CAPITULO 7

CAEL

Un grito de júbilo es lo último que escucho.

Como también, veo.

De lo que es el parque en realidad.

Por el muchacho que viene hasta donde estoy, cuando le confirmo su entrada a Féminan.

Y mis ojos se abren por eso y aunque, lo quiero detener y salir huyendo.

Imposible.

Porque, es tipo avalancha.

Pero una avalancha con alas y en cámara lenta.

Difícil de creer, pero lo juro.

Porque el muchacho despega hasta a mí, con un salto en el aire volando.

Muy atlético, debo recalcar.

Para recibirlo yo, entre mis brazos asombrado.

Muy asombrado.

Santa.Mierda.

Las palabras, serían.

Re contra asombrado por lo que ocurre después.

Ya que no hubo pre aviso y así, quedé.

Estático y sin movimiento motriz.

Todo se congeló en mí.

Y lo que me rodea, desde el parque, la gente en él, hasta la muchacha del puesto de salchichas y podría apostar, que se detuvo el eje de rotación del movimiento de la tierra.

Cuando siento.

Repito.

Siento.

Sus labios, chocando con los míos.

Y aunque es un beso sin profundidad.

Puedo notar, pese a que no quiero.

No debo.

La sensación de ellos.

La suavidad de su textura, tocándome.

Apoyados y sentir mucho, lo que sería la intensidad o presión de ellos con los míos.

¿Con la palabra dulce, se puede medir eso?

Y sacudo mi cerebro.

¿Qué mierda de pensamiento y pregunta es esa?

Y mis ojos.

Siempre abiertos.

Porque me obligo y me amenazo a no cerrarlos con ese beso.

Pero me encuentro con los de él.

Que por fin los abre.

Carajo, por eso.

Y que al notar la fijeza de mi mirada, se abren más al notar la burrada que hizo.

BEATRIZ

Felicidad.

Si buscan en el diccionario diría algo así, como el estado de ánimo que uno tiene y que se siente plenamente por estar gozando de algo bueno.

Más bien, disfrutando de una circunstancia.

¿Mi caso?

De un deseo hecho realidad.

Uno que al fin cumplirse y después de un calvario muy triste de poquito más de cien días de muchas lágrimas de decepción.

Mi sueño deseado y querido, es real.

Y por culpa de ello con esta alegría extrema.

Hice lo impensado.

No sé en qué, momento mi sistema nervioso le disparó a mi cerebro que mueva mis pies.

No sé en qué, momento por tal, vuelo a los brazos del gladiador.

Y la que me parió...

Jodidamente no sé, en que instante lo beso.

Mis labios colisionan con los suyos.

Lo sé.

Un verbo fuerte para una descripción gráfica de uno de los actos más lindo que tenemos, para demostrar algún afecto.

Saludo o amor.

Pero así lo siento, cuando nuestros labios se juntan.

Haya durado, segundos o milésimas de este.

Como un accidente de dos trenes de carga enfrentados, pero en mi forma humana.

Ya que es y lo siento por esta última de las emociones colmándome.

Y por eso, abro mis ojos de golpe para encontrarme los de él y aún suspendida en el aire, pero sostenida por los brazos del simpático y lindo Cael.

Y los míos, rodeando y cruzados tras su cuello para no caer.

Qué vergüenza, Dios querido...

Mirándome sin poder creer, la semejante barbaridad que hice en público, apenas conociéndonos y en solo escasos minutos en su nuevo subalterno.

¡Mi jefe!

Pego un brusco manotazo, para separarnos como nuestros labios.

Silencio de su parte y demás decir, desconcierto cuando nos liberamos.

Que, solo pasmado y creo que atónito, me mira tipo las lindas estatuas que decoran este parque o como una versión porno y más caliente de la obra "El grito" de Edvard Munch.

Que como en el cuadro, con sus abundantes colores cálidos y ciertas luces semi oscuras, el parque con su mañana acogedora y veraniega en el azul cristalino de sus aguas lo es.

Pero en vez de ser una figura andrógina con sus manos a los lados del rostro.

Mi gladiador es caliente, tapando con ambas manos su boca, pero misma mirada que el hombre de la obra en un momento de angustia y desesperación existencial.

Y carajo.

Porque, sea gay y supuestamente yo, un hombre.

No quita que le haya gustado.

Su expresión de desagrado y repito.

Onda "El grito."

Me lo dice.

Me confirma.

¿Santo Dios, qué hice?

Lo conocí hoy y va ser mi jefe.

¿Y hago semejante locura?

¿Una más a lo que ya es esto?

Piensa rápido, Beti.

Compostura.

Toso para engrosar mi voz, mientras sacudo una pelusa inexistente de mi saco de vestir, seguido de ajustar más mi corbata con aire de no darle importancia.

- Lo siento, macho... - Lo primero que se me ocurre y lo miro como si nada. - ...la alegría por la noticia, me pudo... - Justifico, pasando ambas manos por los lados de mi corto pelo masculino.

Eso vi, que hace mi hermano y muchos chicos.

Y el gladiador sigue sin decir nada.

Mierda.

Piensa otra cosa, me digo.

Y dejo escapar una media risita, rascando el interior de una de mis orejas con un dedo.

Eso también vi que hacen los hombres.

- ...no volverá a suceder, jefe... - Miro ese dedo, mientras camino.

Cualquier cosa, menos a él.

- ...soy muy demostrativo... - Paso por su lado y palmeo su hombro tan estático y rígido como él, sin dejar de caminar.

Acotación aparte.

Que continúa con sus manos tapando su boca y solo me sigue con su mirada.

Es lindo con su inocencia a mi semejante desvergüenza.

- ...pero, no volverá a suceder... - Prometo, sin jamás voltear y solo elevo una mano a modo despedida. - ...hasta mañana, jefe!

Nunca me detengo.

Jamás lo miro, ni siquiera sobre uno de mis hombros, para saber algún tipo de reacción que su rostro tiene ante mi justificación.

Camino.

Sigo caminando.

Me obligo.

Y bordeo una de las fuentes y prosigo por el sendero en dirección a la salida.

Solo recién, llegando a sus afueras y apoyando una mano en un puesto de periódicos que hay en la acera.

Y con casi todo mi peso en él, porque al fin le doy permiso a mis piernas que tiemblen fuera de su perímetro visual.

Náuseas de los nervios.

Algo inclinada y mirando el piso, mientras mi otra mano golpea suave mi pecho por mi acelerado corazón.

Empiezo a respirar como se debe y llenar mis pulmones de oxígeno.

Inhalo y exhalo, sacando del interior del cuello de mi camisa y aflojando la condenada corbata.

Buscando.

La cadenita donde cuelga ese anillo de compromiso, que un desconocido dejó en mi mesa.

La acaricio entre mis dedos, porque desde que la tengo me da la paz que necesito.

Cristo, querido...

Porque, presiento que esto dos meses.

¿Va ser más locura y difícil de lo que imaginé?

CAEL

No reaccionaba.

Ni escuchaba lo que me dijo.

En realidad y a medias de sus lindos labios moviéndose.

Solo, que ese beso.

El espectáculo que hicimos, delante de toda la gente en el parque.

No fue nada para él.

Seguridad en sus palabras llena de vacilación que me hace dudar, mientras yo sigo en silencio y con mis manos en mis labios y ambos de pie, mirándonos un poco inseguros por como están las cosas entre nosotros.

Y sin darme tiempo a seguir procesando ello, deja escapar una risita rascándose una orejita que para mi desgracia.

Oh Dios...

Me gusta mucho y lo hace más bonito, maldita sea.

Continúa hablando de lo que sea y que me dice a modo justificación, más argumentos, prometiendo que nunca volverá a suceder y como despedida, porque se va.

Que pese a ser sincero, me abruma mientras palmea uno de mis hombros sin dejar de hacer camino para marcharse, porque este muchacho mientras sus labios dicen una cosa de su boca para afuera, certero.

Su última mirada sobre mí, me dice totalmente otra en ese mar que son sus ojos.

Por su color agua de vertiente y centenar de pensamientos por mí, al mirarme.

¿Espeluznante y lindo, pueden ir en una misma oración?

Y sacudo mi cabeza al quedar solo en el parque y me arde la cara por parecer torpe delante de esta situación y aún, con algo de gente observándome.

Al fin mis manos que seguían ocultando mi boca, las restriego por mi cara seguido de tirar mi pelo hacia atrás, mirando todo e intentando tomar una tranquila y profunda respiración.

Gimo en voz baja y cruzo mis brazos.

Y mi pie golpea el piso y me gano otra mirada de la gente curiosa.

No me importa.

Empiezo a caminar en dirección a la salida y la editorial.

Porque lo único que me importa.

Y por eso, cierro con fuerza mis ojos por unos segundos, para bloquear el recuerdo de mi cabeza de ese beso.

Es saber.

Qué mierda me pasa con este muchacho.

Mi Elvis.

¿Un momento?

¿Dije, mi?

No puede, jodidamente ser...

Y un gruñido de frustración en voz alta, me gana en plena acera y rodeado de transeúntes para cruzar la avenida.

Al responder mi inconsciente a eso.

Con un, sí...

BEATRIZ

Risas.

Muchas carcajadas al unísono, ríen delante de mí.

Para ser exactas de mis cuatro de cinco amigas, porque una quinta por la diferencia horaria de nuestro país y el suyo, ya es madrugada y muy tarde.

Las miro con odio, estrechando mis ojos y eso hace aumentar sus risas y por más postura con jarra de café en mano apoyada en mi cintura de poca paciencia de pie frente a ellas y en su mesa de siempre, bebiendo de sus tazas.

Sip.

Todas y pese a sus ocupaciones, vinieron a la cafetería donde trabajo para ver mis resultados.

Uno que festejaron conmigo felices, porque lo logré.

Gruño y con la seria posibilidad de tentarme en poner un laxante en su próxima rondas de tazas.

Para luego reír a más no poder, mientras yo confusa les relaté mi desgracia con el gladiador y mi beso en el parque.

- Es gay. - Digo, intentando que bajen sus risas con un ademán de mano por las demás mesas ocupadas.

- Pero te gusta. - Dice Mariana sin preámbulos y elevando su taza, para que la recargue.

- Pero, sigue siendo gay... - Vierto un poco. - ...y mi jefe... - Recalco.

Me señalo como toda respuesta con mi uniforme de trabajo.

Uno, que hoy va ser el de despedida por ser mi último día en la cafetería.

Y aunque con el pelo más oscuro, lejos de mi largo y adorados bucles, con corte masculino.

Soy mujer.

- Pero tu gladiador, no lo sabe... - Exclama Sar con postura relajada desde su silla. - ...nunca lo va a saber hasta que termine tu temporada en esa editorial... - Sonríe, llena de pensamientos sucios. - ...a darle por el culo a eso y aprovecha. - Me eleva sus cejas, sugerente.

Niego riendo y volviendo a acariciar con mi mano, la dichosa cadenita con el anillo de compromiso que cuelga como siempre de mi cuello.

Y miro el ventanal que da a la calle.

Ya es de tarde y mi última jornada de trabajo acá, está finalizando.

- Tiene pareja... - Les digo, pero no aclaro quién.

No tiene sentido profundizar en el sexy artista gótico.

- ...y sería aparte, mentir de algo que en realidad no soy. - Las miro por lo que voy a decir.

Ya que, por semejante burrada que hice y donde su expresión de desagrado por ese beso robado, plasmó su lindo y hermoso rostro.

Y quedó grabado en mí.

Por eso, debo solucionar como reinvertir la historia y la imagen que dejé en él.

Apoyo la jarra térmica de café en la mesa para poner ambas manos en ella decidida.

Y muy seria.

Cosa que provoca que dejen de reír por mi gracioso desenlace.

- Necesito una novia... - Miro a cada una y me corrijo. - ...tal vez, varías...

Silencio y asombro por todas.

- Muy lindo todo, pero me voy... - Mariana desliza su silla para ponerse de pie, tomando su gabardina como cartera colgando de este, sobre la risita de todas. - ...soy casada, tengo hijos y un cargo que respetar en el municipio. - Me recuerda.

Y carajo.

Porque tiene razón.

Pero miro suplicante al resto.

Gaby, busca algo de su bolso.

Lo que sea, antes que a mí.

Sar se oculta detrás de la taza entre sus manos y mira el lado contrario a donde estoy.

Y Caro de pronto, le parece mucho más interesante hacer origamis con las servilletas de papel.

Pero qué, pendejas.

Flexiono mis rodillas para estar a la altura de la mesa, juntando mis manos como ruego sobre ella.

- Por favor... - Imploro. - ...una vez, necesito que aparezca una... - Miro a las tres. - ...solo quiero que el gladiador no haga una idea errónea de mí y que soy gay por ese beso... - Suspiro, juntando más mi manos a ellas. - ...demostrarle que solo fue un estado de excitación por la alegría, pero que soy hetero... - Formulo. - ...más bien, mujeriego. - Les sonrío. - Que me gustan mucho las mujeres...

Las cuatro me miran.

- ¿Si? ¿Si? ¿Si? - Sigo pidiendo con un morrito.

Gaby, Caro y Sar se miran como intercambiando telepáticamente la deliberación entre ellas.

Y sonrío, porque también lo hacen con la decisión telepática tomada.

- Yo ya te dije, que estás bastante bueno... - Sonríe más, Caro terminando una grulla de papel y dejándola a un lado de su taza vacía.

Me contagia su risita.

- ...puedo visitarte bien pueda en tu hora de almuerzo como una fan de tu hermosura y buscarte alguna vez a la salida del trabajo. - Murmura Sar, mirando su agenda de la semana y subrayando que día. - Es la elegida y sacrificada.

Y aplaudo feliz y dando saltitos sobre mi lugar, seguido de correr para abrazar a las cuatro.

- ¡Gracias chicas! Juro, que solo será eso y no pido más nada... - Prometo entre los abrazos de todas.

Tal promesa que las hace reír más.

Porque saben que eso y en esta loca aventura, que inicié.

Va ser imposible sin su ayuda.

- ¿Estás lista? - La voz de Mariana se hace presente hacia mí, sobre la afirmación del resto entendiendo.

Menos yo.

Y por eso y sobre nuestro abrazo, las miro extrañada.

Una al lado de la otra me miran de arriba abajo.

La primera con sus manos como jarra, por no comprender.

Otra, me inspecciona en detalle.

Y el resto, asienten dando la razón sin hablar.

¿Qué se atraen entre manos?

- ¿No vas a ir siempre con el traje que te confeccioné, estos meses? - Responde a mis pensamientos Mariana.

- Necesitas nuevos atuendos masculinos... - Dice Sar.

- ...y juveniles... - Acota Caro.

- ...cambio de guardarropa con lo que consigamos de nuestros armarios... - Gaby prosigue, caminando y todas la seguimos.

Hasta un perchero junto al mostrador de atención al público, donde están mi abrigo como cartera colgando.

Saca del interior mi billetera.

- ¡Shopping, amiga! - Exclama, sobre el júbilo y festejo de todas.

Y así.

Tras finalizar mi horario y último día en la cafetería.

Despedir entre abrazos y lágrimas de tristeza por dejar esta cafetería que tanto quiero, como de alegría por mi única oportunidad a lo que amo.

Me despido de la señora Gong, pero con la promesa de visitarla seguido, como ayudarla si alguna vez por las tardes necesita de mí.

Seguido después con mis amigas.

Visitando la casa de cada una como departamentos y despojando sus armarios de prendas sin uso, de marido e hijos, novios y hasta de algún ex, dejando alguna que otra ropa en épocas pasadas.

Más.

Una cena temprana y ligera en algún bar con brindis de cerveza por medio y chocando nuestras botellas, para hacer una de las cosas que más amamos.

Pero con mirada y objetivo, diferente y muy varonil.

¡Comprar!

Entrar entre tienda y tienda, haciendo que pruebe y cambie las diferentes opciones.

Sobre la risa de todas y mirada extraña y sin entender de cada mujer que nos atendió en las diferentes tiendas.

Y desfile una y otra vez.

Para ellas.

Docenas de prendas casuales como para momentos importantes.

Masculinas.

Sexys.

Y juveniles.

Como también, antes de despedirnos y agradecerles por todo.

Una última parada y nunca lo pensé de elementos como productos de higiene de hombre.

Como un buen perfume, donde todas en conjunto lo eligieron y cataron por mí.

Optando por uno amaderado y superfluo.

Un desintegrador de bragas, bajo sus exclamaciones y gemidos graciosos al olerlo, cual me pongo siguiendo las últimas instrucciones de mis amigas anoche.

Temprano esta mañana, tras mi ducha y luego de una loción de afeitar y a hora de entrar en mi primer día a la editorial.

<< - Aunque no afeites tu rostro... - Me dijo Sar. - ...debes dar el aspecto que lo hiciste... - Lo sacó, de una de las góndolas de compra.>>

<< - Seguido del perfume de macho alfa... - Continuó Gaby con las instrucciones y sobre la afirmación de Mariana y Caro. >>

- Listo... - Digo, ante mi última mirada frente a mi espejo y observándome de cuerpo entero.

Un lindo pantalón de moda claro, camisa con suéter y una corbata haciendo juego.

Verifico de lado que mis chicas no se noten, pese a llevar vendas aplanando mi pecho bajo la ropa.

Nada.

Sonrío feliz.

Perfecto.

Y con un movimiento de mi cabeza para hacer a un lado, mi lacio pelo ahora y más castaño que cae de mi frente.

Tomando mi mochila y un suspiro final, por fuerza interior y pensando en mi familia en el sur al abrir las puerta de salida de mi departamento.

Sonrío más, ya que podré ayudar a mi madre costeando un poco más, económicamente.

Salgo afuera.

Hasta una canción alegre sale de mis labios, mientras cierro con llave esta.

Uno, que detengo a mitad de la letra y quedo en silencio por notar algo de la puerta vecina.

El cartel de alquiler ya no está.

Guau.

Nuevo inquilino.

Y vuelvo a sonreír, encogiéndome de hombros y caminando al único ascensor.

Y nuevo vecino.

Tal, que mientras ingreso al interior por abrirse su puerta en mi piso escucho su voz, seguido de salir de su nuevo departamento.

Un familiar y no lo puedo creer.

Perra suerte, la mía...

- ¡Muchacho, puedes detener el ascensor por mí! - Qué me dice.

Un dulce y atormentado, deja vú.

Miro sobre mis hombros encogidos.

En realidad.

Ambos nos miramos, sin comprender semejante casualidad al vernos.

Uno frente al otro.

Y sobre su bajo y asombrado.

- ¿Elvis vives acá, también? - Susurrándome.

Mis hombros caen y miro el techo.

En realidad al cielo infinito y que nos rodea.

Señor Todopoderoso.

Sobre miles de calles de esta gran capital y por ende, donde centenares de edificios componen lo que es esta ciudad.

Justo pones y tipo destino.

Azar.

O la mierda, que sea.

¿Al lindo gladiador?

Mi sexy.

Caliente.

Y gay jefe con un cartel imaginario colgando en ese hermoso cuerpo que le diste y que dice, prohibido enamorarse.

Miro su puerta al lado de la mía.

De...

¿Vecino?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top