Recuerdos de Verano
Shingeki no Kyojin y sus personajes son propiedad de Hajime Isayama
Fanfic para la actividad "Jeankasa Summer Weekend 2019" de tumblr.
Ilustración:
Instagram: marienimar018
Tumblr: Flamingbluerose016
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“Recuerdos de verano”
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Jean y Mikasa abandonaron temprano de Shiganshina para dar inicio a unas pequeñas vacaciones de verano. Se escaparían unos días a la costa, para disfrutar de las bondades de la playa y del aire marino.
Jean había tenido un año muy pesado en lo laboral, pero había logrado pedir unos días de descanso y qué mejor que ir al lugar favorito de él y de su esposa: Una cabaña acogedora a unos metros de la playa, con una fachada de madera, bien amoblada y con una decoración colorida. La primera vez que se escaparon a la costa fue cuando empezaron su relación, era su primer viaje solos, como novios y desde ese momento, empezaron a ir cada vez que podían: En vacaciones, fines de semanas que coincidieran con días festivos o incluso para una escapada de uno o dos días. A veces iban solos o con amigos. Y no sólo iban en verano, también en invierno, donde podían encender la chimenea y estar todo el día juntos al lado del calor del fuego.
Pero este viaje tenía un tinte especial. Ya no eran solo los dos. En esta ocasión, dos invitados especiales los acompañaban.
Se detuvieron en una gasolinera en plena carretera. Jean se estacionó frente a un local donde servían comida al paso, con comedores en el exterior, juegos para niños y baños. Apenas apagó el motor, Mikasa se quitó el cinturón de seguridad.
–Iré a llenar el estanque- Informó Jean.
–Está bien, nosotros iremos al baño - Contestó Mikasa, sacando un bolso de viaje que llevaba sobre sus pies - ¿Quieres que te compre algo?
–Una gaseosa podría ser -
Mikasa asintió y se bajó del vehículo para dirigirse a la puerta del copiloto. Ahí, en una silla para bebés, una pequeña niña abría poco a pocos sus ojitos al sentir la presencia de su madre.
–Ven, mi amor - Mikasa desabrochó el cinturón de seguridad y cargó a la niña entre sus brazos, mientras le daba un beso en su mejilla - Vamos a ver cómo está ese pañal.
Jean y Mikasa se convirtieron en padres de una niña hace dieciocho meses. Harriet llegó para iluminar sus vidas, para hacer crecer la pequeña familia. Era una bebé adorable, risueña. Había heredado los colores de su papá, su cabello claro, sus orbes color miel. Pero sus rasgos, la forma de sus ojos, su nariz pequeña, eran los mismos que su madre.
Estas serían las primeras vacaciones en familia, los tres juntos. También era la primera vez que Harriet conocería la playa y sus papás estaban muy emocionados por ello.
Antes de que Mikasa cerrara la puerta del auto, una cabeza se asomó al otro lado del asiento. Era Duncan, la fiel mascota de la pareja desde hace tres años. Estaba inquieto tratando de poder salir.
–Tranquilo, campeón- Jean giró su cuerpo hacia los asientos de atrás para calmar al canino- Yo te sacaré luego.
–Volvemos en seguida- Anunció Mikasa, más para Duncan que para Jean, antes de dirigirse a los baños junto a su hija.
Jean encendió el motor y se dirigió a la estación de gasolina ubicada a unos metros. Mientras el bombero llenaba el estanque y limpiaba el parabrisas, abrió la puerta de atrás, desabrochando el cinturón que afirmaba el arnés de Duncan. El perro prácticamente saltó del vehículo y se dirigió a unos pequeños arbustos para poder orinar.
–¡No te alejes! - Le advirtió su dueño.
Duncan llegó a sus vidas de forma inesperada. Una compañera de trabajo de Mikasa había rescatado una camada de cachorros en un basurero y los había puesto en adopción. Mikasa nunca había tenido una mascota, Jean tampoco, pero eso no les importó, cuando vieron por primera vez a ese pequeño cachorro gordito y peludo, supieron que sería su compañero de vida.
Él se había convertido en uno más en la familia. Manteniendo las proporciones, Duncan era como otro hijo para ellos.
Jean regresó a los estacionamientos fuera del local de comida para esperar a Mikasa y a Harriet. Duncan estaba dentro del auto, con la cabeza afuera de la ventana, moviendo su colita. Más de algún turista pasaba por al lado del auto y le acariciaba la cabecita, lo que él recibía con agrado. Luego de unos minutos de espera, Jean divisó a su esposa salir del local, de la mano de su hija.
–Te traje un jugo y también un sándwich por si te da hambre- Dijo Mikasa una vez que llegó a su encuentro. Harriet se soltó de su agarre y corrió hacia los brazos de su padre, quien la alzó como si volara, haciendola reir.
–Gracias, mi amor- Agradeció dándole un beso en la mejilla- ¿Cómo les fue? ¿Código marrón?
–No, todo tranquilo por ahora - Negó Mikasa con una leve sonrisa- Quizás más rato ¿Y Duncan?
–Meó todos los arbustos que vio- Respondió Jean con simpleza.
El trayecto de Shiganshina a la playa era sólo de tres horas, pero por las necesidades de Harriet y Duncan, decidieron hacer una parada adicional. En una de las mesas ubicadas fueras del local se instalaron para comer. Mikasa había preparado todo para que nadie pasara hambre, compró diversas papillas para su hija durante el viaje, snack para ellos y alimento para Duncan. Además de sus cosas personales, ropa y juguetes para los dos. Todo para que sus acompañantes estuvieran a gusto durante las vacaciones.
Una hora después volvían embarcarse para continuar el viaje. La costa los recibió con un sol radiante, el pequeño pueblo estaba repleto de turistas que paseaban por las calles, muchos para dirigirse a la playa. Harriet desde su ventana observaba fascinada el mar y las olas.
–¿Te gusta la playa?- Mikasa se inclinó hacia su hija.
–¡Paya! -Exclamó la pequeña feliz.
–Pronto iremos a jugar a la playa, princesa - Agregó Jean, observando con cariño a su retoña desde el espejo retrovisor.
Llegaron a la casa que siempre arrendaban cerca del mar. Duncan inspeccionaba los jardines, Jean se encargó de bajar los bolsos y el coche de Harriet. Mikasa abría ventanas para ventilar la cabaña. El lugar estaba limpio y ordenado, como siempre cuando llegaban.
–¿Quieres descansar? - Le preguntó Mikasa a Jean una vez que cerraba el portamaletas del auto e ingresaba a la cabaña - Fue un viaje más largo de lo normal.
–Estoy bien- Respondió él, acercándose a su esposa, tomándola de la cintura- Vamos un rato a la playa.
Mikasa asintió, dándole un beso en los labios, rodeando sus brazos alrededor de su cuello.
–Me pondré mi bikini rojo- Le susurró al oído, provocando que los vellitos en la nuca se erizaran.
–Usted es diabólica- Respondió Jean, antes de volver a besar sus labios. Pero una rápida mirada a la sala lo hizo reaccionar- ¡Duncan, no!
Duncan había ingresado a la sala corriendo y su cola había pasado a llevar un florero que reposaba sobre una mesa ratona. Jean se lanzó para poder rescatar el adorno, cayendo al piso como si estuviera en cámara lenta, con el jarrón entre sus brazos. Mikasa no pudo evitar reír con la escena, era de película.
–¡Ota vez, papi! - Suplicó Harriet riendo, aplaudiendo con sus manitas, luego de ver la heroica hazaña de su papá.
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La playa estaba llena cuando la familia llegó, pero lograron un espacio para poder instalarse. Harriet era la más emocionada, apenas sus piececitos tocaron la tibia arena, quiso correr hacia el mar. Mikasa, con una paciencia que solo una madre podía tener, logró calmarla y la prepararla para su día primer día playero.
–Hazte así, mira- Le indicó pasando sus dedos por su rostro para que su hija la copiara. Mikasa le había puesto bloqueador solar en todo su cuerpo y también en la cara para protegerla del sol.
Harriet obedeció y se pasó sus manos sobre su cara, tal como lo hizo su madre, quizás con menos delicadeza, para esparcir la crema.
–Isto, mami- Dijo la pequeña. Aún le quedaba crema en su carita, pero Mikasa se preocupó de terminar la labor, pasando sus dedos con suavidad sobre su nariz. Cuando terminó, le dio un besito en la frente.
Jean se quitó la camiseta, quedado solo con su traje de baño. Duncan estaba cerca de ellos, olfateando la arena con curiosidad.
–¿Vamos al mar, Harriet?- Jean se acercó a su hija estirando su mano hacia ella. La pequeña se acercó a él, sonriente.
–Tengan cuidado- Advirtió Mikasa, antes de que se alejaran hacia el mar. Jean le hizo un ademán con la mano, para que no se preocupara. Duncan los siguió, corriendo al lado de ellos.
El oleaje estaba suave, pero cuando Harriet sintió el agua golpear sus pies no pudo evitar dar un pequeño brinco ¡Fue tan repentino! Además el agua estaba fría. Pero después del shock inicial, disfrutó del agua, siempre acompañada de su papá. Jean la tomaba de ambas manos para que saltara cada vez que la ola chocara contra ellos, manteniendo una distancia prudente con el mar. Sonrió al ver a su hija reir, cada vez que el agua los empapaban. Duncan por su parte, era más atrevido con el oleaje y avanzaba un poco más adentro del mar, quedando empapado hasta las cabeza.
Mikasa observaba la escena sentada sobre la arena, sintiendo una calidez en su pecho. No había regalo más preciado que ver a su familia feliz. Más para ella que había perdido a sus padres siendo una niña y aun cuando su familia adoptiva le dio una infancia muy feliz, ella siempre soñó con su propia familia, con hijos, mascotas y con un compañero de vida. Ver ese deseo por fin materializado la hacía sentirse profundamente afortunada y agradecida. Ver a su hija feliz, a Jean disfrutar y a Duncan perseguir aves, eran regalos que siempre atesoraba en su corazón.
Jean miró hacia donde Mikasa estaba sentada y le hizo señas con la mano. Harriet imitó el gesto de su padre. Mikasa les respondió de la misma manera. Los amaba tanto. Pensó en acompañarlos, pero la arena estaba tibia y ella estaba tan cómoda ahí, con su bikini rojo, que optó por relajarse y tenderse sobre la arena un rato. Las madres merecían un relajo también.
Después de un rato de jugar en el mar, Jean y Harriet llegaron a donde estaba Mikasa tendida bajo sol. Harriet tenía todo su traje de baño rosa cubierto de arena, se había divertido mucho jugando en el mar. Le había gustado tanto que hasta quiso beber del agua salada, pero su padre le advirtió que no era buena idea. Jean llevaba un pequeño balde de plástico con agua para construir castillos de arena con los moldes que el tío Armin le había regalado a su ahijada para su cumpleaños.
Mikasa se incorporó y tomando una toalla quitó el exceso de arena que tenía la niña en su cabello y cuerpo. Harriet se estaba divirtiendo y ahora quería construir castillos de arena con papá y mamá. Jean se sentó al lado de ambas. Entonces un extraño silencio se formó entre los tres.
–¿Y Duncan?- Preguntó él.
–¿Qué no estaba con ustedes en el mar?
–Pensé que había regresado contigo...
–No, no lo hizo - Mikasa se empezó a preocupar- Jean…
–Tranquila, voy por él -Anunció, poniéndose de pie rápidamente y se fue a recorrer la playa.
–¿Onde tá Duncan?- Preguntó Harriet al ver a su papá alejarse. Mikasa abrazó a su hija envuelta en la toalla, no quería que la viera preocupada.
-Duncan sigue jugando en el mar, mi amor- La tranquilizó con una sonrisa, acariciando su cabello- Papá fue por él ¿Quieres que armemos un castillo de arena mientras los esperamos?
–¡Sí!- Exclamó la niña. Mikasa suspiró aliviada, la había logrado distraer. Sin embargo, ella aún sentía cierta angustia al no ver señales de su fiel amigo.
–¡Duncan! - Gritó Jean, mientras recorría la playa. Mientras más avanzaba más gente se encontraba tomando sol, bañándose, jugando paletas - Cuando lo encuentre…
Sabía que no lo podía culpar totalmente, él también se había descuidado unos minutos y lo había perdido de vista. Duncan era travieso, muy travieso, pero nunca se había alejado tanto de ellos. Estaba preocupado.
Pero cerca de unas rocas pudo respirar aliviado cuando lo divisó jugando con otros perros. Lo empezó a llamar a gritos hasta que el animal reaccionó levantando su cabeza en dirección hacia él. Duncan ladró y descendió de las rocas donde estaba con los otros perros. Jean imaginó que volvería a su lado. Sin embargo, el destino tenía planeado otra cosa para él.
–¡Duncan! - Gritó cuando vio como el perro pasaba por su lado como una bala de vuelta a la playa- ¡Saco de pulgas, regresa acá!
Corrió tras el animal con toda la velocidad que sus pies le permitían. Moverse sobre la arena era doblemente más agotador, los pies pesaban más. En comparación a Duncan, que corría veloz, estaba en gran desventaja.
Pasó sobre un grupo de jóvenes que jugaban con paletas, saltó sobre toallas, bolsos, hasta pasó a llevar a un hombre que vendía helados. Jean no dejaba de correr tras él y gritar su nombre, eso parecía darle más energía a Duncan para seguir corriendo y alejarse más y más.
Mikasa escuchó los gritos de Jean y vio como Duncan corría pasando sobre las personas, derribando todo a su paso. Hasta que, por un error de cálculo, chocó contra una mujer con evidente sobrepeso. Cayó sobre su estómago, haciendo que la mujer gritara aterrada, asustando a Duncan, ya sin saber a dónde ir.
–¡Duncan! - Mikasa se acercó rápidamente con su arnés. Lo tomó en brazos y se lo colocó, tirando de la trailla, mientras se disculpaba avergonzada con la señora "atacada"- Cuánto lo siento…
Jean se dejó caer sobre la arena al ver que Mikasa ya había recuperado a Duncan. Sintió que le iba a dar un infarto si daba un paso más. Harriet, quien estaba sentada bajo el quitasol miraba divertida toda la escena. Duncan siempre la hacía reír y apenas su madre regresaba con él, no dudó en abrazar a su peludo amigo.
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–Lo vuelve hacer y te juro que lo regalo… - Amenazó Jean, ya sentado junto a Mikasa, bebiendo de una botella de agua, reviviendo luego de la odisea minutos atrás.
–No seas exagerado - Lo defendió ella, aunque sabía que su marido no hablaba en serio- Tenemos que vigilarlo más.
–Lo se, donde mis ojos lo vean- Suspiró, mirando hacia el frente, donde Harriet jugaba en la arena y Duncan estaba recostado a su lado, descansando después de semejante maratón que tuvo.
–Además, no es la primera vez que nos pasan imprevistos cuando estamos acá - Mikasa volvió a tomar la palabra - ¿Recuerdas la primera vez que vinimos solos? Te quemaste toda la espalda cuando fuimos a la playa.
–¿Cómo olvidarlo? Me dolía como el mismo demonio, no me podía ni mover- Jean soltó una carcajada- Maté todas las intenciones de que tuviéramos un fin de semana romántico.
Mikasa sonrió, negando con la cabeza.
–No te puedes quejar, te hice muchos masajes con el ungüento de aloe vera que te preparé.
–Es cierto. Y si que tienes manos de una diosa - Agregó él, acariciando su espalda con suavidad. Mikasa sonrió- ¿Y qué hay de esa vez que vino Eren? Se iba de fiesta cada noche y a la mañana siguiente lo encontrábamos durmiendo en el jardín.
–Y despertaba a gritos porque se dormía sobre los espinos del vecino- Agregó Mikasa, recordando aquel viaje junto a su hermano adoptivo. Jean sonrió con burla -¿Y de esa vez que Sasha se intoxicó por comer mariscos?
Rieron al recordar todos esos momentos. Juntos, con la familia, con los amigos. Ahora muchas cosas habían cambiado, sus vidas, sus prioridades. Mikasa observó a Harriet hacer un hoyo en la arena con la ayuda de una pala, Duncan a unos metros de ella, cavaba con sus pata delanteras bajo la arena. Los dos se divertían, eran inseparables.
Giró hacia donde estaba Jean, sentado a su lado, con la vista hacia el horizonte. Estiró su mano y la posó sobre la de él. Jean volteó hacia ella al sentir su caricia. Mikasa le regaló una sonrisa sincera. Él la miró con dulzura, se veía tan plena a su lado, con su cabello largo desordenado por la brisa marina, sus ojos brillantes. Le devolvió el gesto de la misma forma, con otra sonrisa, acariciando su mano sobre la suya.
No había necesidad de palabras. Ambos sentían lo mismo. Eran miles los momentos que atesoraban, desde que sus vidas se cruzaron para jamás separarse. Pero hoy, los recuerdos que querían atesorar ya lo estaban viviendo. Juntos, como la familia que siempre soñaron tener.
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