EL RUMOR
El martes comenzó como cualquier otro día normal, pero algo en el aire se sentía distinto. Stephanie no pudo evitar notar las miradas furtivas y los susurros en los pasillos. Aunque intentó ignorarlos, la incomodidad comenzó a crecer con cada paso que daba. Algo estaba pasando, y no era bueno.
Cuando entró al aula, las cosas se sintieron aún más extrañas. Algunos de sus compañeros la miraban con sonrisas maliciosas; otros disimulaban, pero estaba claro que sabían algo que ella no. Karen, quien había llegado temprano por una vez en su vida, se acercó rápidamente.
—Steph, tenemos que hablar —dijo en un susurro, jalándola hacia una esquina del aula.
—¿Qué pasa? ¿Por qué todos me miran así? —preguntó Stephanie, tratando de sonar calmada, aunque por dentro sentía que el corazón se le salía del pecho.
Karen la miró con seriedad.
—Andrea.
—¿Andrea qué? ¿Qué hizo?
—Ayer, cuando le prestaste tu cuaderno, lo revisó y... bueno, parece que encontró algo. Algo que escribiste.
Stephanie sintió que el estómago se le encogió.
—¿El corazón?
Karen asintió.
—El corazón con la "R" y la "S". Andrea no dijo nada directamente, pero le contó a Emma y a José, y ya sabes cómo son ellos. Ahora todo el mundo está hablando de eso.
Stephanie llevó las manos a la cara, sintiéndose expuesta y avergonzada. ¿Cómo había sido tan descuidada?
—Esto no puede estar pasando —murmuró.
Karen le dio unas palmaditas en el hombro, tratando de calmarla.
—Tranquila. Vamos a aclarar esto. Pero primero, necesito saber algo: ¿ese corazón era por Rodrigo?
Stephanie vaciló. Sabía que podía confiar en Karen, pero admitirlo en voz alta lo hacía demasiado real.
—Tal vez —dijo finalmente, con la voz apenas audible.
Karen suspiró.
—Ok. Esto complica un poco las cosas, porque Andrea está convencida de que sí es por Rodrigo. Estaba en la reunión ese día, y según ella, él es el único con una "R" que tiene sentido.
Stephanie sintió que el mundo se le venía encima.
—¿Y qué hacemos ahora? ¿Cómo detengo este chisme?
Karen sonrió con determinación.
—Déjamelo a mí. Voy a hablar con José, Emma y los demás. Si logramos que dejen de hablar del tema, podría olvidarse rápido. Pero necesito que tú mantengas la calma y no hagas nada sospechoso.
Stephanie asintió, aunque no estaba segura de cómo iba a lograrlo.
Karen no perdió tiempo. Durante el recreo, se acercó a José, quien estaba sentado en una de las bancas del patio revisando su celular.
—¡José! ¿Tienes un minuto? —preguntó con una sonrisa.
José la miró con suspicacia.
—¿Qué quieres, Karen?
—Nada malo. Sólo quería preguntarte algo. Escuché un rumor raro, y quería saber si sabes algo al respecto.
—¿Un rumor? ¿Cuál?
Karen se inclinó hacia él, bajando la voz.
—Sobre Stephanie y Rodrigo. Alguien dijo que viste algo en el cuaderno de Andrea.
José soltó una carcajada.
—Oh, sí. Eso fue divertido. Andrea estaba toda emocionada diciendo que había encontrado un corazón con sus iniciales.
—¿Y qué piensas tú? ¿Crees que es verdad?
José se encogió de hombros.
—No lo sé. Pero Rodrigo ni siquiera parece interesado en esas cosas. Es más, ni siquiera creo que sepa que existe el rumor.
Karen asintió, guardando la información.
Por su parte, Stephanie intentó mantener un perfil bajo el resto del día. Pero cada vez que alguien la miraba o susurraba, su nerviosismo crecía. Cuando finalmente terminó la jornada, estaba agotada, tanto física como emocionalmente.
El miércoles, el rumor se había esparcido aún más. Aunque nadie se lo decía directamente, Stephanie podía sentir las miradas y escuchar las risitas. Rodrigo, por su parte, seguía actuando con normalidad, completamente ajeno a todo.
Karen, fiel a su promesa, continuó investigando.
—Emma me dijo que Andrea cree que es cierto, pero no está segura al cien por ciento. Si logramos convencerla de que fue un malentendido, podría detener esto.
—¿Cómo haremos eso? —preguntó Stephanie, desesperada.
Karen sonrió con confianza.
—Dame tiempo. Tengo un plan.
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