CAPITULO 10

BEATRIZ

Sinceramente.

Las horas pasan amenas.

Y fuera de mis locos y furtivos nervios, estoy tranquila después de eso.

Matías como el resto de mis compañeros, es afable y con dedicación pero sin mucho esfuerzo, porque aprendo y entiendo rápido lo que me enseña a medida que transcurre la mañana.

¿Cómo les podría describir para que sientan mi estado?

Un ambiente alegre, pese a tanta responsabilidad y tiempo límite de la próxima entrega del magazine.

Una agradable canción rellena el piso desde la música funcional del edificio y mientras cada uno está en su labor.

Cosa que cada tanto, solo es interrumpido por la consulta de uno de nosotros al otro, ya que todos somos un equipo.

Inclusive el gladiador hizo un par de apariciones, buscando algún informe o carpeta a los chicos, para luego volver a su oficina y enfrascarse de lleno otra vez al teléfono o su computadora.

Demás decir, sin siquiera hablarme y más que una ligera miradita hacia mi persona al pasar por mi escritorio.

Entendible.

Vigilando que trabaje y cumpla con mis obligaciones.

Cosa, que le pongo mucho empeño.

Porque no quiero defraudarlo, ya que tuvo mucho que ver en que haya ganado mi lugar en la editorial.

Y porque, amo esto.

Mi sueño, hecho realidad.

Mi mano baja a mi vientre y lo acaricio, como si eso apaciguaría los retorcijones que siento.

Porque los nervios me están consumiendo, pese a que estoy más calmada.

Una vez que termino de editar unos informes y aviso a Matías desde su escritorio que están listo y enviados a su mail, me pongo de pie en dirección al dispenser de agua.

Tal vez un vaso, calme mi organismo.

- ¡Good morning! - Una sexy voz masculina pero cantarina, interrumpe apareciendo en el piso, mientras vierto algo de agua fresca en una taza que encuentro.

Es el novio del gladiador.

El chico bonito, gótico y pintor.

Fresita.

Hace a un lado una larga pero exquisita gabardina negra como todo su atuendo y maquillaje, a excepción de una camisa con llamativos dibujos abstractos en rojo, mientras toma asiento en el borde del escritorio de Charlie, cual lo saluda con golpe de puños.

Se podría decir que en esa pose y mirada tan azul como un mismo cielo despejado y bajo la oscuridad de ese delineado negro de sus ojos acentuando, no solo la belleza masculina del pintor.

Sino, también.

La profundidad de los mismos.

Que este hombre jodidamente, parece un Dios porno de las tinieblas.

Y donde muchas pese a ser gay, no haríamos beatas a la creencia que los vampiros existen y sacaríamos turno para que muerda nuestros cuellos.

¿Y por qué, no?

Sonrío para mí.

Para que los lama, también.

- ¿Vienes a visitar al jefe? - Santiago, uno de los gemelos habla y señala su oficina, cual todavía no notó la llegada de su novio, por estar concentrado en la pantalla de su computadora.

Fresita, se sonríe.

- No. - Dice. - Vengo a conocer un poco más, al famoso muchachito.

Y me señala alegre caminando hasta donde estoy, cosa que hace que mi estómago se retuerza más del dolor y casi escupa el agua que bebo.

No sé, porqué, este lindo chico y con su mirada vivaz.

Ahora puesta en mí, totalmente.

Me pone nerviosa.

Seco como puedo mis labios y cuello de la camisa con una servilletita de papel que sobran del dispenser.

¿Famoso muchachito, dijo?

¿Y eso?

- ¿Disculpe? - Atino a balbucear por eso.

Un bonito pañuelo en seda y color de su camisa, aparece frente a mis ojos para ofrecérmelo y elevo mi vista al tomarlo con cuidado para encontrarme los góticos y sexys ojos azules suyos.

Y sonriéndome.

- ¿Eres el más joven de la cuadrilla y nuevo, no? - Justifica y yo respiro.

Así me llama el gladiador y por un temible instante noto algo, por el brillo de su mirada al decirlo.

No quiero que me tome por competencia contra su novio y surja disputa de celos.

¡Santo Dios, si soy mujer!

Ok, no.

Soy hombre.

Sacudo mi cabeza.

No, no lo soy.

Bueno, sí.

Pero, no uno gay.

Y quiero gruñir fuerte y tirarme de los pelos.

Porque, ya me hice lío.

- Vine a darte la bienvenida... - Me abraza sobre un hombro confianzudamente, guardando el pañuelo que devuelvo.

Cierto que los hombres, también se abrazan entre ellos y a lo brusco.

Y me dejo, pero mi vientre me duele más.

Mira a todos sin abandonar que me tiene abrazada.

- Al salir del trabajo, deberíamos ir por unos tragos y buena música...

- Y por chicas sexys... - Acotan los gemelos al unísono, cual al escucharse, ríen y chocan los cinco desde sus sillas por coincidir al hablar.

- ¿Chicas sexys? - Pregunta el gladiador con aire divertido y serio, haciendo presencia con una carpeta en mano.

Seguido a.

- Lo siento. - Disculpándose por interrumpir el abrazo de Fresita a mí y dejando dicha carpeta arriba del dispenser, para servirse también un vaso de agua muy tranquilo y permaneciendo en ese lugar.

Uno, donde apenas hay espacio por culpa de su dotado cuerpo entre su novio y yo.

Pero, parece no molestarle.

Al igual.

Inclino mi cabeza, dudosa.

Que jamás bebe del vaso que se sirvió y tiene en una de sus manos y solo se limita a mirar a todos, pero en especial al pintor y a mí.

Para luego a su novio.

Fijamente y con cierto aire ceñudo.

Cual, una risita burlona se le escapa a su pareja, negando divertido.

Y yo empiezo a entender.

El gladiador está celoso.

¡Claro!

Celos por el abrazo que su novio me dio con tanta confianza.

Y por eso, soy yo la que me alejo y tomo distancia de ambos con disimulo y regresando a mi lugar de trabajo.

Y sinceramente, admitir.

Que tenerlo tan cerca a Cael y rozando su cuerpo al lado del mío.

Peligroso y adictivo.

Y no quiero eso.

Porque mi caliente pero gay gladiador, huele bien.

A jabón de ropa con perfume de hombre.

Algo de que me estaba haciendo consciente, desde que lo vi por primera vez.

Mierda.

Sincera y jodidamente, muy pero muy consciente en realidad de lo bien que huele este hermoso hombre cuando lo tienes cerca.

- Algo así, como una recepción de bienvenida a tu nuevo alterno, corazón... - Acota Fresita con la afirmación de mis compañeros ante la idea de un bar después del trabajo.

Y a mí, no me calma el dolor de estómago.

- Tal vez, otro día, yo no... - Digo, ocultando mi mano abrazando mi vientre tras mi escritorio como mi cara de dolor.

- Yo tampoco puedo. - Responde Cael tan seguido como yo, caminando en dirección a uno de los gemelos y entregarle la carpeta como vaso que nunca bebió.

- ¿Tienes ocupada la tarde? - Me pregunta Charlie.

No.

La verdad, que no.

No quedé en nada con mis amigas.

Niego sincera.

- No se habla más... - Interrumpe Matías, dándolo por hecho. - ...es fin de mes y vendría bien un despejada con cervezas... - Me señala y luego a todos. - ...y para conocerte más. - Sonríe.

Y yo babeo.

Porque es muy linda su sonrisa intelectual.

Al igual que todos, mientras afirman y me miran para convencerme con un Charlie juntando sus manos en actitud de ruego.

Excepto.

¿Eh?

El gladiador.

Que su dura y gris mirada, viaja a cada uno.

¿Acaso, no está de acuerdo?

Pero su repentino.

- También, voy. - Seguido de voltear e irse a su oficina sin siquiera reparar en la presencia de su novio pintor, que me hace exhalar aire aliviada y retomar mi tarea, abriendo otra carpeta para seguir.

No estaba molesto.

Pero me pongo de pie de golpe por venir a mi mente lo que dijo Matías.

¿Fin de mes?

¡FIN DE MES!

Chequeo mi celular si es correcto y sin importarme que Fresita y mis compañeros, me miren raro por esa actitud acelerada.

Llevo una mano a mi boca, preocupada.

Ay, carajo...

Por eso este dolor persistente.

No son a causa de los nervios.

Observo a todos.

¿Cómo hago?

Es por mi jodida fecha del mes.

- ¿Te ocurre algo, Beto? - Pregunta Charlie, sobre la mirada de todos y al ver que tomo mi mochila.

- Solo, algo descompuesto... - Murmuro. - ¿El baño? - Pregunto. - Será un segundo... - Justifico a Matías.

- Tranquilo, hombre... - Me dice, señalando con su bolígrafo la puerta del piso, pero luego a la derecha. - ...es la primer entrada, mini cocina y baño de este piso.

Asiento y sin pérdida de tiempo, me encamino a la salida.

- Carajo... - Gimo, mientras busco en mi mochila un puto tampón al llegar.

Tampoco es que tengo diversidad y cantidad de mochilas como carteras.

Y juraría que alternando y usando esta con mi otro par de bolsos.

Siempre pongo uno entre mi mar de porquerías.

Somos seis amigas y siempre una, puede necesitar de urgencia en alguna reunión o salida.

Y en este caso.

Gimo sin verlo y por más que revuelvo todo.

Yo.

Pero a la mierda.

Sin querer perder más tiempo y totalmente desesperada, aprovechando la soledad de la mini cocina, volteo la condenada mochila, causando que todo su interior se desparrame por el limpio y blanco piso.

Con cuadernos.

Marcadores.

Las llaves de mi departamento.

Mi billetera.

Y restos de cosas como envoltorio de caramelos, un cepillo de dientes protegido y hasta un desodorante.

Obvio, ahora uno de hombre.

Un pequeño peine.

Y el jodido tampón que al fin cae, pero rueda por la inercia hasta los pies de la puerta cerrada.

Me apuro a rastras en su búsqueda.

Pero esta, es abierta en ese momento por alguien inoportuno.

Y gimo otra vez.

Ay no, no y no...

Ocasionando, que casi al alcance de mis dedos siga su viaje metro más allá y lejos de mí, por el empuje sin querer de uno de los elegantes zapatos de vestir del desconocido al ingresar, ya que ni me atrevo a elevar mis ojos para ver quién es.

Porque, solo mi mente repite que no lo haya visto una y otra vez, mientras voy en su búsqueda a gachas.

Pero, esas piernas se inclinan y una mano, recoge el tampón.

Seguido de abrirse su palma frente a mi nariz para entregármelo.

Y yo cierro mis ojos triste y decepcionada.

No pasé ni un día en mi trabajo.

Suspiro frente a esas piernas masculinas, desinflando mis hombros.

Y ya, me descubrieron.

Elevo mi vista lentamente para mirar al dueño de esa altura y nivelar nuestros ojos y sin siquiera, atreverme a ponerme de pie.

Nuestras miradas chocan, sin poder creer quién es y al reconocerlo.

Estoy muerta...

CAEL

Mi culo.

Sí.

Demian podía besar mi trasero, cuando lo vi.

Repito.

Lo vi encaramarse a Beto como si nada y fuera la maldita cosa más natural del mundo.

Mis nudillos blancos hasta el punto de dolor por apretar con la fuerza de mi puño cerrado mi pluma, hizo que reaccionara y sobre mi pantalla, cuando vi y pese a mi disimulo, que abrazaba al muchachito.

Pero, no malinterpreten.

Es solo que no entiendo ese fanatismo curioso que acusa Fresita por Beto y lo delató cada puta acción simulada que tuvo al verlo en la entrevista.

Y niego por ser el culpable.

Ya que nació de mí, al confesarle mi preocupación por el muchachito en la cocina.

Preocupación que ni yo entiendo, pero despierta en mí, este joven y que por las casualidades de la vida, también resulta mi vecino desde hoy.

Muchacho que padece de cierta desorientación sexual, delatándolo ese beso que me dio en el parque después de la entrevista.

Me parece.

Y niego ante ese recuerdo.

Por sus labios y los míos.

Rasco mi pelo, frenéticamente.

Pegados.

Confusión que tiene y que mi mejor amigo, bien podría orientar y usar para su provecho.

Porque, parece que le agrada Beto.

Pero me niego a ello y me opongo, poniéndome de pie y tomando una de las carpetas.

Pienso, frotando mi barbilla.

¿Y por qué, mierda me opongo?

Miro a ambos que siguen abrazados, pero más a Beto.

Y sonrío satisfecho, por lo que se me ocurre.

Sí, es eso.

Porque Beto, no es del target de Fresita.

Por eso abro la puerta de mi oficina decidido y para impedir cualquier mierda de coqueteo.

Plan de mi amigo al ingenuo muchachito.

Demian lo he visto enamorado y cortejando hombres y todos fueron del tipo, raza bien macho.

Beto no llega a eso, ni en sus mejores sueños y años de gimnasio, porque su cuerpo delgado que fácil podría confundirse con el de una mujer sin senos.

Ya que su contextura es la de un adolescente en plena etapa de la pubertad.

No irradia masculinidad y cromosomas XY en su mayor esplendor.

Mas bien, emana.

Ternura.

Ganas de abrazarlo y que nadie lo lastime.

Y mis ojos se enternecen en pensar en ello.

En abrazarlo.

Pestañeo.

¿Qué mierda, dije?

Gruño.

Pero, no deduzco esa estupidez.

Porque no hay tiempo y hago lo que mejor se le ocurre a mi cerebro, una vez que llego a ellos.

Separar ese jodido abrazo.

Obvio, con disimulo y porque resulta que tengo mucha sed.

Capto la sonrisa idiota de mi mejor amigo ante mi reacción, pero la intervención de los chicos programando una reunión a modo bienvenida para Beto, cual acepta y yo también.

De mala gana y no tengo idea tampoco, el por qué.

Disipa cualquier otro movimiento extraño y plan acosador de Demian, en pro al muchacho.

Ya en mi oficina de vuelta, camino sobre mi lugar y con las manos en mi cintura, pensativo.

Deliberando.

Tengo que hablar con Fresita, antes de la reunión de esta noche.

Sí.

Y convencerlo que el muchacho no es para él.

- ¿Fresita? – Pregunto, asomado por la puerta a los chicos.

- Salió hace un rato. - Uno de los gemelos, responde.

- Creo que después de Beto al baño, por sentirse algo descompensado... - Acota, sin levantar los ojos de unos papeles, Matías.

¿Qué?

No pierdo tiempo y voy tras ellos.

Porque no sé, qué, me preocupa más.

Mi acosador amigo.

Froto mi pecho mientras me encamino por una punzada.

O saber que Beto, se siente mal...

BEATRIZ

- Gracias... - Solo atino a decir, cuando acepto mi tampón tomándolo y lo miro tímida como avergonzada.

Pero tratando de no verme perturbada, cuando lo agarro y lo cubro con mi puño cerrado, como si fuera que no somos los únicos en la pequeña cocina y alguien más podría verlo.

Su sonrisa nunca se va.

Ni siquiera, cuando se inclina y conmigo, me ayuda a recoger todas mis cosas esparcidas en el suelo, seguido de guardarlo en mi mochila.

Es amable al igual que su actitud, cuando después también me ayuda a ponerme de pie y me obliga a tomar asiento en la silla más cercana.

Creo que notó que mis piernas flaquean por lo que fui descubierta y estoy propensa a desmayarme o desfallecer en pleno suelo.

Solo lo sigo con la mirada en cada uno de sus movimientos y en el silencio sepulcral que hay, cuando vierte en un vaso que busca de una gaveta, algo de agua.

Seguido de abrir otras puertas superiores, buscando algo.

- Esta cocina también la usa, Megan y Ángela... - Su tono de voz es suave, pero explicativa. Me mira sobre uno de sus hombros. - ...y aunque una de ellas, podría estar en menopausia... - Sigue hurgando entre las cosas. - ...sé, que guardan algún tipo de medicamentos, al igual que los chicos si están bajo estrés... - Sonríe más, cuando saca algo de una cajita con cosas dentro. - ¿Esto, sirve? - Me mira triunfante y elevando unos analgésicos.

Y afirmo en silencio, mientras saca dos de ellos y me lo ofrece con el vaso de agua.

No me resisto y los ingiero con un gran sorbo.

Toma asiento del otro lado, cruzando elegantemente una de sus piernas sobre la otra y mirarme lleno de curiosidad.

- ¿Cómo te llamas, cariño? - Fresita pregunta, cuando termino de beber toda mi agua y lo observo.

- Beatriz. - Digo sincera.

- Bonito nom... - Me dice.

- ¿Me vas a denunciar? - Interrumpo e intentando reprimir mis lágrimas.

Niega desconcertado y una bonita uña de negro, se apoya en su barbilla.

- ¿Por qué, haría tal cosa?

Me encojo de hombros, aún desconfiada y con temor.

- Acabas de descubrir que soy mujer. - Ni intento disimular mi verdadera voz.

Y cubre su risita con un abanico que saca del interior de su elegante gabardina.

Para luego inclinarse hacia mí.

- Lo supe desde el primera vez que te vi, darling... - Me murmura con soltura.

¿Eh?

- ¿Desde la entrevista? - No puede ser.

Asiente y desliza más su silla a mí.

- ¿Todos sospechan? - Pregunto.

Niega.

Y yo, respiro aliviada.

- ¿Y porqué, tú, sí?

Sonríe divertido.

- Porque soy pintor y observamos mucho las cosas... - Señala con su abanico ahora cerrado, mi garganta. - ...y puedo notar un bonito cuello femenino entre otras cosas... - Me explica.

Y entiendo, llevando una mano a mi garganta.

No es fornido.

Y mucho menos, los que no diferencia de los hombres.

La nuez de Adán.

Mis hombros caen y cubro mi rostro con ambas manos, dejando el jodido tampón sobre la mesa.

- Estoy perdida... - Gimo.

Pero interrumpe mi queja lastimera.

- Tranquila, que no lo notaran... - Y ríe, al ver que lo miro por sobre mis dedos perpleja.

- Porque los chicos obviando a Charlie, cosa que ya prueba superada con él... - Me dice. - ...solo prestan atención a culos y tetas... - Me contagia su risita. - ...y mi mejor amigo...

- ¿Tú, qué? - No puedo evitar interrumpir, otra vez a Fresita.

¿Habla de Cael?

¿Mi gladiador?

Vuelve a abrir su abanico sobre su lindo rostro gótico y se hace aire.

- Sí, por el caliente jefe que tienen y mi mejor amigo, muñeca...

- Yo, pensé que... - No sé cómo explicar, sin parecer entrometida. - ...que ustedes eran...porque parecen...

- ¿Pareja? - Interviene.

Asiento, jugando con el tampón entre mis dedos.

Y una carcajada, provoca que su cabeza se eche hacia atrás de la gracia que le da.

- Más hubiera querido yo, unos años atrás... - Dice entre risas y limpiando una lágrima con uno de sus dedos, corrigiendo el delineado algo esparcido de un bonito ojo por reír tanto. - ...pero a mi amigo le van las vaginas y las bragas... - Explica. - ...cuando lo conocí de veinte maneras diferente me le quise tirar, pero con el tiempo, pudo más nuestra amistad... - Piensa. - ...una gran amistad entre nosotros... - Me aclara por tanta confianza y cariño por parte de los dos.

- Oh... - No sé, ni que decir.

Estoy asombrada.

Y creo que feliz de saberlo.

Creo.

Pero cuando estamos por continuar con la charla y el mar de preguntas que ambos tenemos del otro.

Somos interrumpidos por la puerta de la cocina abriéndose nuevamente de golpe y sin previo aviso.

- Demian, necesito que hablemos... - De la mano del gladiador que resuena del otro lado.

Que se mezcla y retumba, sobre un ágil Fresita interponiéndose para cubrirme, cuando nota que quiero ocultar el puto tampón olvidado en la mesa.

- Cariño, podemos hablar afuera mientras...

- Déjame pasar... - Pide, ante el cuerpo de Fresita acaparando la puerta e impidiéndolo.

- No. - Dice, clavando su espalda ante la fuerza de Cael por abrirla más y con señas desesperadas de su mano, que me pide que oculte el tampón.

Y miro para todos lados.

¿Pero, dónde?

¿DÓNDE?

- ¿Qué le pasa a Beto? - Siento al gladiador a mi espalda y sin dejarse convencer por el alto cuerpo de Fresita intentando cubrirme, que insiste en ver y entrar.

Fresita, ríe escandalosamente y con ademán de restando importancia.

- Nada...nada... - Lo invita a irse, pero el gladiador se resiste y logra evadirlo al fin, sin problema pasando por el espacio abierto de la puerta mientras pienso, dónde jodidamente esconder el tampón.

Pero una vez dentro, viene hacia mí, que estoy a espalda.

Miro desesperada desde mi silla y con tampón en mano.

Y hago.

Carajo...

Lo que mejor se me ocurre para fingir.

CAEL

- ¿Por qué... - Dudo sin poder creer, lo que dan crédito mis ojos. - ...llevas... - Digo al muchacho. - ...un tampón en la nariz? - Pregunto, cuando puedo escapar de Fresita que se interponía a que vea a Beto.

El muchachito al girarse, intenta cubrir con su mano la nariz como sus mejillas ardidas.

Quiere hablar, pero solo sale de él, balbuceos intangibles que no entiendo y explicando el motivo.

Pero Demian contesta por él y elevando la barbilla de Beto.

- Le sangraba la nariz. - Ayuda a retener esa cosa incrustada en el orificio de su nariz.

- ¿Te encuentras bien? ¿Necesitas ayuda? - Me preocupo al escuchar eso. - ¿No es mejor un poco de algodón? - Procuro acercarme al muchacho, pero Demian me lo impide interponiendo su abanico contra mi pecho.

Y frunzo mi ceño.

¿Pero qué, le pasa?

- Yo, no encontraba y no hace falta, jefe... - Murmura Beto y ambos lo miramos. - ...ya me siento mejor... - Se señala sonriente y con esa mierda colgando de la nariz.

- Baño... - Recuerda Fresita y Beto asiente.

Da unos pasos a la puerta de este.

- Sí, solo voy al baño y estaré mejor... - Escapa con pasitos rápidos.

Una vez solos, miro a mi amigo sin entender.

- ¿Un tampón en la nariz? - Digo curioso y susurro.

Demian, ríe tras su abanico abierto ahora y al lado mío.

- Tradición familiar supongo o lo único que encontró en las gavetas para auxiliarse... - Justifica, sin mucho problemas.

Y no puedo evitar, sonreír divertido también y extrañado.

Pero lo reconozco.

Divertido.

Porque, Beto es raro.

O la palabras serían.

Beto, es realmente especial...


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