EL INICIO



Por fin había llegado el día. Bueno, no es que me encantara estudiar, pero sí me emocionaba reencontrarme con mis amigos. Las vacaciones de verano habían sido largas y aburridas, así que el regreso a clases significaba el comienzo de nuevas aventuras y, por supuesto, de todas las locuras que planeábamos hacer en nuestro penúltimo año de secundaria. No íbamos a esperar al último año para disfrutarlo al máximo; hoy mismo empezaríamos con todo.

—¡Stephanie! ¡Baja a desayunar! —gritó mi mamá desde el primer piso.

Me vestí rápidamente. Me puse un jean cómodo, un polo blanco sin estampados y la casaca del colegio. Desde hacía algunos años ya no era obligatorio usar uniforme completo; bastaba con llevar la casaca o la polera. Después de meter un cuaderno de apuntes en mi mochila, bajé corriendo las escaleras.

—Hola, ma —dije al sentarme en la mesa.

Me sorprendió encontrar panqueques en lugar del típico jugo rápido. Al parecer, mi mamá estaba de buen humor.

—¿Qué tal? ¿Preparada para un nuevo año de sacrificio? —preguntó con una sonrisa divertida.

—Ajá, sí —respondí entre bocados.

Siempre prometía mejorar en mis notas, y aunque lograba hacerlo, nunca llegaba a los primeros puestos, como mis padres esperaban. Pero estaba decidida a que este año sería diferente... o al menos eso pensaba.

Comí rápido, le di un beso fugaz a mi mamá y salí de casa. Mi papá, que había trabajado hasta tarde, seguía durmiendo. El camino al colegio estaba lleno de caras familiares: estudiantes con mochilas nuevas, otros revisando ansiosos sus horarios, y algunos riendo a carcajadas mientras compartían anécdotas del verano.

Al llegar, todo parecía igual. Algunos compañeros habían cambiado: unos se habían cortado el cabello, otros habían crecido, y unos pocos incluso parecían personas completamente nuevas. Mientras caminaba por el patio saludando a todos, buscaba a Karen, mi mejor amiga. Como siempre, llegaba tarde.

—¡Stephanie! —Una voz masculina interrumpió mi búsqueda.

Me giré y vi a Rodrigo Vives. Alto, delgado, el hombre de mis sueños el chico que había estado en mi mente desde que tengo memoria y con esa sonrisa despreocupada que lo caracterizaba. Para mí, era "Fideito", un apodo que le había puesto hace años por su contextura delgada. Claro que él no sabía que el apodo venía de mí.

—¡Fideito, hola! —lo saludé con una sonrisa traviesa.

—¿Es en serio? ¿Por qué sigo con ese apodo? —respondió fingiendo indignación.

—Tal vez porque no engordas ni aunque lo intentes.

—Muy graciosa.

—Es la felicidad del primer día —dije mientras le guiñaba un ojo.

Rodrigo se rió y sacudió la cabeza.

—Bueno, te diré para lo que vine. Hace tiempo que... —"¿Se me va a declarar?", pensé mientras mi corazón comenzaba a latir más rápido. Pero no. Seguía hablando—. Bueno, eres una chica muy alegre y estuve conversando con los demás sobre esto. Espero que aceptes.

—¡Sí! —grité, emocionada sin saber siquiera de qué estaba hablando. Estaba tan perdida en mis pensamientos que ni siquiera noté a la temida señorita Palomino acercándose.

—¿De verdad? Entonces, gracias por aceptar ser la delegada de la clase. Nadie quería el puesto y...

—¿Qué?

Antes de que pudiera procesarlo, la señorita Palomino nos interrumpió.

—¡Vives y Pérez, dejen de hacer escándalos y vayan a sus salones!

Rodrigo me guiñó un ojo y se alejó, mientras yo intentaba entender en qué momento había aceptado ser delegada. Definitivamente, este año iba a ser más interesante de lo que había planeado.

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