7-Fairy Hills

Me desperté algo tarde porque no había podido dormir por el beso, aunque solo hubiera sido en la mejilla, era un beso. Una vez me duche, comí algo y vestí, me fui directo al gremio. Durante todo el camino no dejaba de darle vueltas al asunto y no imaginaba que tipo de reacción tendría Erza al verme, ¿me golpearía como a Natsu?.

Como suele pasar en este tipo de situación, el viaje se me hizo corto y no largo. Entré con cautela y fue directo a la barra a beber algo, aquel día hacia mucho calor.

—Hola Mira, ¿me pones algo de beber?, tengo una sed...—dije agotado.

—Claro—me dio el vaso con agua—¿vas a buscar alguna misión?.

—Si, miraré alguna...oye...—miré a todas partes—¿no esta Erza?—pregunté en un susurro.

—Ah, pues no ha venido todavía. Anoche fui a darle un trozo de pastel que había sobrado y la vi algo nerviosa—contestó poniendo su dedo en el labio.

Yo agache la cabeza.

—¿Ha pasado algo?—preguntó curiosa.

—La verdad es que...—le conté todo, desde que me salvó de pequeño hasta ahora.

—Ya veo—dijo—bueno, yo que tu iría y le diría las cosas claras sino...podéis sufrir.

—Pe-pero...como...¿cómo le voy a decir que...?.

—¿Qué te gusta?—asentí—Erza es una chica que en estos temas es muy vergonzosa y tímida, debes hablar con ella—dijo en un tono autoritario.

—Esta bien...—me terminé el agua y salí del gremio rumbo a Fairy Hills suspirando.

El edificio me pareció mucho más grande desde la entrada. Realmente era un sitio bastante lujoso y que seguramente el alquiler era caro de pagar. En la entrada encontré a la portera que estaba barriendo.

—Disculpe.

—No pueden estar chicos aquí—me dijo sin mirarme.

—Busco a Erza Scarlet—ella se giró—es una amiga.

—¿Tu eres el motivo por el que entró anoche sin mediar palabra?.

—¿Qué quiere decir?.

—Llevo más de diez años trabajando aquí y anoche fue la primera vez que vi a Erza entrar tan nerviosa y roja como un tomate.

—Ah bueno...

—Tercer piso, puerta 305—dijo—¿a qué esperas?—preguntó enfadada.

—¡Si!—exclamé.

Subí al tercer piso como me indicó y pronto daría con la puerta de la habitación de Erza. Levanté despacio y aguantando la respiración...y toqué con los nudillos unas cuantas veces.

—Ya va—dijo la voz desde la otra parte.

La puerta se abrió y tras ella estaba la maga. Al verme, abrió los ojos y pareció quedarse muda.

—Hola—salude tímidamente.

—¿Qué...haces aquí?.

—Yo...bueno...esto...

—Pasa mejor dentro.

Lo hice y al entrar, vi que donde vivía era mucho más grande que mi casa, era enorme, me quede maravillado ante la inmensidad.

—¿Quieres algo de beber?.

—No, gracias.

Nos sentamos el uno frente al otro, no sabía muy bien que decir, estaba muy nervioso.

—Bueno...¿qué te trae por aquí?—me preguntó.

—He ido al gremio y como íbamos a hacer una misión pero no estabas...pues...—ella abrió los ojos.

—Lo siento, es culpa mía.

—¡No!—ella me miro—es culpa mía...siento lo de anoche...se que te molestaría que alguien como yo haga eso—me rasque el brazo y baje la mirada.

—¿Alguien como tu?, no te entiendo—dijo.

—Yo...no soy un gran mago como puedes ver...tampoco soy fuerte...ni tan guapo como otros y...—ella me abrazó.

—No te menosprecies, eres un gran chico y tienes otras muchas buenas cualidades.

Aquellos halagos me sorprendieron, estaba sonrojado. 

—Gracias...pero creo que exageras je,je.

—Dime la verdad, ¿por qué has venido?.

—Yo...bueno...—me miraba con unos ojos que me hacían perderme en ellos—me...me...gustas—dije rojo y bajando la mirada.

Ella me rodeó con los brazos y pude sentir su pecho.

—¿Lo dices de verdad?—se separó un poco y nos miramos—¿yo?, pero si...carezco de rasgos femeninos.

—Yo no diría eso—pensé—¡eso no es verdad!—se sorprendió a juzgar por su expresión—eres fuerte, lista, confiable y...muy guapa.

Ella se tapó la cara.

—¡No digas esas cosas tan vergonzosas!—me dio un ''suave'' puñetazo en el brazo que por poco me lo rompe. Aún así, salí disparado contra la pared—¡lo-lo siento!.

—No pasa nada—dije sobando mi brazo.

—Siempre arruino todo—se disculpó avergonzada.

—No te preocupes, me gusta ese lado tuyo—esboce una sonrisa ante su sorpresa.

Reuniendo todo el valor que me era posible, enredé mis dedos con su mano, no tenía puesta la armadura por lo que estaba tocándola directamente a ella.

—¿Me darías una oportunidad de hacerte feliz?—pregunté con una sonrisa.

Ella miró a los lados, se acariciaba el pelo apartando este un poco para ver mejor, respiraba algo agitada y finalmente asintió con la cabeza.

—¿De verdad?—ella asintió de nuevo.

—¿En serio?—volvió a hacerlo—¿saldrás conmigo?.

—¡Si idiota saldré contigo!—alzó su voz roja y avergonzada y en ese momento la bese. 

Al separarnos, ambos nos miramos con una gran sonrisa y una mirada tierna. En ese momento me sentí el hombre más afortunado del mundo.


Continuara...


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