CAPITULO 5

CAEL

- Jodido tráfico... - Maldigo, abriendo la puerta del taxi llegando a la entrada de la editorial y con una seña al conductor al bajar, que se quede con el cambio para no perder tiempo.

Intento hacer equilibrio con mi hombro sosteniendo mi celular en el que hablo, mientras llevo mi maletín y empujo con el otro, la gran puerta de entrada vidriada acomodando unos papeles en este.

- ...que estén, todos listo... - Ordeno a Megan, chequeando la hora e intentando trotar en dirección al ascensor, cruzando el gran vestíbulo de recepción. - ...Ángela, llegó? - Le pregunto, esquivando gente como personal, mientras los saludo a medias por mi apuro.

- Está en su oficina, Cael... - Responde. - ...a tu espera y estar presente en la elección del nuevo postulante.

Lo sabía.

Aunque no tiene mucho trato directo con sus empleados.

Y a solo poco más de dos meses de la convención anual de la mujer.

8 de marzo.

Etapa y largada de nuestro comienzo de año y por ende, la gran temporada que se avecina y siendo totalmente diferente a lo que el calendario indica con su primero de Enero.

Y por eso.

Y mi orgullo.

Nos diferencia del mundo del magazine femenino y el resto.

- Voy subiendo... - Termino la llamada al ver que uno de estos abre sus puertas mientras ingresa alguien y apuro mis pasos, para alcanzarlo guardando mi móvil y extender mi mano para gritar al chico dentro.

- ¡Muchacho, puedes detener el ascensor!

Pero no me escucha y por ello corro más.

Y sonrío sobre un resoplido de cansancio por la carrera y logrando frenar yo, su cierre con una mano.

Seguido de otro, que no puedo ocultar mientras me acomodo dentro, porque el muchachito en cuestión algo avergonzado por no detenerlo, cierto rubor cubre sus mejillas y lo disimula, tapando parte de su rostro con una carpeta en sus manos.

Y hasta cierta ternura me da, pese a que no puedo ver bien su rostro.

Porque parece un chiquillo.

¿Qué edad, tendrá?

Me pregunto, intentando mirarlo con disimulo.

Pero es imposible.

Más gente ingresa al ascensor con cada piso que subimos y nos detenemos a su llamado, que por reconocerme como jefe de editor, muchos me saludan y cual respondo agradable.

Aunque, inevitable no percibir esa cierta atracción que ejerzo en el campo femenino, cuando captan mi presencia como el evidente respeto de mis otros pares también.

Soy afable y lejos, un jefe tirano.

Aunque sí, correctivo.

Responsable.

Y pido lo mismo que demando, al igual que Ángela.

Eficiencia laboral.

Pero hoy y bajo mi saludo cortés mientras obligado me acomodo más al fondo del ascensor, por la capacidad de los empleados entrando.

Y con ello, el muchachito también.

Que forzados por tanta gente, lo tengo junto a mí.

Muy junto a mí.

Y notando que este contacto cercano lo incomoda.

Lo siento, chico.

Es obligado.

Y por eso lo observo, ya que nunca en mis años acá, lo vi antes.

Y eso capta totalmente mi interés, mientras peino algo mi pelo con mis manos, para luego acomodarme y buscar una mejor postura contra la pared final del ascensor.

Gesto muy propio que hago, cuando busco respuesta de algo.

Sea, llamándome la atención o algo por resolver y que me preocupa.

Encontrando para mi asombro, que es por lo primero y por el chico.

Y no solo por su complexión pequeña, llevando ese traje con tanta responsabilidad con su corta edad y donde, ese corte de pelo juvenil y algo disparado cubriendo parte de su frente, lo obliga a siempre con una mano hacerlo a un lado.

Y ese, aire...

¿Tímido?

Que lo delata por esa mano con carpeta escondiendo parte de su rostro y que provoca que sonría más.

Sino.

Por una ligera sensación que lo conozco de algún lado.

Me apoyo más en la pared, pensativo y ya sin sonreír.

¿Nos habremos cruzados en algún momento?

Y pongo a trabajar mi cerebro.

¿Tal vez, hijo de un inversionista?

¿O novio de alguien?

Lo observo mejor, casi espalda a mí y ya, sin disimulo.

Casi agazapado desde su pequeño espacio obligado por mis compañeros de trabajo agolpando y por eso, yo lo arrincono más que ante mi forzoso acercamiento y mi pecho tocando sus hombros.

Ese contacto lo estremece cuando al fin noto que me mira y apenas elevando sus ojos sobre uno de sus hombros y de esa carpeta en cual se esconde.

Descubriendo unos ojos claros muy bonitos.

Como agua de manantial.

Un agua acogedora y de un tono entrañable.

Y descubriendo con esa mirada.

Esos ojos.

Mierda.

Que el color calidez, existe.

¿Qué?

Y sacudo mi cabeza al escuchar mis pensamientos.

¿Qué rayos, fue eso?

Y quiero, no solo pasar mis manos como lo hago siempre una y otra vez en mi pelo por cosas inconclusas.

Sino.

Rascarme entero, hasta sangrar mi cuero cabelludo si es necesario.

¡Qué mierdas de pensamientos fueron estos, Santo Dios!

Miro al muchachito.

Ya que, otro hombre provocó.

¿Qué me convierta en un jodido poeta?

¿Y eso?

Y quiero reír, pero nerviosamente por esa sensación.

Y aunque no lo hago y agradezco por el bip del ascensor anunciando el próximo piso en detención y que me despeja de esta rara sensación que me llena.

Repito.

Por otro hombre.

Gana otra cosa, cuando noto que el muchachito y me culpo por ello, ante la incomodidad de mi mirada sobre él sin preámbulo.

Busca escapatoria y abriéndose camino sin esperar que los demás salgan y pidiendo permiso de forma atontada, sobre mi mirada fugaz a su carpeta y descubriendo un periódico entre sus manos.

Donde llego a notar una porción de él, remarcado con bolígrafo la entrevista laboral.

Siendo este piso donde quiere huir, el equivocado y sobre la hora límite de la postulación.

Porque, no va a llegar a tiempo.

Y hasta yo, estoy llegando tarde.

Por mi maldita culpa.

Y hago lo único que se me ocurre y sin pensar, mientras todas las personas salen del ascensor.

Y puta casualidad.

Quedarnos solos.

Detener su escape, tomando su brazo y un.

- No. - De mis labios, dando esa orden y en ello presionando la botonera con el número de piso correcto, cerrando sus puertas con solo nosotros dentro.

Seguido.

De obligar a esa carpeta.

¿Por qué, lo hace?

A que lo baje, porque nuevamente cubre a medias su rostro.

BEATRIZ

Ni siquiera me atrevo a elevar mis ojos como abrirlos y que los presiono con fuerza como vergüenza.

Porque siento que me descubrió.

¿En qué cabeza cabe, este estúpido plan que imaginé?

Y cuando estoy a tres segundos de caer de rodillas frente al gladiador por misericordia y mi falta de seriedad en esto.

El agarre de su mano sosteniendo mi brazo, afloja.

- Lo siento mucho, muchacho... - Final y palabra, que desde ayer en la cafetería y mi perra suerte de encontrármelo en el ascensor, se convirtieron.

Y se hizo para mi asombro.

Ya familiar en mí.

El famoso de nuevo.

Muchacho a mi persona, saliendo de su boca.

- ...no podía permitir que bajaras en ese piso. - Prosigue, señalando el display arriba nuestro y que indica el número correcto de piso bajo el sonido nuevamente de este, abriendo sus puerta y donde quedaron abiertas de par en par, a la espera que salgamos.

Porque, yo quedé estática y sin entender bien e intentando procesar todo esto.

Y el lindo gladiador de nombre Cael ya sin aprisionar mi mano, aguarda conmigo.

¿Y respetuoso a que yo reaccione?

- ¿ Vienes por la entrevista laboral, no? - Continúa, al ver que sigo silenciosa.

¿Entonces, no me reconoció?

¿Ni de la cafetería o que soy mujer?

Y afirmo dudosa, porque no me la creo todavía.

Ese tic hermoso de su mano acomodando nuevamente su pelo arena hacia atrás se hace presente, mientras pensativo mira afuera para luego a mí, seguido de su hora en el reloj pulsera que lleva.

- Llegarás tarde. - Dice y yo me descompongo de los nervios, al escucharlo chequeando desde mi celular.

Y Diablos, sí.

Pasaron más de 5 minutos desde el horario de ingreso.

Y quiero llorar.

Porque, bajo el anuncio pedían.

Exigían.

Y recalcaban por tomarlo mucho en cuenta.

Puntualidad horaria.

- Oh, mierda... - Solo sale de mí, triste importándome nada su cara al escuchar mi blasfemia y que se haya escuchado poco masculina.

Voy a tener que correr para encontrar en este jodido y enorme piso, la bendita puerta de muchas y que ya con postulantes dentro, debe estar cerrada.

Pero, algo nuevamente detiene mi carrera una vez fuera.

Y es el gladiador, apoyando de forma pesada su mano en uno de mis hombros.

¿Impidiéndolo?

Y ya no cubro mi rostro con mi carpeta.

Ni siquiera con el periódico.

Lo miro sobre la fuerte presión de su mano que aún no me suelta.

Y obligo a mi barbilla a elevarla para poder nivelar su mirada desde su gran altura a comparación de la mía y sin dejar de observarme.

Algo asustada, pero ya sin importarme si nota que su muchacho, es en realidad una mujer.

Porque, poco más de cien días de fracaso sobre fracaso y negativas.

Hoy.

Es mi última oportunidad de que se cumpla mi sueño.

Por poco tiempo.

Pero mi sueño cumplido al fin, gracia a la ayuda incondicional de mis amigas queridas acompañándome en esta linda locura.

- Tengo que llegar. - Le digo, intentando salir de su agarre.

Pero me niega.

Y cuando creo que voy a llorar de la bronca y dedicarle millones de improperios a él y hasta cuatro de sus generaciones pasadas, me dice.

- No te abrirán las puertas... - Me interrumpe. - ...con Ángela a la cabeza, las exigencias se potencian...

¿Quién rayos es Ángela?

¿Acaso, la mujer bonita de ayer?

- Voy a rogar... - Corto su argumento mientras sin soltar mi hombro, me incita a caminar con él y el extenso corredor.

Uno, con sus paredes marfil.

Pulcro y limpio.

Decorados algunas partes de cuadros contemporáneos como enmarcaciones en grande.

Muy grande.

De portadas de la revista con su explosión de colores según la temporada y su modelo.

Y en ciertas esquinas con exquisitas esculturas de figuras femeninas jugando con lo inexacto y a la imaginación tales imágenes.

Al igual que sus pisos a tono que parecen pecado pisarlos por su lustre y calidad.

- ...pediré disculpas por no llegar a tiempo... - Prosigo, sin dejar de caminar a la par suya y agravando como puedo el tono de mi voz. - ...por favor... - Digo.

Y se detiene ante mi ruego y frente a una gran puerta de doble hoja y madera tallada.

Cerrada.

Pero, que se escucha desde su interior murmullos.

Mucho.

Y muerdo mi labio, porque es el auditorium de la entrevista.

Y ya comenzó...

Triste.

- Si tocas la puerta, solo te dirán que regreses a tu casa... - Sus palabras poco alentadoras hacen que me desinfle y mis hombros caigan por eso.

Cual y lo siente por aún, seguir su mano en uno.

Ya que nunca me soltó.

CAEL

Sus ojos brillan al escuchar mi pocas y favorecedoras palabras, mientras abraza más contra él su carpeta y periódico.

Pero por luchar contra una lágrimas que quieren asomar.

Y condenadamente, no tengo idea por qué eso y que su cuerpito se desmedre al sentirlo, por jamás soltar uno de sus hombros mi mano.

Cosa que me sigo preguntando, por qué lo hago y no lo suelto.

Siento que me apuñala, verlo así de triste.

¿Tal vez, culpa por mi obsesa mirada en el ascensor y eso, que lo haya demorado minutos más a la entrevista?

¿O porque, realmente veo en su mirada manantial y pese a la amenazante lágrimas de tristeza, cierta fuerza también?

Ganas.

Anhelo y deseo.

Y mucho de esto.

¿De trabajar?

- ¿Realmente quieres postularte, no? - Digo serio.

Y de la misma manera y lejos de esa mirada como postura triste, el muchachito se pone firme ante mí y responde.

- Sí, señor. - Vehemente.

Y sonrío.

Porque me agrada eso.

Y no lo puedo evitar.

En realidad.

Me encuentro haciéndolo, antes que esa información le llegue a mi cerebro y pueda racionalizar como analizar el gesto que estoy haciendo.

El de palmear su cabeza.

¿Será, por qué estoy satisfecho?

Sí, eso debe ser.

Y no, porque malditamente me sigue dando ternura.

¿Un hombre?

Y hago lo impensado y nunca hice.

Reitero.

A un hombre.

Pero lo justifico como ayuda samaritana del día.

Y acomodando mejor mi maletín de un lado mientras con la otra libre, empujo la gran puerta para abrirla.

Acto seguido.

Tomo su mano.

Sí.

He importándome nada la expresión del chico de sorpresa por eso y que trastabillando, ingresa conmigo para seguir mis pasos.

Una vez dentro ambos y sin soltar su mano, con una seña a un empleado en el vestíbulo que nos recibe le pido que me entregue un formulario de presentación y donde escaleras más abajo, el gran auditorio espera bajo la cortina de charla de gente de la editorial, dando ya la bienvenida a todos los candidatos.

- Viene conmigo y es un postulante. - Le digo, sin molestarme por su mirada en nosotros asombrado y detrás del escritorio.

Y a nuestras manos entrelazadas.

- Pero, la señora Ángela me dio orden que ya cierre los... - Justifica, detrás de este y poniéndose de pie negando.

Lo conozco, muchos años como yo trabajando para la editorial.

Mismo piso, pero diferente áreas.

Pero con la diferencia que yo lo dirijo, pese a su desconformidad.

Nunca me lo dijo.

Pero, lo sé.

Su aire competitivo y lame culo número uno de Ángela, lo delatan.

Lo miro.

- Yo hablaré en persona con la presidenta. - Lo interrumpo, tomando uno de los formularios por mi cuenta y con una seña al muchacho, le digo que lo llene con sus datos sacando mi propio bolígrafo de un bolsillo para que lo complete.

Sintiendo mientras asiente feliz, que me llena el alma al ver por primera vez su sonrisa dibujada en su rostro, algo infantil y dulce.

Y también al mismo tiempo, espacio.

Como un vacío.

Sí.

En mi mano.

La que sostenía la suya y tuvo que soltarse de la mía, para poder escribir.

Y miro mi palma abierta por eso.

Arrugo mi ceño ahora con mis ojos en él, observando como llena rápido el papel.

¿Y eso, qué carajo fue?

- El reglamento de la empresa, dice... – Interpone mi compañero a mis pensamientos, deliberando lo que el jodido muchachito provoca en mí.

¿Dije, provoca?

Niego.

Ayuda samaritana, me repito.

Justifico.

Sobre mi compañero de trabajo que no deja de decir las reglas del establecimiento.

Pero no lo escucho.

Solo veo que sus labios se mueven y que se detienen frente a mi mano en alto y cuando veo que el chico termina de escribir.

Por imponer mi cargo.

Ser el jefe.

Le sonrío.

- Tranquilo Mateo, me haré responsable... - Formulo y ya no sonrío más.

Porque doy por terminado y fin a su argumentos, tomando la hoja de las manos del chico para dejarla sobre las otras completas por otros.

Y sin más, le digo al muchacho que me siga sobre la mirada nada contenta y de desagrado de este; que taladra mi espalda como si me tocara físicamente con ella.

Porque me impuse.

Jodida competencia de este hombre conmigo.

Todos los años lo mismo.

La misma historia.

Nada nuevo.

Como también, que no me importa.

BEATRIZ

Un chico nada agradable, pero extremadamente lindo nos recibe tras esas grandes puertas.

De traje pulcro en un azul oscuro.

Cabello como ojos negros y cuerpo no exagerado, pero muy bien trabajado.

En una palabra.

Un hermoso bastardo.

Miro a mi gladiador y a él, cuando termino de completar el formulario con mis datos.

En realidad, de mi hermano.

Y mierda.

Porque parece que acá todos son modelos delibero, pese a mi manojo de nervios mientras soy alentada por el gladiador a que sigamos y tras entregar por mí, el papel y en dirección a las escaleras, donde todos como yo aguardan el comienzo de la entrevista.

Y mi boca se desencaja, bajando cada escalón una vez allí.

Escalera que tipo las aguas de Moisés, en un impecable alfombrado en tono rojo.

Divide con sus desniveles y estilo palco, el poco más de centenar asientos frente a escenario no muy grande, en su alfombra y madera lustrada.

Y donde en este, solo un hombre de traje y de pie con micrófono en mano, habla a todos de forma muy agradable.

De lo que es la editorial.

Su prestigio.

Y significa trabajar en ella.

Y pasos detrás de él, sentados en dos de tres sillas cual una está vacía, escuchando atento sus palabras.

Descubro a la mujer bonita, como siempre elegantemente vestida como maquillada en su pulcro peinado y con otro hombre más a su lado.

Pero este último, aunque de traje riguroso y fino también, que denota distinción en su porte y pisando o quizás más, sus sesenta.

Ser un hombre muy apuesto.

He inclino mi cabeza dudosa, siguiendo al gladiador buscando asientos un paso delante mío, mientras descendemos con cuidado cada escalón y tratando, pasar desapercibidos por ser los únicos.

¿Qué dormita?

Por su posición frente a todos nosotros debe ser algún tipo de inversionista clave en la editorial.

Uno muy importante.

¿Y le aburre esto?

Veo como rasca su pelo con desgano y que triunfa un bostezo que quiere disimular y por ello, se gana una mirada descontenta de la mujer bonita, pero el hombre le guiña un ojo divertido por eso y sin demostrar miedo a esa mirada llena de reproche.

- Ángela, la presidenta de la editorial... - Me susurra el gladiador, dando respuesta a mis pensamientos. - ...exigente, carismática y mente maestra de este imperio. La última palabra de todo, la tiene ella... - Para luego con su barbilla, al hombre guapo de al lado. - ...su marido y el vicepresidente. Alma mater, ya que él levantó los cimientos de todo esto... - Y noto una leve sonrisa al mirarlos.

Guau.

Porque aparenta que no les tiene miedo.

- ...ambos, grandes personas... - Finaliza, mientras me indica que tome asiento en una silla vacía en las primeras filas.

- ¿Usted los conoce mucho, no? - Logro decir bajito, muy curiosa sentándome del lado del pasillo.

Voltea y Santo Dios con su mirada de ese verde ceniciento y tan cerca de mí, por unos segundos silencioso.

- Demasiado... - Al fin me dice y como toda respuesta en el momento que el orador los presenta y tras ponerse de pie la presidenta, que camina para saludar a todos.

Lo justo como necesario en sus palabras al dirigirse hacia nosotros y cuando abre sus labios.

Que al descubrir entre el público, vagando su mirada por casi cada uno al gladiador.

Y a mí.

Delatando por nuestras posturas que llegamos tarde.

Una sombra de disgusto, se refleja en su bello rostro exquisitamente maquillado, que disimula muy bien mientras sigue hablando.

Y tras explicar la modalidad, de cómo va ser la entrevista.

Aprovechando ello y bajo un.

- Suerte muchacho...

El lindo y simpático gladiador de nombre Cael, se va.

Para continuar bajando los últimos escalones y como si nada, pese a que se gana la mirada de todos.

Absolutamente todos, por ser el único de pie y que camina, mientras abrocha los dos únicos botones de su saco de vestir del impecable traje de tres piezas que lleva puesto.

Con esa soltura.

Y sobre la mirada seria de la presidenta, pero una sonrisa graciosa del vicepresidente divertido, sube unos escaloncitos laterales del escenario.

Y muy natural, una vez arriba.

Sonriente y encantador como parece su persona.

Y para mi asombro y calculo, que el de todos los presentes.

Toma asiento tranquilo y como nada en la tercer silla que estaba vacía.

Y mis ojos se abren.

¿Era para él?

Pestañeo.

Porque no encuentro una respuesta lógica y los aplausos de todos cosa que imito también, me interrumpen de mi reflexión ante las palabras finales de la presidenta.

Y mierda.

Porque, no escuché nada lo que dijo.

Elevo mis ojos a ella.

Y re mierda.

Porque.

Y sigue, mi perra suerte.

Dando por fin su parlamento y tras agradecer como desear suerte al mejor, antes de voltear y regresar a su asiento donde la esperan su marido y el gladiador.

Me regala fugazmente y sobre un hombro.

Creo.

Una mirada desde arriba de desagrado.

¿Eh?

¿Por qué, llegué tarde?

¿O por qué me culpa que su jefe de editor, lo hiciera?

Y dejo caer mi cabeza a mi regazo, con carpeta y periódico sobre él.

Ya que, ahora sí.

- Estoy perdida... - Balbuceo muy bajito y bajo las palabras nuevamente del orador, dando comienzo a en la habitación contigua a la jodida entrevista de mis sueños.

Una que, mediante una enumeración a cada candidato nos dan para identificarnos.

Poco más de cincuenta personas.

Y que sentada aburrida en la escalera alfombrada y sobre los nervios de todos, esperando nuestro turno en el auditorio.

Poco más de una hora ya que pasó.

Tiempo desgarrador, lento y muy doloroso, en donde varios de mis compañeros.

Hombres como yo.

Fueron al baño para evacuar sus miedos.

Y otros observo, como repiten sin cesar y tipo de memoria, las respuestas de supuestas preguntas que le pueden llegar hacer.

Me hago aire con el periódico.

Porque necesito extremo oxígeno.

Dios...

Yo ni siquiera lo pensé a eso, maldita sea.

El sonido de la puerta lateral de la habitación, donde cada postulante ingresa para ello y donde aguardan.

Terror.

Ellos con sus preguntas.

La mismísima presidenta con su marido y el gladiador.

Se abre por una mujer de poco más que mi edad.

Vestida con prendas en la gama de los violetas y pequeños lentes caladitos en la punta de su nariz, nombra al siguiente en su turno de entrevista dentro con carpetita en mano y bolígrafo en otro.

Y mi respiración se acelera por eso y en solo pensarlo e intento dominar mis nervios y pánico.

Cuando me llama con el nombre de mi hermano, porque es mi turno.

Y me busca con la mirada entre todos los que quedamos, repitiendo nuevamente mi nombre, por demorarme en anunciarme al traicionarme mis nervios.

Pero me obligo a reaccionar.

- ¡Yo! - Digo, poniéndome de pie y caminando con toda la confianza del mundo hacia ella.

Confianza que no tengo en absoluto, pero ruego que no me delate por más sonrisa sincera que me regala esta, incitando a que ingrese como siga tras esa puerta abierta.

Puerta que en el interior.

Me aguarda.

Suspiro fuertemente.

Mi sueño roto, una vez más.

Me doy fuerza a mí, misma y con cada paso que doy.

O hecho y de una vez por toda, realidad.

CAEL

- Tienes que dar el ejemplo, Cael... - Y los reproches de la presidenta sentada al lado mío y tras una mesa, siguen.

- Lo siento, Ángela... - Solo digo, por décima vez. - ...fue por una buena causa... - Me justifico y repito por esa cantidad nuevamente.

- Querida, deja de molestar al muchacho, ya te dijo que lo lamenta mucho... - El vicepresidente sale en mi defensa y sonrío, mientras Megan abre la puerta para que el postulante de turno y tras escuchar su entrevista, sale y llama al que sigue.

Como también, le guiño un ojo agradecido e inclinado hacia atrás en mi silla para que me vea, por tener a Ángela entre nosotros.

Me devuelve otro comprensivo y río, ante el bufido de Ángela por eso, mientras acomodo la hoja del siguiente chico para la entrevista y preparo mi cuestionario leyendo su formulario con datos personales.

Un tal Alberto York.

Que nunca sentí cuando ingresó por mi vista en los papeles, pero acusa su presencia Ángela pidiendo que entregue sus trabajos, para luego tomar asiento en la única silla frente nuestro mientras saluda tímidamente sobre la puerta siendo cerrada por Meg silenciosa.

- Su voz tiene que ser potente, para que todos podamos oír... - Lo corrijo sin dejar de leer su ficha, para luego abrir sus trabajos y chequearlos.

Cual, nada malos debo admitir, observando hojas tras hojas que veo.

- Yo... - Logra decir algo más fuerte, pero no me convence mientras sigo calificando sus diseños.

- ...necesitamos gente con carisma y carácter en la editorial, señor... - Interrumpe Ángela, en desacuerdo.

Y mala señal para el postulante por el timbre de voz que utiliza.

No le quiere dar una oportunidad.

Porque la conozco mucho y por eso elevo mi vista mientras le paso la carpeta con trabajos para que lo miren también ellos.

Y carajo.

Porque el tal Alberto sentado a cierta distancia y en esa única silla con su trajecito responsable.

Mirada de color cálido y manantial.

Y peinado tipo adolescente, es.

El muchacho...

Y mi pecho se infla al nivelar nuestras miradas y por eso, quiero hundirme en el mar de papeles que tengo frente mío o pedir a Megan que abra la puerta por mí, para no perder tiempo y escapar.

Huir y que sigan ellos con las restantes entrevistas.

Y paso mis manos varias veces por mi pelo.

Pensé, que era cosa del momento.

La famosa ayuda samaritana por sentir culpabilidad y que sigo repitiéndome.

Pero, no.

Lo miro sobre mis pestañas acomodando por demás, una hojas ya perfectas una sobre otras, para disimular la jodida arritmia que tengo, cuando lo sigo observando.

Carajo.

Porque dentro de la ternura que me plasma con su carita, aunque disimula el pánico ante esta entrevista y que siento desde su postura entre aniñada y seria que tiene, sentado muy respetuoso.

Rasco mi mandíbula nervioso y Ángela, me mira rara por ello.

¿Será algún síndrome, post pareja dejada?

Y Dios, porque no puedo creer lo que voy a decir respondiéndome, lejos de eso.

Y es.

Que me parece muy bonito, maldita sea...

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