DOS

Ogue me explica que en este búnker viven tres personas: Misuk, una mujer llamada Sensa y él. No me quiere explicar por qué están aquí, pues dice que de eso ya se encargará Misuk. Me enseña el lugar, hay varias habitaciones, un comedor enorme y una sala de reuniones vacía. Todo es gris y las marcas de humedad cubren las paredes. Algunas puertas están oxidadas y la mitad de las luces no funcionan, dándole un aire mortecino a este lugar ya de por sí bastante tétrico. El aire es frío y nuestras voces reverberan.

—¿Y hay forma de comunicarme con las ciudades de luz? —le pregunto mientras caminamos por el pasillo.

Mi pregunta parece sorprenderle, y su sonrisa se esfuma al instante.

—¿Por qué dices eso?

Yo suspiro y contesto:

—Hyo me dijo que quizás pudiera hacerlo desde aquí, para decirles que estoy viva y que quiero volver.

—Así que tú eres una de las supervivientes del accidente, ¿eh? —el hombre sonríe.

Recuerdo el accidente que me llevó al Exterior, el tren abalanzándose hacia el campo de fuerza, mi cuerpo golpeando el vagón y el amasijo de metal y madera que quedó, los ojos de los drones dispuestos a matarme, mis heridas... Asiento lentamente.

—Tenía curiosidad por saber cómo habías salido, a mí me costó muchísimo —comenta.

Abro los ojos como platos, ¿cómo que le costó salir? La única respuesta posible es que él no sea habitante del Exterior. Pero, si así es, ¿por qué ha querido salir? ¿Acaso no era mejor la vida en la ciudad?

—Ogue Tameo, cuarta ciudad del pentágono Gamma —dice haciendo una reverencia.

—Yo... soy de la tercera —respondo algo confusa.

Pienso en las razones por las cuales Ogue podría haber querido marcharse de su ciudad. Tengo entendido que la cuarta ciudad del pentágono es la que mantiene contacto directo con la ciudad alfa. Así es como funcionan las ciudades: en cada pentágono hay seis ciudades, cinco en los vértices y una en el centro. Se supone que si se trazara una línea en un mapa, así es como se verían las ciudades, como un pentágono. La ciudad que se encuentra en el centro es la alfa, la que toma las decisiones definitivas y las comunica a las demás; primero a la cuarta y después de ciudad en ciudad. Todas las ciudades son iguales, con la misma distribución y tamaño: Zona Agrícola, Zona Comercial, Zona Residencial y Zona Educacional, aparte de la Zona Gubernamental en el centro.

—¿Por qué te marchaste de la ciudad? ¿Y cómo? —inquiero con curiosidad.

—Empecé a ser consciente de la realidad, y vi que esa realidad no me gustaba. La cuestión de cómo salí es algo más complicada... —¿a qué se refiere?

—¿Eras un marginado?

En mi ciudad, las clases sociales tienen mucho peso. Enseguida se pueden ver las diferencias entre unas y otras. En realidad, no nos definen, pues una persona puede pasar de una clase a otra sin problemas; pero están allí para poder organizar mejor la ciudad, de manera que si alguna nueva ley afecta a un sector antes que a otro, todos los que pertenezcan a éste puedan ser informados fácilmente. Los marginados son uno de estos grupos pero, como la mayoría son ilegales, pocas leyes les afectan.

Og suelta una sonorosa carcajada.

—No, no era un marginado. Pero no importa, no me pertenece a mí explicarte eso.

—Entonces... —soy consciente de ello de repente— ¡Sí hay forma de comunicarse con las ciudades! Necesito decirle a los míos que estoy viva, que me abran las puertas, por favor.

El hombre sonríe con compasión.

—Verás pequeña, no es tan sencillo... Coméntaselo a Misuk, quizás ella te diga qué hacer. Pero antes... ¡a cenar!

Estoy tan abatida que justo después de cenar me meto en mi habitación y me tumbo en la cama. No he visto a Yaroc desde esta mañana, aunque tampoco me importa demasiado. Imagino lo que debe sentir por su madre, pero eso no le quita el ser un prepotente y un estúpido.

En la cama, le mando un mensaje a Hyo, el brazalete no me indica si hay señal.

—Hola Hyo, es posible que no recibas este mensaje. Aun así yo lo grabo. He llegado al búnker, pero no es lo que pensabas. Nadie me explica qué ocurre aquí dentro y todo es muy confuso. Hay una androide, Misuk, que dice ser tu hermana. Y... —siento que las palabras se me atragantan— me ha dicho que eráis agentes encubiertos, no sé exactamente de qué tipo... Pero me imagino que os infiltraríais y sabotearíais al enemigo. No sé si creerla, prefiero pensar que no. No creo que pueda comunicarme con mi hogar. De todas formas, tampoco podrías volver conmigo, no te dejarían. Y yo no pienso dejarte aquí, no sería justo... —cierro los ojos y aspiro una gran bocanada de aire— Te echo de menos.

* * *

Me despierta el sonido de unos pasos por el pasillo. La sala está totalmente a oscuras, únicamente llega un hilo de luz a través de la puerta. Me levanto y salgo haciendo el menor ruido posible. Las luces de emergencia están encendidas, imagino que debe haber un generador en alguna de las zonas que Og no me ha enseñado. Oigo el murmullo de voces y avanzo con pasos temblorosos. Entonces, alguien se tropieza conmigo y ambos caemos al suelo. Bajo la luz anaranjada de las luces reconozco el cabello de Yaroc. El murmullo de las voces cesa y se oyen unos pasos. Con el vello de punta, vislumbro unas cajas tras las que ocultarnos y Yaroc me sigue, escondiéndose a mi lado.

Los pasos se acercan al pasillo y ambos contenemos la respiración, se detienen un momento y luego vuelven sobre sí mismos.

—¿Qué haces? —le pregunto a Yaroc en un susurro.

—¿Qué haces tú? —replica molesto.

Pongo los ojos en blanco y contesto:

—He oído unos pasos y quería saber de dónde provenían.

—Yo igual, ¿contenta? —dice con sarcasmo.

Le arrancaría la estúpida sonrisa de la cara de un manotazo, pero eso nos delataría.

—¿Son Misuk y Ogue?

El chico se encoge de hombros y sacude la cabeza.

—Ni idea, pero creo que nos están ocultando muchas cosas.

Asiento lentamente, a mí también me da esa impresión. Callan demasiadas cosas.

—Yo también lo pienso —confieso—. Tenemos que irnos de aquí, creo que este lugar no es lo que pensaba.

—¿Acaso crees que no lo he intentado? Una vez que he llegado a la puerta he descubierto que es infranqueable, creo que solo ellos la pueden abrir.

Enarco una ceja, el muy estúpido me iba a dejar tirada, Yaroc sonríe y se encoge de hombros. Si solo ellos la pueden abrir, ¿acaso tenemos alguna oportunidad de escapar? Lo siento, Hyo. Voy a decirle a Yaroc que tenemos que intentarlo, que me lleve a ver la puerta, cuando las luces se encienden de repente. Pego un brinco y me doy la vuelta. Ogue nos mira con los brazos en jarras.

—¿Qué hacéis aquí los dos? —pregunta con autoridad.

Intentar escapar, pero no le puedo contestar eso. Yaroc me coge de la mano y me lanza una mirada cómplice, debo seguirle el juego.

—Yadei tenía pesadillas —contesta el chico, yo asiento lentamente.

—Ya... veo —por su tono, sé que Og no se lo ha tragado—. Idos a la cama, venga.

Yaroc es el primero en moverse, luego me levanto yo. Sin embargo, cuando empiezo la marcha hacia el pasillo, Ogue me agarra del brazo y me llama. Me giro bruscamente hacia él e intento que no note mi nerviosismo, no se me da bien mentir.

—Ahora que el petardo se ha ido, dime, ¿qué hacíais?

—Te-tenía pesadillas...

El hombre suelta una carcajada.

—Venga ya, se ve a la legua que no te llevas bien con Yaroc. Dudo que te haya consolado. Puedes confiar en mí, pequeña.

Suspiro y asiento. Por alguna razón, aunque sienta que Og también me oculta algo, sé que puedo confiar en él.

—Habíamos oído pasos, nada más.

Vuelvo a mi habitación, dispuesta a dar un portazo, pero Ogue me acompaña y se sienta en una de las sillas.

—¿Por qué has venido aquí, Yadei? —me pregunta.

—Ya te lo he dicho, Hyo me dijo que podría...

—No, Hyo no. Por qué has venido tú —sacude los rizos negros.

—Porque confío en él. Porque pensaba que vería a mi madre pronto.

Él sonríe y, mirando hacia un punto inconcreto empieza a hablar.

—Mi hermana pensó que estaba loco, le dije que ella podía venir conmigo, pero no quiso. Y ahora me arrepiento tanto de haberme enfadado con ella... Tardaré más de lo que pensaba al principio en decirle que la echo de menos. El hombre que me convenció me lo advirtió... Me dijo: dejarás familia y oportunidades si al fin te decides, créeme, a veces no vale la pena. Al principio pensé que él no me veía preparado, pero luego vi que estaba siendo totalmente sincero. Ahora mi hermana cree que estoy muerto y mis padres no saben absolutamente nada de mí —le observo fascinada, él continúa—. Se supone que no debería contarte esto, pero qué más da. Afuera me encontré con Misuk y Sensa, ellas me enseñaron a sobrevivir. No imaginas el horror que sentí al saber que Misuk era una androide. Con el tiempo, descubrí que era tan frágil como un humano y tan simpática también. Me di cuenta que todo lo hacía por su hermanito Hyo, el chico que se perdió en las tinieblas. —Baja la cabeza y se mira las manos— Encontraremos a Hyo, y Misuk le devolverá la parte de humanidad que le arrebataron.

—¿Por qué me cuentas todo esto?

—Porque no me siento bien ocultándote cosas, Yadei. Cosas que tú deberías saber.

—¿Por qué debería saberlas?

—Porque tú... —sacude la cabeza—. Déjalo, estoy hablando demasiado.

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