Maquillaje
Shingeki no Kyojin y sus personajes son propiedad de Hajime Isayama
Ilustración: marienimar018 (Instagram)
Flamingbluerose016 (tumblr)
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“Maquillaje”
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Se contempló frente al espejo del baño y sonrió satisfecha: Cabello perfectamente ordenado, maquillaje sutil que resaltaba sus facciones, ropa bien combinada que hacía lucir sus atributos. Mikasa Ackerman ya estaba lista para enfrentar un nuevo día laboral.
Pero algo faltaba… ¡Labial! ¿Cómo olvidarlo? Buscó rápidamente en su cosmetiquero, revolviendo todos sus artículos de belleza, sin encontrar aquel preciado objeto. Luego buscó entre los canastos sobre el mueble del baño, donde guardaba más artículos de belleza y nada. Salió del pequeño cuarto y se acercó a su cartera, la que puso de cabeza para vaciar todo su contenido sobre la cama y así seguir buscando. Ni un rastro de él. Era como si la tierra se lo hubiese tragado.
Entonces, un frío recorrió su espalda. Y casi motivada por nada más que su instinto, decidió dirigirse al salón. Cuando llegó, sus mayores temores se hicieron realidad:
–¡Duncan!- Gritó aterrada con el espectáculo que tenía frente a sus ojos. En efecto, el cachorro estaba feliz saboreando su tan preciado labial. Cuando se sintió descubierto, quiso correr, pero ella lo detuvo del collar y ejerciendo fuerza sobre su mandíbula logró arrebatarle su tan preciado objeto -No, no mi labial…
Duncan huyó cuando sintió aflojar el agarre. Sabía que había hecho algo malo y lo mejor era huir. Mikasa tampoco hizo algo para detenerlo, estaba enfocada en su destruido labial, mordisqueado, triturado, con el contenido prácticamente vacío y el pincel completamente mutilado.
Sabía que tenía toda la culpa de aquel acto tan brutal. Que en un descuido dejó su maquillaje a vista y paciencia de Duncan, quien se encontraba en plena edad de crecimiento y en constante rebeldía. Fue ella la autora intelectual de aquel delito.
Pero no lo reconocería tan fácilmente. Necesitaba responsabilizar a otros de sus actos y quitarse ese peso de encima. Aun sabiendo que nada cambiaría las cosas.
Se levantó y se dirigió a su habitación. En aquel lugar, Jean estaba concentrado, eligiendo qué corbata usar para ir al trabajo. Sólo vestía una camisa blanca y unos boxer negros ajustados.
–Jean- Lo llamó. Él volteó hacia donde estaba. Mikasa le enseñó la prueba del delito -¡Mira lo que hizo tu adorado “perrito”!
Le tomó unos segundo reconocer aquel objeto. Jean Kirstein no tenía idea la más mínima idea de maquillajes, obviamente. A pesar de haber crecido con su madre y su hermana, nunca se interiorizó en aquella materia. Pero al ver la cara de su novia, acompañada de la palabra “perrito”, entendió que algo malo había pasado.
–¿Y cómo le quedó el color?- Respondió sonriente, tratando de poner paños fríos a la situación, imaginando a su cachorro con toda la boca pintarrajeada- ¡No sabía que Duncan quería ser transformista!
En otro contexto, Mikasa se hubiese reído. Pero ahora, aquella posibilidad era nula. Y Jean se demoró en darse cuenta de aquello.
–¡No es gracioso! - Replicó ella, molesta- Se comió mi labial más caro, Jean.
–¿Y por qué te compras labiales caros?- Preguntó él, ya con un semblante más serio. Con tanto maquillaje que tenía, no veía sentido gastar tanto. Para él, eran todos los colores y marcas de labial eran iguales.
–Ese no es el punto - Mikasa lo cortó. Le gustaba el maquillaje. Y aunque no abusaba de él, si invertía en buenos productos, aun cuando billetera sufriera- El punto es que alguien tiene que pagar por esto.
–¿Ah, sí?- Jean soltó una carcajada que la hizo enfurecer- ¿Y alguien paga por mi cosas? ¿Alguien pagó por el cable de mi tablet que nuestro “perrito” se comió la semana pasada?
Silencio. Mikasa se había quedado sin argumentos. Jean sonrió triunfal, tenía razón. No se trataba del dinero, aquello era lo de menos. Lo importante era que cada uno debía ser responsable de sus pertenencias, más si la pequeña bestia peluda rondaba por ahí mordiendo todo a su paso.
Y hablando de la pequeña bestia, Duncan estaba asomado en la puerta, atento a los gestos y vocalizaciones de sus padres. No era tan ingenuo, sabía que hablaban de él y de sus maldades.
–Bueno, esto explica porque ayer cagó pastoso cuando lo saqué al parque- siguió hablando Jean, ventilando las intimidades de su perro.
–Eso es porque tu le das porquerías siempre- Se defendió Mikasa, olvidando por un momento lo relevante- Te he visto, Jean: Le tiras pan y otras cosas ¡Así que no metas a mi labial en esto!
–No lo hago siempre, Mikasa ¿Es qué acaso nunca me encontrarás la razón en algo?- Bufó él. Suspiró fuerte y un poco más calmado habló- Haz lo siguiente: Muestrale el labial a Duncan y dile que estuvo mal lo que hizo. Que lo olfatee y que así sepa que no lo tiene que volver a hacer.
Mikasa asintió. Odiaba reprender a Duncan, pero Jean tenía razón, tenía que saber que estuvo mal lo que hizo. Parecía ser un consejo sabio y por muy adorable que fuera su cachorro, Duncan tenía que ser disciplinado antes de que se convirtiera en un perro adulto sin arreglo.
Se acercó al cachorro de seis meses, se agachó para quedar a la altura de él y le enseñó el labial frente a su nariz, Duncan lo evadió olímpicamente, pero la insistencia de Mikasa fue superior.
–¡Esto no se hace, Duncan! - Lo reprendió con voz dura- ¡Esto esta mal, muy mal!
El canino bajó su cabeza y echó sus orejas hacia atrás. Cuando levantó sus ojitos marrones para ver a su ama, Mikasa vio en ellos un brillo de tristeza que le atravesó el alma. El sólo hecho de pensar que Duncan no superaría aquella reprimenda, le partía el corazón.
–No puedo hacerlo- Habló finalmente, sin dejar de mirar a su cachorro. Se levantó, botó el labial mutilado en el tacho de basura de la cocina y regresó donde estaba Duncan con su correa en la mano. Cuando el perro reconoció aquel objeto, movió su cola con humildad. Mikasa sonrió- No te puedo odiar, eres demasiado lindo. Ven, vamos a dar una vuelta para que estires las patitas.
Enganchó la correa en el collar y le dio un breve abrazo. Duncan movió su cola feliz y avanzó entusiasmado a la puerta principal. Mikasa se despidió de Jean, avisando que volvería en unos minutos más. Al sentir la puerta cerrar, él sonrió.
–Al menos lo intentó- Dijo en voz alta, anudando su corbata, finalmente se había decidido por la azul, mientras hacía nota mental de pasar al centro comercial luego del trabajo en busca de un nuevo labial.
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