonrisa maliciosa.
-¿Yo? ¿Celosa? ¡Qué va! -exclamó Mikasa sentada cruzada de piernas y descalza sobre la cama -Tengo al novio más feo de la Legión. Soy toda una estratega.
Sonreía con la misma malicia de Jean. Sabía que picaría, más cuando al segundo fingió absoluta inocencia. Jean se sentó frente a ella.
-Con que soy feo, ¿ah?
-Horrible. Y malgeniado. Solo alguien con muy mal gusto se fijaría en ti.
Jean se acercó para quedar a un palmo de distancia.
-Pues, qué mal gusto tienes Mikasa Ackerman.
Mikasa llevó sus manos al cabello de Jean enredando sus dedos en él. Se acercó un poco más.
-Velo del lado positivo, Jean. Tienes suerte que tenga mal gusto.
Se le trepó encima rodeándolo con los brazos por el cuello uniendo sus labios en un ansioso beso. Jean la apegó a él por las caderas mientras le comía la boca y sus manos le daban un firme agarrón en el trasero. Mikasa respondió mordiéndole el labio.
-Parece que mi chica quiere montarse a este caballo feo -bromeó Jean.
-Expeles romance -respondió Mikasa. Se le salió de encima -Voy al baño.
-Vale.
Mikasa salió del cuarto y Jean comenzó a quitarse la ropa. Cuando iba a dejar la camisa a un lado, miró hacia el escritorio. Tomó el sobre y lo abrió. Sacó la carta de adentro y sus ojos pasaron por las líneas con gran sorpresa.
-Vaya…
Mikasa volvía a ingresar, Jean dejó la carta torpemente bajo otros papeles. Mikasa notó aquello, pero no dijo nada. En su lugar, pasó a abrazarlo y apegársele recorriendo su espalda desnuda con las manos.
-¿Retomamos la cabalgata? -propuso pícara.
Volvieron a besarse y se tiraron precipitados a la cama.
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A la mañana siguiente, Jean salió más temprano que de costumbre. Debía arreglar algo para una reunión con la comandante. Mikasa se quedó un rato más en la cama, no dormía, pero aprovechaba de descansar. Cuando decidió levantarse finalmente no pudo evitar recordar la carta que había entregado a Jean la noche anterior.
No, ella no era de las que se metiera en las cosas de otros. Pero la sospechosa actitud de Jean la llevó a ello. Buscó la carta entre las hojas sobre el escritorio hasta que dio con ella.
Sus ojos se perdieron en la perfecta caligrafía, pero el contenido fue lo que más la sobresaltó. Aquella carta estaba llena de admiración y afecto. Hasta cierto punto la conmovía que otra chica pudiese ver todo lo que ella veía en Jean. Y, por un segundo, casi podría creer que esas eran sus palabras. Con una salvedad: ella no diría jamás esas cosas. Jean era el meloso de la relación, ella era sarcástica y poco expresiva.
Pero…
Dejó la carta donde la encontró y, terminando de vestirse, salió de la habitación. Ella era una mujer celosa, lo reconocía, pero no podía dejarse llevar por algo así. Sabía que Jean la quería y que lo había hecho por mucho tiempo. Ella también lo quería. Sabía que Jean no tenía ojos para nadie más.
Pero…
Iba doblando la esquina para el comedor cuando vio a Jean hablando con la comandante. Ella le sonreía amable y divertida, como siempre. La vio poner una mano sobre el hombro del muchacho y él le sonrió de regreso. ¿Qué diablos? Aceleró el paso.
-Buenos días, comandante Hange.
Hange miró sorprendida la intromisión de Mikasa. Notó también cierta incomodidad en su rostro usualmente taciturno. Ahora parecía atenta… como si tuviese que atacar.
-Buen día, Mikasa -saludó afable y volvió a Jean -Buen trabajo. Lo discutiremos más tarde.
-Sí, comandante.
Hange dejó a ambos chicos y se adelantó al comedor. Jean miró a Mikasa volverse hacia el camino que Hange tomó.
-¿Pasa algo? -preguntó al ver ese gesto asesino en ella.
-Nada -repuso rápido -Vamos a desayunar.
Acto seguido, Mikasa lo tomó de la mano y prácticamente lo arrastró allí. Se dirigieron, como siempre, a aquella mesa junto a la ventana donde ya estaban Armin y Eren. Ambos saludaron y dejaron sus chaquetas en las banquetas a modo de tomar los asientos, cosa de costumbre porque nadie se sentaría allí de todos modos. Era su lugar.
Se dirigieron luego a buscar sus respectivas bandejas, mientras Mikasa miraba asesina a su alrededor. Había soltado la mano de Jean apenas ingresaron al comedor, pero al sentir miradas sobre él, volvió a hacerlo. Jean bajó la vista a su mano atrapada por la de Mikasa y la alzó hasta sus labios dejando un beso en ella.
-¿Qué pasa? -insistió.
-Nada.
A Jean le pareció extraño, pero no dijo nada. Al llegar al sitio de las bandejas Mikasa soltó su mano, aun dirigía su mirada a todos lados. Regresaron a la mesa.
-Buenos días -Sasha se sentaba junto a Jean, Connie frente a ella.
-Buenos días -respondieron todos al unísono.
Se concentraron en el desayuno y las conversaciones sobre los planes para el día, nada fuera de lo común. Excepto por Mikasa que se apegaba a Jean cuanto podía. Incluso mantenía una mano en su muslo marcando territorio. Aquella cercanía, una que no era habitual, llamó la atención de muchos en las otras mesas.
-¿De dónde sacaste eso? -preguntó Sasha a Jean indicando un rollito de canela.
-Del mesón, estaban medio ocultos al fondo -indicó -Pero toma. Creo que fue demasiado.
Cuando Jean le extendía el rollo a Sasha, Mikasa lo arrebató y lo volvió a dejar en el plato de Jean.
-Come -dijo imperativa.
-Mika, de verdad que no tengo hambre -dijo Jean despreocupado -Sasha puede tenerlo.
Hizo el amague de pasarle el rollo de canela nuevamente a Sasha quien extendía su mano ansiosa. Mikasa volvió a arrebatárselo y se lo embutió en la boca a Jean.
-Te lo comes y ya.
Jean tuvo que masticar la mitad y lo hizo costosamente. Todos los de la mesa observaban la escena extrañados. Mikasa no se comportaba así con Jean, sí con Eren, pero no con Jean. De hecho, más les extrañó que Jean no reaccionara a aquello. Jean era bueno poniendo en su lugar a Mikasa.
Sasha fue por un bollo y Jean ya tragaba.
-¿Qué te pasa? -murmuró al oído de Mikasa.
-¿Por qué querías darle tu rollo a Sasha? -masculló Mikasa.
-Porque no lo quería.
-Igual te lo comiste -sentenció.
-Porque me lo metiste en la boca -respondió Jean exaltado -¿Qué diablos te pasa hoy?
Mikasa lo miró fijo a los ojos.
-Nada.
Luego del desayuno y que Mikasa no se separara de Jean en cada instante, incluso guardó ella su bandeja cuando la chica que recibía las sobras extendió sus manos, ambos se dirigieron a sus labores diarias.
-Hoy trabajaremos con el equipo de maniobras tridimensional -anunció Mikasa a su escuadrón.
Un joven alzó la mano.
-Capitana Ackerman. ¿No se suponía que hoy tendríamos entrenamiento físico?
Mikasa lo miró fijo, muy seria. El joven sintió un escalofrío recorrerlo entero. Nadie chistó y fueron por sus equipos de maniobras y siguieron a Mikasa hasta el bosque.
-Ackerman… -saludó Jean cuando la vio llegar en compañía de su escuadrón -¿Tienes entrenamiento? -sacó una hoja de su carpeta -Porque yo tengo el campo de entrenamiento designado.
-Nuestros escuadrones entrenarán juntos -dijo Mikasa con seguridad.
Jean se la quedó mirando. Mikasa dio instrucciones a su escuadrón, los que se unieron al de Jean en la persecución de objetivos ocultos entre los árboles.
-Nada -dijo Mikasa ante la insistente mirada de Jean -No pasa nada.
Pero mientras cada uno se preocupaba de su escuadrón, Mikasa no podía evitar poner sus ojos en cada chica, incluyendo a las propias. Sobre todo cuando una se enredó entre las cuerdas y Jean fue en su ayuda.
-Deja, yo lo hago -indicó Mikasa llegando hasta ellos.
Cada vez que una chica se acercaba a Jean ella iba hasta allí y respondía por él. Marcaba su territorio estando siempre cerca. Incluso lo tocaba en ocasiones. En el hombro, en la cintura, manteniendo una cercanía extrema. Jean comenzaba a sentirse incómodo con ello.
Al terminar el entrenamiento, Mikasa no dio un momento para que ninguna chica se acercara a Jean a consultar algo. Pero cuando se dirigían al comedor ya para almorzar, Jean se le perdió de vista. Claro, ella respondía a algo de un chico de su escuadrón. Se alteró. ¿Dónde estaba?
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-Tenemos que hablar, los dos.
Loretta asintió ya cuando se habían alejado del campo de entrenamiento, a un costado justo junto a los establos.
Jean volvió a alzar la voz.
-Recibí tu carta y… te agradezco las palabras -dijo con calma, la chica se ruborizó al extremo -Pero estoy enamorado de alguien más. Tengo novia.
Loretta se sorprendió. ¿Quién era su novia? Nunca lo había visto cerca de alguna chica como para sospechar. No habían rumores a su alrededor. Era algo… sorprendente. No, obvio que alguien como él podía tener novia, pero…
-Eres una gran chica, sé que encontrarás a alguien más. Pero yo… no estoy disponible.
Loretta asintió. No pudo evitar que la información le afectara y sus ojos se aguaron. Pensaba que tanta dedicación de su líder de escuadrón podía significar algo más.
-¿No te gusto… ni siquiera un poco?
Jean no esperaba eso. Pensaba que bastaba con aclararlo y tal. ¿Gustarle? Era una chica linda y empeñosa. Pero no. Él ya tenía a la chica de sus sueños.
-Lo siento -respondió algo afectado.
Nunca le había pasado que una chica fuese así. Tan dulce y directa. Se sentía halagado de despertar esa clase de sentimientos en alguien. Fue peor cuando Loretta se puso a llorar.
No pudo evitar poner las manos en los hombros de la chica y luego, cuando se calmó un poco alzarle el mentón suavemente. Le entregó un pañuelo y ella se limpió las lágrimas.
-No llores. No valgo tanto la pena, ¿sí?
Cuando Loretta estuvo algo más tranquila volvió muy avergonzada al cuartel. Jean se quedó un momento más en los establos. Todo esto seguido atentamente por Mikasa, quien estaba escondida en un rincón.
Sobre todo las últimas palabras de Jean daban vueltas en su cabeza. "No valgo tanto la pena". ¿Cómo que no? Era inteligente, divertido, honesto… era una buena persona, un líder admirable. Además era tan cálido y cariñoso con ella. Siempre tenía lindos detalles… y la hacía reír. La hacía sentir la chica más afortunada del mundo, a pesar de todo lo lúgubre que éste fuera. La hacía tener esperanzas de un futuro mejor. Y… la hacía sentir hermosa y… deseada.
Ella… ¿hacía esas cosas por él? ¿Por qué decía que no valía la pena? Y si… ¿y si se daba cuenta que esa otra chica veía todas esas cosas en él? Esas cosas que ella misma no le decía… si hubiese una chica más demostrativa, que le demostrara que él sí valía la pena…
De pronto lo vio salir del establo y dirigirse al cuartel. Dejó pasar un tiempo antes de aparecerse en el comedor. Hizo como si no hubiese presenciado nada y pasó a sentarse junto a sus compañeros. Jean no estaba ahí. Eso era extraño… quizás estaba cuestionándose lo de la carta. Tal vez estaba barajando la posibilidad de… ¡No, eso nunca! ¡Jean nunca la dejaría!
¿Verdad?
De pronto un grupo de la policía militar ingresó al comedor. Todos se pusieron de pie por inercia. Hange salió frente a ellos.
-Legión de Reconocimiento -alzó la voz y todos se cuadraron -Nos visita, la Reina Historia Reiss.
Todos se arrodillaron ante la presencia de la reina. Para ellos era un honor, para los chicos de la tropa 104, era volver a ver a una vieja amiga. Mikasa notó que Jean estaba entre quienes ingresaron con Historia. Claro, era la mano derecha de la comandante. Eso explicaba su ausencia. No estaba cuestionándose nada de la dichosa carta ni la niña llorosa. Suspiró aliviada.
-Por favor, descansen -la voz de Historia, como siempre, se escuchaba dulce y plácida, pero firme y segura -Es para mí un honor compartir con quienes han tomado este rumbo. El entregar sus corazones a la humanidad. Yo soy una de ustedes, y mi corazón con toda la humanidad en los muros.
Los soldados la escuchaban con emoción y aun más emocionados cuando Historia tomó asiento junto a sus antiguos compañeros. Por supuesto que las conversaciones giraron en torno a ella y así debía ser. Hacía tiempo que no se veían ni podían compartir. Claro que era una visita no solo protocolar, Historia necesitaba hablar algunas cosas con la comandante y los miembros altos de la Legión.
Un momento así era para dejar las frivolidades de lado. Mikasa ante todo era una soldado. Pero no pudo disimular un gesto de infinita molestia cuando notó que Jean prestaba demasiada atención a Historia. Claro… ¿quién no lo haría? Historia era hermosa, tenía carácter, pero era una mujer dulce.
-¿Cómo estás, Mikasa? -Historia le hablaba -Se te bien. Te cortaste el pelo, te queda hermoso.
Mikasa se limitó a sonreírle leve, pero Historia ya sabía como era ella. La reina charló un poco con ella y Sasha, cosas que podían interesarle a las chicas. Recordando sus tiempos de reclutas y los que compartió con la Legión. Fue una visita agradable, al menos verla un momento, antes que volviera a su reunión con Hange, Levi, Eren y Armin. Reunión que duró hasta medianoche.
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-No puedo creer que finalmente Jean lo consiguió.
Hitch, dentro de la guardia de la reina, se instalaba en la habitación de Sasha y Mikasa una vez terminada su ronda. No se veían desde hace un par de años y ella siempre fue buena para charlar.
-¿Conseguir qué? -preguntó Mikasa metiéndose a la cama.
-Ay, tan bobita -se rio acomodándose entre las ropas de cama y girando para ver a Mikasa -A ti, a eso me refiero. Ya era hora que le dieras bola al pobre. Es un buen muchacho.
Mikasa frunció leve el ceño.
-¡Ay, por Dios! Dime que no estás celosa por algo así -exclamó Hitch -Solo fue una jugarreta. Nada en serio.
Detrás de Mikasa, Sasha le hacía señas a Hitch para que cerrara la boca. Pero era muy tarde, la policía militar había abierto la boca grande. Mikasa notó que Hitch se detuvo y volteó a ver a Sasha quien sonreía inocente.
-¿Qué no fue nada serio? -masculló Mikasa lento paseando su vista entre ambas.
Hitch tragó saliva espesa y Sasha sintió ese escalofrío marca Ackerman. Al ver que Hitch perdió la voz y antes que Mikasa sacara a relucir su especialidad de cortar carne, Sasha alzó la voz:
-Hitch tuvo un amorío con Jean -la indicó aterrorizada.
-Pero no fue nada serio -se precipitó la policía angustiada al ver el rostro asesino de la chica. Agitaba sus manos delante de ella -Fue una tontería. Ya sabes, yo no me tomo esas cosas en serio. Es todo todito tuyo -hizo una pausa al ver que Mikasa baja la guardia -Pensé que lo sabías…
Mikasa se hizo la desentendida.
-No lo sabía y tampoco me interesa que hizo o dejó de hacer.
Hitch se metió a su cama y fingió interés en cepillar su cabello. Sasha por su lado parecía muy nerviosa. Mikasa detectó aquello y la miró suspicaz.
-¡Ya, vale! -exclamó Sasha -Besé a Jean jugando a la botella cuando éramos reclutas -confesó.
Hitch miró a Sasha sorprendida.
-¿Cuándo pasaban esas cosas? -exclamó Mikasa más sorprendida por lo del juego que por el hecho.
-En las reuniones nocturnas en las que tú no participabas -explicó acelerada.
-¡Se suponía que no habías besado a nadie! Que por eso te besabas con Connie. ¡Me mentiste!
-Ay, pero si eso no cuenta -desestimó Sasha.
-Sasha tiene razón -opinó Hitch -Son juegos de niños -Además, una cosa es besar a un amigo por juego y la otra besar al chico que te gusta.
Sasha asentía enérgica. Mikasa bufó.
-Yo nunca me besé con un amigo -masculló Mikasa -Eso de andar regalando besos no es mi estilo -hizo una pausa en la que las chicas la miraban expectantes. Mikasa miró a Sasha -¿A quién más besó Jean en esos estúpidos juegos?
-¡No vayas a decirle! -exclamó Hitch a Sasha.
Pero Sasha era la mejor amiga de Mikasa, era incapaz de mentirle. Y su capacidad de callar la boca era cercana a cero.
-A Mina, a Betsie, a Karinne, a Historia…
-¿A Historia? -exclamó Hitch anonadada.
-¡No puedo creer que Historia se prestara para esas idioteces! -ahora Mikasa exclamaba -Además que ella no estaba con… tú sabes… -miró a Sasha y la chica se alzó de hombros sin saber que responder.
-Eran juegos de niños. Además no es nuestra culpa que no te sumaras.
-Y tampoco es su culpa que tu novio sea un caliente de mierda -comentó Hitch despreocupada -Tiene su fama…
-¿Qué? -Mikasa no salía de su sorpresa -¿Fama de qué?
-De manitas largas -bromeó Hitch.
-¡Basta, Hitch! No le eches más leña a la hoguera!
Mikasa se salió de la cama vuelta una furia. ¿Con que Jean tenía mala fama? Sabía que no era ningún santurrón y no era su culpa que ella no hubiese incursionado en nada de ese estilo antes. ¡Pero qué ira tenía! Sobre todo porque su novio "manitas largas" no había sido nada manos largas con ella durante un año. ¿Acaso no le gustaba tanto como las otras chicas?
-¿A dónde vas? -preguntó Sasha cuando notó que Mikasa se vestía -Oye, son estupideces. No te vas a enojar por eso, ¿verdad?
-¡No estoy enojada!
Pero aquello no quejó duda que estaba furiosa. Tanto Hitch como Sasha vieron salir a Mikasa hecha una furia de la habitación. Sasha hizo el amague de ir tras ella, pero Hitch la hizo cambiar de opinión. Mikasa debía aprender a lidiar con el pasado de las personas.
Y eso Mikasa lo sabía. Pero tenía tanta rabia. No era algo racional, le salía del estómago y la invadía completa. Se sentía traicionada por Sasha por no contarle antes. Se sentía traicionada por Jean porque… porque… ¡porque se suponía que ella le gustaba y andaba de putón por la vida! ¿Y si pensaba en otras chicas cuando estaba con ella? ¿Y si le había sido infiel? ¿Y si… y si lo era ahora? O… quizás lo sería después…
En su recorrido por los pasillos, ya de noche, los más pequeños ruidos podían ser escuchados. Así fue como reconoció la voz de Jean proveniente de una de las oficinas. ¡Ya todos deberían estar en sus habitaciones!
Con esa furia latente caminó hasta de donde procedía la voz. Escuchó una risa cantarina del mismo lugar. Era la única oficina con la luz encendida. La puerta estaba entreabierta. Se asomó apenas para ser vista, su mirada asesina lista para lanzarse sobre su enemigo.
En la oficina Jean charlaba con Historia. La postura de ambos era relajada. Uno a cada lado del escritorio. La luz destacaba las preciosas facciones de la reina de la isla. Historia era hermosa. Tan hermosa que parecía una diosa. Aun en sus tiempos de recluta siempre fue delicada y femenina. Tal como todas las chicas que Sasha mencionó como "amiguitas" de Jean. La misma Hitch era una coqueta de lo peor. Pero ella misma… ella no era así. Entonces, ¿por qué le gustaba a Jean? Si se notaba que su gusto de chicas era muy diferente a ella misma.
Notó que Jean le mostraba unos papeles a Historia, le explicaba algo a lo que Mikasa no puso atención. Solo podía concentrarse en el tono amable que Jean utilizaba con su ex compañera y en la sonrisa amigable que mostraba.
Cuando iba a retirarse, Jean miró a la puerta y reconoció la silueta de Mikasa tras ella.
-¿Mika? -Mikasa pegó un respingo al escucharse nombrar -Pasa…
La chica ingresó en la oficina a paso cauto, tal como si estuviera frente al enemigo. Cada paso pensado, en guardia.
-Justo hablábamos de ti, Mikasa -dijo Historia -Siéntate. Ya acabamos con esto -indicó los documentos sobre la mesa -Lamento haber retenido a Jean. ¿Tenían una cita?
-No -respondió Jean de inmediato -Pero es una linda sorpresa tener a mi chica aquí. Pensaba que dormías, bonita.
-Es difícil con Hitch y su bocota -dijo con tono duro y Jean frunció en ceño. Entendió perfectamente a lo que iba, leía muy bien a Mikasa.
Historia sonrió dulce. Se puso de pie y ambos soldados hicieron una venia por reflejo.
-Los dejaré disfrutar de la noche -dijo prudente -Con su permiso.
-Te acompañamos. No puedes andar sin guardia y es mi labor -dijo Jean -Y la de Mikasa. Es la mejor soldado de la Legión, ¿verdad?
Historia asintió agradada.
-Lo es. Y son mis amigos. Es grato pasar tiempo con ustedes.
Iniciaron la marcha hasta la habitación designada a Historia. Un par de guardias, dos chicas, frente a la puerta. Abrieron para dejarle el paso haciendo una venia. Jean y Mikasa emprendieron el camino lejos de ese sector, camino a las barracas.
-¿Qué pasa, Mika? -preguntó Jean cuando estuvieron lo suficientemente lejos.
-Nada.
No detuvo su caminar, pero Jean la detuvo suave por el brazo.
-Lo de Hitch fue hace bastante y fue solo una jugarreta. Nada más.
Mikasa se sorprendió que él pudiese saber aquello. Quizás fue demasiado obvia, pero también fue su intención. Debía admitirlo.
-¿Te acostaste con ella? -preguntó Mikasa sin filtro.
-Sí.
Lo esperaba, pero no estaba lista para escucharlo.
-Mika… fue antes de que empezáramos a salir. Mucho antes. No te enojes por algo así.
-¿Y te gustó? -murmuró Mikasa bajando la voz a un murmullo. Bajó la vista.
-Mikasa… fue solo eso. Nada más. Una cosa llevó a la otra y ya. No tuvo importancia.
-¿Tampoco tiene importancia cuando nosotros lo hacemos? ¿También una cosa lleva a la otra?
-¿Qué? -exclamó Jean -No. Claro que tiene importancia cuando es contigo. ¿En qué estás pensando? No tiene punto de comparación.
Mikasa apretó los dientes.
-¿Con cuántas mujeres te acostaste antes que yo?
Jean frunció el ceño.
-No voy a responder eso -respondió serio -Porque no tiene nada que ver con lo de nosotros. No cambia en lo absoluto lo que tenemos.
-Yo no había estado con nadie antes… -masculló Mikasa.
Jean la tomó de las manos.
-Y si yo hubiese sabido que en algún momento ibas a fijarte en mí, tampoco hubiese estado con nadie más. Eres… eres el amor de mi vida…
-¡Pero te acostabas con otras mujeres!
-¡Eso no cambia lo que siento por ti! -exclamó Jean -¡Y tampoco fueron tantas! ¿Cuál es el problema? Estoy enamorado de ti desde que tengo doce años. ¿Eso no vale?
-¡Pero igual te acostabas con otras! ¡Y te besaste con Sasha!
-¿Qué? -Jean parpadeó descolocado -¡Eso fue un juego de niños! Sasha es mi mejor amiga. No confundas las cosas. Era un estúpido juego.
-¿Quién fue tu primer beso? -preguntó Mikasa mirándolo fijo a los ojos.
-Una chica de Trost. Tenía diez años, ella también. Era una compañera de escuela. ¿Qué importa eso? -dijo Jean algo exasperado.
-¿Sabes quien fue mi primer beso? -insistió Mikasa -Tú. ¿Mi primer chico? Tú. Y tú tienes la fama de putón. Hitch te llamó "manos largas". ¡Se suponía que me amabas a mí!
-¡Y yo suponía que amabas a Eren! ¿Qué iba a hacer? -exclamó Jean, y Mikasa bajó la vista -¡Nunca pensé que me ibas a mirar con otros ojos! ¿Quién era yo comparado con la persona que salvó tu vida? ¡Nadie!
Mikasa se sobresaltó.
-Tú también salvaste mi vida…
-En un contexto de batalla. No es lo mismo -aclaró -Pero lo hice. ¿Y qué hiciste tú? Te fuiste detrás de Eren. ¿Qué querías que pensara? ¿Qué querías que hiciera? ¿Esperarte toda la vida cuando no creía tener un chance contigo? No seas injusta. Me vale mierda quienes estuvieron antes que tú. Solo quiero que seas la última. ¿Acaso eso no te importa? -hizo una pausa -Quiero que siempre seas lo último que vea al fin del día y lo primero que vea al despertar. Quiero que cuando acabe esta mierda nos perdamos en una casa en el campo. Quiero vivir el resto de mi vida a tu lado y hacer un par de críos… o más de un par. Tener una familia contigo. ¡Y nunca quise nada de eso con ninguna otra! Y si eso no te importa y si no quieres lo mismo… -calló de pronto y calmó el tono -Quiero volverme viejo a tu lado. Ver como tu precioso pelo negro se llena de canas. Verte convertirte en la viejita más linda del mundo y contarle a mis nietos que te hice feliz… porque eso es lo único que quiero. Te amo, más que a mi propia vida. Y si mi pasado pesa tanto como para echar por la borda todo eso… no sé…
Mikasa guardó silencio. Nunca había escuchado a Jean hablar del futuro. Ella misma vivía el presente sin esperar nada más. Una casita en el campo se escuchaba muy bien. Hijos… sí, ella tendría hijos con él si el futuro les regalara la paz. ¡Y claro que quería verlo hacerse viejo a su lado!
Pero…
-¿Te parecían más atractivas que yo? Las otras… -preguntó Mikasa.
-Nunca ha habido para mí una mujer más hermosa, más admirable y más inteligente que tú. Eres perfecta a mis ojos… así tal cual.
Mikasa asintió guardando silencio.
-¿Ni siquiera Historia?
Jean alzó las cejas sorprendido.
-¿No escuchaste nada de lo que dije? -pasó una mano por su espalda baja y la atrajo hacia él sin resistencia. Alzó su mentón para poder tenerla cerca -Para mí no ha habido más que Mikasa Ackerman. Y lo único que quiero es que tu apellido sea Kirstein en algún momento. Y me vale Mare y sus putos titanes. Me vale Reiner, me valen todos. Si para convertirte en mi mujer tengo que matarlos a todos, lo haré.
-¿Entonces por qué…?
-Porque nunca pensé que te fijaras en alguien tan poca cosa como yo… Te mereces al mejor hombre del mundo. A uno que puedas admirar. Uno que pueda darte todo el mundo. Te mereces al más inteligente, valiente y más guapo. Y no soy nada de eso…
Mikasa entonces entendió las palabras que Jean dijo a Loretta. Él no se consideraba a su propia altura. Mikasa lo rodeó con sus brazos con fuerza.
-Eres inteligente, eres increíblemente valiente… y siempre creí que eras muy guapo -alzó la mirada -Pero eras tan desagradable con mi propia familia… ¿Sabes que nunca vi a Eren como algo más que a mi hermano?
-Lo sé… ya me lo has dicho -respondió Jean con voz calma.
Mikasa le sonrió.
-Cuando todo esto termine… -dijo Mikasa mirándolo a los ojos -Cumple tu promesa… quiero la casita en el campo… quiero los niños… Dame una vida que atesorar.
Jean la abrazó con fuerza. Mikasa escondió su rostro en la curva entre su hombro y su cuello y soltó un suspiro trémulo. Se sentía tan tonta e insegura de solo pensar que él pudiese pensar en otras mujeres. Que, en algún momento, dejara de quererla.
Mikasa sintió el abrazo de Jean soltarse y se angustió. Pero lo vio arrodillarse frente a ella y tomarla de la mano.
-Cásate conmigo, Mikasa Ackerman. Ahora o dentro de cien años si nuestra vida es así de larga… -la miraba a los ojos -Pero cásate conmigo -Mikasa sonrió amplio -No tengo un anillo que ofrecerte, pero ya lo tendré. Prometo darte una vida que sea digna de ti. No puedo prometerte un castillo… pero puedo jurarte que te amaré cada día de mi miserable existencia. Solo… cásate conmigo.
Mikasa lo vio arrodillado frente a ella, como si ella fuese una reina. Ella, una simple soldado, una chica de campo. Ella y él eran iguales. ¿Por qué tomaba esa actitud? ¿Cómo si estuviese a sus pies?
-Ponte de pie… por favor… -murmuró.
Jean obedeció, Mikasa sujetó su mano con firmeza.
-Tú y yo somos iguales -dijo ella con su voz serena -Lo mismo que tú quieres, es lo que yo quiero. No necesitas arrodillarte para pedirme nada… -hizo una pausa y lo jaló hacia ella -Me casaré contigo, solo si me prometes que nunca más dirás que no vales la pena… porque para mí… vales muchísimo -puso una mano en el pecho de Jean -Vales todo lo que quiero, ahora… y mañana… y todos los días después de mañana.
Jean quería saltar, chillar y celebrar. Pero se aguantó. Aún había un asunto que tratar.
-¿No más celos? -preguntó serio.
Mikasa sonrió amplio. Alzó su mano izquierda frente al rostro de Jean.
-Mientras no vea un anillo en este dedo y en esta mano tuya -alzó la de Jean -No te daré tregua -Jean bufó -Quiero que todas sepan que eres solo mío.
-Tan posesiva -suspiró de buen humor.
Solo tenían dieciocho años. Eran muy jóvenes. Pero también eran tan jóvenes cuando se vieron obligados a matar. Habían crecido y madurado a presión. Tampoco sabían sin tenían un futuro… pero ¡qué más daba!
-Dame una semana -dijo Jean con seguridad.
-Solo una semana… y haré tu vida imposible esa semana. Manitas largas… -bromeó.
Una semana después Mikasa Ackerman lucía orgullosa una sencilla argolla de plata en su mano izquierda. No era oro como lucían los ricos, ni traía piedras preciosas. Pero le bastaba ver una igual en la mano izquierda de Jean.
Jean no cumpliría su promesa hasta tres años después, cuando el conflicto hubiese explotado entre Mare, el mundo y Erdia. Cuando la paz momentánea -porque la paz nunca se debe dar por sentada- llegara a sus vidas. Entonces, volvió a ponerse de rodillas frente a su novia, en el umbral de esa humilde casita en el campo que con tanto esfuerzo consiguió para hacerla su hogar.
Pero esa es material del siguiente capítulo.
Para quienes se pregunten, Loretta se puso de novia con un chico diez años mayor, un antiguo perteneciente a las tropas estacionarias, de apellido Sommerville. Seguro les suena.
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