NUEVE
—Algunos han empezado ya a ocultarse entre las ruinas, nuestros drones les están ayudando. Pero la situación no puede durar mucho —explica Nómed con una voz grave—, nuestros drones son escasos y no podemos reprogramar lo suficientemente rápido para defendernos.
—Yo puedo ayudaros —se ofrece Ogue—. Era programador, conozco de estas cosas.
—Ogue...
La voz de Misuk es inquisitiva, está claro que no quiere que se quede.
—Oh, venga ya —Og sacude los brazos—. Sabes de sobras que os las podéis apañar sin mí. Seguid el viaje, así tendréis más provisiones.
La androide asiente triste y mira a Ogue, éste le sonríe y le da unas palmaditas suaves en la mano. Siento una punzada de dolor, no quiero irme sin Ogue. Pero sé que es necesario, solo así podrá salvar a más gente.
—Hemos hecho un cálculo —empieza a decir Abía—. A la velocidad a la que se crean y reparan los drones, pronto doblarán la cantidad de humanos que puedan combatirlos. No tenemos dos meses.
Se me hiela la sangre y me quedo sin respiración. Me estremezco en mi asiento y junto las manos. ¿En menos de dos meses habrá perecido la humanidad? ¿Ese es el tiempo que necesitan unas máquinas para acabar con los humanos del Exterior? Sacudo la cabeza y me muerdo el labio inferior.
—Entonces, ¿qué? —la voz de Sensa rompe el silencio— ¿Nos estáis diciendo que no vale la pena? ¿Que nos vayamos a nuestras casas y esperemos una muerte segura?
—Los humanos nos adaptamos de una forma increíble a los medios. En dos meses seguirán habiendo humanos, pero no podrán combatir a los drones. Por mucho que huyan y se escondan, acabarán siendo cazados —aclara Abía.
—¿Entonces? ¿De cuánto tiempo disponemos antes de que...? —Yaroc nos sorprende al hablar— ¿Antes de que muramos todos?
—Unos tres meses —la afirmación de Nómed es clara.
Tres meses. En tres meses el Exterior estará desierto, carente de seres humanos. Tan solo cubierto de millones de cadáveres. Eso es imposible.
—Pero, en dos meses aún habrá humanos, ¿no? —empiezo a decir— Si, de alguna manera podemos parar a los drones, aún quedará gente viva.
—En dos meses habrá muerto más de la mitad de la población humana en el Exterior —sentencia Nómed.
Tiemblo.
—¿Qué nos sugerís? —Misuk resopla.
—Al sur de aquí se encuentra una vieja base, similar al búnker en el que estabais —explica Nómed—. Creemos que poseen un todoterreno —ante las expresiones de asombro de algunos de nosotros, el hombre aclara—: es un tipo de vehículo, con él podréis hacer el viaje en dos días, quizás tres.
Me quedo sin palabras, ¿reducir un viaje de dos meses y medio a dos o tres días? Me parece algo increíble. Sé que hay transportes que viajan extremadamente rápido, pero nunca había pensado en el tiempo real que podían tardar en ir de un sitio a otro. Nunca tuve la necesidad de saber ese dato viviendo en una ciudad.
Dejo que los demás terminen de planear el viaje y me quedo acariciando a Fiko, el perrito se muestra muy contento al volverme a ver. Ogue se sienta a mi lado y acaricia la grupa de Fiko.
—¿Así que este perrito es tuyo? —dice sonriendo.
—Lo encontré en unas ruinas, estaba atrapado —suspiro, Fiko coloca su pata en mi rodilla y me mira con sus ojitos oscuros. Parece sentir mi preocupación.
—Te echaré de menos, pequeña —confiesa Og—. Eres una cabezota muy valiente, ¿lo sabías?
Me río. Pero es una risa triste.
—¿Por qué me llamas pequeña? No soy una cría.
—Eso mismo decía mi hermana. Y sí, tienes razón. No eres una cría —se acerca más y me dice bajito—, pero no eres muy alta.
Le doy un codazo.
—¡Comparado contigo casi cualquiera es pequeño! —me río.
Ambos nos reímos.
—Yo también te echaré de menos —digo al fin.
—Me sabe mal no haberte podido aclarar las cosas. Pero... aún no estás lista.
—¿Por qué? —y pregunto con retintín—: ¿Por qué LV lo dice así? —me giro hacia él y le miro a los ojos. Su expresión es realmente seria.
—Porque yo lo creo así. Pero no te preocupes, Misuk... —mira a la androide por el rabillo del ojo— ella te lo explicará.
Me quedo unos instantes mirando mis zapatos. Fiko agita la cola, pero no estoy de humor para jugar con él, así que se tumba sobre mis pies y empieza a morderse una pata con ahínco.
Ogue vuelve a romper el hielo.
—Conozco a Shabná.
—¿Qué? —me vuelvo hacia él con los ojos muy abiertos.
Haber oído el nombre de mi madre después de tanto tiempo me parece algo increíble.
—Yo tenía doce años, y ella veintisiete. Mi padre había hecho un viaje muy urgente hacia vuestra ciudad y, un día la conocí. Bueno, os conocí —y sonríe.
Empiezo a hacer cálculos, mi madre se quedó embarazada con esa edad, pero me tuvo con veintiocho. La verdad me azota como una bofetada.
—¡Entonces conociste a mi padre! —chillo.
—Miércoles... —masculla— Sí, lo conocí. Pero muy de pasada. Mi madre se compró un vestido en la tienda en la que trabajaba Shabná.
—Dime algo sobre él, ¿cómo es? —o era.
—Apenas lo recuerdo —sonríe—. Me pareció un gran hombre, te pareces a él.
Me llevo las manos a las mejillas. Me parezco a él, me parezco al hombre que nos abandonó. Él no era un gran hombre, ni mucho menos, era un cobarde. Pero otra duda azota mi mente: ¿qué hacía Ogue en mi ciudad? ¿Por qué su padre tuvo que ir urgentemente?
—Pensaba que no se podía viajar de ciudad en ciudad.
—Solo en situaciones especiales —por el tono, sé que Ogue no me va a explicar nada más—. El mundo es un pañuelo, ¿eh pequeña?
Me da unas palmaditas en la espalda. Sí, lo es, sin duda. Y sé que en realidad no me lo ha contado todo, está claro que oculta algo sobre ese viaje.
Le abrazo con fuerza, él era el único del grupo en el que sentía que podía confiar, aparte de Hyo. Sensa y Misuk me da la impresión de que guardan demasiados secretos. Y, a pesar de que Ogue también los tiene, casi me ha tratado como si fuera parte de su familia. Es que me recuerdas tanto a mi hermana. Sonrío al recordarlo, siento que una lágrima se desliza por mi mejilla. Og me coge la cara y me mira.
—Prométeme que serás valiente y que seguirás adelante a pesar de lo que ocurra. —Yo asiento— Así me quedo tranquilo —a continuación se agacha junto a Fiko, el perrito ladra un par de veces—. Y tú cuida de ella, ¿eh? —Se incorpora y me mira— Ahora mismo eres lo único que impide que Hyo caiga, ten en cuenta que si él cae, el Vínculo también caerá.
Contesto con un sí apenas audible.
Todos se despiden de Ogue lentamente, ninguno queremos separarnos de él. Sensa bromea un par de veces, pero se nota que está triste. Misuk le da un largo abrazo y le susurra algo, él le sonríe. El hombre se vuelve ligeramente hacia mí y me guiña el ojo. Oigo que le dice a Misuk que no se preocupe, pero el rostro de la androide no se sosiega. Og le da un fuerte apretón de manos a Hyo y le murmura algo que hace que el androide sonría con timidez.
* * *
Hace ya varias horas que dejamos atrás la casa de los androides con flores de papel. El sol está bajo y las sombras dibujan siluetas oscilantes sobre las ruinas. Un sentimiento apagado lo inunda todo. La desesperación, el horror, es todo tan extrañamente palpable que hace que me estremezca. No me gusta este sitio, me trae malos recuerdos. La mirada de aquel androide loco aparecen ante mis ojos en cualquier sombra. Recuerdo los lobos y su terrible aullido, el dolor en mi pierna y los ojos tristes de Hyo. Sé que él también está recordando, lo veo en su forma de mirar y moverse, siempre con melancolía. ¿Recordará esta ciudad en todo su esplendor? ¿Habrá estado aquí años atrás?
Todos estamos en silencio, incluso Fiko parece comprender que no debe moverse con gestos bruscos. Camina con el rabo entre las piernas y no se separa de mí. A veces me lanza miradas llenas de pena y yo no puedo evitar agacharme y acariciarle. Los otros miembros del grupo tampoco están de muy buen humor. Yaroc tiene los puños apretados y mira a todos lados con una mezcla de asombro y terror, Sensa arrastra ligeramente los pies y Misuk parece abatida. Sé que Ogue haría una broma para romper la tensión, pero ninguno de nosotros es capaz de decir nada.
Hyo me sobresalta al ponerme la mano en el brazo.
—¿Estás bien? —pregunta en voz baja.
Yo asiento, tragando algo de saliva.
—¿Y tú?
Va a contestar, pero justo en ese momento llegamos a la carretera principal. Reconozco el edificio derrumbado y veo el cadáver metálico del androide junto al cadáver aún cubierto de piel de un lobo. Los carroñeros se han alimentado de él. Respiro hondo y aprieto los puños. Demasiados recuerdos. Mi pulso se acelera.
—¿Otro androide? —pregunta Yaroc— ¿Está muerto?
—Sí —corrobora Hyo.
—Mola —el chico sonríe y se acerca al cadáver. Todos nos quedamos observando cómo se aleja.
Después de unos segundos, como accionada por un resorte, me dirijo a donde él. Para mi horror, Yaroc ha desencajado la cabeza de los hombros y examina su interior.
—¿Qué haces? —le pregunto molesta— Deja eso en su sitio.
El chico suelta una carcajada.
—Venga ya... Solo es un trozo de chatarra, está más que muerto.
—He dicho que lo dejes.
Recuerdo la horrible voz del androide, su carcajada de locura y sus manos alrededor de mi cuello. Dirijo mis manos allí, para recordarme que ya no me está haciendo daño. Yaroc sigue examinando la cabeza con diversión. Aprieto la mandíbula y, dándole un empujón, se la quito de las manos. Un chasquido eléctrico me estalla en los dedos y tiro la cabeza al suelo. Me duelen las sienes y oigo su voz.
—Hyo tiene mucho potencial, pero su... error podría causarnos muchos problemas.
Abro mucho los ojos y con toda la fuerza que tengo, atravieso el cráneo metálico con la daga. Yaroc protesta.
—¡Oye! ¿A qué ha venido eso? ¿Se te ha ido la olla o qué? —chilla.
Quizás.
Los demás se acercan, con rostros curiosos.
—Se ha encendido —explico—. Cuando le he tocado se ha encendido, he recibido uno de sus recuerdos. Pero eso es imposible, ¿no? Estaba muerto.
—El brazalete —Hyo señala mi brazo, pero yo sacudo la cabeza. El brazalete estaba apagado.
—No estaba encendido.
El androide comparte una mirada de preocupación con su hermana. Misuk se agacha junto al cuerpo y agarra la cabeza, me devuelve el cuchillo.
—Es posible que... uno de sus subsistemas aún continuara activo y... recibiera energía del sol. Lo suficiente para activarse al entrar en contacto con cualquier otra fuente de electricidad —dice sin mucha convicción.
—Pero Yadei no es una máquina —protesta Yaroc.
—Los humanos también producimos electricidad —contesta Sensa en tono vacilón—. No como las máquinas, claro. ¿Nunca te has dado un calambrazo?
Eso calla al chico.
—¿Qué recuerdo? —pregunta Hyo.
—Sobre ti, decía algo sobre un error en ti que podría causarles problemas.
—No... No sé de qué error puede estar hablando, quizás se refiera a mi conciencia... Apenas tengo recuerdos de él, en el pasado solo lo conocí de vista —comenta con pena.
Misuk sonríe y le pone la mano sobre el hombro.
—Nunca congeniabas con tus compañeros, hermanito.
Decidimos acampar en uno de los edificios semi derruidos que hay. Yaroc se esfuma a los pocos segundos en busca de viejas reliquias y Sensa y yo nos quedamos jugando un rato con Fiko. La noche cae y, con ella, empieza a nevar.
Pero Yaroc no vuelve.
Ilustración por GG-Arts en DeviantArt.
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