UNA CENA


Steph aún seguía dándole vueltas a la conversación con Rodrigo mientras revisaba sus notas. Aquella frase que él había soltado con tanta naturalidad no dejaba de resonar en su cabeza.

"Aunque hubiese sido divertido que fuese por otra R. No crees?"

¿A qué se había referido con eso? ¿Era solo un comentario casual o tenía algún significado más profundo? La duda la carcomía, así que decidió ir directo al punto.

—Oye, Fideito... ¿qué quisiste decir con eso de que sería divertido que fuera otra R? —preguntó con fingida casualidad, apoyando los codos sobre la mesa.

Rodrigo la miró con una media sonrisa, como si estuviera debatiéndose entre responder o no.

—¿De verdad quieres saberlo? —preguntó con ese tono de misterio que a Steph le ponía nerviosa.

—Obviamente. No hables en acertijos —insistió ella, cruzándose de brazos.

Rodrigo estaba a punto de responder cuando de repente una voz familiar interrumpió la conversación.

—¡Rodrigo! Pero mírate, cuánto tiempo sin verte, hijo.

Era la mamá de Steph, a quien Rodrigo llamaba "tía" desde que eran niños. Entró a la sala con una sonrisa cálida y brazos abiertos. Rodrigo se levantó con una risa ligera y la abrazó.

—Tía, cuánto tiempo. Ya me extrañaba una de sus comidas.

—Pues llegaste en el momento perfecto, justo iba a empezar a preparar la cena. ¿Por qué no te quedas? —sugirió ella con entusiasmo.

Steph miró a Rodrigo, esperando que pusiera una excusa, pero para su sorpresa, él sonrió.

—No puedo rechazar una oferta así.

Antes de que Steph pudiera reaccionar, el timbre de la casa sonó. Era Karen.

—¿Interrumpo algo? —preguntó, alzando una ceja al ver a Rodrigo ahí.

—Para nada —respondió la mamá de Steph—. Justo íbamos a cenar. Quédate tú también, Karen.

Karen aceptó y se unieron todos en la mesa, donde la conversación fluyó con naturalidad. La madre de Steph hizo preguntas sobre el colegio, las actividades y, por supuesto, sobre las tutorías. Rodrigo, entre broma y broma, confesó que esperaba no decepcionar a su tutora.

—Si repruebas, será culpa tuya, no mía —bromeó Steph.

—Vaya presión —dijo Rodrigo, llevándose una mano al pecho en un gesto dramático.

Karen observó a ambos con atención, analizando cada interacción. Mientras la conversación continuaba, Steph no podía evitar seguir preguntándose qué había querido decir Rodrigo antes de que su madre llegara.

Cuando la cena terminó, Rodrigo se despidió con su sonrisa despreocupada de siempre, pero antes de salir, se giró hacia Steph.

—Si logro mejorar las calificaciones y que no me castiguen... te diré el pequeño secreto del famoso fideito.

Y con eso, se fue, dejándola aún más intrigada.

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