CAPITULO 11

BEATRIZ

Cuando la tercer ronda de cervezas con tragos aparece traído por la camarera, es festejado con gritos festivos por todos mis compañeros e inclusive de mi parte como Fresita, desde nuestros asientos estilo silloncitos ubicados a un extremo de lindo bar que estamos.

Las botellas de estas, muy heladas y a punto justo de beber, se acoplan con las poco más de media docena ya vacías que son retiradas y junto a pequeños vasos con traguitos de fuerte alcohol de color ámbar y platos con bocadillos para acompañar.

Por suerte los analgésicos que Demian me ofreció en la cocina de la editorial, hicieron su trabajo y calmaron mis dolores de mi primer día de menstruación.

Cual, cada tanto y casi frente mío sentado, entre trago y trago de su bebida, me chequea con miradas esporádicas, bebiendo o tras su elegante abanico siempre abierto y dándose aire con gracia y sutileza.

Y aunque debería sentirme asustada o algo intranquila que mi mayor secreto fue descubierto por el lindo y gótico pintor.

Lo contrario y para mi asombro.

Me siento mucho mejor.

Como quién, dice.

Aliviada.

Y aunque, es un perfecto desconocido.

Un aura de sosiego y serenidad me colma.

Y hasta puedo decir.

Que no solo me hizo bien canalizar mi secreto con él.

Sino.

Lo miro, sobre mi chupito bebiendo de un trago.

Sonrío.

Porque, creo.

Que acabo de descubrir un nuevo mejor amigo.

Nuevo y mejor amigo, que a su vez tiene otro sentado a su lado.

Y sí.

También, frente mío.

Que pese a que no se queja y sintiendo que vino por compromiso con todos nosotros.

Ya que nunca demostró cierta alegría a esta juntada de bar y con la excusa por los chicos de darme la bienvenida como nuevo miembro de su piso, aparte de esa necesitada despejada de fin de mes.

El jefe.

Mi lindo y sexy gladiador.

Que resulta que de gay no tiene nada y es bien machote y solo se limita a beber como comer de la bandeja de bocadillos, en silencio absoluto y solo cortando este, con esporádicas respuestas monosilábicas a todos, bajo la risita de un Fresita divertido sabe Dios el motivo.

La música de moda y contagiosa, palpita por su alto volumen sobre las paredes y a nuestro alrededor, haciendo del lugar un ambiente grato y que te incita a divertir como gozar de la noche por más día de semana que sea.

Y por ende.

Una cuarta ronda asoma en nuestra mesa, invitación de Charly bebiendo de un golpe su trago, pero señalándome con el pequeño vasito ya vacío en una de sus manos.

- ¿Eres buen bebedor, Beto? - Me pregunta, sobre la mirada de los mellizos y el resto.

Miro mi cuarto vaso que aún, no bebí y sostengo entre mis manos.

Decir que no.

Cual sería la verdad, porque más de un par de cervezas o degustar de un dulce trago en la barra de una disco con mis amigas.

Sería la verdad.

Pero viendo, no solo fugazmente a todos que lo hacen como la cosa más natural de mundo.

Me hace dudar en decirlo.

Se supone que el hombre tiene más capacidad de tolerancia al alcohol.

Y notando que todos me miran expectante a mi respuesta y donde sobresalen su curiosidad.

Inclusive de Cael muy atento a la espera de mi respuesta, por ser no solo el más joven de la camada.

Sino, también.

Mi pequeña contextura física a comparación de cada uno, ante el aguante etílico.

Me hace tomar la determinación que con mi traguito en mano, de beberlo también de un saque a modo respuesta y limpiando mis labios con el dorso de mi mano muy a lo macho, seguido de una exclamación de satisfacción masculina por el fuerte sabor de la bebida dejando con brusquedad el vaso sin nada y triunfante sobre la mesa.

- Soy un puto genio en ello. - Exclamo, bajo el festejo de todos y más choques de brindis.

Y no lo siento como una total mentira.

Porque la realidad es que lo disfruto a cada vaso con ellos y por más que puedo percibir la mirada desconfiada por mis dichos del jefe, que aunque sigue con cada brindis.

Siento su mirada fiscal, sobre mí.

- Eres lo contario al patrón. - Dice, tras un gran trago de su botella de cerveza, Esteban uno de los gemelos.

Con la afirmación de todos, inclusive de Fresita.

- ¿Perdón? - Murmuro sin entender del todo, mirando al señalado unánime, Cael.

- Que el jefe también, no tiene mucha cultura alcohólica. - Prosigue su hermano.

- Que Cael, cariño... - Demian continúa, apuntando la porción de lugar de la mesa y lado suyo del gladiador, cosa que no había notado que es el único que mantiene su cerveza apenas bebido y que él no tomó de los tragos como el resto. - ...tiene poca flexibilidad a las bebidas alcohólicas...

Oh.

- Lo huele y ya se embriaga... - Acota Matías, bajo las risas de todos con mis ojos abiertos de asombro por eso y la de Cael con su mirada diciéndoles de todo a cada uno, menos bonito por esa confesión.

Pero, se sonríe al fin.

- Aunque me gusta una buena copa de vino o un cerveza helada una tarde de calor... - Me mira. - ...la realidad, es que no soy buen bebedor... - Se sonríe más, admitiendo entre serio y divertido tirando con ambas manos, su pelo arena hacia atrás y dejando la botella sin beber.

- Tiene que estar emocionalmente devastado, para beb... - Fresita quiere continuar, pero con el mismo abanico de sus manos, es golpeado por el gladiador en su pecho, interrumpiendo.

Y todos, se ríen por eso.

Mi cara sin entender creo que lo dice todo, porque lo hacen más.

Inclusive el jefe.

¿Sabrán algo, que yo no?

Me encojo de hombros.

Ni idea.

Lo que sí, sé.

Es que y casi, un par de horas después.

Todos, sobre más brindis.

Y más rondas de chupito en combinación con algún otro trago multicolor y dulce pedido por alguno.

Composición peligrosa.

Teníamos las borracheras de nuestras vidas.

Inclusive el jefe con su media botella de cerveza bebida y otro de otra cosa, obligado por participar en un juego de bebidas para divertirnos.

- Yo me vo...voy con Beto, porque vivimos juntos... - La respuesta sobre un hipo furioso de ebriedad dicho por el gladiador, ya sobre la acera y salida del bar rondando la madrugada, despidiéndonos todos, hizo que si sobre mi corriente sanguínea con más del 80% había alcohol por beber tanto.

Esta se coagulara, quedando petrificada sobre mi lugar y saludo de golpe de puños a todos, mientras la otra en alto, estática quedara a medio pedir mi taxi en la calle que se detiene frente a mí.

Diez ojos se volvieron a mí, como a Cael por su dicho y asombrados por semejante burrada de confesión.

- ¡No! - Mi turno de negar furiosamente y a tientas. - No...no vivimos juntos... - Intento explicar la confusión.

La risita de Demian se mezcla con preguntas curiosas y miradas entre ellos, sin entender.

Muy atónitos.

- ¿Viven juntos? - Esteban, sin entender.

- ¿Se conocían de antes? - Charly, mirándonos a ambos sospechoso.

- ¿Ustedes...? - Un dudoso Matías señalándonos con su índice, sin terminar de especificar.

Y quiero arrancarme los pelos.

¿Pero qué, diablos están imaginando?

Y el gladiador no ayuda.

Se limita a asentir a lo que sea y dejando que su peso borracho, descanse en mi hombro.

- No, no y no... - Gimo por la pesadez de su cuerpo muerto, contra mi espalda. - ...descubrimos hoy, que vivimos en el mismo edificio... - Logro al fin decir, escupiendo casi uno de mis pulmones por la bocanada de aire exigida por el peso de Cael sobre mí.

Demás decir, casi en un coma etílico vertical.

Una exclamación de entender hacen grupal, seguido de saludarnos a modo despedida para tomar rumbos diferentes sin más.

¿Eh?

Miro asustada a todos, procurando ayuda con mi mochila humana a ellos y a Fresita.

- Pero....pero... - Murmuro, viendo como los gemelos suben a otro taxi que detienen y Charly como Matías abrazados entre sí, caminan dirección opuesta.

Miro a Fresita, el único que quedó.

Cual, también mirando al resto, saluda con un último adiós de su abanico a ellos en el aire.

- ¿No me dejarás, verdad? - Lo miro.

Palmea mi hombro.

- Podrás con él. - Ni se inmuta caminando al taxi que detuve y ya de forma impaciente, espera por mí.

Abre la puerta de pasajero.

- ¿Qué? - Un chillido muy de mujer sale de mi interior, provocando que el taxista me mire raro.

Carraspeo mi garganta para engrosarla.

- ¿No te alarma enterarte que tu mejor amigo, vive en el departamento contiguo? - Le digo mientras me ayuda a acomodar al jefe casi desmayado, sobre el asiento trasero. - Sabes mi situación... - Prosigo a regañadientes, porque soy obligada a subir por Demian al coche también.

Lo miro suplicante sobre la puerta cerrada de un golpe por él y bajando la ventanilla.

Elevo un dedo.

- Solo, esta vez... - Le imploro ayuda.

Niega, mientras saca algo del interior de su largo y gótico abrigo.

- Tienes que aprender, Beatriz...

- ¿A qué? - No entiendo nada.

- A ser hombre... - Responde, entregándome lo que sacó. - ...es mi tarjeta con mi número móvil. - Continúa. - ...llámame si me necesitas. - Se apoya contra la ventana mirando a su desmayado amigo, para luego a mí.

Sus azules y delineados ojos en color negro esfumado, me miran sonriente.

- Le agradas y presiento que van hacer muy unidos... - ¿Qué? - ...tu turno de cuidarlo... - Mira su reloj pulsera. - ...y el mío de llegar a casa para mi mascarilla facial refrescante, antes de dormir. - Exclama, tras dos golpes al techo del coche como orden al taxista que circule. - Un par de analgésicos y posición de lado en la cama por si vomita, es suficiente para que duerma como un bebé... - Es lo último que escucho a modo instrucción, mientras el taxi se pierde en la calle y tránsito y lo noto como sin moverse, nos mira irnos.

¿Y con sonrisa de inteligencia?

Creo.

Lo que sí, admito.

Que el jefe pesa una tonelada con peso muerto y donde a duras penas algo despierto a fuerza de llamarlo.

Y cachetearlo un poquito, lo reconozco.

Reaccionó entre balbuceos borrachos, para caminar arrastrado con mi ayuda.

Subir al ascensor.

Llegar hasta su puerta.

Y mirar la mía al lado de forma entrañable y solo desear estar en mi adorada cama, mientras hurgo con mi mano y cuidado del bolsillo de su pantalón de vestir, las llaves de su departamento.

Porque me muero de la vergüenza, si palpo otra cosa.

Una vez dentro, nos recibe solo docenas de cajas de mudanza y muchas de estas abiertas.

Su departamento es exactamente igual al mío.

Y por tal, descifro que su habitación está al final y mismo lado que la mía.

Donde, solo las separa una pared.

Falta acomodar mobiliario aún, pero la limpieza es impecable.

Igual que su habitación, cuando a duras penas y casi cargando con mi espalda, observo mientras me dejo caer con Cael sobre su cama prolijamente tendida.

Con otro esfuerzo sobrehumano ya muy cansada, logro elevar sus piernas seguido de sacar sus zapatos.

- Guau... - Jadeante sale de mí, mientras roto mis hombros y acomodo mi espalda por cargarlo mirando la habitación.

Para ser hombre es muy ordenado con lo justo como necesario en muebles y notando de una pequeña caja, prácticamente nada de decoración.

Solo productos de higiene masculina que todavía no desembaló y lo que parece un portarretratos.

Y cuando mi curiosidad me estaba ganando para sacarla como ver quiénes son, ya que parecen dos personas posando en esa fotografía.

Un gemido lastimero y ronco, sale del gladiador.

- Cierto que me dijo de costado... - Murmuro, alertándome lo que me dijo Fresita por posibles vómitos, soltando la foto.

- Listo... - Resoplo con éxito, haciendo a un lado mi masculino y corto pelo hacia un lado, logrando mover su mole de cuerpo hacia un lado.

Busco por gavetas y cajones de su departamento algo parecido a un analgésico.

Pero, nada.

Y rápido voy por algo de ello a mi departamento, mientras me deshago de mi saco de vestir y la corbata que me ahogaba.

Desabotono los primeros botones de mi camisa, cuando encuentro un par y aflojando algo la venda que presionan y cumplen la función de alisar mi pecho y mis chicas.

Algo avergonzada por mi facha desalineada y post resaca a esta hora, saludo silenciosa a una anciana que en ese momento sale con una bolsa de uno de los departamentos de mi piso pero extremo contrario, mientras ingreso a la del jefe y nuevo vecino.

Me mudé hace unos meses y todavía no termino de conocer a todos en este edificio.

Supongo que otra vecina.

Dos minutos después ya dentro, deposito una taza.

Lo único que encontré en una de las cajas abiertas.

Con agua fresca del grifo de la cocina y los analgésicos en la mesita junto a su cama, observando que el gladiador jamás se movió ni despertó.

Perfecto.

Misión cumplida de mi parte.

- Cuando despierte, tomará de ellos y listo... - Digo conforme y volteando para ir en dirección a la puerta y mi departamento.

Pero sobre dos pasos que hago, me detengo dudosa y mirar a mi ebrio y muy dormido jefe.

¿Y si vomita, se ahoga y no puede pedir auxilio?

Aunque su respiración es fuerte y desordenada, causa de su estado.

Todo él, es armonía.

Lo hará bien, me aliento.

Pero, bajo un bostezo cansado y muy profundo, vuelvo a detener mis pasos por cargo de consciencia.

¿Y si, realmente le pasa algo?

- Carajo... - Susurro bajito, apoyada contra la pared por el cansancio, sin saber que hacer y rascando por abajo de las vendas mi pecho y que me cubren, porque ya me pica.

Los ojos me pesan del cansancio y otro gran bostezo me gana por sueño.

Otro gemido quejoso sale de Cael, obligando a que me vuelva y tome asiento tipo indio sobre el piso alfombrado, junto a su cama.

- Ok... - Me digo muy bajito, apoyando mi cabeza en el borde de su cama y cruzando mis brazos bajo ella. - ...solo será una vigilia de una de hora, cuidándolo... - Bostezo llena de sueño y con casi una aurora asomando por las cortinas de la ventana cerradas. - ...sale el sol y me voy...a mi cama... - Decreto con otro profundo bostezo y luchando para no cerrar mis ojos.

CAEL

<< Aprieto y la llevo más a mí.

El calor de su pequeña espalda contra mi pecho, me hace suspirar satisfecho porque se siente reconfortante.

Mis brazos la rodean por arriba como abajo de su cuerpo y la envuelven, cruzando mis grandes manos por su pecho, pero notando entre dormido.

Arrugo mi ceño.

Que algo me impide sentir el contorno de sus senos y no es la tela que los cubre.

Pero mi enojo, lo disipa sus pies pequeños que bajo las sábanas buscan los míos y se envuelven con ellos.

Provocando que ese bienestar que siento por sentirlo a mi lado, llame más y entre mi sueño dormido a uno más profundo.

Y querer que esto, nunca acabe.

Como sentir también, mientras voy cayendo en Morfeo nuevamente y en esta ensoñación, que mi pene se pone duro ante el roce de su trasero buscándome y llenándome, bajo un gran suspiro de placer...

Mucho.

Y sabiendo que y aunque estoy entredormido, que tiempo que no me sentía así de bien. >>

BEATRIZ

Un grito ahogado, suprimo con mis manos en mi boca al abrir mis ojos.

No solo, porque me quedé dormida cuando mi misión era velar que no se vomitara por la resaca el gladiador.

Sino.

Trágame tierra y escupíme bien lejos.

Mierda.Mierda.Mierda.

Que me encuentro durmiendo en la misma cama con él, sin saber cómo y cuándo, ocurrió eso si estaba en el piso descansando.

Tomo aire silenciosamente.

Y casi sin respirar cuando saco como puedo mis pies bajo los suyos, mientras me pregunto mentalmente en que momento me saqué los zapatos y como uno de sus brazos y mano que posesivamente envuelven uno de mis senos por abajo de la camisa abierta que llevo puesta y sobre las vendas que ocultan mis chicas.

Y otro chillido me trago palpando como verificando mi trasero una vez ya fuera de su cama, cuando soy testigo de su pene con una prominente erección madrugadora, sin dejar de chequear tanto él como yo, que permanecemos con los pantalones puestos y cinturón como cremallera bien arriba y en su lugar.

- Diablos... - Se me escapa ocultando mi cara, mientras camino con pasitos cortos y suaves en dirección a la puerta y pensando, como carajo le explico esto en unas horas en la editorial.

En realidad a todos, maldita sea.

Cuando se enteren frente a un Cael ya lúcido, preguntándome que pasó entre nosotros anoche.

Un jefe hombre a su nuevo subordinado, también hombre.

Gimo y repito como otras veces.

Pero que, perra suerte la mía...

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top