SEIS
Escucho la grabación una y otra vez. Es una voz de mujer, tranquila que dice:
Hace siglos, nuestro mundo desapareció. Solo quedaron las cenizas de una civilización anterior. Decidimos olvidarlo todo... Por ello, algunos se escondieron tras muros de luz, deseosos de ocultar su triste pasado y educar a las nuevas generaciones con mentiras sobre un Exterior inhóspito y mortal. Pero no todos compartieron estos ideales, los Rechazados decidieron vivir en el mundo que sus antepasados habían construido, intentaron reconstruir una civilización rota. Por desgracia, no tuvieron éxito. Los habitantes del Exterior se encuentran esparcidos, luchando contra las máquinas que han vuelto a atacar después de tanto tiempo.
Si escuchas esto te damos la bienvenida y enhorabuena, has decidido enmendar los errores de una humanidad olvidada. Ahora eres uno de los nuestros. Somos El Vínculo.
Si no fuera por la seriedad del mensaje, me recordaría a los anuncios publicitarios. Esta llamada se emite en una frecuencia antigua de radio, una frecuencia que solo aquellos que desean investigar el pasado pueden encontrar.
—¿Sois algún tipo de resistencia? ¿Rebeldes anti sistema? —pregunta Yaroc después de un largo silencio, tiene los brazos cruzados y una ceja arqueada.
Hyo se encuentra a mi lado, tan perplejo como yo. Esta mañana le hemos explicado lo que ocurrió y él ha mostrado el mismo interés que nosotros por conocer la verdad que oculta este búnker. Sensa sacude su cabellera gris.
—No somos rebeldes, nuestra forma de actuar es pacífica.
—Entonces, ¿qué sois? —miro a Ogue y recuerdo que proviene de un pentágono— ¿Marginados?
El hombre se encoje de hombros.
—Algunos sí, no todos —carraspea—. Yo, por ejemplo sí, pero Sensa proviene de Témira.
El nombre no tiene significado alguno para mí, pero Yaroc alza las cejas totalmente sorprendido.
—¿Témira? ¿El hogar de las grandes bestias? —pregunta.
Sensa ríe, es la primera vez que oigo su risa, delicada y casi inaudible.
—No son bestias, y mucho menos grandes.
Ante mi perplejidad, Hyo empieza a hablar.
—Fui enviado a Témira hace unos cuatro años, para localizar a Sánesa Aney —mira a Sensa—, bueno, para localizarte a ti. En Témira son conocidos por domar animales tales como osos, tigres, leones y panteras
—¿Localizarme? ¿Para qué? —pregunta la mujer claramente ofendida.
Hyo se encoge de hombros.
—Solo seguía órdenes. No pude localizarte, así que mi misión acabó. Querían asegurarse de que no estabas allí.
Misuk se levanta de repente y acalla nuestras voces. Su mirada es tan cortante que casi la siento como una hoja afilada. Nos mira a la espera de poder hablar, saborea dos minutos de incómodo silencio y lo rompe con una voz fuerte y clara.
—El Vínculo somos un grupo de personas que creemos en la unión de los humanos, humanos del Exterior junto a humanos de las ciudades. Buscamos desvelar la verdad sobre las ciudades, que todo el mundo sepa la realidad de nuestro pasado. Queremos crear de nuevo el vínculo que existía siglos atrás, justo después de la guerra, cuando la paz se estableció —la androide hace un círculo con ambas manos y luego se coge los nudillos.
La mano de Hyo aprieta la mía, ese es exactamente el mismo propósito que él tiene, o al menos tenía antes de que todo esto ocurriera. Quería unir a la humanidad. Me giro hacia él y veo que la preocupación tiñe su mirada.
—Eso no servirá de nada mientras los drones sigan recibiendo órdenes —su voz es apagada. Todos se giran hacia él, sorprendidos—. Acabarán matándolos a todos. El Vínculo morirá —su voz es tan seca que me sorprende.
—¿Cómo puedes saber que reciben órdenes? —pregunta Sensa claramente desconfiada.
Hyo baja la cabeza apesadumbrado.
—Los drones no actúan por sí mismos, necesitan órdenes. Al recuperar la memoria comprobé que era así —se hace el silencio durante unos instantes. ¿Qué ocurre Hyo?—, porque sus órdenes proceden del mismo lugar de donde procedían las mías.
Se oyen exclamaciones y suspiros, Yaroc cruza los brazos con desconfianza. Misuk abre los ojos con sorpresa. Ahora mismo, la culpa carcome a Hyo, lo puedo notar en sus dedos temblorosos que rodean mi mano. Ahora mismo, Hyo es tan humano como cualquiera de nosotros. Está tan triste que casi parece que el mundo se le vaya a caer encima. Pero no pienso permitirlo, aun sí eso supone tener que cargar yo con el peso.
—Ya no son tus órdenes —le recuerdo en un susurro.
Misuk desaparece un momento y vuelve con una pizarra, en la que dibuja el mapa del mundo con una precisión arrolladora. El rotulador chirria al dejar su tinta sobre la superficie blanca, lo que me obliga a apretar los dientes. Hace una marca en la zona donde nos encontramos, un lugar ligeramente más al norte que mi ciudad. Luego dibuja otras cuatro marcas en el mapa, una en el noreste, otras dos hacia el sur y una última en el noroeste. Dice que son puntos donde el Vínculo posee aliados. Luego pinta cinco pentágonos a lo largo del mapa. Calculo que en total somos unas 30 millones de personas encerradas en muros de luz. O son, porque yo ya no pertenezco a esas ciudades.
—¿Cuántos humanos hay en el planeta? —pregunto con un hilo de voz.
—No podemos saberlo con exactitud, pero... muy pocos. La guerra y las pestes exterminaron a casi toda la población mundial —contesta Ogue.
Hyo coge el rotulador y marca una zona más al sur de aquí. Escribe, con letras perfectas CENTRO DE MANDO PRINCIPAL. Ogue comenta que cerca de ahí el Vínculo también tiene aliados. Algo que hace que me estremezca. Muy lejos de aquí, hay alguien que se esmera en controlar a los drones por alguna razón que aún no comprendemos. Alguien que envió a Hyo a matarme cuando tuve el accidente. Y, de repente, me doy cuenta de que todo es demasiado extraño para que se trate de una coincidencia. ¿Quién querría matarme? ¿Qué conseguiría con ello? ¿Cómo se enteraron de mi accidente? La verdad cae sobre mí como una losa: no fue un accidente, alguien lo programó todo para que yo estuviera en ese tren, para que ese tren tuviera un accidente. Me levanto de golpe, sofocada por un calor que solo es mío.
—Yadei, ¿estás bien? —me pregunta Misuk, y me doy cuenta de que no estaba prestando atención a lo que decían.
—Hyo nos estaba explicando que es allí donde le reprogramaron y de donde reciben órdenes los drones —explica amablemente Ogue, al darse cuenta que no me he enterado de nada.
—¿Quiénes? —balbuceo, y continúo con tono de indignación—. ¿Quiénes serían capaces de este horror? ¿Por qué los drones atacan a los humanos? ¿Por qué te enviaron para localizar a Sensa? ¿Para matarme a mí?
—Hace siglos comprendieron que explicarnos todas esas cosas nos daba qué pensar y nos hacía cuestionar las órdenes —aclara Hyo—. Así que me trataron como a un simple dron, dándome una orden sin saber el por qué. Ni siquiera sé quiénes son ellos, una vez que acababa mi misión —el labio le tiembla—, me desconectaban sin más. Y yo no podía hacer nada más que esperar.
—¿Sentías el transcurso del tiempo cuando estabas desconectado? —pregunta Misuk asombrada, asustada.
—Así se aseguraban que cumpliera mis misiones con éxito... Cuánto más éxito, más misiones... Si fracasaba...
La voz se le quiebra y su hermana lo abraza. Hyo se funde en el abrazo como si fuera un niño, le tiemblan las manos y se refleja el dolor en sus ojos. Por un momento intento imaginarme cómo debe ser estar despierto sin poder hacer nada, sin saber nada, sin que nadie te hable. La idea me parece tan horrible que la aparto de mi cabeza. Misuk acaricia el cabello de Hyo y le susurra que todo ha terminado. Ya nadie te hará daño, hermanito. Ahora veo en Hyo un chico asustado y temeroso, lo mismo que debió de ver él cuando me conoció. Entonces yo era una niña débil y asustadiza y, aunque solo han pasado unos meses, he cambiado. Hyo, en cambio, se encuentra en mi lugar. Cientos de recuerdos se arremolinan en su interior, intentando no consumirlo, sin éxito. Pero esos recuerdos no son suyos, ya no. Son parte de su pasado, son lo que le han ayudado a forjar el Hyo que es ahora. Un Hyo que abraza a su hermana después de tantos años.
—Debo hablar con LV, decirle lo que sabemos —dice al fin Misuk.
—¿Vas a hablarle de ella? —Ogue me señala—. Yadei es...
Pero la androide lo acalla con un gesto de la mano.
—Ya lo sé, ahora sí lo sé. —responde.
—¿Quién es LV? —me sorprende que la pregunta venga de Yaroc.
Sensa nos fulmina con la mirada.
—Lo sabréis cuando tengáis que saberlo.
Por alguna razón, eso me produce un enfado más fuerte de lo que debería. Por lo que a mí respecta, LV podría ser la misma persona que mandó a Hyo asesinarme. Me voy hacia el gimnasio y me entretengo haciendo algo de ejercicio, de nada me sirve saber luchar si no tengo fuerza. Yaroc se presenta unos minutos después, al parecer igual de molesto que yo. Evito su mirada de asco y continúo a lo mío.
Intento organizar mis ideas: ha ocurrido tanto en tan poco... Resulta que alguien programó mi accidente, si no ¿por qué habían ordenado a Hyo...? Intento apartar esa idea de mi mente. Misuk, Ogue y Sensa pertenecen a una organización que se hace llamar el Vínculo, una organización no rebelde que lo único que busca es desvelar la verdad sobre nuestro pasado, sobre nuestras ciudades. Me estremezco, ¿qué verdad es esa? Me paro en seco cuando un tirón me recorre la espalda. Suelto un gemido y me llevo la mano al cuello, que parece ser la zona más afectada. Yaroc pone los ojos en blanco y chasca la lengua.
Unos minutos más tarde estoy tumbada en un frío banco de hormigón, con un paño caliente a la espalda, mirando al techo gris sin mucho interés. Una contractura, nada más. Eso me ha dicho Ogue. A veces me pasaba cuando iba a escalar y me forzaba demasiado. Unos ojos marrones aparecen de repente y veo el rostro de Hyo del revés. Parece divertido, pero solo es una fachada.
—¿Qué tal estás? —pregunta.
Muevo el cuello de un lado a otro, los músculos aún se quejan.
—Mejor, supongo. Aburrida.
Oigo que se sienta sobre el banco y hago amago de levantarme, pero él me lo impide. No vaya a ser que te hagas daño otra vez. Suelto un bufido y observo a Hyo desde abajo.
—Yo también tengo muchas preguntas —contesta a una pregunta que no he formulado—. Y también quiero salir de aquí. Hasta podría decirse que echo de menos a Fiko.
Ambos nos reímos más fuerte de lo que deberíamos, desconectamos de los problemas durante un instante.
—Quiero irme de aquí, me da igual lo que diga LV o quien sea. Estoy harta de esto —murmuro—. Escapémonos, vayámonos. Advirtámosle a los humanos de lo que nos espera.
—Yadei... ¿Y qué hay de tu madre? Ogue es de una ciudad, eso quiere decir que puedes volver. Esta es tu oportunidad para volver a tener una vida normal.
Niego con la cabeza, y mi cuello se queja.
—Ni aun volviendo a casa tendré una vida normal —me toco la cicatriz de la mejilla—, hay heridas que te marcan para siempre. No podría abandonar a los humanos del Exterior, no sabiendo qué ocurrirá. Y, aunque volviera, ¿qué sería de ti?
Hyo aparta la mirada, no podría venir conmigo, no abandonaría a su hermana. No de nuevo, después de tanto tiempo.
—¿Lo ves? Cuando llegué aquí tuve una horrible pesadilla: todos vosotros no eráis reales, sino meras creaciones de mi imaginación. No soporté ese sueño —un escalofrío me recorre la espalda—, al igual que no soportaría olvidarme de vosotros. No puedo abandonarte, no lo haré. Esa es mi promesa.
Él me mira, sin saber qué decir. Su promesa de llevarme a casa significa separarme de él, y mi promesa significa no hacerlo. Uno de los dos tendrá que romper la suya tarde o temprano.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top